jueves, abril 14

Las conferencias de hoy



            Hoy, jueves 14, prosiguen las jornadas sobre mi padre en la Casa del Lector del Matadero (Pº de la Chopera 14)

            Jueves 14 de abril, 19 horas.

A. Al margen de ‘El Coyote’: la otra narrativa de José Mallorquí. “José Mallorquí, más allá de El Coyote”. Conferencia a cargo de RAMÓN CHARLO, coleccionista, escritor y especialista en literatura popular española. 40’

B. Mallorquí y la radio de los sesenta. “José Mallorquí y la radio española del franquismo”, conferencia a cargo de ARMAND BALSEBRE, catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad (Universidad Autónoma de Barcelona). 40’

lunes, abril 11

Fe



            Estoy leyendo un libro, El fin de la fe, del filósofo Sam Harris, de lo más interesante. Digo que es interesante porque Harris expone ideas que yo sostengo desde hace tiempo, y no hay nada como la comunión intelectual para despertar interés. ¿Qué ideas? El subtítulo del libro es revelador: Religión, terror y el futuro de la razón. En fin, apenas llevo leídas unas sesenta páginas, así que lo que voy a decir a continuación es de mi cosecha.

            Creo que los europeos tenemos una idea un tanto equivocada acerca del fenómeno religioso. En España, por ejemplo, el 70’6 % se declara católico (un 2’3 % pertenece a otras religiones). Sin embargo, del total de los creyentes sólo un 12’1 % confiesa acudir a los oficios religiosos siguiendo los preceptos de la Iglesia. Es decir que para la inmensa mayor parte de los creyentes españoles, la religión apenas ocupa lugar en sus vidas, más allá de las ceremonias sociales (bodas, bautizos...), e incluso éstas cada vez menos.

            Pero eso no es así en el resto del mundo. Para cientos de millones de personas, la religión es un aspecto sustancial de su existencia, hasta el punto de determinar su forma de vivir, de pensar y de relacionarse con el resto de la humanidad. Esta entregada y obstinada adscripción a un conjunto de creencias está basada en un principio fundamental para todo fenómeno religioso: la fe.

            La fe consiste en creer en algo aunque no se tengan evidencias de ello y por absurdo (o insólito) que parezca. Para todas las religiones -con la curiosa excepción parcial del budismo-, la fe es algo positivo. Creer a ciegas en algo que va contra la razón... Eso, que en casi cualquier otro aspecto de la vida conduciría al diván del psiquiatra, en el ámbito religioso se convierte mágicamente en la mayor de las virtudes. Cuanta más fe tenga un creyente, más cerca de la santidad estará.

            Porque hay fes de distintos calibres. Por ejemplo, una cosa es creer en la existencia de un dios, así, en abstracto, sin meternos en detalles, y otra muy distinta creer que ese dios es un elefante con cuatro brazos, o que tiene cabeza de chacal, o que nació de una virgen, o que vive en el planeta Kólob, o que premiará a los fieles en el otro mundo con 72 zagalas complacientes...

            Si la fe consiste en creer en algo careciendo de evidencias, y si la fe es una virtud, entonces cuanto más inverosímiles y absurdas sean las creencias, más fe hará falta para creérselo y más virtuoso será quien la profesa. Y una vez que te has tragado algo intragable, ya te tragas cualquier cosa. Así funciona la fe.

            Puede que algún merodeador creyente, probablemente católico, difiera conmigo en este último punto. Yo creo en las enseñanzas del cristianismo, dirá, y eso no significa que sea un iluso que me crea cualquier cosa. Y yo estaré de acuerdo con él, pero le diré que eso es así porque es un creyente occidental y su fe no es gran cosa (comparada con otras fes).

            Pongamos un ejemplo: la Santísima Trinidad. Es un dogma de fe, pero, convengámoslo, no hay quien lo entienda (¿qué demonios es el espíritu santo?). Y no hay quien lo entienda porque es absurdo (al menos, a mí me lo parece). Este asunto proviene de los inicios del cristianismo, cuando Pablo de Tarso desgajó la doctrina de Jesús del judaísmo, y comenzó a predicarla entre los gentiles. Había mucha competencia, sobre todo de religiones orientales, donde abundan las trinidades (Isis-Osiris-Horus, Brahma-Siva-Vishnú, Ea-Marduk-Guibil, etc.), así que los primitivos cristianos, para conseguir adeptos, se sacaron de la manga una trinidad intentando conciliarla con el monoteísmo. El resultado fue un concepto decididamente extraño: un único dios que al tiempo es una trinidad.

            Pero no me voy a meter en si la Santísima Trinidad existe o no, eso es otro tema. La cuestión es que un hipotético católico deberá aceptar la existencia de esa trinidad, aunque no la entienda y aunque suene absurda. La aceptará a base de fe, que es creer en lo increíble. Ahora bien, a ese supuesto creyente le plantearía dos preguntas: ¿Estás dispuesto a matar para defender tu fe en la Santísima Trinidad? Y más importante aún: ¿Estás dispuesto a morir en defensa de esa fe? Me imagino que la respuesta a ambas preguntas, sobre todo a la segunda, es no, ni de coña. Porque la fe de nuestro virtual creyente no da para tanto. Por fortuna.

