Ayer comí con Care Santos en el restaurante Il Gusto. Ella tomó un carpaccio y yo una ensalada de tomate y mozzarella; luego, compartimos un risotto de hongos (descubrí, por cierto, que ambos somos cocacoláfilos). Fue muy agradable, como todos mis encuentros con Care; buena charla, buena comida, buena compañía. ¿Qué más se puede pedir? Ya, sí, que me toque la Primitiva; pero, aparte de eso, no hay nada mejor. Dejando a un lado el radiante encanto natural de Care (que por sí solo justifica no ya una comida, sino hasta la Última Cena), es reconfortante charlar con una colega, ya que puedes comentar y compartir cuestiones que sólo otro escritor puede entender. Sucede con todos los oficios; por ejemplo, mi adorada mujer (Pepa) y yo llevamos juntos tanto tiempo (23 años de matrimonio cumpliremos el próximo sábado), entre otras razones –además de su inteligencia, belleza y bondad- porque los dos somos publicitarios y podemos hablar de publicidad en el mismo idioma. En fin, también habría que tener en cuenta mis bonitos ojos azules, pero eso es otra cuestión.
El caso es que estábamos conversando Care y yo sobre literatura, cuando de pronto dije algo que había pensado antes en alguna ocasión, pero sin meditarlo demasiado: un país que no tiene una gran literatura de género (hablo de narrativa) no puede tener una gran literatura a secas. Care, quizá por amabilidad gastronómica, estuvo de acuerdo conmigo, lo cual, no voy a negarlo, me preocupó, porque eso quería decir que, a lo mejor, yo no había dicho una tontería. Y, ahora, pensándolo más tranquilamente, empiezo a considerar la remota posibilidad de que incluso haya dicho una potencial verdad. Intentaré razonarlo.
Las personas descubren la literatura gradualmente. No se empieza leyendo a Nabokov para pasar acto seguido a Proust o Joyce; comenzamos con La ratita presumida, seguimos con los tebeos de Superman y vamos poco a poco accediendo a lecturas de progresiva complejidad. Mucha gente, al llegar a la adolescencia, abandona los libros e ingresa en el populoso Club Ágrafo. Otros, siguen leyendo y se adentran en el prestigioso mundo de la “alta literatura” (sea esto lo que sea). Pero otros muchos se quedan en una zona intermedia, un lugar más o menos equidistante de las novelas de “a duro” y la “narrativa culta”. Son gente que lee, básicamente, por entretenimiento (lo cual no tiene nada de malo, todo sea dicho), y su territorio literario es, fundamentalmente, la literatura de género. Estamos hablando de algo así como la “clase media” lectora. Y es, precisamente, la “clase media” lo que permite el flujo entre el “lumpen” y las “clases altas”. Es decir, que el puente entre Marcial Lafuente Estefanía y Torrente Ballester sería, por ejemplo, Vázquez Montalbán.
¿Qué pasaría si no existiera esa clase media? Que se formarían dos grupos estancos: por un lado, los no lectores y los infralectores, y por otro los muy minoritarios “lectores cultos”. Exactamente lo que ha venido pasando en España hasta hace nada (si es que ha dejado de pasar...)
Echémosle un rápido vistazo a la historia de nuestra narrativa. Comencemos por el gran momento, el Siglo de Oro. Aparte de los nombres insignes, ¿había literatura de género? Sí, mucha; vamos, un huevo. Novela de caballerías (aunque ya estaba dando los últimos estertores), novela pastoril (qué cosa más absurda, por cierto) o la novedosa novela picaresca. Cervantes, como Quevedo, escribió narrativa de género. Es más, el propio Quijote es, aunque se trate de una parodia, puro género.
El siglo XVIII es el gran agujero negro de nuestra narrativa. ¿Algún nombre que señalar? No se me ocurre ninguno. ¿Había género? Sí, pero severamente constreñido por una férrea censura.
