Un enclave tutelado por César Mallorquí, el Abominable Hombre de las Letras, en colaboración con la Sociedad de Amigos del Movimiento Perpetuo. Si no te interesa la literatura, el cine, el comic, los enigmas, el juego y, en general, las cosas inútiles, aparta tus sucias manos de este blog.
miércoles, enero 31
Permanezcan atentos a la pantalla
Queridos merodeadores de Babel: una serie de problemas pasajeros me impiden atender debidamente La Fraternidad de Babel . Supongo que antes de una semana podré retomar el pulso de este blog. Disculpad las molestias
miércoles, enero 24
Too much polis
¿Demasiada política en Babel? Es posible; a fin de cuentas, éste no es un blog político, pero los últimos acontecimientos me impulsaron a hablar de esa clase de temas. Aunque, eso sí, he hablado de política desde dos puntos de vista distintos. Por un lado, el ciudadano Mallorquí, un “jodido rojo”, daba su opinión personal e ideológica sobre ETA o el PP; por otro, el ex-publicitario Mallorquí opinaba técnicamente de la comunicación del PP. Lo curioso del asunto es que algunos visitantes de Babel consideraron insultante que me atreviera a juzgar la estrategia de comunicación de su partido, como si señalar el menor error en la derecha fuera una muestra de ofensivo sectarismo. Por lo visto, para muchos el PP es perfecto y cualquiera que lo ponga en duda un hereje. Qué cosas…
Bueno, voy a darles una satisfacción a estos indignados visitantes. Como sabéis, los jueces están considerando aplicar prisión atenuada a Juan Ignacio De Juana Chaos, ya que su vida corre peligro a causa de la huelga de hambre que mantiene desde hace un par de meses. Mariano Rajoy le ha pedido a los jueces que valoren “qué ocurriría en España si todos los presos de ETA siguiesen su ejemplo e hicieran huelga de hambre”. Creo que tiene razón. La salud y la vida de De Juana no están en peligro a causa de una desgraciada enfermedad, sino porque él ha decidido voluntariamente ponerlas en riesgo para presionar al estado. Y el estado no puede aceptar esa presión. Si De Juana la palma… en fin, es un asesino y así, suicidándose, conseguiría cumplir el sueño de todo asesino: morir matando. Aunque, bien pensado, el sueño de los etarras es en realidad vivir matando. A los gudaris vascos les va más el tiro en la nuca que el atentado suicida. El fanatismo no está reñido con la cobardía.
Me estoy yendo por las ramas. Comentábamos al principio si no había últimamente demasiada política en La Fraternidad de Babel. Quizá sí, de modo que, por el momento, sólo avanzaré un paso más en ese sendero con un post acerca de la estrategia de comunicación del PSOE. Luego, volveremos a la literatura, el cine, los comics… en fin, las cosas verdaderamente importantes.
Pero antes, una pregunta: ¿por qué la política genera tantas pasiones? Creo que sólo otra actividad humana es capaz de producir arrebatos semejantes: la religión. ¿Por qué?... Aventuraré una respuesta: porque tanto la política como la religión son actividades que nos definen, que nos hacen pertenecer a un grupo u otro, actividades que incorporamos a nuestro esquema mental y pasan a formar parte de nuestra naturaleza. Por eso, cuando alguien critica una ideología, en realidad está criticando a la persona que la practica; y por eso, cuando yo juzgaba algo en teoría tan aséptico como la estrategia de comunicación del PP, algunos visitantes de Babel lo tomaron como una ofensa personal. Somos lo que pensamos, somos lo que creemos. Por eso, las ideologías que producen mayor grado de fanatismo son aquellas que mezclan religión y política, como el nazismo, el comunismo o el yihadismo.
En fin, sólo es una opinión.
Bueno, voy a darles una satisfacción a estos indignados visitantes. Como sabéis, los jueces están considerando aplicar prisión atenuada a Juan Ignacio De Juana Chaos, ya que su vida corre peligro a causa de la huelga de hambre que mantiene desde hace un par de meses. Mariano Rajoy le ha pedido a los jueces que valoren “qué ocurriría en España si todos los presos de ETA siguiesen su ejemplo e hicieran huelga de hambre”. Creo que tiene razón. La salud y la vida de De Juana no están en peligro a causa de una desgraciada enfermedad, sino porque él ha decidido voluntariamente ponerlas en riesgo para presionar al estado. Y el estado no puede aceptar esa presión. Si De Juana la palma… en fin, es un asesino y así, suicidándose, conseguiría cumplir el sueño de todo asesino: morir matando. Aunque, bien pensado, el sueño de los etarras es en realidad vivir matando. A los gudaris vascos les va más el tiro en la nuca que el atentado suicida. El fanatismo no está reñido con la cobardía.
Me estoy yendo por las ramas. Comentábamos al principio si no había últimamente demasiada política en La Fraternidad de Babel. Quizá sí, de modo que, por el momento, sólo avanzaré un paso más en ese sendero con un post acerca de la estrategia de comunicación del PSOE. Luego, volveremos a la literatura, el cine, los comics… en fin, las cosas verdaderamente importantes.
Pero antes, una pregunta: ¿por qué la política genera tantas pasiones? Creo que sólo otra actividad humana es capaz de producir arrebatos semejantes: la religión. ¿Por qué?... Aventuraré una respuesta: porque tanto la política como la religión son actividades que nos definen, que nos hacen pertenecer a un grupo u otro, actividades que incorporamos a nuestro esquema mental y pasan a formar parte de nuestra naturaleza. Por eso, cuando alguien critica una ideología, en realidad está criticando a la persona que la practica; y por eso, cuando yo juzgaba algo en teoría tan aséptico como la estrategia de comunicación del PP, algunos visitantes de Babel lo tomaron como una ofensa personal. Somos lo que pensamos, somos lo que creemos. Por eso, las ideologías que producen mayor grado de fanatismo son aquellas que mezclan religión y política, como el nazismo, el comunismo o el yihadismo.
En fin, sólo es una opinión.
jueves, enero 18
Propaganda bélica
A veces, doy vueltas en torno a una idea sin siquiera darme cuenta de que esa idea está ahí. Eso me ha sucedido en el post “Efecto boomerang”: todo lo que decía en ese texto giraba alrededor de un concepto que no supe identificar y que, por tanto, no mencioné. De hecho, me he dado cuenta gracias a un comentario depositado por Manu en el blog. Manu, que también es publicitario, señalaba entre otras cosas que ciertas formas de comunicación persuasiva utilizan los mensajes negativos y ofrecía como ejemplo la propaganda bélica.
Y tiene razón. La propaganda bélica emplea usualmente mensajes negativos destinados a machacar la imagen del enemigo. De hecho, tengo la prueba en mi mismo despacho, de una de cuyas paredes cuelga la reproducción de un cartel de la Guerra Civil. En él se ve el dibujo de una especie de demonio alado sobrevolando una ciudad en ruinas. Tiene un brazo levantado en el saludo fascista y el otro con la garra formando una esvástica; sus pechos son bombas. En grande, un texto reza: EL ÁNGEL DE LA PAZ DE LOS FASCISTAS!, y debajo, más pequeño: “Las Juventudes Libertarias lo sabrán destruir”. A un primer vistazo, la imagen no puede ser más negativa.
