Algunos amables merodeadores se han referido a esta serie de entradas como si fuera un cursillo de literatura y eso es un error. Un error que quizá yo haya propiciado en parte, porque de vez en cuando me sale un tonillo didáctico que da asco. Pero esto no es un taller de escritura, ni mucho menos; no estoy dictaminando cómo se deben hacer las cosas, sino exponiendo cómo las hago yo. Me limito a relatar mi experiencia personal, que no tiene por qué ser la buena y, desde luego, no es la única. De hecho, estoy seguro de que un escritor puede hacer exactamente todo lo contrario de lo que yo digo y, sin embargo, escribir una obra maestra. La literatura no tiene reglas, ésa es parte de su grandeza, de modo que podemos reinventarla constantemente. Y si alguien confunde estos escritos con un cursillo, corre el riesgo de entender mis palabras como fórmulas literarias, y seguir fórmulas es el camino perfecto para ser un escritor mediocre. Así que nada de normas y preceptos. A mi modo de ver, la cosa debería ser así: yo os cuento mi experiencia y vosotros, si os apetece, meditáis sobre ella y llegáis a vuestras propias conclusiones, que no tienen por qué ser las mías. Lo importante es que, sean cuales sean, interioricéis esas conclusiones, porque la buena literatura sale muy de dentro, no del consciente, sino del corazón y de las tripas. ¿De acuerdo? Bueno, sigamos adelante.
Con una afortunada frase, Javier Marías dijo en cierta ocasión: “Hay dos clases de escritores: los que emplean mapas y los que usan brújula”. Es decir: hay escritores que planifican sus novelas antes de escribir (hacen mapas) y otros que, partiendo de una idea muy difusa (y orientándose mediante una metafórica brújula), van creando el argumento conforme escriben, sin tener claro siquiera adónde quieren llegar. Marías se confiesa escritor de brújula, y yo me declaro escritor de mapas. Pero atención, no podéis haceros una idea de hasta que punto soy un escritor de mapas (aunque yo prefiero decir “de planos”). Lo cual no significa que escribir con brújula sea malo; en realidad, lo que significa es que yo soy incapaz de hacerlo. En efecto, si me pongo a escribir un simple relato corto sin tenerlo todo muy, pero que muy claro, me siento perdido, divago, me angustio y no llego a ninguna parte. Y no digamos ya una novela; eso ni me lo planteo. Pero insisto: no puedo ni quiero afirmar que un método sea mejor que el otro. Yo os voy a hablar de la escritura con mapas, porque es mi sistema, pero no puedo deciros nada sobre la escritura con brújula, sencillamente porque no sé escribir así.
Bien, el primer paso en mi proceso de planificación es desarrollar un argumento. Ya tengo una idea-eje, pero suele ser algo muy pequeño, muy vago, así que debo empezar a darle cuerpo construyendo pieza a pieza una historia que se amolde y corra paralela a esa idea central. Para hacer esto utilizo una simple pregunta: “¿Qué pasa si...?”. Es decir, imagino una alternativa argumental y me pregunto “¿Qué pasa si sucede esto?”; luego, desarrollo esa alternativa en mi dura cabezota y veo adónde me conduce. Si me lleva a un lugar prometedor, sigo ampliando esa alternativa mediante el uso constante de la preguntita de marras. Si me conduce a un lugar equivocado, o al que yo no quiero ir, que es lo más usual, descarto la alternativa y pruebo con otra. Y así una y otra vez hasta que obtengo un “argumento básico”.
O no lo obtengo, claro. Según mi forma de trabajar, constantemente estoy intentando desarrollar argumentos para diversas ideas que me rondan la cabeza. En ocasiones (raras, por desgracia), el argumento llega enseguida, pero por lo general tengo que currármelo, a veces durante años. Y a veces no lo consigo; así, de memoria, llevo casi diez años dándole vueltas a dos ideas que me resultan muy atractivas, y todavía no he llegado a ninguna parte. Podría aducir que esas ideas son equivocadas, pero no hay ideas equivocadas, sino escritores incompetentes.