Pero el momento clave llega en el XIX. El romanticismo genera gran parte de los géneros tal y como hoy los conocemos. La novela de terror, la ciencia ficción, el policíaco, el fantástico moderno, la novela rosa... Pero, ¿qué pasó en España? Que el romanticismo triunfó, pero sólo en los territorios de la poesía y el teatro, porque en lo que se refiere a la narrativa... ¿alguien recuerda alguna novela romántica española aparte de El señor de Bembibre? En fin, tras la excepción que supone La Regenta, a finales del XIX, la narrativa parece revitalizarse con Galdós (sobre todo con ese ejemplo de narrativa de género –en este caso el histórico- que son los Episodios Nacionales) y los costumbristas, tan pesados ellos, siempre aferrados a la realidad más cotidiana y aburrida. Y llega la generación del 98, que tuvo grandes poetas, dramaturgos y ensayistas, pero muy pocos buenos narradores. Y luego, ya en pleno siglo XX, la del 27, tan volcada en la poesía. Y luego, pumba, la guerra civil y el 95% de los intelectuales a tomar por culo, sea por estar encarcelados, muertos o en el exilio.
Y llegó la dictadura, tan mosqueada ella con todo lo que oliese a cultura. Durante la primera parte de ese periodo, la única narrativa de género que se producía en España eran las “novelas de a duro”, una reminiscencia tardía –y bastante cutre- del pulp anglosajón (que ya era notablemente cutre de por sí). De ese universo, y aunque me esté mal decirlo, sólo sobresalió un autor: José Mallorquí, mi padre. Creo que fue nuestro primer escritor de género –durante el siglo XX- con proyección internacional. Por desgracia, el género que él practicaba –el western latino- hace tiempo que pasó a mejor vida.
Pero sigamos con la dictadura. Los escritores no adictos al régimen tenían que estar, forzosamente, comprometidos, y ese compromiso significaba aferrarse al realismo como un náufrago a un madero. Toda novela que se saliese de ese esquema, como la de género, era tachada de escapista. Dios santo, pero que triste es la narrativa de este infausto periodo, qué (bienintencionado) coñazo... Y luego, en fin, llega Benet, muy exquisito él, sosteniendo que contar historias es una horterada y que lo que mola de verdad es el estilo... Y, hala, la “novela culta” se aleja de la narrativa y comienza a filosofar, se vuelve discursiva, sentenciosa, pretenciosa, aburriiiiiiiiiiiiiiiiida... Sinceramente, creo que las dos peores cosas que le han pasado a la novela española contemporánea son Faulkner y Benet. Y no por ellos en sí mismos, sino por sus desastrosos efectos sobre los demás.
¿Quién fue nuestro primer autor de género digno de merecer cierto reconocimiento intelectual? Vázquez Montalbán... ¡en la década de los 70! A eso lo llamo yo retraso, sí señor. Bueno, no voy a seguir. El caso es que en España no hemos tenido un Wells, o un Conan Doyle, o un Karl May, o un Salgari, o un Verne... ni siquiera un Gaston Leroux o un Rafael Sabatini. No hemos tenido una “clase media” de autores de género. Y eso desde hace mucho, mucho tiempo.
Un momento, un momento... Alguien dirá: que no haya habido escritores de género propios no quiere decir que los lectores españoles no consumiesen género; lo hacían a través de las traducciones. Cierto. La literatura de género siempre se ha editado en nuestro país, y siempre ha sido mayoritariamente foránea. El problema es que esto impide la creación de unos “modelos” propios. Hubo un western español, pero no un fantástico español, ni una ciencia ficción española, ni un terror español, ni una novela de aventuras española, y sólo muy recientemente está empezando a haber una literatura policíaca autóctona.
Pero quizá no sea ése el problema... Veréis, a lo largo del tiempo he podido comprobar que, en general, los autores de género manejan mejor las técnicas narrativas que los “autores cultos”, sea porque dependan más del argumento, o quizá porque se supone que una novela de género ha de ser amena, lo cual requiere mucho dominio narrativo; no lo sé, el caso es que los escritores de género suelen ser mejores narradores y, todo hay que decirlo, peores estilistas (Vazquez Montalbán aseguraba que le resultaba técnicamente más difícil escribir una novela policíaca que una novela “literaria”). Eso en España, porque no ocurre lo mismo en otros países de nuestro entorno cultural. Comparad nuestra narrativa actual con la de Francia, Inglaterra, Italia, Alemania o USA... y echaos a llorar. Lo cierto es que muchos de nuestros escritores de prestigio no tienen ni puta idea de narrar. A lo mejor porque les interesan otras cosas, otros valores... vale, pero ni puta idea de narrar. Y quizá esto suceda por la docta desconfianza que despierta en nuestro país el arte de contar historias –como si fuera algo infantil-, así como por el tradicional desprecio que nuestros “intelectuales” han mostrado hacia la literatura de género, paradigma de lo narrativo.