Pero esto ya lo había contemplado en mi entrada. He aquí parte de lo que le he respondido a Manu: “Si repasas mi post, verás que hago una excepción: la publicidad orientada a corregir o dirigir conductas. En este caso son muy útiles los mensajes negativos, porque no hay ningún producto o servicio que vender. El ejemplo más claro son los anuncios de la Dirección General de Tráfico”.
Para corregir o dirigir conductas hacen falta mensajes muy potentes, muy primarios. Odio, amor, miedo, asco... Lo bueno del asunto es que ninguno de estos mensajes puede interferir en la “venta de producto” porque no hay tal producto. O, mejor dicho, el producto es el propio mensaje. No obstante, la propaganda bélica se sirve también de mensajes hiperpositivos, como el enaltecimiento de la patria, los valores autóctonos, el heroísmo o la inexorabilidad de la victoria. Es decir, una de cal y otra de arena.
Entonces, mientras reflexionaba acerca de esto, me he dado cuenta de algo: la comunicación del PP encaja como un guante... en las técnicas de propaganda bélica. Estas técnicas están orientadas, básicamente, a satanizar al enemigo y ganarse la inquebrantable fidelidad de los amigos. No hay nada que una tanto como un enemigo común, y cuanto más monstruoso sea ese enemigo, más férrea será la unidad de tus filas, así que lo primero que hay que hacer es crear una imagen grotescamente monstruosa del enemigo (recordad mi cartel de la Guerra Civil). El enemigo es amigo de los terroristas, el enemigo es desleal, el enemigo es traidor, el enemigo es inepto y torpe, el enemigo violará a tus hijas y se ciscará en los principios más sagrados. El propósito de todo esto, claro está, es que los tuyos sientan un odio irracional hacia el enemigo. Pero no sólo odio, también temor; no mucho, pero sí un poquito. El enemigo es tonto y torpe, pero también pérfido y taimado, así que debes estar vigilante.
Una vez unidas tus filas frente a un enemigo abyecto, hay que proporcionarles ideales por los que luchar. La integridad de la patria, el honor, la religión o la seguridad de lo tuyos, por ejemplo. Luego, hay que encumbrar héroes que sirvan de ejemplo, caudillos que abanderen la lucha. Entre tanto, hay que magnificar cualquier victoria sobre el enemigo y negar toda victoria del enemigo sobre ti. En el caso de que la victoria enemiga sea innegable, hay que atribuirla a la traición del rival, que siempre actúa de forma artera, cobarde y desleal. Dicen que en toda guerra la primera víctima es la verdad, así que la propaganda bélica puede permitirse el lujo de mentir todo lo que le venga en gana, porque “los adeptos” están dispuestos a tragarse cualquier cosa si encaja en sus esquemas mentales.
No creo que los populares se hayan propuesto conscientemente emplear técnicas de propaganda bélica. Lo que creo es que, para resolver los problemas planteados por la pérdida del poder, los populares optaron por una estrategia de comunicación muy próxima a la propaganda bélica. A problemas similares, soluciones similares, supongo.
Tras la inesperada pérdida del poder, los populares se encontraron con dos serios problemas. En primer lugar, su base electoral (no me refiero a sus incondicionales, sino a todos sus votantes naturales) estaba desconcertada y desmoralizada, y no sólo por haber perdido, sino también porque muchos de ellos no compartían ni entendían las últimas actuaciones del gobierno, y muy en particular el asunto de la guerra de Irak. En segundo lugar, el líder natural de la derecha, Aznar, se había retirado a un segundo plano, dejando en su lugar a un delfín, Rajoy, que todavía no estaba consolidado. Así pues, la derecha se encontraba desmotivada y sin liderazgo. Solución: cerrar filas. Se sataniza al enemigo, se le acosa sin descanso desde todos los frentes mediáticos posibles, se niegan las propias derrotas o se atribuyen a la cobarde traición del rival, se hace apropiación de determinados valores (integridad nacional, seguridad, religión...) y se forja un líder intachable.
Vistas así las cosas, la estrategia de comunicación del PP cobra sentido. Sin duda, el propósito de fidelizar a sus bases se ha cumplido con creces, aunque no tanto el proyecto de convertir a Rajoy en un líder sólido (pero creo que esto último se debe a motivos que exceden los límites de la comunicación persuasiva). El problema que plantea esta estrategia es que no se puede vender un producto mediante propaganda bélica. Por el efecto boomerang, porque sólo fidelizas a quienes de antemano eran fieles, porque igual que cierras tus filas, cierras al tiempo las filas del contrario y porque –y esto es en el fondo lo más importante- objetivamente no existe ninguna guerra, salvo para quienes quieran verla. Supongo, aunque a estas alturas ya no estoy seguro de nada, que conforme se aproximen las elecciones, el PP rebajará su “crispación bélica” y adoptará estrategias de comunicación más positivas. La cuestión es si no ha ido ya demasiado lejos. Por otra parte, también puede ser que no cambie y siga con más de lo mismo. Ya veremos.
En cualquier caso, la pregunta es: ¿qué efecto tendrá a medio plazo esa propaganda bélica sobre la gente? Y me refiero tanto a los convencidos de un lado como a los convencidos del otro, aunque debo reconocer que me inquieta particularmente pensar que en uno de esos bandos está aglutinada la extrema derecha. ¿Hasta dónde puede tensarse la cuerda?
Y tiene razón. La propaganda bélica emplea usualmente mensajes negativos destinados a machacar la imagen del enemigo. De hecho, tengo la prueba en mi mismo despacho, de una de cuyas paredes cuelga la reproducción de un cartel de la Guerra Civil. En él se ve el dibujo de una especie de demonio alado sobrevolando una ciudad en ruinas. Tiene un brazo levantado en el saludo fascista y el otro con la garra formando una esvástica; sus pechos son bombas. En grande, un texto reza: EL ÁNGEL DE LA PAZ DE LOS FASCISTAS!, y debajo, más pequeño: “Las Juventudes Libertarias lo sabrán destruir”. A un primer vistazo, la imagen no puede ser más negativa.
Pero esto ya lo había contemplado en mi entrada. He aquí parte de lo que le he respondido a Manu: “Si repasas mi post, verás que hago una excepción: la publicidad orientada a corregir o dirigir conductas. En este caso son muy útiles los mensajes negativos, porque no hay ningún producto o servicio que vender. El ejemplo más claro son los anuncios de la Dirección General de Tráfico”.
Para corregir o dirigir conductas hacen falta mensajes muy potentes, muy primarios. Odio, amor, miedo, asco... Lo bueno del asunto es que ninguno de estos mensajes puede interferir en la “venta de producto” porque no hay tal producto. O, mejor dicho, el producto es el propio mensaje. No obstante, la propaganda bélica se sirve también de mensajes hiperpositivos, como el enaltecimiento de la patria, los valores autóctonos, el heroísmo o la inexorabilidad de la victoria. Es decir, una de cal y otra de arena.
Entonces, mientras reflexionaba acerca de esto, me he dado cuenta de algo: la comunicación del PP encaja como un guante... en las técnicas de propaganda bélica. Estas técnicas están orientadas, básicamente, a satanizar al enemigo y ganarse la inquebrantable fidelidad de los amigos. No hay nada que una tanto como un enemigo común, y cuanto más monstruoso sea ese enemigo, más férrea será la unidad de tus filas, así que lo primero que hay que hacer es crear una imagen grotescamente monstruosa del enemigo (recordad mi cartel de la Guerra Civil). El enemigo es amigo de los terroristas, el enemigo es desleal, el enemigo es traidor, el enemigo es inepto y torpe, el enemigo violará a tus hijas y se ciscará en los principios más sagrados. El propósito de todo esto, claro está, es que los tuyos sientan un odio irracional hacia el enemigo. Pero no sólo odio, también temor; no mucho, pero sí un poquito. El enemigo es tonto y torpe, pero también pérfido y taimado, así que debes estar vigilante.