Bueno, según comentábamos, he ido probando alternativas argumentales hasta obtener un “argumento básico”. ¿Y qué es para mí un “argumento básico”? Sencillo: un principio y un final. Si tengo eso, ya tengo la novela. Pero me temo que el trabajo no se acaba ahí. Veréis (me voy a poner cursi), un relato corto, un cuento, es como una flor: su tallo crece en un solo sentido. Pero una novela es como un árbol que, a partir del tronco, se expande en ramas y hojas. En el post anterior, Arcadio citaba el siguiente párrafo de Vargas Llosa: "La poesía puede ser un género intensivo, desprovisto de hojarasca, la novela no, ésta poseerá siempre digresiones, tiempos muertos, porque es extensiva, se desenvuelve en un tiempo y finge ser historia, y ello implica material informativo relacionador, conexivo, inevitable". Donde el escritor peruano dice “poesía” podría decirse también “cuento”.
De modo que a partir del argumento básico, y siempre siguiendo el método “¿qué pasa si...?”, desarrollo (mentalmente) las partes más importantes de la historia, alguna que otra subtrama, alguna que otra peripecia y los personajes principales (tema éste, los personajes, sobre el que hablaré en otro post). Ahora bien, teniendo en cuenta que el número de posibilidades que manejo es, si no infinito, sí enorme, ¿cómo sé si estoy eligiendo las mejores alternativas posibles? Pues, simplemente, no lo sé ni puedo saberlo. De hecho, ahí interviene la intuición del artista, porque el talento de un escritor reside no tanto en responder adecuadamente las preguntas que se autoplantea, como en formular las preguntas adecuadas. ¿Y cómo se plantean las preguntas adecuadas? Ay, si yo lo supiese...
Un punto importante: ¿desarrollo toda, toda, toda la trama? ¡No, gensanta, qué pereza! Desarrollo sólo lo fundamental para la historia y algunos aspectos colaterales. Por lo general, yo diría que me basta con imaginar alrededor del 40 ó el 50 por ciento del argumento. El resto vendrá casi por sí sólo; ya veréis por qué.
En fin, ya tengo un argumento bastante desarrollado; ¿he acabado la fase de preparación? Pues no, ni mucho menos. Ahora tengo que buscar el “motor” de la trama. ¿Y qué demonios es ese “motor”?... Pues el elemento argumental que hace avanzar la acción e impulsa a los personajes a actuar en determinado sentido. Por ejemplo, en La isla del tesoro, de Stevenson, el “motor” del relato es el tesoro enterrado, pues es el factor que “tira” de todos los hilos de la trama. Si os fijáis, observaréis que el tesoro en sí mismo no es realmente importante, pues no interactúa con el resto de los elementos de la trama. En realidad, no es más que una excusa para mover el argumento, un objetivo en el que confluyen todas las líneas narrativas, pero que en el fondo resulta irrelevante. Así pues, el “motor” puede ser un mero pretexto. O no. Recurriendo a otro ejemplo, en Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez, el “motor” de la historia es el asesinato de Santiago Nasar, pero en este caso el “motor” no es un simple pretexto, sino un aspecto fundamental del argumento. Por cierto, Alfred Hitchcock llamaba MacGuffin a lo que yo llamo “motor”, con la diferencia de que para él, el MacGuffin siempre era una excusa, mientras que, como hemos visto, nuestro motorcito puede serlo o no. Aunque en el fondo, eso da igual; lo importante es que tire con fuerza.
