Supongo que los
merodeadores de Babel, al menos los más veteranos, ya sabéis lo mucho que me
gusta la fiesta de Halloween. Me gusta porque es la única fiesta cien por cien
pagana que se celebra en occidente, porque la gente se disfraza de monstruo,
porque es divertida y le encanta a los niños y, qué demonios, porque la iglesia
la condena. En fin, cada año hablo aquí de Halloween y no quiero repetirme.
Quien quiera conocer mi opinión sobre esta fiesta, así como su origen y el
significado de su nombre, que pinche AQUÍ.
El caso es que el
otro día vi en TV un reportaje sobre las fiestas de Halloween en los colegios y
descubrí algo que me dejó turulato. En casi todos los colegios se celebra esta
fiesta (de hecho, así fue como se popularizó en España) y los niños van a clase
disfrazados de brujas, demonios, fantasmas y monstruos. Pues bien, resulta que
en algunos colegios católicos se celebra Halloween, sí, pero a su católica
manera. En concreto, los niños van a clase disfrazados de... santos y santas
¡¡¡!!!
Aparecía en
pantalla una niña, vestida con una túnica y una toca, y decía: “Soy santa
Teresa”. Luego, otra niña vestida más o menos igual, comentaba: “Soy la virgen
María”. Y un niño vestido sólo con túnica añadía: “Soy san Pablo”.
Pensé: “Pero, vamos
a ver, ¿se supone que es más divertido disfrazarse de san Felipe Neri que de
Freddy Krueger?”. Pa mí que no. Además, cuando vayan de casa en casa ¿en vez de
chucherías pedirán jaculatorias? ¿Y en vez de “trato o truco” dirán “trato o
excomunión”?
Por otro lado, hay
más problemas; el de la identificación en concreto. Si ves por la calle a un
chaval con tornillos en la cabeza, al instante captas que es el monstruo de
Frankenstein; y si lleva cuernos, pues un diablo. Pero a primera vista ¿qué
diferencia hay entre santa Agapita y santa Braulia, o entre san Juan Crisóstomo
y san Pancracio? Pues ninguna. De hecho, todos los niños de aquel colegio
católico (el San Pablo CEU, creo) iban iguales: con túnicas o sayos. Parecía una
coral en miniatura más que una fiesta de Halloween.
Creo que los
impulsores de esta clase de fiestas han tenido una gran idea al proponerse
cristianizar una celebración pagana, pero no han sabido rematarla. ¿Querían
cambiar monstruos por santos? De acuerdo, pero deberían haber elegido a los
santos adecuados. Es decir, a los mártires. Mucho más a tono con el espíritu de
la celebración, dónde va a parar.
Por ejemplo, un
niño podría ir a la fiesta en pelotas, salvo por un púdico taparrabos, y con la
piel cubierta por líneas de quemadura entrecruzadas, como un bistec a la
parrilla. Y todos sabríamos que va disfrazado de san Lorenzo, al que
martirizaron asándole en una parrilla. Una niña iría con un serrucho en la
cintura y mucha sangre, y hasta el más burro sabría que va de santa Ferbuta,
que fue martirizada serrándola por la mitad. Otro niño podría ir lleno de
flechas, como un acerico, y, zas, san Sebastián. Y mi favorito: una niña podría
ir con su túnica (eso que no falte) y una bandeja con dos tetas, y estaría
clarísimo que es santa Águeda, en cuyo martirio le amputaron los senos.
Todo muy católico y
muy Halloween a la vez. Porque, no lo olvidemos, la iglesia tiene una antigua y
amplia tradición de gore, como demuestra su signo distintivo: un artefacto de
tortura.
Queridos
merodeadores, ¡feliz Halloween!