Así pues, la “literatura culta” de nuestro país se ha construido de espaldas a los lectores, que es lo mismo que nacer muerta. Además, la literatura se ha convertido en una torre de marfil en la que mora una aristocracia de lectores y escritores que se consideran por encima del bien y del mal. Esa aristocracia es juez y parte. Esa aristocracia ha insultado a los lectores de género tildándoles de inmaduros, escapista y semianalfabetos. Esa aristocracia ha negado, incluso, la condición de literatura a todo aquello que no se ciñese a sus personales y mezquinos cánones. ¿Es ésa la forma más adecuada de fomentar el amor a los libros? Para mí que no.
Bueno, parece que últimamente las cosas están cambiando. Como siempre, con retraso; pero al menos, algo se mueve. Por favor, dejemos de pensar que la literatura es un deber, o una deidad, o una medalla (“mira los peñazos que soy capaz de leer”), o un muesca en el currículo. La literatura ha de ser una fuente de placer. Punto.
Y final.
Sí señor.
ResponderEliminarEl fondo de la cuestión radica en que esa aristocracia literaria a la que se refiere está compuesta por unos tip@s tan ombliguistas y tan profundamente mediocres que han hecho lo que hace todo mediocre ombliguista que se precie: atacar ninguneando lo que vende. No por su inferior calidad (cada vez somos más los que "sabemos"... Y aún más los que hacen poco caso a los dictados de la Aristocracia, o los contravienen directamente a la búsqueda de la libertad y el entretenimiento), sino por puro miedo a desaparecer. Instinto de supervivencia, diríase.
Como bien dice usted, los grandes de nuestra literatura de todos los tiempos fueron autores de género. Y digo más, los grandes de la literatura mundial de todos los tiempos fueron también escritores de género. Y si no, que alguien me diga de dónde salen los Shakespeare, los Dickens, los Poe, los Chandler, los Hugo, los Tolstoi, los Quevedo, Goethe... ¡Homero!
En fin. Un placer leerle.
V.
... con el agravante de que mucha de esa narrativa contemporánea no-de-género tan alabada por los popes se ha olvidado de narrar.
ResponderEliminarY ni siquiera está bien escrita.
Completamente de acuerdo. Y me cuesta estar de acuerdo con alguien, que conste :)
ResponderEliminarPero sí, no tenemos una clase media de escritores y, por ende, la clase media lectora se resiente y es cada vez más delgada.
A mí, por ejemplo, me interesa más bien poco o nada lo que escriben los cultos escritores españoles de moda. Sinceramente, no me atraen ni las portadas de sus libros, así que imaginaos.
También estoy un poco cansado de retratos psicológicos arduos, realismo árido o elucubraciones que no le interesan a nadie más que a ellos mismos.
Narrar es un arte en sí mismo. De hecho, para mí, en eso consiste la "buena literatura" (sea eso lo que sea) y la novela de género suele tener mucho de eso. Fuera, el desierto...
Muy bueno, Fray César. Casi completamente de acuerdo. Siempre sostengo, para pasmo de no pocos maestros y padres, que a los niños hay que dejarlos leer tebeos o lo que les apetezca. Yo empecé devorando todos los tebeos habidos y por haber. Después me pasé a las novelas de a duro, que cambiaba en un quiosco "para ahorrar". Tuve un época de solo ciencia ficción. Etc. Y desemboqué finalmente en la literatura "culta". De la que ya solo leo, todo sea dicho, a algún que otro extranjero y en particular, a los portugueses.
ResponderEliminarPero dije que estaba "casi" de acuerdo en todo. El casi, es por lo de la novela pastoril. Ese género, César, era genial y lo más fantástico -en sentido literal- que ha existido: si lo sabremos los de campo y parientes de pastores. Cualquier día de estos me lío la manta a la cabeza y escribo una novela pastoril de este siglo (como me dio otro día por escribir un libro de otro género perdido, los bestiarios románticos, de raíz medieval).
Bueno, perdón por lo extenso. Se me fueron los dedos.