Una vez unidas tus filas frente a un enemigo abyecto, hay que proporcionarles ideales por los que luchar. La integridad de la patria, el honor, la religión o la seguridad de lo tuyos, por ejemplo. Luego, hay que encumbrar héroes que sirvan de ejemplo, caudillos que abanderen la lucha. Entre tanto, hay que magnificar cualquier victoria sobre el enemigo y negar toda victoria del enemigo sobre ti. En el caso de que la victoria enemiga sea innegable, hay que atribuirla a la traición del rival, que siempre actúa de forma artera, cobarde y desleal. Dicen que en toda guerra la primera víctima es la verdad, así que la propaganda bélica puede permitirse el lujo de mentir todo lo que le venga en gana, porque “los adeptos” están dispuestos a tragarse cualquier cosa si encaja en sus esquemas mentales.
No creo que los populares se hayan propuesto conscientemente emplear técnicas de propaganda bélica. Lo que creo es que, para resolver los problemas planteados por la pérdida del poder, los populares optaron por una estrategia de comunicación muy próxima a la propaganda bélica. A problemas similares, soluciones similares, supongo.
Tras la inesperada pérdida del poder, los populares se encontraron con dos serios problemas. En primer lugar, su base electoral (no me refiero a sus incondicionales, sino a todos sus votantes naturales) estaba desconcertada y desmoralizada, y no sólo por haber perdido, sino también porque muchos de ellos no compartían ni entendían las últimas actuaciones del gobierno, y muy en particular el asunto de la guerra de Irak. En segundo lugar, el líder natural de la derecha, Aznar, se había retirado a un segundo plano, dejando en su lugar a un delfín, Rajoy, que todavía no estaba consolidado. Así pues, la derecha se encontraba desmotivada y sin liderazgo. Solución: cerrar filas. Se sataniza al enemigo, se le acosa sin descanso desde todos los frentes mediáticos posibles, se niegan las propias derrotas o se atribuyen a la cobarde traición del rival, se hace apropiación de determinados valores (integridad nacional, seguridad, religión...) y se forja un líder intachable.
Vistas así las cosas, la estrategia de comunicación del PP cobra sentido. Sin duda, el propósito de fidelizar a sus bases se ha cumplido con creces, aunque no tanto el proyecto de convertir a Rajoy en un líder sólido (pero creo que esto último se debe a motivos que exceden los límites de la comunicación persuasiva). El problema que plantea esta estrategia es que no se puede vender un producto mediante propaganda bélica. Por el efecto boomerang, porque sólo fidelizas a quienes de antemano eran fieles, porque igual que cierras tus filas, cierras al tiempo las filas del contrario y porque –y esto es en el fondo lo más importante- objetivamente no existe ninguna guerra, salvo para quienes quieran verla. Supongo, aunque a estas alturas ya no estoy seguro de nada, que conforme se aproximen las elecciones, el PP rebajará su “crispación bélica” y adoptará estrategias de comunicación más positivas. La cuestión es si no ha ido ya demasiado lejos. Por otra parte, también puede ser que no cambie y siga con más de lo mismo. Ya veremos.
En cualquier caso, la pregunta es: ¿qué efecto tendrá a medio plazo esa propaganda bélica sobre la gente? Y me refiero tanto a los convencidos de un lado como a los convencidos del otro, aunque debo reconocer que me inquieta particularmente pensar que en uno de esos bandos está aglutinada la extrema derecha. ¿Hasta dónde puede tensarse la cuerda?
martes, enero 16
Contra el olvido
"Si usted no cede le pondrán bombas y si no le ponen bombas es porque ha cedido".
Mariano Rajoy
El hombre que ayer dijo esto es el mismo hombre de los hilillos de plastilina del Prestige, el mismo hombre que promovió y voto entre risas satisfechas la participación de España en la guerra de Irak, el mismo hombre que mintió a los españoles sobre la autoría del atentando del 11-M. Pero sobre todo, es el mismo hombre que formaba parte de un gobierno que negoció con ETA –o con el Movimiento de Liberación Vasco, según el caudillo Aznar- haciendo, a diferencia de lo ocurrido en esta ocasión, concesiones penitenciarias previas.
Ignoro cómo pueden los fieles seguidores y votantes del PP conciliar tales contradicciones, pero seguro que lo harán. A fin de cuentas, la derecha de este país ha logrado convertir la doble moral en una forma de expresión artística. Sencillamente: contra el rojo, todo vale. De acuerdo, no voy a intentar convencerles. Pero a los otros, a quienes no votáis al PP, o votáis ocasionalmente a un partido u otro, o decidís absteneros cuando las cosas no son perfectas, sólo os pido algo: no olvidéis todo esto.
Mariano Rajoy
El hombre que ayer dijo esto es el mismo hombre de los hilillos de plastilina del Prestige, el mismo hombre que promovió y voto entre risas satisfechas la participación de España en la guerra de Irak, el mismo hombre que mintió a los españoles sobre la autoría del atentando del 11-M. Pero sobre todo, es el mismo hombre que formaba parte de un gobierno que negoció con ETA –o con el Movimiento de Liberación Vasco, según el caudillo Aznar- haciendo, a diferencia de lo ocurrido en esta ocasión, concesiones penitenciarias previas.
Ignoro cómo pueden los fieles seguidores y votantes del PP conciliar tales contradicciones, pero seguro que lo harán. A fin de cuentas, la derecha de este país ha logrado convertir la doble moral en una forma de expresión artística. Sencillamente: contra el rojo, todo vale. De acuerdo, no voy a intentar convencerles. Pero a los otros, a quienes no votáis al PP, o votáis ocasionalmente a un partido u otro, o decidís absteneros cuando las cosas no son perfectas, sólo os pido algo: no olvidéis todo esto.
sábado, enero 13
Id por mí
Siempre he sentido profunda admiración y respeto por los emigrantes. ¿Os imagináis lo que supone abandonarlo todo, tu país, tu ciudad, tu casa, tus amigos, tus parientes, incluso tus propios hijos, para ir a buscarte la vida a un lugar extraño, de costumbres diferentes, donde no conoces a nadie? Hay que tener mucho valor y estar muy desesperado para hacer algo así. Esa gente merece todo nuestro respeto, toda nuestra ayuda y comprensión.
En ocasiones, viajo por España dando charlas en colegios e institutos sobre mis novelas juveniles, y en todos los centros que visito encuentro entre el alumnado rostros y acentos del Nuevo Mundo o de África. Y siempre dedico una parte de mi charla a ensalzar su valentía y la de sus padres, y a decirles que, al menos por mi parte, son bienvenidos. Es lo menos que puedo hacer y creo que es necesario hacerlo, porque somos una especie muy chunga, somos monos malos, simios cabrones, y muchas veces nos mueve la xenofobia o la simple crueldad de maltratar al más débil. Y les llamamos sudacas, o moros de mierda, o negratas, y les despreciamos, o les damos palizas con bates de béisbol, o sencillamente les ignoramos.