Habíamos quedado en que el siguiente paso era buscar el “motor” de la novela. Porque sin “motor” no hay movimiento (menuda perogrullada) y la narrativa es eso: movimiento, cambio. Bien, lo cierto es que la mayoría de los argumentos –según mi experiencia- ya llevan incorporados su propio “motor” (probablemente porque hemos construido la trama en torno al “motor”, lo que no deja de ser lógico), de modo que no habrá que buscar nada. Pero no siempre ocurre así; a veces, tienes un argumento completo al 95%, y resulta que el cinco por ciento que te falta es precisamente el “motor”. Es decir: tienes los planteamientos básicos de la trama, los personajes, las situaciones, pero necesitas algo que lo dinamice todo. También puede ocurrir que el “motor” implícito en el argumento no sea lo suficientemente potente. O que necesites más de un motor en el relato... Pero no nos metamos en vericuetos. ¿Recordáis lo que os contaba en el primer post de la serie? De jovenzuelo no conseguía terminar ninguna novela, porque los textos que escribía se me “desmayaban” entre las manos a las pocas páginas. Pues bien, en la mayor parte de los casos, eso sucedía porque las historias que pretendía contar carecían de “motor” o tenían motores tan débiles que no es de extrañar que el relato entrara en coma al poco de comenzar.
Bueno, pacientes merodeadores, ya tengo la idea, el argumento, el “motor”, algunas subtramas, algunos personajes... ¿Me pongo a escribir? Pues todavía no, qué le vamos a hacer. Ahora sale de escena el “César loco fantaseador” y entra el “César estratega”, porque aún falta un paso previo al acto de escribir: diseñar la estructura del relato.
Pero eso, amigos míos, lo vamos a dejar para la próxima entrega de tan apasionante serie. Ciao.
Estos post me salvan las mañanas, amigo César.
ResponderEliminarCésar, me está encantando estos post sobre tu manera de escribir que estás realizando. Suelo leerte, pero no participo, aunque éstos últimos me han animado a ello.
ResponderEliminarAunque de joven escribí algunos relatos, la falta de tiempo y mi natural vagancia me han hecho dejarlo (como tantas otras cosas). Pese a ello, muchas veces me encuentro imaginando argumentos y dándole vueltas a ideas que nunca llegan al papel porque me desanima la idea de que no valgo para plasmar lo que tan claro tengo en la cabeza. Post como los que estás realizando, aparte de producirme una inmensa envidia, vuelven a encenderme las ganas de dedicarle algo de mi exiguo tiempo a darle al teclado. Sólo por eso ya es un placer leerte.
Para concretar algo más sobre lo que has escrito, también quería yo unirme a tu reflexión con algo que leí o escuché una vez a algún autor, que siempre hay que desechar la primera idea porque no es la buena. Supongo que se refería a que en estos casos siempre nos llega primero lo evidente, el camino más tópico, eso que ya hemos visto innumerables veces y que brota automáticamente. Yo estoy bastante de acuerdo con tal afirmación, aunque escuchar sin duda lo que tu opinas, con tu experiencia, puede ser interesante.
Un saludo y gracias por el placer de leerte.
Cèsar, es muy buena esa distinciòn entre Mapas (o Planos) y Brùjulas.
ResponderEliminarPersonalmente, soy màs Brùjula que Mapa, sospecho que por indisciplinado. Cuando he proyectado mapas, me sucede que el intento se neutraliza, y se estanca en sì mismo.
He proyectado estructuras completas y luego no logro encajar el argumento o resulta artificioso, como metido con calzador.
Me satisface màs seguir una idea-guìa, aunque a veces me extravìe y deba hacer rodeos para retomarla, o retroceder y eliminar lo desviado.
Creo, sì, que el principio es esencial para marcar el interès en seguir escribiendo (y leyendo); y ademàs, me moviliza màs tener en claro el punto culminante del argumento y no tanto planear el final.
Esto està jugoso, sigamos asì.
de las misma forma que a una persona que no le gustan los caracoles es muy probable que tampoco le gusten ni los callos ni las ostras, ¿un escritor desordenado y anárquico preferirá el método brújula, o depende más bien del tipo de novela que se propone escribir? Claro, que a lo mejor por un curioso fenómeno de selección, el escritor ordenado y pulcro tiende a escribir novelas que precisan del método "mapa" y el... digamos caótico (no por eso ni mejor ni peor) se ve más atraido por buscar novelas que no exijan tener la traza de antemano.