Llamero, amigo mío, me has pillado: jamás he leído una novela pastoril. Sólo es el concepto lo que me parece absurdo. ¿Los amores platónicos de un pastor dan para una novela? Es como esa moda cinematográfica que floreció en la Alemania de los años 20 y 30: las películas de alpinismo. Me parece absurda, aunque, por supuesto, no tengo nada contra el alpinismo. De todas formas, reconozco que he incurrido en delito de prejuicio, así que, en justo castigo, me leeré de un tirón "Diana enamorada", "El pastor de Fílida" y "Siglo de Oro en las selvas de Erifile".
ResponderEliminarAyer estuve de acuerdo contigo y hoy, sin risotto ni carpaccio, más griposa que ayer y sola en un hotel de bilbao, vuelvo a hacerlo. Un placer continuar aquí las conversaciones. Somos seres hipertextuales.
ResponderEliminar¡No, César! Tampoco es eso: tres pastoriles de golpe pueden darte una intoxicación de aúpa. Déjalo en una y si sobrevives...
ResponderEliminarBuen artículo, aunque no comparto el argumento de que una literatura que no tenga lit. de género no puede tener una gran literatura. Por lo demás estoy de acuerdo con el menosprecio a la lit. de género habitual de los encumbrados escritores. Pero es que además todos les seguimos el rollo. No hay blog ni conversación sobre el código da vinci que no lo ponga a parir. ¿Y no podríamos considerarla lit. de género también?. Hasta yo mismo la puso verde en el blog de Care, pero luego me quejo de que el género no está bien visto ni considerado (¿es esquizofrenia?).
ResponderEliminarPero os cuento una anecdota: mi abuelo (creo que en otra entrada también lo he mencionado, tendré que ir al psico) fue lector y escritor toda su vida. Pero no publicó nada, aunque yo creo que si le hubieran dado a elegir entre la primi y el premio planeta habría cogido éste último. Ya con el tiempo, de anciano, vivía cerca nuestra, y conservaba, después de muchas mudanzas y ajetreos, entre otros libros de más alta alcurnia las obras completas del Coyote de Mallorquí, y las de Karl May, en aquella editorial molino (RIP). Por alguna razón literaria nunca quiso desembarazarse de ellos, y he aquí que cayeron en mis manos y las devoré hasta el punto de que puedo decir que el resto de mi vida profesional fue condicionada por aquellas lecturas. Pero el buen hombre muere, y un día, regresando a su casa (yo, no él, tranquilos), veo que está mi tia y mi madre haciendo limpieza en la casa. Y joder, los libros estaban en cajas, pero ¿dónde estaban los de mallorquí y May?. Al parecer, como en la quema de libros del quijote,alquien decidió que ocupaban mucho (bastante por cierto), que eran viejos (y tanto, por lo menos 30 años tenían, y en papel pulp) y que además no eran literatura. Así que los tiraron. Sí señor, ahí me quedé con cara de idiota maldiciendo a todos los estupidos del mundo. Sólo conservo de Karl May uno de los libros, que por un casual andaba en mi casa. El resto fue a ensuciar el medioambiente. Vamos, que el destino de aquellos libros estaba escrito desde nacimiento por su condición de género.
En cuanto a la novela pastoril, reconozco que nunca me ha llamado la atención, aunque quizá habrá que meterle el diente. En cuanto a los bestiarios, es un género que me encanta, pero no creo que esté tan en desuso hoy día. La lit fantástica ha motivado algunas obras sobre animales y ciudades fantásticos, tanto en comic como en literatura.Calvino escribió las cuidades invisibles, Borges creo que tiene un bestiario, y cortazar (me suena no estoy seguro) creo que también. Pero en fin, podríamos también ver cuáles son los géneros perdidos.
Estoy casi completamente de acuerdo pero con matices. Yo no creo que no hubiera autores o literatura de género, sí los había, lo que creo es que, por no sé que clase de motivos o intereses, no se les dejó existir.
