Por lo general, no recuerdo mis
sueños. Y es una pena, porque me gusta soñar; de hecho, algunos de los sueños
que sí recuerdo se cuentan entre las mejores producciones audiovisuales que he
contemplado.
Hace muchos años (veinte o así),
escribí un cuento que giraba en torno a los sueños (El hombre dormido, en la antología El círculo de Jericó), y para ello tuve que documentarme mucho. ¿Y
sabéis qué fue lo que más me sorprendió? Pues que nadie tenía ni puta idea de
por qué soñamos, ni de qué son exactamente los sueños. Y, sin embargo, por
algún motivo desconocido soñar es muy importante.
Veréis, no soñamos durante todo el
rato que permanecemos dormidos, sino sólo el 25 % de ese tiempo, unas dos horas
por noche, y no de forma continuada, sino a intervalos. Cuando dormimos,
pasamos por cinco fases, y es en la quinta, llamada REM (por las siglas de Rapid
Eye Movement), cuando tienen lugar los sueños. La fase REM también se
conoce como sueño paradójico, porque
en ella el cerebro se activa como si estuviéramos despiertos, aunque en
realidad estamos roques. El sueño REM dura un rato y luego se desconecta,
llevándonos a la fase anterior, llamada sueño
profundo. Y vuelta a empezar. Normalmente, cada noche pasamos por entre
cuatro y siete periodos de ensoñaciones. ¿Vosotros recordáis los sueños?
Supongo que muchos contestaréis que sí. Y os equivocaréis en parte, porque sólo
podemos recordar los sueños ocurridos en la fase REM previa a despertarnos. El
resto de los sueños de la noche se pierden como lágrimas en la lluvia.
Decía antes que los sueños son
importantes, y en efecto lo son: para la salud mental. Se han realizado
experimentos de privación de la fase REM; se monitorizaba el sueño de una serie
de personas y, cuando llegaban a la fase paradójica, se les administraba un
estímulo que no llegaba a despertarles, pero que les hacía saltar a la fase
anterior. Es decir, se impedía que soñasen, pero manteniéndoles dormidos. Pues
bien, al cabo de tres días los sujetos comenzaron a experimentar ansiedad,
irritabilidad y dificultades de concentración. Y algo sorprendente: nada más
dormirse, entraban en sueño paradójico sin pasar por las cuatro fases
anteriores como es lo normal. Era como si el cerebro necesitara imperiosamente
el estado REM. ¿Por qué? Ni idea.
Hay muchas hipótesis acerca de los
sueños, algunas incluso parcialmente comprobadas; pero ninguna explica de forma
convincente la razón de esas producciones en tecnicolor que nos asaltan por las
noches. ¿Por qué nuestros sueños tienen argumentos, aunque sean surrealistas?
¿Por qué a veces los sueños son tan increíblemente coherentes? ¿Por qué las
pesadillas? No voy a enumerar las hipótesis, porque sería un coñazo, pero sí
comentar una, de lo más sugerente y de lo más equivocada: la freudiana. Los
sueños como mensajes encriptados del subconsciente.
Sólo he leído un libro de Freud, La interpretación de los sueños. Me
pareció una de las muestras de arbitrariedad más grandes que me he echado a la
cara. Las claves que plantea el libro
para desentrañar los símbolos oníricos son porque sí, porque Freud lo dice, no
están basadas en el menor proceso empírico. Además, eso supuestos símbolos
suelen ser de lo más elementales; por lo general, cualquier cosa oblonga que
aparezca en un sueño es una polla, y toda cosa cóncava un coño. Aunque, claro,
a veces un puro es sólo un puro. En fin, que hay muy poca ciencia en la teoría
del viejo Sigmund.
No obstante, resulta literariamente
muy atractiva. Los sueños como mensajes en clave, el psiquiatra como detective
de la mente. Es mentira, pero también es de lo más sugerente. No me extraña que
el psicoanálisis haya influido tanto en muchos creadores. Ahí tenéis a los
surrealistas y los Dadá, las películas de Hitchcock o de Buñuel, los cuadros de
Dalí o de Magritte, novelas como Tigre,
tigre de Alfred Bester o El lobo
estepario de Herman Hesse...