ResponderEliminarBajo mi punto de vista, creo que es muy difícil saber si una novela "sencilla" ha sido escrita siguiendo un mapa previamente trazado o mediante una buena brújula, mientras que cuando te encuentras con una novela complicadita casi puedes estar seguro de que el autor tenía todo previsto antes de ponerse a escribir.
A veces me apetece leer una novela complicada y otras una en la que no pase nada. Esto lo añado como corolario a algo que no tengo muy claro, porque sigo estresado.
A lo mejor es prepotente o, no sé, algo así, pero es que estoy alucinando con cada entrada por el método tan parecido que tenemos de trabajar; que, vale, en fin, seguramente lo tenga mucha más gente y todo eso, pero verlo escrito me está encantando.
ResponderEliminarYo tambien soy mas de mapa que de brujula (solo que no suelo llegar hasta la X que marca el final del camino) Pero en mi caso no es tanto por orden y como por acotacion y honestidad (lo cual no deja de ser contradictorio cuando, al fin y al cabo, se trata de contar algo falso)
ResponderEliminarQuiero dejar claro desde un principio que la historia esta "ahi" antes de empezar a escribirla. Dejar pistas sutiles que fomenten una relectura y inviten a la complicidad en ella "mira, si en la pagina dos te estaba diciendo lo que iba a pasar en la dos mil"
Que son cosas que tambien se pueden hacer improvisando, pero que me molestan profundamente cuando se les nota esa improvisacion.
En mi caso la cosa suele empezar con una imagen y una emocion. A partir de ahi se trata de buscar el contexto que pueda rodearlas y darles forma.
El problema llega cuando ya has (he) encontrado el contexto, origen y consecuancia, que a mi cabeza le da por seguir indagando aun mas. Indagar en el origen del origen y las consecuencias de las consecuencias. Asi que la historia se va haciendo cada vez mas grande, y los protagonistas van siendo cada vez mas. Y cada uno tiene sus porpios origenes que tienen poco o nada que ver con el de la trama que queria ser principal. Y, por supuesto, tambien desencadenan en sus propias consecuencias, que tambien se desvinculan de la principal. Y me dedico a tratar de frenar todo eso. A tratar de decidir que cuento y que no. Pero en el fondo me gustaria contalas todas (y las que se me siguen ocurriendo relacionadas o no con ellas)
Asi que al final digo "desde aqui hasta aqui" y empiezo a escribir. Lo que pasa es que mientras escribo, no leo lo que escribo sino lo que quiero contar. Escribo deseando llegar a ese momento que dio origen a la historia y que tanto me apetece compartir (a ese y a todos los demas que han nacido durante el proceso de gestacion)
Hasta que llega el momento en el que la cago. Me pongo a releer lo que he escrito y veo que no es lo que queria decir, que lo que queria decir no esta ahi.
Asi que me pongo a rescribir y entro en un bucle infinito.
Bueno, veamos si soy capaz de ordenar las ideas. César, para empezar me interesa el método de creación literaria todo escritor, es más, soy un especialista en recopilarlos,en hacer acopio de ellos, y de tal modo me tomo estas entradas. No como un curso de literatura sino como la aportación imprescindible de alguien que sabe de lo que habla, aunque lo haga de manera subjetiva, de hecho no creo que pueda hablar de otra forma.
ResponderEliminarPor ejemplo, me ha encantado que digas que con un principio y un final ya dispones de la novela, porque yo estoy estancado en un proyecto de novela en el que tengo, precisamente, el principio y el final, y ahí sigo, varado como un cachalote sin ideas.
