Disculpad que interrumpa los festejos del aniversario, pero una noticia requiere nuestra atención. Ayer, el miserable dictador Augusto Pinochet la diñó. No creo en la existencia de un cielo-paraíso al que van los buenos después de morir, lo cual, os lo aseguro, jamás me ha preocupado lo más mínimo. Sin embargo, ahora lamento no creer tampoco en el infierno.
Como la mayor parte de los españoles, escuché por primera vez ese ridículo apellido, Pinochet, el 11 de septiembre de 1973, cuando el macabro general de las gafas oscuras encabezó un golpe militar en Chile. Yo, entonces, tenía veinte años y recuerdo vagamente que escuché la noticia en mi casa, por la radio, pero poco más. Ocho años después, trabajé con Patricio Guzmán, el (por aquel entonces exiliado) cineasta chileno autor del documental La batalla de Chile. Compartíamos despacho en una agencia de publicidad norteamericana -que, por cierto, estaba pegada a la embajada rusa- y Patricio me habló largo y tendido acerca de su país y de la feroz represión que siguió al golpe. Muchas de las historias que me contó, dignas del mejor relato de terror, todavía me ponen los pelos de punta.
La barbarie siempre se traduce en lo mismo, en dolor, en muerte, en miseria, pero puede revestir muchas formas y, aunque todas son execrables, algunas nos repugnan más que otras. Hitler no fue el mayor asesino de la historia; en número de muertos le aventajan, al menos, Stalin y Mao. Sin embargo, la industrialización del genocidio que llevaron a cabo los nazis nos resulta, por su mecánica frialdad, particularmente odiosa y horrible. En aquellos infinitos asesinatos no había ni siquiera odio; sólo burocracia.
Pinochet no batió ningún record; entre él y su amigo Videla asesinaron a unas cuarenta o cincuenta mil personas; una minucia en comparación con las proezas de los grandes genocidas. Aunque, ¿hay alguna diferencia de catadura moral entre matar fríamente a una persona y matar a miles? ¿La cantidad afecta a la cualidad? No lo sé, pero creo que se es un asesino cuando se mata, y no se es más asesino por matar mucho. Hitler era un fanático iluminado, como quizá también lo fuera Mussolini; Stalin era un psicópata; Franco era un mediocre ávido de poder; Mao era..., bueno, los orientales siempre han sido un tanto extraños para nosotros, así que no sé qué era exactamente Mao (aparte de un hijo de puta). ¿Y qué era Pinochet?... Un ladrón. Al final, todo se reducía a eso: mató y torturó a miles de seres humanos con el único objetivo de forrarse el riñón y engordar sus cuentas secretas con el dinero robado al pueblo chileno. No puede haber motivo más mezquino para convertirse en asesino múltiple: la codicia, la rapiña, el choriceo. Qué vulgaridad y qué asco...
Sin embargo, pese a su miseria moral, Pinochet nos has dejado algo interesante. Una foto, la que acompaña a esta entrada. Miradla: fijaos en los dos tipos que están inmediatamente detrás del dictador, los bigotes, el rictus de mala leche en las bocas, los cabellos repeinados con fijador, la expresión de cabreo, los uniformes... Fijaos ahora en Pinochet: los brazos cruzados en actitud retadora, los labios curvados hacia abajo en un gesto que no es seriedad, sino anti-sonrisa, los ojos agazapados tras unas gafas de sol, la gorra de plato, destinada a hacer parecer más alto al enano moral que la lleva, colocada milimétricamente sobre las rodillas, como un niño muerto... El mesías de guardarropía y sus apóstoles. Parece un pantocrátor del mal. Y eso es lo que nos ilustra esa foto: lo peor del ser humano, lo más bajo y repugnante de nuestra condición. De no ser tan siniestra, resultaría ridícula, porque ese tipo sentado que tanto se esfuerza en parecer duro y fuerte no era un psicópata, ni un iluminado, sino, sencillamente, un miserable chorizo. Hay asesinos que dan miedo; él sólo da asco.
Augusto Pinochet: 25 de noviembre de 1915-10 de diciembre de 2006. Arda su alma en el infierno por toda la eternidad.
Si la ley del karma existe, tendrán que inventar un infierno nuevo para él.
ResponderEliminarAmén.
ResponderEliminarEnhorabuena. Por una vez y sin que sirva de precedente estoy de acuerdo contigo, en un blog de contenido político, en un doscientos por cien.
ResponderEliminarMuy bien, hermano.
Yo NO deseo la muerte de NINGÚN ser humano.
ResponderEliminar...
Dicho lo cual, si me alegro tanto de que haya muerto el dictador es porque era un cabrón inhumano.
Amén.
Mi humanidad, mi buen rollo y mi mala conciencia ante la muerte de un ser humano pueden descansar durante los segundos que se tarda en escribir lo siguiente:
ResponderEliminarMe alegro un montón. Sólo lamento que no viviera lo suficiente para ver cómo lo juzgaban y condenaban. Un hijo de puta menos. El mundo es hoy un poquito mejor.
Aunque mi valoración de tu cortesía ha sufrido un rudo revés, he de admitir que, una vez más, me derrito de admiración por la justeza de tu juicio.
ResponderEliminarArda su alma en el infierno por toda la eternidad.
Gatopardo: ¿qué he hecho, amiga mía, para que mi caballerosidad se vea en entredicho? :'(
ResponderEliminarYo solo siento que se ha muerto sin una condena firme. Me gustaría creer en el infierno para imaginármelo ardiendo allí por toda la eternidad. Así que siento bastante tristeza por todas las víctimas (vivas, muertas o desaparecidas) que no verán condenado a este cabrón despiadado, que no lo olvidemos, se aupó al poder con un golpe de estado patrocinado por los Estados Unidos.
ResponderEliminarLa muerte es poco para un canalla de esa calaña. Después de todo, todos tenemos que morir. Pena que no haya penado carcel y sentido un 1% al menos de lo que hizo sufrir a muchos.
ResponderEliminarQue arda en los infiernos.
La pena es que siempre los genocidas mueren demasiado tarde.
ResponderEliminarYo, antes de que le diera el telele, le hubiera hecho estar unos cuantos días junto a un profesional aplicado de la tortura, experimentando en su cuerpo con los aparatitos y las técnicas que el cerdo usaba con los demás.
ResponderEliminarNo sé si arder es poco para una abominación biológica.
Estoy con gatopardo y mi valoracion de ti ha sufrido un varapalo. ¿No habías dicho señor César que te enviaramos regalos el dia 9 y que dos dias despues, o sea, el 11, nos regalarias una seleccion en este espacio.
ResponderEliminarSeguimos esperando y no esta bien incumplir promesas, sobre todo si uno va de Fray. Amén.
Gata Parda
Ah, y que se jodan los pinochetistas.
ResponderEliminarAmigos míos: la verdad es que no puedo evitar pensar que la muerte le ha servido a Pinochet para burlarse una vez más de la justicia. A fin de cuentas, tenía 91 tacos, ya había vivido por encima de la esperanza media, así que, qué queréis que os diga, su muerte me sabe a poco. Pero bueno, al menos hay, en efecto, un hijo puta menos sobre la faz de la tierra.
ResponderEliminarBig Brother: ¿Estamos enteramente de acuerdo? Mmmm... algo he hecho mal... (es broma; ya sé que en los extremos coincidimos y sólo nos separa la nebulosa zona central)
Gatopardo y Gataparda: mira que sois impacientes, caray. Tenía que comentar la muerte de Pinochet y por eso se ha retrasado un día el asunto.