¿Tienen que ver los sueños con la
creatividad? Ni puta idea. En fin, está claro que la privación de sueños
disminuye la capacidad creativa (porque disminuye la concentración), pero nada
indica que una sobreabundancia de sueños mejore la creatividad. Es decir, los
sueños son siempre imaginativos, pero eso no significa que sean creativos,
porque la creatividad es la imaginación enfocada a resolver problemas. Aunque,
claro, hay constancia de sueños reveladores. Por ejemplo, el químico Kekulé
andaba de cabeza porque no lograba descubrir la estructura molecular del benceno,
hasta que un noche soñó con una serpiente mordiéndose la cola y comprendió que
las moléculas de benceno tenían forma de anillo.
En lo que a mí respecta, jamás he
encontrado en los sueños la solución a ningún problema. Sin embargo, si me han
proporcionado intensas imágenes que posteriormente he usado en mis relatos.
Pero no estoy seguro de que eso sea creatividad.
Al principio decía que no suelo
recordar mis sueños, pero últimamente sí, no sé por qué. Más o menos desde hace
un mes recuerdo parcialmente mis sueños, y lo curioso es que todos los sueños
que tengo van de lo mismo: de ciudades. Recorro ciudades que en el sueño me
resultan familiares, pero que en realidad no conozco de nada. A veces esas
ciudades son, supuestamente, Madrid, pero un Madrid que nada tiene que ver con
el que conozco. Otras veces son ciudades anónimas e igual de desconocidas. El
caso es que, en mis sueños, por el motivo que sea, me dedico a deambular por
ciudades extrañas que suelen tener dos características: me muevo por entornos
degradados, con edificios abandonados y calles desiertas; y la estructura de
las ciudades es cambiante, así que si intento volver sobre mis pasos llego a
lugares distintos. Pero no se trata de pesadillas, ni hay nada que me inquiete.
Simplemente, voy de un lado a otro, aunque los lados adonde voy cambian
constantemente de apariencia y localización.
¿Por qué sueño repetidamente con
eso? Es como si mi cerebro quisiera decirme algo... pero, coño, entonces mi
cerebro se explica fatal. ¿Qué significa caminar por ciudades desconocidas, si
es que tiene algún significado? Porque en mis sueños ni siquiera estoy perdido;
en ellos sé dónde estoy y sé adónde voy, así que no pueden atribuirse a la
metáfora onírica de la típica crisis de identidad ni nada parecido. Recorro
ciudades, eso es todo. De hecho, la sensación que tengo es que esos sueños no
significan absolutamente nada. Pero entonces, ¿por qué se repiten? Es como si
se me hubiera rayado el cerebro. Además, ¿por qué de repente empiezo a recordar
los sueños y precisamente estos? Se diría que por algún motivo son lo
suficientemente importantes como para ocupar un lugar en mi memoria, aunque lo
mire como lo mire me parecen una tontería.
Antes dije que nadie sabe por qué
soñamos, pero hay una hipótesis encantadora: Soñamos para no aburrirnos
mientras dormimos. Quien sabe, a lo mejor esa es la razón. Y resulta que yo
mato el tiempo paseando en sueños por la noche.
La verdad es que no sería de
extrañar, porque entre la niñez y los treinta y tantos años tuve numerosos
episodios de sonambulismo. Caminaba dormido. De hecho, no solo caminaba, sino
que también hablaba y hacía cosas más o menos complejas. Pero, claro, una cosa
es soñar que caminas, y otra muy distinta caminar de verdad mientras sueñas.
Eso sí que es raro. E inquietante, porque el hecho de que tu cuerpo actúe en
ocasiones con absoluta independencia de la mente consciente resulta, no sé,
fantasmagórico.
Pero curiosamente el sonambulismo no
tiene que ver con los sueños, porque los episodios no se producen en fase REM
(que es cuando se sueña), sino en la etapa anterior, el sueño profundo. Así que
el sonámbulo no está representando en la vida real un sueño, sino que se
encuentra en un estado intermedio del que, al salir, no recuerda absolutamente
nada. ¿Qué habré hecho yo caminado dormido? Igual soy un asesino en serie y no
me he enterado... Otra cosa curiosa es que el sonambulismo es hereditario. Lo
sé porque lo he leído, y porque mi hijo Pablo también es sonámbulo. Pero no un serial killer, que yo sepa.
Perdonad una entrada tan poco
interesante, pero es que me tienen muy intrigado esos sueños recurrentes. Igual
se debe a que este último año he viajado mucho y estoy trasladando esa
experiencia a los sueños... En fin, no sé. Y en el fondo da igual; seguiré
disfrutando de ese turismo nocturno mientras dure y luego me olvidaré del
asunto. O no, e igual escribo alguna historia sobre eso. Vete tú a saber. Es lo
bueno de ser escritor: cualquier cosa puede servirte para algo.