Compro más libros de los que puedo leer. Parece una tontería, pero tiene su justificación. En primer lugar, los libros suelen durar muy poco en las librerías; no porque la gente los compre en masa, cual rebajas de enero, sino porque los libreros los quitan enseguida de circulación para dejar sitio a las novedades. Eso significa que el libro que no adquieras al poco de su publicación puede que no lo vuelvas a ver en tu vida. Pero hay otra razón para mi adquisición compulsiva de letra impresa, y mucho más importante.
Verás, guardo los libros por leer en una de las librerías que, para mortificación de mi mujer y polvoriento martirio de Miyo, mi asistenta, pueblan mi casa. Cuando acabo el libro que estoy leyendo, me dirijo a esa librería y me dispongo a escoger la siguiente lectura, lo cual da pie a uno de mis grandes placeres vitales: la expectativa.
Intentaré explicarme. Yo no programo mis lecturas; tras acabar un libro, no sé qué leer a continuación. Porque cada libro tiene su momento, y no todos los momentos son adecuados para cualquier libro. Así pues, elegir una nueva lectura es en el fondo un acto de introspección, una búsqueda interior y también una aventura, porque comenzar un libro es como explorar un territorio desconocido, una terra incognita donde puedes encontrar vergeles, sí, pero también jodidos caníbales. Todos esos títulos sin leer que voy atesorando son en realidad promesas y esperanzas, diamantes por descubrir o trampas en las que caer. Cuando me planto delante de esa librería, me siento como un maniático del dulce en una pastelería, como un niño la noche de Reyes.
Estoy a punto de terminar mi actual lectura, así que dentro de poco visitaré de nuevo mi librería de los prodigios y pasaré un rato decidiendo qué quiero leer. Las posibilidades son muchas y heterogéneas, como mis propios gustos. Uno de los textos que más tiempo llevan esperando (desde 1988) es El Aeródromo, de Rex Warner. Es una novela que cabe incluir en el apartado “¿Qué coño hace esto aquí?” Ignoro por qué la compré, pues no sé nada de la novela ni de su autor, aunque creo que fue por el título; “aeródromo” es una palabra bonita, mucho más que “aeropuerto”. Vale, es una razón muy gilipollas para compra un libro. En cualquier caso, algún día lo leeré. O quizá no, porque lleva tanto tiempo ahí, esperando, que ya casi lo considero un viejo amigo. Y leer un libro, a fin de cuentas, es en cierto modo matarlo.
Otro título añejo en los estantes es Te con el Dragón Negro, de Roberta MacAvoy, una prestigiosa novela fantástica que tengo ganas de leer, pero que por algún motivo nunca leo. En realidad, hay muchos ejemplos similares en mi librería: novelas que deseo y a las que no logro acceder, porque siempre se interpone otro título entre nosotros. Desventajas de ser polígamo literario. También hay libros que me sacan los colores, libros que debería leer pero que, por un motivo u otro, nunca me decido a acometer. Por ejemplo, Vivir para contarla, las memorias de García Márquez. Es del gran Gabo, sí, pero me da una pereza enorme leerlo; quizá porque en el fondo me importa un bledo la infancia de los premios Nobel. Otro título que me hace sentir culpable es Middlesex, de Jeffrey Eugenides. Me gustó mucho Las vírgenes suicidas, pero su nueva novela es tan... gorda. Joder, deberían prohibir los libros de más de 500 páginas.
En fin, tras mucha meditación, creo que al final elegiré entre Luces del Norte, de Philip Pullman (llevo tiempo queriendo leerla), El consejo de hierro, de China Miéville (autor tan irregular como muchas veces fascinante), Haz el favor de no llamarme humano, de Wang Shuo (una recomendación de Cristian, amable visitante de este blog) y Jonathan Strange y el señor Norrell, de Susanna Clarke. Probablemente opte por ésta última, pues, según me aseguran, es una excelente novela fantástica; aunque me descorazona su tamaño: 800 páginas. La literatura, últimamente, toma anabolizantes.
