La semana pasada estuve con Pepa, mi
mujer, en Chicago, disfrutando de los días que nos quedaban de vacaciones. Me
ha encantado esa ciudad –mucho más que New York, por cierto-, entre otras cosas
porque por primera vez he podido contemplar en persona algunos edificios de
Frank Lloyd Wright (además de su casa y estudio), mi arquitecto favorito junto
con Gaudí. Pero ya hablaremos de eso en otra ocasión.
Porque de lo que quiero hablar hoy,
como cada año, es de Halloween, esa fiesta que algunos en España contemplan
como si fuera una infección importada, tan letal y ajena a nosotros como el
ébola. El caso es que Chicago estaba engalanada en plan Halloween, porque en
USA esa fiesta es mucho más popular e “institucional” que aquí. Por ejemplo, la
avenida Michigan -el equivalente a la Gran Vía de Madrid- tiene en las aceras
grandes parterres, en realidad mini-jardines primorosamente decorados, que
ahora están llenos de lápidas, telarañas y calabazas. Cuando paseamos por Oak
Park (donde residió Lloyd Wright), una gran colonia de casas unifamiliares
situada a 15 km. de la ciudad, comprobamos que casi todas las viviendas y
jardines estaban decorados con esqueletos, murciélagos, tumbas y demás motivos
terroríficos. Vamos, que los yanquis se lo toman mucho más a pecho.
Pero, claro, Halloween es una fiesta
americana, ¿no? Pues no. El caso es que se dicen tantas cosas equivocadas
acerca de esto que, una vez más, voy a dedicar una entrada de Babel a desfacer
entuertos y descorrer el velo de las falsas creencias.
1º Halloween es una fiesta
norteamericana. Falso. Su origen remoto proviene de la festividad celta de
Samhain, que celebraba el fin de la cosecha y el verano, y el comienzo del
invierno. Según las creencias de entonces, la “Noche de Samhain”, el 31 de
octubre, el mundo de los muertos se conectaba con el de los vivos, así que para
protegerse de los difuntos, los celtas les dejaban comida fuera de la casa y
encendían farolillos hechos con nabos. Mucho después, con la llegada del
cristianismo, Samhain se camufló y cambió de nombre, para convertirse en lo que
hoy conocemos por Halloween.
Samhain, y su posterior
reconversión, se celebraba en todos los países celtas, así que es una tradición
europea. Y fueron los emigrantes ingleses e irlandeses quienes llevaron
Halloween a Estados Unidos, donde se popularizó rápidamente, al tiempo que en Europa
decaía.
Lo que sí es verdad es que la actual
notoriedad mundial de Halloween se debe a Estados Unidos, pues fueron los
yanquis quienes, mediante sus películas y su televisión, le re-exportaron al
resto del mundo. Otro elemento puramente americano son las calabazas. Cuando
los emigrantes británicos llegaron a USA, se encontraron con que había pocos
nabos, pero muchas calabazas. Así que sustituyeron los candiles nábicos por los
candiles calabácicos.
2º Halloween pretende sustituir a
nuestro tradicional Día de Todos los Santos (1 de noviembre) y a nuestro no
menos tradicional Día de los Fieles Difuntos (2 de noviembre). Falso. De hecho,
la cosa fue al revés. Cuando el cristianismo se propagó, tuvo que competir con
las tradiciones paganas, y generalmente lo hizo superponiendo sus propias
fiestas a las fiestas originales. Por ejemplo, la Navidad sustituyó al
Solsticio de Invierno. Pues bien, como Samhain era una festividad muy popular
donde se rendía culto a los muertos, la iglesia la cristianizó convirtiéndola
en Todos los Santos/Fieles Difuntos.
Pero la tradición pagana se resistía
a morir, así que en Inglaterra, a partir de los siglos VIII o IX, se disfrazó,
pasando (alrededor del siglo XVI) a llamarse "All Hallows Eve", que
en inglés antiguo significa “Víspera de Todos los Santos”. Con el tiempo, el término All Hallows Eve acabó transformándose en
Halloween.
Por tanto, Halloween se celebra la
noche que va del 31 de octubre al 1 de noviembre. La noche y sólo la noche, de
modo que no se superpone al Día de Todos los Santos. Son fiestas distintas.
3º Halloween es una fiesta cristiana.
Falso. Esto lo digo por un buen amigo mío que, no sé por qué, detesta
Halloween, y año tras año insiste en caer en el error de afirmar que es una
fiesta católica, supongo que interpretando equivocadamente lo de “All Hallows”
y olvidando el “Eve”. Como hemos visto, Halloween es lo que queda de la
festividad pagana de Samhain, y a la iglesia católica no le va nada eso del
paganismo, aunque sea en broma. De hecho, la Conferencia Episcopal española
condenó Halloween por considerar que "tiene un trasfondo de ocultismo y de
anticristianismo".
