¿Convierte esto a Perdidos en una mala serie? ¿Le da la razón a quienes, barruntando que algo semejante iba a ocurrir, dejaron de verla? ¿Nos han timado? Pues hombre, todo depende del punto de vista. Desde luego, lo ideal hubiera sido que el final cerrara todos los cabos sueltos y explicara hasta lo de los puñeteros osos polares, pero yo no albergaba la menor esperanza, pues hace tiempo que me di cuenta de que era imposible justificar de forma coherente todo lo que sucedía en la isla. Aún así, seguí viéndola. ¿Por qué?
Comencemos por el principio. Perdidos nunca ha sido un producto novedoso ni revolucionario. En realidad, se trata de narrativa clásica basada en un arquetipo clásico. ¿O es que os creéis que esta serie hubiera existido de no ser por el viejo Verne y su La isla misteriosa? Vale, arquetipos clásicos: isla perdida + robinsones. Narrativa clásica: un grupo de personas variopintas -a quienes iremos conociendo conforme avance la narración- metidas por accidente en una situación límite. Digamos que Perdidos es, en principio, una mezcla de La isla misteriosa, El señor de las moscas y Aeropuerto. Y un poquito de King Kong, por qué no. Nada nuevo. Entonces, ¿qué la ha convertido en un acontecimiento social?
En primer lugar, es un relato de aventuras en estado puro; un género éste que, en su forma clásica, lleva mucho tiempo casi ausente de las pantallas (grandes o pequeñas) y de la literatura. Pero a todo el mundo le gusta la aventura clásica, como demuestra la saga de Indiana Jones o la trilogía inicial de Star Wars. Lo único que ha hecho el bueno de J.J. Abrams es modernizar y actualizar unos arquetipos aventureros clásicos que siempre funcionan cuando se usan con habilidad.
En segundo lugar, Perdidos está narrada con lenguaje cinematográfico. No es la primera serie que lo ha hecho, por supuesto, hay muchas (Deadwood, Roma, Carnivale...); no obstante, creo que sí es la primera que ha aplicado la gramática del cine a la aventura. ¿Importa eso? Pues en este caso sí, porque el género aventurero exige de algún modo la amplitud panorámica y espectacular del cine, mientras que ese supuesto lenguaje televisivo basado en el plano corto y la cámara estática va en detrimento del género. Por otro lado, el dinero invertido en la producción se nota y se agradece.
Ahora permitidme un inciso. ¿Qué otra serie de TV ha tenido tanto impacto social como Perdidos? Que yo recuerde, sólo Twin Peaks, la célebre producción de Lynch y Frost de principios de los 90. Es posible que algunos no lo recordéis, pero llegaron a venderse camisetas con el lema “Yo maté a Laura Palmer” y el episodio donde por fin se descubría al asesino creo una expectación similar al final de Perdidos. En fin, no fue un acontecimiento tan grande como el actual, pero es que entonces no existía el fenómeno Internet. ¿Qué tienen en común Twin Peaks y Perdidos? Pues el tratamiento cinematográfico, una galería de personajes atractivos e interesantes, y el misterio.
La tercera razón del éxito de Perdidos es, evidentemente, el misterio. Pero no sólo el misterio global que constituye el eje de la serie (¿qué es la isla?), sino una constante sucesión de enigmas que, al final, han demostrado ser tramposos.
En cuarto y último lugar, la galería de personajes. Perdidos es, fundamentalmente, una serie de personajes; de buenos personajes con buenas historias. ¿Estereotipos?, en muchos casos sí, pero muy hábilmente empleados. Tenemos dos modelos de tío bueno: el tío bueno bueno, Jack, y el tío bueno malo, Sawyer (todas os quedáis con Sawyer, ¿eh, merodeadoras?); tenemos el aventurero con un toque místico, Locke; tenemos el gordito simpático, Hurley; tenemos el hombre de acción de turbio-pasado-pero-en-el-fondo-buen-corazón, Sayid; tenemos la tía buena al estilo Howard Hawks con un toque melancólico, Kate (por cierto, ¿soy el único que se ha enamorado de Evangeline Lilly?); tenemos el tío raro y simpático, Desmond... y la pareja de ancianos encantadores, Rose y Bernard, los exóticos, Sun y Jim-Soo, el malvado odioso, Ben, el bala perdida frágil y entrañable, Charlie, la rubia tonta, Shannon... Vamos que hay de todo. Pero no es sólo la variedad; lo cierto es que son personajes bien dibujados, atractivos y con historias interesantes. Y lo que es muy importante: sostenidos por un casting impecable.
