Dos aclaraciones previas: 1º Soy
absolutamente antitaurino. Me repugna y me cabrea esa bárbara “fiesta” que
dicen “nacional”. 2º La mayor parte de los antitaurinos son gente decente y
sensible, pero los hay (una minoría, espero) que rezuman estupidez. A ellos me
dirijo.
Hace poco, ha muerto el torero Iván
Fandiño en Francia a causa de una cogida. Y como viene siendo habitual, han
proliferado en las redes (a)sociales mensajes descerebrados alegrándose de esa
muerte. Un asesino menos, decían algunos.
Veréis, en el universo no existe moral
ni justicia. Las cosas no son ni malas ni buenas; sencillamente son o no son.
Hace sesenta y cinco millones de años un asteroide hizo carambola con la Tierra
y se cargó a todos los dinosaurios. Y al universo le dio igual. Como le daría
igual que se murieran todos los toros del planeta o, si vamos a eso, todos los
humanos, toreros o no.
Los conceptos de “bien” y “mal”, la
ética, la hemos creado los seres humanos; no es algo que venga escrito en las
leyes de la naturaleza. Los humanos decidimos darnos derechos a nosotros mismos
y también definimos lo que es bueno y lo que es malo. Y el eje de esa moral es
el ser humano. Conforme nos vamos civilizando, ampliamos nuestra ética e
incluimos en ella a lo que no es humano. Por ejemplo, decidimos que los
animales tienen derecho a no ser maltratados. Pero, ojo, los animales no tienen
ningún derecho per se; si lo tienen es porque nosotros, los humanos, se lo
concedemos.
¿Está claro? Bien, pues como la moral
la hemos creado nosotros, situándonos en el fiel de la balanza, resulta que no
hay nada más sagrado que la vida humana. Incluso la vida del hombre más
execrable debe ser respetada; por eso nos oponemos a la barbarie de la pena de
muerte. Pues bien, desde una moral humanista, la vida de una persona,
incluyendo a los toreros, vale más que la de todos los toros del mundo. Así de
claro, y cualquier otra alternativa no es más que mierda fundamentalista.
De lo que no os dais cuenta, panda de
bobos, es que la primera gran inmoralidad del toreo reside en que una persona
se juegue la vida, o cuando menos la integridad física, para divertir a otros.
Y la segunda gran inmoralidad, claro, es basar un espectáculo en la tortura y
muerte de un animal. Pero por ese orden.
Ahora dejémonos de filosofías. ¿No os
dais cuenta de que cada vez que os alegráis por la muerte de un torero estáis
echando mierda sobre el movimiento antiraurino y desacreditando a quienes
defendemos los derechos de los animales? Porque alegrarse de la muerte de una
persona, situar la vida de un animal por encima de la de un ser humano, suena fatal.
Es horrible, una actitud propia de fanáticos. Y no todos los antitaurinos somos
así.
Además, capullos, tampoco os dais
cuenta de que la muerte de un torero es precisamente un argumento de lo más
contundente para criticar las corridas. En vez de alegraros, deberíais hacer
pública vuestra indignación porque esa fiesta bárbara se haya cobrado una vida
humana más. Pero no, je-je, ha ganado el toro, se ha hecho justicia, qué
chachi...
¿Sabéis lo que pienso? Que no sois
animalistas por convicción; que lo sois por moda, o porque os ha dado la
ventolera, o porque lo habéis visto en facebook, pero desde luego no por ética
ni porque le hayáis dedicado al asunto un solo minuto de reflexión. Diría que
sois mala gente, si no fuese porque en realidad creo que sois tontos.
Así pues, la próxima vez que muera un
torero, o un niño que aspire a serlo, nada impide que os alegréis por dentro;
pero, aunque sólo sea por estética, hacedme el favor de tener la puta boca
cerrada. Gracias.
Ah, y por supuesto: Prohibición de los
espectáculos taurinos YA.