Hace poco, todos lo sabéis, unos valientes gudaris, auténticos héroes del oprimido pueblo vasco, añadieron una piedra más a la construcción de la gloriosa patria euskalduna asesinando a dos pobres emigrantes ecuatorianos...
Un momento, ¿qué estoy diciendo? ¿También yo me he vuelto condescendiente? No, nada de “dos pobres emigrante ecuatorianos”. Esos descerebrados etarras de mierda, esos hijos de puta con la mente roída por el RH negativo, esos cromañones adictos al más estúpido nacionalismo étnico, asesinaron cobardemente a dos seres humanos, a dos personas con nombres y apellidos. Diego Armando Estacio, de 19 años, y Carlos Alonso Palate, de 35. El hecho de que ambos fueran emigrantes ecuatorianos no hace más que añadir miseria a la miseria moral de los malditos gilipollas que segaron sus vidas.
Qué asco y qué rabia...
Hoy, a las seis de la tarde, en la plaza de Colón, hay convocada en Madrid una manifestación bajo el lema “Por la paz, la vida, la libertad y contra el terrorismo”. Como sabéis, el PP se niega a participar, igual que (¡oh sorpresa!) la AVT.
Por desgracia, a causa de problemas que no viene al caso citar, yo no podré asistir. Y lo lamento infinitamente, me siento avergonzado e impotente por no sumarme a esa marcha. Así que os pido un favor: id por mí. Participad en la manifestación de Madrid contra el terrorismo, o en la de Bilbao, o en cualquier otra de cualquier otro punto de España. Hacedlo por Diego Armando y Carlos Alonso, y por escupir a la cara de quienes los asesinaron.
Pero hay más motivos para manifestarse. En la escala de la infamia, el primer lugar lo ocupan, sin duda, los asesinos, los monstruos cuya única forma de expresión es la muerte, el miedo y el dolor. Pero la miseria moral puede expresarse de muchas maneras y a muchos niveles, y unos cuantos grados por debajo de los criminales están los mentirosos, los manipuladores, los aprovechados, los insensibles, los que lo supeditan todo a sus propios intereses partidistas. Manifestarse hoy también es escupir a la cara de esos miserables.
Así que, por favor, acudid por mí a las manifestaciones, honrad la memoria de Diego Armando y Carlos Alonso, y escupid a quienes causaron su muerte y a quienes se aprovechan de ella.
Gracias.
NOTA: En el anterior post he encontrado un mensaje de “Felipe”, alguien a quien no conozco o, al menos, creo no conocer. Pero he descubierto que tiene un blog llamado 192 muertos-192 mentiras. Es un blog ideológico y, si queréis, un poco panfletario. Pero no mentiroso y, desde luego, documentado. Vale la pena echarle un vistazo. Si pincháis AQUÍ, encontraréis en el blog de Felipe más razones para manifestarse hoy.
En ocasiones, viajo por España dando charlas en colegios e institutos sobre mis novelas juveniles, y en todos los centros que visito encuentro entre el alumnado rostros y acentos del Nuevo Mundo o de África. Y siempre dedico una parte de mi charla a ensalzar su valentía y la de sus padres, y a decirles que, al menos por mi parte, son bienvenidos. Es lo menos que puedo hacer y creo que es necesario hacerlo, porque somos una especie muy chunga, somos monos malos, simios cabrones, y muchas veces nos mueve la xenofobia o la simple crueldad de maltratar al más débil. Y les llamamos sudacas, o moros de mierda, o negratas, y les despreciamos, o les damos palizas con bates de béisbol, o sencillamente les ignoramos.
Hace poco, todos lo sabéis, unos valientes gudaris, auténticos héroes del oprimido pueblo vasco, añadieron una piedra más a la construcción de la gloriosa patria euskalduna asesinando a dos pobres emigrantes ecuatorianos...
Un momento, ¿qué estoy diciendo? ¿También yo me he vuelto condescendiente? No, nada de “dos pobres emigrante ecuatorianos”. Esos descerebrados etarras de mierda, esos hijos de puta con la mente roída por el RH negativo, esos cromañones adictos al más estúpido nacionalismo étnico, asesinaron cobardemente a dos seres humanos, a dos personas con nombres y apellidos. Diego Armando Estacio, de 19 años, y Carlos Alonso Palate, de 35. El hecho de que ambos fueran emigrantes ecuatorianos no hace más que añadir miseria a la miseria moral de los malditos gilipollas que segaron sus vidas.
Qué asco y qué rabia...
Hoy, a las seis de la tarde, en la plaza de Colón, hay convocada en Madrid una manifestación bajo el lema “Por la paz, la vida, la libertad y contra el terrorismo”. Como sabéis, el PP se niega a participar, igual que (¡oh sorpresa!) la AVT.
Por desgracia, a causa de problemas que no viene al caso citar, yo no podré asistir. Y lo lamento infinitamente, me siento avergonzado e impotente por no sumarme a esa marcha. Así que os pido un favor: id por mí. Participad en la manifestación de Madrid contra el terrorismo, o en la de Bilbao, o en cualquier otra de cualquier otro punto de España. Hacedlo por Diego Armando y Carlos Alonso, y por escupir a la cara de quienes los asesinaron.
Pero hay más motivos para manifestarse. En la escala de la infamia, el primer lugar lo ocupan, sin duda, los asesinos, los monstruos cuya única forma de expresión es la muerte, el miedo y el dolor. Pero la miseria moral puede expresarse de muchas maneras y a muchos niveles, y unos cuantos grados por debajo de los criminales están los mentirosos, los manipuladores, los aprovechados, los insensibles, los que lo supeditan todo a sus propios intereses partidistas. Manifestarse hoy también es escupir a la cara de esos miserables.
Así que, por favor, acudid por mí a las manifestaciones, honrad la memoria de Diego Armando y Carlos Alonso, y escupid a quienes causaron su muerte y a quienes se aprovechan de ella.
Gracias.
NOTA: En el anterior post he encontrado un mensaje de “Felipe”, alguien a quien no conozco o, al menos, creo no conocer. Pero he descubierto que tiene un blog llamado 192 muertos-192 mentiras. Es un blog ideológico y, si queréis, un poco panfletario. Pero no mentiroso y, desde luego, documentado. Vale la pena echarle un vistazo. Si pincháis AQUÍ, encontraréis en el blog de Felipe más razones para manifestarse hoy.
jueves, enero 11
Efecto boomerang
Durante muchos años, más de una década, he sido publicitario; primero copy (redactor) y después Director Creativo. Sé, por tanto, algo de publicidad -no mucho, pero sí un poquito-, y si fuera asesor del Partido Popular (cosa que afortunadamente no soy) les diría que se están equivocando. Toda su comunicación pública es negativa, todo lo que dicen una y otra vez está orientado hacia la catástrofe. España se rompe, el estado se ha puesto de rodillas ante el terrorismo, Zapatero es un traidor, todo lo que hace el gobierno es equivocado... España va mal, en resumen. El propósito del PP, claro está, no es otro que socavar al gobierno y ganar la próximas elecciones, lo cual, en un estado democrático, resulta del todo lícito (aunque con matices). Lícito, sí; pero equivocado.
