Lo siento, amigos míos, este año me
he retrasado. El cuento de Navidad me ha quedado más largo de lo que
yo pensaba y lo he terminado esta mañana a última hora. Pero justo a tiempo,
¿no? De ninguna manera iba a faltar a la única cita ineludible de La Fraternidad de Babel. Mi cuento
anual, donde reúno todo mi espíritu navideño para, en ocasiones (como esta),
pervertirlo hasta convertirlo en algo monstruoso. Aunque espero que divertido.
Como sabéis, mis cuentos navideños
son de dos clases: o de buen rollo, o gamberros. El año pasado publiqué uno
tierno y bonito, así que este año tocaba gamberrada. El cuento se llama El
ángel que se cayó a un agujero negro, y estoy seguro de que con él
ofenderé a más de un colectivo. Qué le vamos a hacer; ese es el precio que hay
que pagar por practicar el humor negro.
Esta vez me voy a extender poco, que
ya voy muy retrasado. Son las 16:30, acabo de comer (comida china) y estoy en
mi despacho. Mis hijos ya no viven en casa. Pablo vino ayer de Barcelona y se
quedará unos días. Óscar vendrá luego para cenar todos juntos. Aperitivos,
lubina al horno y panqueques de postre. Ahora la casa está en silencio.
Así que voy a aprovechar ese
silencio para desearos feliz solsticio, feliz Navidad, felices fiestas. Os
deseo lo mejor y os envío un abrazo.
Y ahora os dejo con el cuento. Ojalá os guste.
EL ÁNGEL QUE SE CAYÓ A UN AGUJERO NEGRO
Había una vez un ángel llamado
Kerubiel. Era un ángel del montón, perteneciente a lo más bajo de las
jerarquías angélicas, justo por detrás de los Principados y de los Arcángeles.
No obstante, pese a su humilde condición angelical, Kerubiel era, como todos
los ángeles, impresionante.
Alto, rubio, resplandeciente, con
unas facciones tan nobles que era imposible no derramar una lágrima al
contemplarlas, y dotado de unas majestuosas alas blancas. Además, sus
apariciones terrenales estaban acompañadas de truenos y relámpagos, tan
intensos que en ocasiones provocaban incendios.
Sin embargo, Kerubiel no era
exactamente como el resto de los ángeles. Hace ciento cincuenta mil años
(152.315, para ser precisos), mientras recorría el universo, pasó demasiado
cerca de Holmberg 15A, un monstruoso agujero negro de 40 mil millones de masas
solares, cruzó el horizonte de sucesos y se precipitó a su interior... (Si
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