Bueno, esos son mis planes; pero, claro, todo puede irse al garete en función del azar. Por ejemplo, está a punto de aparecer Zig-Zag la última novela de José Carlos Somoza y supongo que no tardará mucho en publicarse Haunted, de Chuck Palahniuk. Cualquiera de esos dos libros puede cruzarse en mi camino y mandar mis planes a tomar viento fresco.
En cualquier caso, sea el que definitivamente sea, elegiré un título, leeré las solapas, lo acariciaré, lo oleré (no descarto darle un lametón también), me sentaré en mi sofá favorito, lo abriré por la primera página y comenzaré la lectura. Lo que ocurra después es otra historia; puede que el texto me fascine o puede que me parezca una birria, pero el placer de rebuscar entre mis tesoros y elegir uno, eso, amigos míos, no me lo quita nadie.
Te entiendo perfectamente, como bibliófago compulsivo que soy, me encanta tener siempre la despensa llena. Además, también mi urgencia compulsiva tiene que ver con una de mis pesadillas más recurrentes (pesadilla que comparto con Bradbury), que el día de mañana no haya libros. Hablo de libros físicos, seguro que habrá libros virtuales, pero no es lo mismo, ni de lejos. Uno de los últimos microrelatos que escribí en mi blog “Nada [la palabra]”, tiene mucho que ver con este miedo.
ResponderEliminarPues sé de alguien que insistiría e insistiría en que escogieras al Señor Norrell. Se lo trajo la reina maga sfer y a mí, si no fuera porque me conoce y sabe que tengo la agenda lectora apretadísima, no pararía de darme el coñazo con que debo leerlo. Le diré que se pase por aquí y se desquite contigo :)
ResponderEliminarUn conocido, que tiene una bibioteca de más de 1600 libros, sabe que es imposible que se lea todos, le haría falta más de una vida. Por lo que el comenta "yo ya no tengo libros, tengo opciones de lectura"
ResponderEliminar1600 libros no es tanto... Pueden leerse -si se aplica uno- en unos 14 años. Yo tengo 40 años, 8.000 libros, y los he leído casi todos... Díselo a tu amigo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEs mi día de suerte! El destino ha querido que me encuentre hoy con la columna de Mendoza del pasado lunes 16. Os he puesto el enlace aquí, para los que no la leísteis, pero la URL ha salido cortada. Podéis acceder a ella a través de la entrada del mismo día de laletrasinsangre.blogspot.com
ResponderEliminarLa verdad es que la busqueda de lectura es una aventura. Yo cuando salgo a buscar algun libro (sin determinar) lo llamo ir de caza. Igual te traes unas perdices que algo de caza mayor.
ResponderEliminarQue por cierto, de los libros últimos que he adquirido es el UPC del coleccionista de sellos. Lo compré hace muchos años y lo presté. Lo perdí claro, y todavía mi hermano me recrimina que lo prestara. Y joder, voy de caza un día y allí, entre otros libros veo el lomo, lo saco, lleno de polvo y manchas, pero era él. Incluso cuando fui a pagarlo iba pensando que el de la caja iba a pensar que era un imbecil por comprar un libro de los que se les debía de haber escapado en la criba, y más aún porque siendo añejo su estado no era el de la juventud. Pero qué buena caza.
Nuestro amigo común Alfredo Lara justificaba la compra compulsiva de libros de la siguiente manera: «No compro libros porque sí: estoy comprando opciones de lectura». Y lo clavó. Cuando compramos un libro, estamos comprando la posibilidad de leerlo cuando nos venga bien, nos apetezca o llegue el momento en que ese libro nos elija para que lo leamos.
ResponderEliminarTengo más de dos mil libros (y subiendo a buen ritmo), me habré leído más o menos la mitad y por supuesto que aspiro a leérmelos todos. En esta vida, a ser posible.