Veréis, en publicidad existe algo llamado “efecto boomerang”, un principio muy sencillo que viene a decir: si todo lo que dices es negativo, los mensajes que lances se volverán contra ti y tu imagen será negativa. En realidad, este principio adverso -que conocen todos los publicitarios (por eso apenas hay anuncios negativos, salvo los de la DGT)-, se cimenta en uno de los mecanismos básicos de la publicidad: la asociación de ideas. Nuestra mente tiende a relacionar los sucesos que ocurren contigua y simultáneamente. Por ejemplo, si nos presentan a una persona en el momento en que flota un mal olor en el ambiente, inconscientemente relacionaremos a esa persona con el mal olor, aunque no tengan nada que ver. Aplicado a la publicidad, y siendo muy primarios, si mostramos una lata de Coca Cola junto a una tía buena en pelotas obtendremos el siguiente resultado: cuando un hombre vea una Coca Cola, pensará en sexo, y cuando piense en sexo evocará la Coca Cola. Todo lo cual, huelga decirlo, es buenísimo para Coca Cola Inc., aunque no tanto para las tías buenas.
Pero, ¿qué pasaría si junto a la Coca Cola, en vez de una maciza, pusiéramos un cadáver destripado? Pues que asociaríamos la chispa de la vida con la muerte, lo cual no es nada bueno a la hora de vender refrescos. Pues bien, precisamente eso es lo que está haciendo la derecha cada día: poner la PP-Cola al lado de una larga sucesión de cadáveres destripados. Ya, ya sé que lo que hacen los populares es dirigir esos mensajes terribles contra otros, contra el gobierno, contra el PSOE, pero da igual. Por una parte, el emisor de un mensaje siempre es más visible y concreto que el destinatario de dicho mensaje (el primero es activo y el segundo pasivo), y por otra, de lo que estamos hablando es de asociación, de sucesos que se producen contigua y simultáneamente, y lo que encontramos una y otra vez en los medios de comunicación es a los mismos personajes –Zaplana, Aznar, Rajoy, Acebes, etc.- lanzando agoreros mensajes apocalípticos con fúnebre cara de preocupación. Entonces se produce el efecto boomerang y relacionamos todos esos mensajes negativos con quienes machaconamente los están emitiendo. A fin de cuentas, ¿quién suele ser el primero en pagar las malas noticias? El mensajero.
Lo más gracioso del asunto es que no se trata de la primera vez que la derecha comete este error de comunicación. Durante las elecciones de 1977, Alianza Popular basó su campaña electoral en mensajes negativos: “Contra la corrupción, AP”, “Contra el terrorismo, AP”, “Contra la injusticia, AP”, etcétera. ¿Qué pasó? Que la gente asoció corrupción, terrorismo e injusticia con el emisor de los mensajes y AP se llevó una sonora bofetada electoral. Este ejemplo de efecto boomerang fue tan notorio que el publicitario Pedro Sempere le dedicó hace años un interesante ensayo donde se analizaban todos los errores cometidos.
Y es que (salvo en los casos en que se pretende corregir conductas) la “comunicación persuasiva” ha de ser siempre positiva. Un buen publicitario vende ilusiones, no admoniciones. Eso es algo que sabe muy bien José Luis Rodríguez Zapatero. Si hacéis memoria, recordaréis que alcanzó la secretaría general del PSOE porque, mientras los otros candidatos se lamían las heridas, él lanzaba un discurso eminentemente optimista. También lo sabe, por cierto, el señor Gallardón, que maneja como nadie el discurso positivo y optimista.
Aunque generar “efecto boomerang” es el principal error de comunicación del PP, no es el único. Cuando menos, se equivoca en otros dos aspectos. En primer lugar, sobreactua demasiado. Sus mensajes son excesivamente exagerados, desmedidamente apocalípticos, superando así la credulidad del receptor. Esto es una variante de lo que en publicidad se conoce como “overpromise”; es decir, una promesa comercial que exagera, sobrepasando la realidad, el beneficio de un producto o servicio. En este caso se trataría de una serie de mensajes que exageran más allá de lo real los perjuicios creado por el rival político. El problema es que cuando el “grupo objetivo” percibe overpromise en la comunicación, deja de hacer caso a esa comunicación, se impermeabiliza y los mensajes no calan en él.
El tercer error es mentir. La mentira es veneno para la comunicación persuasiva. “¿Cómo?”, exclamará más de uno; “¡la publicidad siempre miente!”. Eso no es cierto; la publicidad exagera, la publicidad embauca, pero no miente. Porque si mientes y te pillan, tu “marca” se devalúa, tus mensajes pierden credibilidad y tu inversión publicitaria se va al garete. Y a la marca PP la han pillado ya en demasiadas mentiras, es una fuente de opinión poco fiable (como ocurrió, en su momento, con los últimos gobiernos de Felipe González, por cierto).
En fin, afortunadamente no soy asesor del PP y, por tanto, no puedo advertirles acerca de estos elementales errores. Y, aunque lo fuese y les advirtiese, no me harían ni puñetero caso, de modo que da igual. Con su pan se lo coman. Ahora bien, estoy seguro de que en el PSOE son conscientes de todo lo que he dicho y lo están utilizando, de forma silenciosa, contra el PP. O si no, ¿por qué creéis que se le da tanta cancha a, por ejemplo, Jiménez Losantos? Porque Jiménez Losantos es la mejor anti-propaganda que puede hacérsele a la derecha.
Por último, me gustaría comentar algo. Cuando era publicitario y me entrevistaban, solían preguntarme si la publicidad no era algo intrínsicamente perverso. A fin de cuentas, se trata de manipulación, ¿no? Yo solía responder que, en todo caso, lo perverso será el sistema capitalista de mercado, pues la publicidad no es más que una herramienta de marketing a su servicio. Y añadía que la publicidad es, de todas las formas de comunicación persuasiva, la más honesta, porque no se esconde. Cuando vemos un anuncio, sabemos que es publicidad pagada por una empresa para convencernos de algo, porque los anuncios tienen formatos “de anuncio” y aparecen en bloques destinados a los anuncios, así que al contemplarlos sabemos lo que son y podemos emplear ante ellos todo el sentido crítico que queramos o podamos. Sin embargo, existen otras formas de comunicación persuasiva que actúan de forma camuflada. Por ejemplo, las relaciones públicas. Porque cuando vemos a un personaje famoso a quien admiramos con los pies enfundamos en unas Nike y, para emularle inconscientemente, nos compramos unas Nike, no nos paramos a pensar que a ese tipo la casa Nike le ha pagado un pastón por ponerse sus zapatillas con el logo bien visible. O cuando leemos en nuestro periódico habitual un interesante artículo loando las virtudes del bífidus activo, ignoramos que no se trata de información objetiva, sino de un anuncio camuflado pagado por Danone. Esa clase de comunicación persuasiva siempre me ha parecido muy deshonesta. Pues bien, lo que hace el PP, mal o bien, con más o menos escrúpulos, es publicidad pura y dura, porque sabemos quién es el emisor y a qué intereses representa. Pero lo que hace la AVT, amigos míos, es pura, simple y deshonesta publicidad encubierta.