ResponderEliminarGaldós escribió novela de género (los Episodios Nacionales) sin embargo los planes escolares se obstinan en hacernos tragar obras como “Miau” o “Misericordia”; los del 98 también escribieron literatura de género y para eso están las novelas de aventuras y del mar de Pío Baroja (Zalacaín, Shanti Andía, etc) o “Las Sonatas” de Valle Inclán, pero se sigue obligando a los escolares a leer “El árbol de la ciencia” o “Luces de Bohemia”. En los libros de texto los autores de posguerra se pasan de corrillo o de tapadillo, Ramón J. Sender apenas se menciona y, sin embargo, también él escribió novela de género (“El bandido adolescente”, “La aventura equinoccial de Lope de Aguirre”, “Bizancio”). También tenemos a los autores de folletín y literatura popular de principios de siglo pasado como Emilio Carrere (autor de esa delicia que es “La torre de los siete jorobados”) o Jesús de Aragón al que se le llegó a llamar “el Julio Verne español”, autor de obras como “La sombra blanca de Casarás”, “40.000 kilómetros a bordo del aeroplano Fantasma” y su continuación “De noche sobre la ciudad prohibida”, “El continente aéreo”, “La ciudad sepultada” o “Una extraña aventura de amor en la luna” (todos títulos muy juliovernescos). ¿Quién conoce ahora a estos dos últimos autores salvo alguien que esté muy enteradillo en la historia del género? ¿Y a cuántos no se nos ha dejado conocer? Porque estoy seguro de que como las meigas, haberlos los había.
Como se ve, autores había sólo que han sido continuamente ignorados por parte de la “cultura oficial” con comillas. ¿A que se debió esto? ¿A qué intereses obedecía? Pues no lo sé, pero que existió esa especie de “censura” hacia la literatura de género es un hecho y así es como acabamos teniendo la literatura que tenemos.
Afortunadamente hoy día la cosa parece que ya está cambiando gracias, en parte, al éxito de autores de gran impacto mediático como Pérez Reverte, de best-sellers como “El código da Vinci”, o a fenómenos como las versiónes cinematográficas de “El Señor de los Anillos” o “Harry Potter” que han hecho ver a los editores, de una vez por todas, que la literatura de género, especialmente la de género fantástico, tiene un público potencial también en España y que, encima, vende.
Esperemos que la cosa se mantenga.
Yo suelo decirles a mis alumnos una barbaridad, pero la entienden: "La literatura me la pone dura".
ResponderEliminarInteresante y perspicaz teoría. Lo peor de todo es que el género fantástico ha pasado, en España, del vacío al predominio de esos ombliguistas que pretenden imponer canones a diestro y siniestro. Así estamos, sin base, sin literatura de género de nivel, pero con presuntuosos que hablan día sí, día también, de la necesidad de imponer un canon, y que ellos se ofrecen a decirnos cual debe ser. Basta repasar las revistas de género o las convenciones y... ¡el canon siempre acecha!
ResponderEliminarValiosa información Rickard. ¿Donde se puede, si es posible, encontrar la obra de Jesús de Aragón?. No lo conocía de nada (a Carrere sí), pero a De Aragón no lo escuché en mi vida. Me ha abierto el apetito.
ResponderEliminarEn cuanto al comentario del usuario anónimo, no creo que estemos falto de nivel en el género. Creo que hay muy buenos autores, y realmente no creo que sienten un canón excepto por el hecho de que los aficionados los tengamos como referentes. Nadie obliga a nada, que yo sepa.
Los de Jesús de Aragón fueron publicados por la editorial Juventud pero creo que están todos descatalogados aunque, con un poco de suerte me parece que aún se pueden encontrar circulando por ahí los de "La sombra blanca de Casarás", "40.000 kilómetros a bordo del aeroplano Fantasma" y "De noche sobre la ciudad prohibida".
ResponderEliminarAparte estaría, claro, la de "La torre de los siete jorobados" que se debe tanto a él como a Emilio Carrere. Ésa está publicada en Valdemar.
Efectivamente, protagonizada por Antonio Casal. Una joya del cine español con un cierto toque de cine expresionista. Muy buena y recomendable.
ResponderEliminarSi el 99% de la literatura fuera genial y sólo el 1% fuera mala, esta sería la autenticamente genial.
ResponderEliminarAy, César, no puedes dejar de recordar a otro gran escritor de literatura de genero (ciencia ficción), el gran George H. White (el valenciano Pascual Enguídanos) cuya obra fue considerada por la crítica europea especializada en este semiolvidado género como la mejor saga europea de ciencia ficcion. El autor ha fallecido recientemente.
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