Yo, definitivamente, soy de los de la brújula, pero de una brújula de saldo, de todo a cien, comprada en un chino, ya que siempre se me acaba averiando y no termina de conducirme a ningún sitio. El motivo no sé cuál es, creo, a veces, sinceramente, que he leído demasiados libros sobre teoría y crítica literaria y me enredo en divagaciones y reflexiones sin fin sobre el significado y el sentido de lo que pretendo escribir, en lugar de limitarme a escribirlo. Me vuelvo en extremo trascendente, yo diría que pretencioso, y empiezo a formularme preguntas tipo: cuál es motivo por el que estoy explicando lo que estoy explicando, sin pararme a pensar que tal vez me debería limitar a escribir y punto,y que otros extraigan las conclusiones de lo que he querido decir, si es que he querido decir algo. Porque, al fin y al cabo, es posible, digo yo, que una historia nada más y nada menos que sea eso, una historia sin más florituras ni sentidos ocultos que lo que muestra. Lo cual me llevaría a aquellas palabras que dijo una vez Isak Dinesen: "Yo no recargo mis narraciones con mensajes, reivindicaciones sociales y filosofía.Yo soy una cuentista y nada más que una cuentista. Es la historia misma la que me interesa y la forma de contarla" (como ves, mi depósito de citas no se acaba, qué asco doy)
Si, en efecto, soy la hostia complicándome a mí mismo la vida.
Bueno, y ahora viene cuando doy la imagen de un tipo repelente y pretencioso al que nadie desea como compañía.
Pregunto yo, si el significado de un texto es la suma de significados de las palabras que lo forman, y el sentido una especie ente superior (qué asco de tipo) en torno al que gira la supuesta idea del autor, ¿puede ser perfectamente que el autor no tuviera la menor intención de tener un sentido oculto y que simplemente pretendiera contar que chico conoce chica y chica le saca los higadillos y se los come con patatas y huevos en mal estado y acaban muriendo los dos uno por falta de higadillos y la otra por ingestión defectuosa de huevos? O por HUEVOS (lo siento, no he podido resistir la tentación, lo tenía a HUEVO, perdón, otra vez, soy incorregible) o, mejor, por fuerza debe haber un sentido oculto más allá de lo obvio??
Me ha gustado, asimismo, que menciones una de mis novelas preferidas, Crónica de una muerte anunciada, lo cual me lleva a proponerte que un día hables de cómo atrapar a un lector con un principio brillante como los que escribía García Márquez.
Bueno, perdonad el rollo que acabo de soltar. Ya sabía yo que no aclararía mis ideas.
PD
César, he leído La carretera, de Mccarthy, y me ha parecido una obra maestra. En serio.
m: Y comentarios como el tuyo me animan a seguir escribiendo este blog. Gracias, amigo mío.
ResponderEliminarGed: escribir, aunque sea para uno mismo, sin ánimo de publicar, es una labor tan grata como productiva, pues te ayuda a conocerte a ti mismo. En cuanto a lo de la primera idea... pues sí, es cierto, suele ser mala (y la segunda, y la tercera...), porque por lo usual es la evidente y, por tanto, vulgar y sin creatividad. Nuestro cerebro suele funcionar paso a paso, siguiendo la lógica A es seguida por B, que es seguido por C... Así suelen surgir las primeras ideas. Pero la creatividad se mueve a saltos, supone una ruptura. Dar ese salto que quiebra nuestra lógica supone barajar y descartar muchas ideas.
Rotebor: bueno, pues eres un escritor de brújula. Poco te puedo decir al respecto, porque no sé escribir así. En cualquier caso, tienes rezón en que el comienzo es fundamental (más que el final), porque ahí se dirime si el lector va a seguir leyendo o no.
Samael: creo que la forma de escribir depende más del autor que de la clase de novela que va a escribir. Supongo que un escritor de brújula escribirá siempre con brújula, y uno de mapas siempre con mapas. Al menos, es lo que yo hago. En ese sentido, suena bien lo que dices acerca de que los escritores eligirán la clase de novela que sea más acorde con su estilo.