Yo también tengo Jonathan Strange y el señor Norrell en la pila, listo para leérmelo en cuanto pueda. Sólo he oído comentarios laudatorios. De hecho, me leí el primer capítulo y lo flipé en colores, pero era mucho libro, me puse con algunos más ligeritos y no lo he retomado.
Bien, Sfer y Juanma, parece que no me queda más remedio que escoger el Señor Norrell. Y me apetece, ojo, porque tembién he leído las primeras páginas y son deslumbrantes. Pero joder, qué gordo es, coño... Un mes de lectura, por lo menos. Sigh...
ResponderEliminarSi, Cesar, un més de lectura, pero vaya mes.. :). Yo lo acabo de terminar y me ha parecido magnifico.
ResponderEliminarMe ha encantado el post. Yo tengo aproximadamente 4.000 libros en casa, de los que me habré leido la mitad, y, tal y como tu explicas, uno de los mayores placeres es recorrer las estanterias arriba y abajo en busca de la siguiente lectura. Aunque puede ser un poco desesperante si me he despistado y llego tarde al trabajo, porque no me puedo ir sin un libro :D.
Me despido con una frase de unos amigos excyberdarkianos, Ldu y Gala:
"Nadie puede leerse todos los libros del mundo... pero hay que intentarlo"
You have an outstanding good and well structured site. I enjoyed browsing through it »
ResponderEliminarAcabo de conocer este blog (hoy sábado 26 de abril de 2008) y creo que me voy a hacer habitual de él.
ResponderEliminarMe ha hecho gracia leer el comentario de un 'Anónimo' que asegura que 1.600 libros no son tantos para leer y que a sus 40 años ha leído 8.000.
Es posible, sin duda, pero ¿Qué jornada laboral tiene quien afirma esto? ¿Tiene que cuidar y educar a algún hijo o hijos?
Para formarse culturalmente es necesario leer. Para leer es necesario disponer de tiempo (y sobre todo ganas pero un mínimo de tiempo de calidad también). Para tener tiempo es necesario renunciar a otras cosas en la vida (algunas son imperativas) o poder elegir (si tu status o bolsillo te lo permite) entre dedicar tiempo a leer o a, por ejemplo, montarte un huerto o viajar.
Gracias a este blog por existir.
Un abrazo desde Zaragoza.
Fco.
Puse en el buscador las palabras "compra libros obsesiva", porque creo tener un problema con todos esos libros en los que me gasto toda mi plata, algunos de los cuales siguen durmiendo el sueño de los justos, esperándome, tentándome. Ya veo que no soy el único obseso, y créeme que eso me consuela en algo.
ResponderEliminarSentenciero: de todos los vicios, manías y obsesiones que pueden tenerse, la de comprar libros es la más noble e inofensiva. Además, un libro no sólo se disfruta leyéndolo; tenerlo cerca, hojearlo de vez en cuando, saber que puedes hacerlo tuyo cuando quieras, todo eso también es disfrutar un libro.
ResponderEliminarEso sí: los libros ocupan espacio, pesan mucho y acumulan polvo. Pero es un precio exiguo a cambio del placer de la bibliomanía.
A mí me ha costado un tiempo, pero lo he conseguido: llevo un año sin casi comprar libros. Es una cuestión de espacio. Me gustaba hacer eso que cuentas, pero aún puedo hacerlo durante un tiempo (me queda bastante por leer), y además lo hago igualmente en las bibliotecas. Por otra parte, lo de las novedades breves en las librerías ya no es un problema, hay una página maravillosa llamada anobii.com en la que puedes ir metiendo las novedades como "wishlist", y así no te olvidas. Por cierto, si sigues sin leer "Middlesex", anímate. Yo también soy adoradora de los libritos cortos, pero si una cosa es buena y al alargarse sigue siendo buena, merece la pena cargar el kilazo de libro en el bolso.