Veréis, en publicidad existe algo llamado “efecto boomerang”, un principio muy sencillo que viene a decir: si todo lo que dices es negativo, los mensajes que lances se volverán contra ti y tu imagen será negativa. En realidad, este principio adverso -que conocen todos los publicitarios (por eso apenas hay anuncios negativos, salvo los de la DGT)-, se cimenta en uno de los mecanismos básicos de la publicidad: la asociación de ideas. Nuestra mente tiende a relacionar los sucesos que ocurren contigua y simultáneamente. Por ejemplo, si nos presentan a una persona en el momento en que flota un mal olor en el ambiente, inconscientemente relacionaremos a esa persona con el mal olor, aunque no tengan nada que ver. Aplicado a la publicidad, y siendo muy primarios, si mostramos una lata de Coca Cola junto a una tía buena en pelotas obtendremos el siguiente resultado: cuando un hombre vea una Coca Cola, pensará en sexo, y cuando piense en sexo evocará la Coca Cola. Todo lo cual, huelga decirlo, es buenísimo para Coca Cola Inc., aunque no tanto para las tías buenas.
Pero, ¿qué pasaría si junto a la Coca Cola, en vez de una maciza, pusiéramos un cadáver destripado? Pues que asociaríamos la chispa de la vida con la muerte, lo cual no es nada bueno a la hora de vender refrescos. Pues bien, precisamente eso es lo que está haciendo la derecha cada día: poner la PP-Cola al lado de una larga sucesión de cadáveres destripados. Ya, ya sé que lo que hacen los populares es dirigir esos mensajes terribles contra otros, contra el gobierno, contra el PSOE, pero da igual. Por una parte, el emisor de un mensaje siempre es más visible y concreto que el destinatario de dicho mensaje (el primero es activo y el segundo pasivo), y por otra, de lo que estamos hablando es de asociación, de sucesos que se producen contigua y simultáneamente, y lo que encontramos una y otra vez en los medios de comunicación es a los mismos personajes –Zaplana, Aznar, Rajoy, Acebes, etc.- lanzando agoreros mensajes apocalípticos con fúnebre cara de preocupación. Entonces se produce el efecto boomerang y relacionamos todos esos mensajes negativos con quienes machaconamente los están emitiendo. A fin de cuentas, ¿quién suele ser el primero en pagar las malas noticias? El mensajero.
Lo más gracioso del asunto es que no se trata de la primera vez que la derecha comete este error de comunicación. Durante las elecciones de 1977, Alianza Popular basó su campaña electoral en mensajes negativos: “Contra la corrupción, AP”, “Contra el terrorismo, AP”, “Contra la injusticia, AP”, etcétera. ¿Qué pasó? Que la gente asoció corrupción, terrorismo e injusticia con el emisor de los mensajes y AP se llevó una sonora bofetada electoral. Este ejemplo de efecto boomerang fue tan notorio que el publicitario Pedro Sempere le dedicó hace años un interesante ensayo donde se analizaban todos los errores cometidos.
Y es que (salvo en los casos en que se pretende corregir conductas) la “comunicación persuasiva” ha de ser siempre positiva. Un buen publicitario vende ilusiones, no admoniciones. Eso es algo que sabe muy bien José Luis Rodríguez Zapatero. Si hacéis memoria, recordaréis que alcanzó la secretaría general del PSOE porque, mientras los otros candidatos se lamían las heridas, él lanzaba un discurso eminentemente optimista. También lo sabe, por cierto, el señor Gallardón, que maneja como nadie el discurso positivo y optimista.
Aunque generar “efecto boomerang” es el principal error de comunicación del PP, no es el único. Cuando menos, se equivoca en otros dos aspectos. En primer lugar, sobreactua demasiado. Sus mensajes son excesivamente exagerados, desmedidamente apocalípticos, superando así la credulidad del receptor. Esto es una variante de lo que en publicidad se conoce como “overpromise”; es decir, una promesa comercial que exagera, sobrepasando la realidad, el beneficio de un producto o servicio. En este caso se trataría de una serie de mensajes que exageran más allá de lo real los perjuicios creado por el rival político. El problema es que cuando el “grupo objetivo” percibe overpromise en la comunicación, deja de hacer caso a esa comunicación, se impermeabiliza y los mensajes no calan en él.
El tercer error es mentir. La mentira es veneno para la comunicación persuasiva. “¿Cómo?”, exclamará más de uno; “¡la publicidad siempre miente!”. Eso no es cierto; la publicidad exagera, la publicidad embauca, pero no miente. Porque si mientes y te pillan, tu “marca” se devalúa, tus mensajes pierden credibilidad y tu inversión publicitaria se va al garete. Y a la marca PP la han pillado ya en demasiadas mentiras, es una fuente de opinión poco fiable (como ocurrió, en su momento, con los últimos gobiernos de Felipe González, por cierto).
En fin, afortunadamente no soy asesor del PP y, por tanto, no puedo advertirles acerca de estos elementales errores. Y, aunque lo fuese y les advirtiese, no me harían ni puñetero caso, de modo que da igual. Con su pan se lo coman. Ahora bien, estoy seguro de que en el PSOE son conscientes de todo lo que he dicho y lo están utilizando, de forma silenciosa, contra el PP. O si no, ¿por qué creéis que se le da tanta cancha a, por ejemplo, Jiménez Losantos? Porque Jiménez Losantos es la mejor anti-propaganda que puede hacérsele a la derecha.
Por último, me gustaría comentar algo. Cuando era publicitario y me entrevistaban, solían preguntarme si la publicidad no era algo intrínsicamente perverso. A fin de cuentas, se trata de manipulación, ¿no? Yo solía responder que, en todo caso, lo perverso será el sistema capitalista de mercado, pues la publicidad no es más que una herramienta de marketing a su servicio. Y añadía que la publicidad es, de todas las formas de comunicación persuasiva, la más honesta, porque no se esconde. Cuando vemos un anuncio, sabemos que es publicidad pagada por una empresa para convencernos de algo, porque los anuncios tienen formatos “de anuncio” y aparecen en bloques destinados a los anuncios, así que al contemplarlos sabemos lo que son y podemos emplear ante ellos todo el sentido crítico que queramos o podamos. Sin embargo, existen otras formas de comunicación persuasiva que actúan de forma camuflada. Por ejemplo, las relaciones públicas. Porque cuando vemos a un personaje famoso a quien admiramos con los pies enfundamos en unas Nike y, para emularle inconscientemente, nos compramos unas Nike, no nos paramos a pensar que a ese tipo la casa Nike le ha pagado un pastón por ponerse sus zapatillas con el logo bien visible. O cuando leemos en nuestro periódico habitual un interesante artículo loando las virtudes del bífidus activo, ignoramos que no se trata de información objetiva, sino de un anuncio camuflado pagado por Danone. Esa clase de comunicación persuasiva siempre me ha parecido muy deshonesta. Pues bien, lo que hace el PP, mal o bien, con más o menos escrúpulos, es publicidad pura y dura, porque sabemos quién es el emisor y a qué intereses representa. Pero lo que hace la AVT, amigos míos, es pura, simple y deshonesta publicidad encubierta.
martes, enero 9
Cordwainer Smith (2)
El verdadero nombre de Cordwainer Smith era Paul Myron Anthony Linebarger, nacido el 11 de julio de 1913 en Milwakee. Linebarger nunca se dedicó profesionalmente a la literatura, pues su principal dedicación era la política y el ejército. De hecho, fue militar, estratega, asesor presidencial y espía. Era experto en asuntos del Lejano Oriente, escribió un renombrado manual de guerra psicológica y al morir ostentaba el cargo de teniente coronel de inteligencia. Era, además, un convencido anticomunista y participó activamente en la Guerra Fría. Por todo ello, algunos críticos le dieron la espalda a su obra, tildándole –a él, al autor- de reaccionario.