Podría seguir intentando desentrañar las razones para el éxito de Perdidos, pero no vale la pena; aún así, me dejaré una, la última, para más adelante. La cuestión es: ¿me ha decepcionado el final de Perdidos? Sí, por supuesto; no sólo porque no explica nada, sino porque tiene un toque místico-religioso que a mí, personalmente, me toca los eggs. Y es que, uno de los problemas, quizá el principal, que planteaba Perdidos, consiste en que, aparte del marco aventurero, su temática siempre ha oscilado entre la ciencia ficción y la fantasía pura; dos géneros que, pese a pertenecer a la misma familia literaria, son por lo general antitéticos. Dar respuestas fantásticas a planteamientos de ciencia ficción no sólo es un recurso tramposo, sino además equivocado, pues la verosimilitud (el pacto de suspensión de la incredulidad que has alcanzado con el lector/espectador) se va a la mierda. Eso, aparte de no dar la menor respuesta, es lo que le ha sucedido al final de Perdidos.
No obstante, me pregunto cuántas buenas series de TV han concluido con un final de altura y, la verdad, no recuerdo ninguna. Remontándome al pasado, hubo una serie a mediados de los 60 que fue, y sigue siendo, de culto (aunque minoritario, eso sí). Me refiero a El prisionero, producida y promovida por Patrick MacGoohan. En esta serie y durante 17 capítulos, se planteaban dos misterios: quién era el Número 1, el líder de La Villa, el surrealista balneario/cárcel donde está encerrado un ex agente secreto sin nombre, el Número 6, y por qué éste dimitió del servicio secreto. Pues bien, el capítulo final no sólo no respondió a ninguno de estos dos enigmas, sino que además consistió en una especie de desmadre pop que venía a decir: “¿y qué coño importa?”.
El desenlace de Twin Peaks también defraudó a sus seguidores, y el fundido a negro de Los Soprano nos dejó a muchos con una ceja levantada. Prison Break... bueno, tras la modélica primera temporada se fue a hacer puñetas en la segunda. Y es que en general, el gran problema de muchas series de TV (sobre todo las que cuentan con una trama general) es que, si no tienen éxito, la serie se suspende abruptamente sin cerrar la trama (por ejemplo, Carnivale), y si tienen éxito, la serie se estira y se estira, complicándose sin sentido. Y el ejemplo perfecto es Perdidos, que se expandió con una huída hacia delante no demasiado reflexiva.
Entonces, ¿considero Perdidos una serie fallida y desechable? Pues mirad, fallida sí, por supuesto, porque uno se queda un poco con la sensación de que le han tomado el pelo. Pero desechable... ni mucho menos, para nada. Me alegro de haberla visto.
Porque aún queda por comentar lo que yo considero la última razón del éxito de Perdidos: su tono onírico, su capacidad de evocación y sugerencia. Esta serie comparte con Twin Peaks un aspecto más: ambas se desarrollan en una realidad irreal, en un mundo semejante el de los sueños. Y por tanto en un mundo que no tiene por qué ser coherente. Hay demasiadas ideas sugestivas y fascinantes en Perdidos, demasiados buenos momentos teñidos de misterio, como para tirar la serie a la cesta de las inutilidades. Esa señal de radio repitiendo una y otra vez un mensaje en francés, esas escotillas que conducen al subsuelo de la selva, esa Iniciativa Dharma tan setentera, esos bramidos que hielan la sangre mientras contemplamos a lo lejos cómo los árboles se agitan bruscamente delatando la presencia de algo monstruoso (puro King Kong y su Isla de la Calavera), esa valla de postes retro-futuristas destinada a impedir el paso de un ser terrible, ese coloso de piedra del que sólo queda un pie inhumano...
Personalmente, prefiero conservar en la memoria todos los buenos momentos que me ha proporcionado Perdidos a lo largo de sus seis temporadas, todas las ideas sugerentes, todos los personajes atractivos, y olvidarme de ese final tan tramposo y ecuménico (fijaos en la vidriera de la iglesia). De hecho, ya lo he olvidado.
Nota: La chica de abajo, aunque no lo parezca, es Evangeline Lilly.