4º Halloween no tiene nada que ver
con nuestras tradiciones autóctonas. Falso. En fin, desde luego no hay ninguna
tradición española con ese nombre (es un término inglés), pero en toda la zona
peninsular de poblamiento celta se celebraba Samhain. La cuestión es si, tras
la llegada del cristianismo, esa festividad pagana se transformó en España en
otras tradiciones que se celebraban la noche previa a Todos los Santos y que
consistían, básicamente, en cierta formas de culto (o temor) a los muertos, y
en ofrendas o intercambio de comida. La respuesta es que sí, las hubo y las sigue
habiendo (aunque, eso sí, de forma minoritaria y muy local).
De entrada, ahí tenemos nuestra
tradicional “Noche de Ánimas”, que coincide con la fecha de Halloween. Además,
en el norte de Extremadura están la “Carvochá”, de las Hurdes, que en otras
zonas se llama “Los Calbotes” o “La fiesta del Carbote”. En el noroeste de
España de celebra otra fiesta muy parecida, “Magosto”, que en Asturias se llama
“Amagüestu”, en el País Vasco “Gaztainerre” y en Cataluña “Castanyada”. Y es
que una peculiaridad española de todas estas tradiciones provenientes de
Samhain es que se celebran con castañas asadas.
5º Halloween es un producto del
marketing comercial. Falso. Vamos a poner un
ejemplo: San Valentín. Aunque esa tradición tiene precedentes en el
Imperio Romano, su origen actual proviene de Estados Unidos a mediados del XIX
y, que yo sepa, carece de precedentes en nuestro país. De hecho, esta “tradición”
fue instaurada en España en la década de los 60 por parte de unos conocidos
grandes almacenes. Su presencia entre nosotros es un claro producto del
marketing. Pero eso no fue lo que ocurrió con Halloween.
La cosa comenzó a finales de los 80
en Madrid y Barcelona. Los colegios y los liceos británicos y americanos tenían
la costumbre de celebrar Halloween con fiestas de disfraces. Los niños
madrileños y barceloneses contemplaban aquello con lógica envidia (que en tu
colegio haya una fiesta a la que puedes acudir disfrazado de monstruo mola, no
digáis que no), así que comenzaron a hacer lo mismo por su cuenta. Y poco a
poco la costumbre fue extendiéndose a todos los colegios y al resto del país.
Fue un movimiento espontáneo. ¿Que luego se ha mercantilizado? Por supuesto,
pero en esta sociedad todo se mercantiliza; hasta el amor, como demuestra San
Valentín.
¿Por qué me gusta Halloween? Cuando
era pequeño y veía esa tradición en las películas, me moría de envidia. En mi
país, una dictadura circunspecta, mediocre y paletamente solemne, esas cosas no
se hacían. Aquí la noche del 31 de octubre no pasaba nada, y al día siguiente
la gente se iba cristianamente a comer al cementerio, que no es precisamente la
actividad más divertida del mundo. Pero los niños americanos... joder, esos sí
que se lo pasaban bien, disfrazándose de fantasmas y brujas, y recolectando
chucherías por las casas.
Fue una espinita clavada en mi
tierno corazón de infante, y quizá por eso, cuando vi a mis hijos disfrutar con
lo que a mí me había sido vedado, me sentí bien. Yo no voy a disfrazarme de
zombi; Halloween es una fiesta para los niños. Y es por ellos, por los niños,
por mis hijos en su momento y por los hijos de mis vecinos ahora, por los que
me encanta esta tradición y me importa un bledo si es un producto nacional o
importado. Los niños gozan como locos, y con eso basta.
Además, Halloween quizá sea la única
fiesta enteramente pagana que existe en nuestro cristiano occidente, y eso de
nuevo me reconforta. Una fiesta, además, relacionada con un género que me
gusta: el terror. Chachi piruli. Y encima es lo que queda de una antiquísima
tradición, algo que me chifla.
Sin embargo, Halloween posee la rara
cualidad de ofender por igual a gente de derechas y de izquierdas. Los
conservadores la detestan por no ser una fiesta cristiana, y los progresistas
por ser –supuestamente- una fiesta yanqui. Y ambos coinciden en criticarla por
no ser una costumbre española (tampoco es español Internet, y ahí están todos
dale que te pego), como si añadir el término “español” a la palabra “costumbre”
fuese garantía de algo, salvo, quizá, de tirar cabras por campanarios o alguna
otra forma de maltrato animal.
Así que, enemigos de Halloween, no
seáis cenizos, no seáis tan puristas, no seáis monstruosamente aburridos. Sed,
por una noche, simplemente monstruosos.
Feliz Halloween, amigos.