            Sin embargo, no hay prueba más contundente de la fortaleza de una fe que dar la vida por ella. En el catolicismo, el martirio es el único camino directo e incuestionable a la santidad. Si das la vida por tu fe, te conviertes automáticamente en santo, que es la máxima distinción que puede alcanzar un creyente. Lo mismo sucede en el islamismo.

            Estoy seguro de que ninguno de los merodeadores creyentes estaría dispuesto a dar su vida, o a quitar una ajena, por defender sus creencias religiosas. Porque son personas civilizadas dotadas de una ética personal que va más allá de la moral religiosa. Y, además, aunque no lo sepan, son creyentes críticos y selectivos en cuanto a su propia doctrina. Por ejemplo, la mayoría de los creyentes aceptan que los relatos recogido en el Génesis (Adán y Eva, Noé, etc.) no son históricos, sino fábulas con un significado simbólico y ético (porque la capacidad de tragaderas –es decir, la fe- de los creyentes de aquí tiene un límite). Por otro lado, hay versículos de la Biblia que defienden la esclavitud (p. ej.: Éxodo 21:2-6 o Levítico 25:44-45), pero los creyentes no los leen, y si lo hacen lo justifican diciendo que eran otros tiempos (y olvidando que, en teoría, se trata de la palabra de Dios, y por tanto eterna e inmutable).

            La Biblia, supuestamente, es toda ella la palabra de Dios transcrita mediante la revelación, así que todo lo que se dice en ella tiene el mismo peso y es una verdad absoluta. Sin embargo, la mayoría de los cristianos suelen pasar por alto el Antiguo Testamento (con ese dios tribal, colérico y caprichoso) y centrarse casi exclusivamente en los Evangelios. Porque, las cosas como son, la moral del Nuevo Testamento es mil veces más moral que la del Antiguo.

            El caso es que la mayoría de los creyentes occidentales “adaptan” a su manera las doctrinas religiosas, quedándose con lo que consideran bueno, e ignorando o rechazando aquello que les parezca negativo o demasiado absurdo (aquí conviene recordar que esa actitud, hace quinientos años, les habría llevado a la hoguera). Y eso se debe a muchas cosas: a la reforma, a tres siglos de pensamiento laico, a la ciencia, a la educación generalizada... Todo eso ha debilitado la fe de los creyentes. Por fortuna, insisto.

            Ahora bien, no olvidemos que en el mismo Occidente, en Estados Unidos por ejemplo, hay un buen número de cristianos integristas que se toman la Biblia literalmente. Para ellos, Adán y Eva existieron, Noé metió unos cuarenta millones de especies animales en un barco de madera, o la Tierra (el universo entero en realidad) fue creada en la madrugada del 23 de octubre del año 4004 a.C. (sic). Evidentemente, para creerse todas esas insensateces hay que tener unas tragaderas descomunales. Es decir, una fe muy intensa.

            ¿Y qué ocurre con las sociedades, y con las religiones, donde no ha habido ni una reforma, ni asomo de pensamiento laico, ni pizca de ciencia, ni educación generalizada? ¿Cómo es la fe de esa gente? ¿Hasta dónde puede llegar? ¿Qué puede hacer? Porque, no lo perdamos de vista, la fe es una fuerza muy, pero que muy poderosa.

            Y aquí, amigos, os dejo para que reflexionéis sobre este apasionante tema hasta el siguiente post. Ciao.

miércoles, abril 6

Continúa el ciclo de conferencias sobre mi padre



            Mañana, jueves siete de abril, a partir de las 19:00, tendrá lugar en la Casa del Lector del Matadero (Pº de la Chopera 14) la segunda jornada de charlas sobre la figura de mi padre y su obra. Serán dos conferencias:

            A. De la España bélica a las postrimerías del franquismo: auge de la literatura popular y madurez creativa de J. Mallorquí. “La pluralidad del uniformismo hacia 1950”, conferencia a cargo de JORDI GRACIA, catedrático de Literatura Española (Universidad de Barcelona) y ensayista. 40’

B. El Oeste, espacio de leyenda. ‘El Coyote’ y las novelas de vaqueros. “El Coyote, un héroe hispano en un Oeste hispano”, conferencia a cargo de MANUEL BLANCO CHIVITE, periodista y director de El Garaje Ediciones. 40’

            Espero veros por allí.

            Nota: En la foto, uno de los juguetes que, como primitivo merchandising, se vendieron en los años 50 amparándose en la fama de El Coyote. Yo, de pequeño, tuve unas pistoleras como esas; pero eran de plástico cutre y se rompieron enseguida. Ese juguete es uno de los objetos más peculiares que se exhiben en la exposición ANTIFAZ.