Sin embargo... Verás, el género policíaco suele producir novelas de estructura muy compleja, de modo que cabe suponer que los autores que se dedican a este género harán mapas como locos. Y estoy seguro de que en la mayor parte de los casos así es. Sin embargo, hay autores policiacos, como Ian Rankin, por ejemplo, que aseguran escribir con brújula. ¿Cómo se puede escribir una novela policiaca sin tener toda la estructura en la cabeza? Ni idea; a mí me resultaría imposible.
Ya sé que tú practicas el "método brújula", amigo mío, y por tanto tienes más que decir al respecto que yo. Porque yo, sencillamente, soy incapaz de escribir así y, por tanto, no lo entiendo.
Ferlocke: bueno, lo cierto es que no estoy inventando nada nuevo (después de 4000 años de literatura, eso es casi imposible), así que no es raro que compartamos métodos. Por otro lado, me alegro de que sea así, porque aquí la mayor parte de los merodeadores-escritores son de brújula y empezaba a sentirme solo.
Javier Albizu: mira yo creo que, al escribir una historia, no solo no se debe contar todo, sino que se debe contar incluso un poco menos de lo que habías previsto. La novela debe dejar espacios abiertos, terrenos sin explorar que exciten la curiosidad y la imaginación del lector. Al comenzar a leer una novela, debemos sentir que esos personajes tenían una vida anterior, aunque no la conozcamos, y al terminarla lo bueno es tener la sensación de que los personajes seguirán viviendo tras la palabra fin, aunque no lleguemos a conocer su destino. Contarlo todo es fabricar un muerto.
Dices: "Me pongo a releer lo que he escrito y veo que no es lo que queria decir, que lo que queria decir no esta ahi". Pero, amigo mío, eso le sucede a todos los escritores, sin excepción. Nunca llegamos a transmitir todo lo que nos proponemos, es imposible (pura entropía). Mira, cuando consigo en una novela transmitir, no sé... el 50 ó el 60 % de lo que deseaba comunicar, lo considero un éxito.
Arcadio: te daré mi opinión sincera: lo intelectualizas todo demasiado. No sé quién dijo que un libro se escribe con el corazón y se corrige con el cerebro, pero me parece muy cierto. Verás, yo no he llegado a las conclusiones que comento en estos post mediante un proceso de teorización. Fui directamente a la práctica, escarbando en los recursos de otros escritores. Y luego tampoco formulé una teoría con lo que había descubierto. Lo interioricé. Reduje todo lo que había aprendido a un puñado de conceptos muy sencillos y procuré asimilarlo hasta que formara parte de mí. Por eso, cuando escribo no suelo formularme la clase de preguntas que tu planteas: actúo casi automáticamente, guiado por la intuición. Puede que me equivoque, pero plantearse demasiadas dudas conduce al colapso. Hay que confiar en el instinto.
En relación al sentido oculto de los textos, creo que una novela no tiene por qué tener necesariamente un sentido oculto. Pero siempre lo tiene, aunque el autor no se lo haya propuesto. Porque gran parte del material de una novela proviene del subconsciente del escritor, y eso siempre dice algo más de lo evidente, es un subtexto que no está plasmado en las palabras. Ninguna historia es inocente y todo escritor, de un modo u otro, muestra su visión del mundo a través de sus textos.
Dices: "Me ha gustado, asimismo, que menciones una de mis novelas preferidas, Crónica de una muerte anunciada, lo cual me lleva a proponerte que un día hables de cómo atrapar a un lector con un principio brillante como los que escribía García Márquez". Pues... verás, tengo la sensación, no sé por qué, de que García Márquez es algo mejor escritor que yo. Muchas gracias por la fe que pones en mí, pero si supiera escribir comienzos como los que escribe ese jodido colombiano, estaría levitando. Estamos hablando de un genio, Arcadio, y yo no lo soy. De hecho, si me pidieran que eligiese el mejor comienzo de la literatura universal, escogería sin duda el primer párrafo de "Cien años de soledad". Santa Madona, qué envidia...
Muy interesante tu comentario, Arcadio; además, me gusta tu prosa. Es elegante y tiene gancho. No dejes de escribir.