ResponderEliminarIlse: yo también he restringido mucho mi compra de libros, pero aún así... en fin. "Middlesex" todavía me está esperando, ahí, en esa creciente pila de libros por leer. No te preocupes; tarde o temprano acabará llegando su turno.
ResponderEliminarEs la primera vez que escribo un comentario en un blog de internet. A ver cómo sale.
ResponderEliminarMe he decidido porque va de libros y me gustan mucho, y porque he visto una imagen en la cabecera que yo también tengo guardada (palacio de Mesopotamia, creo).
Con los libros me ocurre lo mismo que a ti, los compro porque me gustan como objeto, así como el hecho de elegirlos, comprarlos, registrarlos y ponerlos en mi librería, saber que estan allí para mi para cuando quiera leeerlos y releerlos, o para no leerlos...y, por supuesto, para pasármelo en grande cuando, habiendo terminado uno, tengo que elegir el siguiente.
Leo constantemente y no porque tenga mucho tiempo. Nada más lejos de mi realidad. Lo que hago es leer en el metro, el autobus y donde puedo, incluso a salto de mata, aunque sea media página.
Tengo muchos libros y nunca he contado cuántos me he leído ya, pero simpre me quedarán muchos por leer, pues quizá los compro a mayor velocidad que a la que los leo.
Hace ya muchos años tengo un marquito dentro de la librería con la frase "leerse todos los libros del mundo es imposible...pero hay que intentarlo". Y esa es mi filosofía.
Hay libros que una vez leídos me gustan y otros no. De estos últimos me deshago donándolos a bibliotecas u organizaciones que los aceptan. Los que me gustan por la razón que sea los conservo, siempre con la ingenua esperanza de leerlos otra vez algún día.
Me gusta mucho mantenerlos impolutos, ordenados rigurosamente por apellido del autor, tan nuevos como sea posible (lo que no impide que si quiero un libro que no encuentro, lo compro de segunda mano y, a veces, lo reencuaderno). Por supuesto mi librería tiene puertas. Es posible que tenga miedo a que los libros se acaben (Farenheit 451 es uno de mis preferidos), aunque me consuela tener la certeza que me moriré antes de que eso suceda. Por si acaso ya he avisado a mi familia de que no se les ocurra regalarme un libro electrónico. Puede que ese sea el futuro de la literatura y de los libros en general, pero no va conmigo. A mi lo que me gusta es el objeto, amén de su contenido, y no quiero renunciar a tener el libro de hojas de papel entre las manos y pasar las hojas y ver la portada y limpiarle el polvo y colocarlo en el sitio exacto que le corresponde en la librería.
Me doy perfectamente cuenta de que soy una neurótica, lo que ya es algo.
Un día que tenga tiempo tengo que contar mis libros. No será difícil, pues tengo un cuadernillo donde los tengo registrados (sólo con autor y título), y pongo una señal cuando ya me los he leído; así que podré calcular el porcentaje de libros que he leído y los que me quedan por leer. Espero que me de tiempo antes de morirme.
También estoy pensando que sería bueno hacerme una base de datos sencilla o una hoja de cálculo con los libros. El problema es que eso no lo puedo hacer cuando estoy en el metro...porque en casa no hay tiempo ni para leer ni para esas aficiones con los libros.
Bueno, esto es todo. Me alegra saber que no soy la única en mis manías.
Mª Angeles
Mª Ángeles: Es un placer encontrarme con gente que está tan pirada como yo. No obstante, tú eres mucho más ordenada. Felicidades; si se manejan muchos libros lo mejor es el orden. Ayer acabé de ordenar las librerías de mi despacho y en esos momentos, cuando tengo libros por los suelos y estoy cubierto de polvo, me entran unas ganas tremendas de prenderle fuego a mi biblioteca. Por fortuna, se me pasa rápido.
ResponderEliminar