Y a lo mejor lo era, no lo dudo, pero ese conservadurismo no se refleja en su literatura. Muy al contrario, los relatos de Smith cuentan la historia de una revolución contra el poder establecido, y el proceso de liberación de una etnia esclava, el subpueblo. De hecho, los relatos de Smith giran en torno a dos polos opuestos; por una parte está la Instrumentalidad, una tiranía “benévola” y atrozmente manipuladora, y por otra el subpueblo, una raza de esclavos compuesta por animales dotados de inteligencia y humanizados mediante ingeniería genética. Pese a su voluntaria ambigüedad, Smith toma partido por el subpueblo, como demuestra el hecho de que el personaje más humano y mejor perfilado de cuantos aparecen en Los señores de la Instrumentalidad es G’Mell, una mujer gato que jugará un papel decisivo en la liberación de su gente. De hecho, Smith tenía el propósito de prolongar su universo literario narrando el final de la Instrumentalidad y el advenimiento de algo llamado Los Señores del Atardecer, pero por desgracia la muerte le impidió llevar adelante el proyecto.
La obra de Smith resulta, en cualquier caso, demasiado compleja para intentar sintetizarla aquí, pues abarca aspectos religiosos, políticos, morales y, sobre todo, simbólicos; demasiados puntos de vista para estas breves líneas. Si nos centramos en los criterios literarios, creo que Smith fue un más que notable escritor dotado de un estilo muy personal, vagamente surrealista, intensamente simbólico y sugestivamente poético. Dicen que una de las más interesantes aportaciones de Smith fue incorporar técnicas orientales de escritura a sus relatos. Desconozco por completo la literatura oriental, así que no puedo decir nada al respecto, salvo recomendar a quienes estén interesados en Smith y su obra el excelente ensayo que le dedicó Pablo Capanna: El señor de la tarde. Conjeturas sobre Cordwainer Smith (Editorial Sudamericana, 1984).
Conozco a muchos lectores habituales de ciencia ficción que no les gusta la obra de Cordwainer Smith (entre ellos mi buen amigo Julián Díez; nadie es perfecto). Por un lado, sus relatos se apartan radicalmente del modelo tradicional del género. No hay vueltas de tuerca, ni asombrosas especulaciones científico-tecnológicas, ni, si vamos a eso, mucho argumento. Por otro lado, la materia base de su ficción es demasiado exótica incluso para quienes más familiarizados están con el exotismo. ¿Qué sucede entonces cuando un lector no acostumbrado al fantástico se enfrenta a la obra de Smith? No tengo ni idea, porque jamás he hecho la prueba. En el fondo, supongo que le sucederá lo mismo que a un adicto al género: o queda fascinado o sale huyendo. Smith no provoca respuestas tibias.
Lo cual nos conduce a mi pequeño experimento. Volví a leer Alpha Ralpha Boulevard y, como esperaba, la extraña sensación que experimenté hace treinta y tantos años no se repitió. Sobre todo, porque ahora conozco el conjunto de la obra de Smith, y muchos de los elementos del relato que, en su momento, me parecieron desconcertantes, ahora puedo encajarlos en una estructura más amplia y coherente. No obstante, hay que reconocer que Alpha Ralpha Boulevard es un cuento condenadamente raro, quizá el más extraño de todos los escritos por Smith. Básicamente, se trata de una trágica historia de amor, pero el alcance del relato es más amplio y su tono va cambiando progresivamente, deslizándose de lo ligero y festivo hacia lo abiertamente inquietante. El comienzo de la historia resulta casi humorístico: en un futuro inconcebiblemente lejano, tras algo llamado El Redescubrimiento del Hombre –que básicamente consiste en resucitar las culturas antiguas-, un hombre –Pablo- y una mujer –Virginia- se conocen tras ser “programados” para convertirse en franceses. Una idea absurda y juguetona que se vuelve vagamente inquietante cuando descubrimos que también se les ha programado para amarse con locura. Virginia desea averiguar cuál es el futuro de su amor, así que le pide a Pablo que visite con ella el Abba-dingo, un ordenador meteorológico defectuoso, situado al final del Alpha Ralpha Boulevard, que realiza oráculos absurdos. El relato pasa entonces a describir el peregrinaje de la pareja mientras, acompañados por un siniestro e impredecible personaje llamado Macht, remontan una rampa olvidada y ruinosa en dirección a la cúspide de Terrapuerto. Este periplo está jalonado por una serie de encuentros e incidentes aparentemente surrealistas, así como por una sucesión de símbolos oscuros que aportan al relato un tono progresivamente inquietante. Finalmente, llegan al Abba-dingo y cada uno de ellos recibe una profecía. La de Virginia dice: “Amarás a Pablo toda la vida”. La de Pablo reza: “Amarás a Virginia veintiún minutos más”. Por último, tras iniciar el camino de regreso en medio de un dantesco huracán, las profecías se cumplen.
Alpha Ralpha Boulevard comienza como una broma, se desarrolla en un tono gradualmente onírico y acaba convirtiéndose en una sutil pesadilla. Algunos visitantes de Babel han comentado su tono surrealista, comparándolo incluso a “leer” un cuadro de Dalí, pero no se trata sólo de surrealismo, porque lo que cuenta Smith es coherente, tiene significado, aunque no sepamos interpretarlo. Y eso nos inquieta, igual que nos inquietan los cambios de tono que se van produciendo en la narración, o la psicología de los personajes, que actúan siguiendo pautas sutilmente distintas a las nuestras. Y luego está la profecía del Abba-dingo; creo que son las dos líneas de texto más turbadoras que he leído jamás. En resumen, ¿qué hace de Alpha Ralpha Boulevard un relato tan perturbador? La extrañeza en estado puro.
Conforme iba escribiendo este texto, me he reafirmado en la idea de que resulta imposible analizar, o tan siquiera describir, el universo literario de Smith en estos post. Es demasiado sofisticado y complejo. En realidad, Smith escribió una única historia dividida en fragmentos; es decir, en una serie de relatos interconectados que nos aportan pistas para comprender el mundo de la Instrumentalidad, pero que nunca ofrecen una explicación definitiva. Son relatos abiertos, ambiguos muchas veces, oscuros siempre. Y no basta con leer unos cuantos para entender el sentido de la obra; hay que leerlos todos y, aún así, sólo llegaremos a percibir una débil imagen del conjunto. Por otro lado, y ésta es una de las características de la gran literatura, son relatos a los que podemos volver una y otra vez, pues en cada relectura encontraremos nuevos matices e inesperadas implicaciones. En este sentido, la obra de Smith es un calidoscopio.
No obstante, aún aceptando la sofisticación de la obra de Smith y su calidad literaria, podemos –debemos- preguntarnos: ¿es relevante? ¿Todo ese universo tan extraño y complejo no será en el fondo un artificio vacío que nada tiene que ver con nuestra realidad e intereses? En el prólogo de su libro Space Lords, Cordwainer Smith respondió a esta cuestión de la siguiente manera:
“Esto es ciencia ficción, por supuesto. Pero viene de tu propio tiempo, de tu propio mundo, incluso de tu propia mente.
Todo lo que yo hago es manejar los símbolos.
La magia y la belleza vendrán de tu propio pasado, lector, de tu presente, de tus esperanzas y de tus experiencias.
Esto que lees puede parecerte extraño, pero en realidad está tan cerca de ti como tus propios dedos”.
