En los cuentos de hadas, el bosque representa lo desconocido, lo misterioso. Para los celtas, era un entorno sagrado donde moraban los espíritus. Los psicoanalistas lo interpretan como un símbolo del inconsciente. Durante cientos, miles de años, los europeos hemos vivido en el bosque o, cuando menos, convivido con él; por eso nos fascina, por eso nos atrae y asusta a la vez. Quizá sea uno de los espacios simbólicos más potentes.
La editorial Gigamesh acaba de publicar (reeditar, para ser precisos) Bosque Mitago de Robert Holdstock, una extraordinaria novela fantástica. Holdstock es un autor tan fascinante como irregular; la materia mítica de sus relatos va más allá de los arquetipos celtas y germánicos, tan frecuentados por Tolkien e imitadores, y hunde sus raíces en los tiempos más remotos, en el neolítico. No es que escriba relatos prehistóricos, ni mucho menos; pero su tema básico es la pervivencia de los mitos arcaicos. De hecho, el centro de su obra es el mito y sus transformaciones. Esa materia prima resulta tan poderosa que muchas escenas de sus novelas nos impactan tanto que no podemos borrarlas de la memoria. El problema es que eso sólo sucede en escenas aisladas, pues sus novelas tienen demasiados altibajos y un desarrollo argumental muy deficiente. En realidad, son bastante mediocres.
No sucede así con Bosque Mitago, su indiscutible obra maestra. La novela, que transcurre en la actualidad, se centra en el bosque Rhyope, situado en las Islas Británicas, un lugar más grande por dentro que por fuera, en cuyo interior las leyendas y mitos europeos se encarnan en seres tangibles. Pero esos avatares no toman la forma de los mitos como los conocemos ahora, sino tal y como fueron en sus orígenes prehistóricos. En realidad, se convierten en entidades simbólicas que nos fascinan aunque no acabemos de comprender su significado... o precisamente por eso. La novela narra la historia de Steven Huxley y su viaje al interior del bosque Rhyope en busca de su padre. Lo que encuentra es un mundo extraño, primitivo y perturbador. El viaje de Huxley hacia el corazón del bosque es un periplo a lo más profundo de nuestro inconsciente colectivo.
Recuerdo que leer Bosque Mitago fue como entrar en un estado alterado de consciencia, una especie de viaje ácido, un mordisquito a una amanita muscaria. Las imágenes que evoca, los símbolos que maneja, los arquetipos primigenios que encontramos en cada página, todo ello convierte su lectura en una experiencia fascinante y exótica. Aunque, si no te interesa un poco la mitología europea, puede que te pierdas algo del sabor del libro.
Pues sí, amigo César, cualquier elogio que se le haga a Bosque Mitago se queda corto. En mi caso lo leí en unas condiciones inmejorables: durante un fin de semana en la casa de campo de nuestro buen amigo común Alfredo Lara en la misma orilla del lago de Sanabria. Miguel Latorre, Alfredo y yo nos íbamos de excursión bosque adentro, apartados de las veredas y nos entregábamos a la lectura de los libros que llevábamos. En aquellas condiciones, resultaba difícil no dejarse llevar por la magia del libro de Holdstock. Independientemente de que trabaje en la editorial que lo acaba de reeditar, recomiendo su lectura a todos los amigos de este blog: es un libro verdaderamente delicioso. Luego intenté leer la continuación, Lavondiss, y no fue lo mismo.
ResponderEliminarPor cierto, que yo también me he abierto blog: http://pornografiaemocional.blogspot.com
:-)
Pues yo tendré que releerlo un año de estos. Porque lo he leído, pero hace un mileno o por ahí; recuerdo que me fascinó, sí; pero no consigo recordar apenas nada más. Anoto ya de paso que, para mi, la fascinación por los árboles no proviene de mitos, leyendas o derrapes sicoanalíticos: creo que proviene de que son un ejemplo depurado de otro tipo de vida que no comprendemos y que ni siquiera es descartable que sea superior a la nuestra, pobres monos engreídos como somos...
ResponderEliminarSin duda, Juanma, leiste el libro en el entorno más adecuado. Me alegro de que compartas mi opinión acerca de Bosque Mitago; yo comparto la tuya en lo que respecta a Lavondiss: es decepcionante, aunque, como siempre ocurre con Holdstock, contiene imágenes muy poderosas.
ResponderEliminarAh, Braulio, en relación a eso que dices de los árboles, ¿has visto un bosque de secuoyas?; eso sí que es impresionante. Y si no te acuerdas de Bosque Mitago, ocasión de oro para volver a releerlo.
Absolutamente de acuerdo sobre Robert Holdstock, un autor que sólo puede calificarse de irregular, llegando tan alto en ocasiones como bajo se hunde en otras.
ResponderEliminarRecuerdo mis lecturas (en plural) de Bosque mitago en la adolescencia como algo irrepetible, lisérgico y alucinante. Un viaje a lo más profundo de mis propias fantasías y al centro del sentido de la maravilla. Recuerdo haber pensado en esta novela cuando vi el gran Roble milenario que hay en el centro del bosque de Sherwood.
La decepción que me supuso leer Lavondiss en la adultez fue tremenda.
Menos mal que aún puedo revisitar Bosque Mitago aunque, claro está, ya no es lo mismo. El niño que lo leyó hace años lleva mucho tiempo dormido.