Y a lo mejor lo era, no lo dudo, pero ese conservadurismo no se refleja en su literatura. Muy al contrario, los relatos de Smith cuentan la historia de una revolución contra el poder establecido, y el proceso de liberación de una etnia esclava, el subpueblo. De hecho, los relatos de Smith giran en torno a dos polos opuestos; por una parte está la Instrumentalidad, una tiranía “benévola” y atrozmente manipuladora, y por otra el subpueblo, una raza de esclavos compuesta por animales dotados de inteligencia y humanizados mediante ingeniería genética. Pese a su voluntaria ambigüedad, Smith toma partido por el subpueblo, como demuestra el hecho de que el personaje más humano y mejor perfilado de cuantos aparecen en Los señores de la Instrumentalidad es G’Mell, una mujer gato que jugará un papel decisivo en la liberación de su gente. De hecho, Smith tenía el propósito de prolongar su universo literario narrando el final de la Instrumentalidad y el advenimiento de algo llamado Los Señores del Atardecer, pero por desgracia la muerte le impidió llevar adelante el proyecto.
La obra de Smith resulta, en cualquier caso, demasiado compleja para intentar sintetizarla aquí, pues abarca aspectos religiosos, políticos, morales y, sobre todo, simbólicos; demasiados puntos de vista para estas breves líneas. Si nos centramos en los criterios literarios, creo que Smith fue un más que notable escritor dotado de un estilo muy personal, vagamente surrealista, intensamente simbólico y sugestivamente poético. Dicen que una de las más interesantes aportaciones de Smith fue incorporar técnicas orientales de escritura a sus relatos. Desconozco por completo la literatura oriental, así que no puedo decir nada al respecto, salvo recomendar a quienes estén interesados en Smith y su obra el excelente ensayo que le dedicó Pablo Capanna: El señor de la tarde. Conjeturas sobre Cordwainer Smith (Editorial Sudamericana, 1984).
Conozco a muchos lectores habituales de ciencia ficción que no les gusta la obra de Cordwainer Smith (entre ellos mi buen amigo Julián Díez; nadie es perfecto). Por un lado, sus relatos se apartan radicalmente del modelo tradicional del género. No hay vueltas de tuerca, ni asombrosas especulaciones científico-tecnológicas, ni, si vamos a eso, mucho argumento. Por otro lado, la materia base de su ficción es demasiado exótica incluso para quienes más familiarizados están con el exotismo. ¿Qué sucede entonces cuando un lector no acostumbrado al fantástico se enfrenta a la obra de Smith? No tengo ni idea, porque jamás he hecho la prueba. En el fondo, supongo que le sucederá lo mismo que a un adicto al género: o queda fascinado o sale huyendo. Smith no provoca respuestas tibias.
Lo cual nos conduce a mi pequeño experimento. Volví a leer Alpha Ralpha Boulevard y, como esperaba, la extraña sensación que experimenté hace treinta y tantos años no se repitió. Sobre todo, porque ahora conozco el conjunto de la obra de Smith, y muchos de los elementos del relato que, en su momento, me parecieron desconcertantes, ahora puedo encajarlos en una estructura más amplia y coherente. No obstante, hay que reconocer que Alpha Ralpha Boulevard es un cuento condenadamente raro, quizá el más extraño de todos los escritos por Smith. Básicamente, se trata de una trágica historia de amor, pero el alcance del relato es más amplio y su tono va cambiando progresivamente, deslizándose de lo ligero y festivo hacia lo abiertamente inquietante. El comienzo de la historia resulta casi humorístico: en un futuro inconcebiblemente lejano, tras algo llamado El Redescubrimiento del Hombre –que básicamente consiste en resucitar las culturas antiguas-, un hombre –Pablo- y una mujer –Virginia- se conocen tras ser “programados” para convertirse en franceses. Una idea absurda y juguetona que se vuelve vagamente inquietante cuando descubrimos que también se les ha programado para amarse con locura. Virginia desea averiguar cuál es el futuro de su amor, así que le pide a Pablo que visite con ella el Abba-dingo, un ordenador meteorológico defectuoso, situado al final del Alpha Ralpha Boulevard, que realiza oráculos absurdos. El relato pasa entonces a describir el peregrinaje de la pareja mientras, acompañados por un siniestro e impredecible personaje llamado Macht, remontan una rampa olvidada y ruinosa en dirección a la cúspide de Terrapuerto. Este periplo está jalonado por una serie de encuentros e incidentes aparentemente surrealistas, así como por una sucesión de símbolos oscuros que aportan al relato un tono progresivamente inquietante. Finalmente, llegan al Abba-dingo y cada uno de ellos recibe una profecía. La de Virginia dice: “Amarás a Pablo toda la vida”. La de Pablo reza: “Amarás a Virginia veintiún minutos más”. Por último, tras iniciar el camino de regreso en medio de un dantesco huracán, las profecías se cumplen.
Alpha Ralpha Boulevard comienza como una broma, se desarrolla en un tono gradualmente onírico y acaba convirtiéndose en una sutil pesadilla. Algunos visitantes de Babel han comentado su tono surrealista, comparándolo incluso a “leer” un cuadro de Dalí, pero no se trata sólo de surrealismo, porque lo que cuenta Smith es coherente, tiene significado, aunque no sepamos interpretarlo. Y eso nos inquieta, igual que nos inquietan los cambios de tono que se van produciendo en la narración, o la psicología de los personajes, que actúan siguiendo pautas sutilmente distintas a las nuestras. Y luego está la profecía del Abba-dingo; creo que son las dos líneas de texto más turbadoras que he leído jamás. En resumen, ¿qué hace de Alpha Ralpha Boulevard un relato tan perturbador? La extrañeza en estado puro.
Conforme iba escribiendo este texto, me he reafirmado en la idea de que resulta imposible analizar, o tan siquiera describir, el universo literario de Smith en estos post. Es demasiado sofisticado y complejo. En realidad, Smith escribió una única historia dividida en fragmentos; es decir, en una serie de relatos interconectados que nos aportan pistas para comprender el mundo de la Instrumentalidad, pero que nunca ofrecen una explicación definitiva. Son relatos abiertos, ambiguos muchas veces, oscuros siempre. Y no basta con leer unos cuantos para entender el sentido de la obra; hay que leerlos todos y, aún así, sólo llegaremos a percibir una débil imagen del conjunto. Por otro lado, y ésta es una de las características de la gran literatura, son relatos a los que podemos volver una y otra vez, pues en cada relectura encontraremos nuevos matices e inesperadas implicaciones. En este sentido, la obra de Smith es un calidoscopio.
No obstante, aún aceptando la sofisticación de la obra de Smith y su calidad literaria, podemos –debemos- preguntarnos: ¿es relevante? ¿Todo ese universo tan extraño y complejo no será en el fondo un artificio vacío que nada tiene que ver con nuestra realidad e intereses? En el prólogo de su libro Space Lords, Cordwainer Smith respondió a esta cuestión de la siguiente manera:
“Esto es ciencia ficción, por supuesto. Pero viene de tu propio tiempo, de tu propio mundo, incluso de tu propia mente.
Todo lo que yo hago es manejar los símbolos.
La magia y la belleza vendrán de tu propio pasado, lector, de tu presente, de tus esperanzas y de tus experiencias.
Esto que lees puede parecerte extraño, pero en realidad está tan cerca de ti como tus propios dedos”.