P.S.: Yo también he leído "La carretera" y todavía estoy impresionado. Es una obra maestra, un clásico automático. Un día de estos escribiré un post sobre esa maravilla.
Uf, no podía estar más de acuerdo contigo respecto a lo que dices de García Márquez. El principio de Cien años de soledad, ahí es nada. Me sé de memoria esa primera página, a veces me sorprendo a mí mismo musitándola sin que venga a cuento, sólo por el placer de hacerlo, de paladear la musicalidad de las frases. Pero es que, según mi modesta opinión, si los escritores pudieran pertenecer a dos corrientes claramente diferenciadas, los que se hacen y los que nacen, el primero que encabezaría la lista de los que nacen sería García Márquez. Ese puñetero señor tiene un don especial para elegir las palabras, de tal forma que cuando lo lees te persuades de que ninguna otra palabra podría sustituir las que él ha elegido, de ninguna otra manera podría escribirse lo que él ha escrito.
ResponderEliminarRespecto a los principios, parece ser que hoy día está pasado de moda escribir esos inicios fabulosos, impactantes, pero a mi me sigue pareciendo la mejor manera de emprender la lectura de un libro o un relato.
Últimamente no sé dan mucho, no proliferan, pero así, a bote pronto, yo diría que el que escribió Javier Marías para iniciar su trilogía es de lo mejorcito que se ha escrito de un tiempo a esta parte:
"No debería uno contar nunca nada, ni dar datos ni aportar historias ni hacer que la gente recuerde a seres que jamás ha existido ni pisado la tierra o cruzado el mundo, o que si pasaron pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido". Genial.
Bueno, gracias por esas lisonjas que lanzas a mi prosa, no quepo en mí, sobre todo viniendo de un tipo como tú, que escribe de esa manera diáfana y precisa que tanto cuesta alcanzar.
Por cierto, no sé si será abusar de ti, pero si un día estás lo suficientemente aburrido como para perder diez minutos de tu tiempo leyendo un relato mío, agradeceré tu opinión. Te paso esta web de literatura fantástica en la que me han publicado un relato, puedes, si gustas, descargarlo en PDF. Se trata de mi única incursión en el género.
Hasta pronto, y esperaré ansioso tu entrada sobre La carretera.
Bien,I SORRY, el enlace es este: http://www.libroandromeda.com/andromeda.htm
ResponderEliminarEn mi caso creo soy de mapa, aunque muchas veces el mapa no me lleve a muchos sitios. Escribir a ciegas me provoca el llamado bloqueo. Si se a donde quiero ir, al menos esa escena o folio lo salvo, y el siguiente, y el siguiente. Algún día supongo se llegará al final. De todas formas, por mucho que planee, no puedo preverlo todo. Me es imposible. En el momento de escribir se me ocurren detalles de la trama que aunque me hubiera llevado años pensando, no podría haber visto. Vamos, que escribiendo descubro zonas ocultas del mapa. No se si a lo mejor soy un híbrido de mapa y brújula. ¿Os ocurre eso tb al resto de escritores?.
ResponderEliminarPor cierto César, no te puedes imaginar lo que estamos disfrutando con estos temas (y la participacion de los visitantes, jugosa tambien).
Arcadio: he leído tu relato. Está excelentemente escrito, felicidades. De nuevo alabo tu prosa.
ResponderEliminarMazarbul: si repasas mi texto, verás que no suelo desarrollar previamente más del 50% del argumento (eso sí, el 50% más significativo). Por tanto, la otra mitad tengo que crearla mediante brújula mientras escribo, igual que tú. Pero creo que eso no es exactamente escribir con brújula. Es como si tuviera un mapa en el que apareciese con detalle la mitad del territorio, pero, entre medias de las zonas conocidas, hubiera otro 50% de territorios ignotos. Tengo que atravesar esas zonas, y debo hacerlo con brújula, pero sé perfectamente adónde voy. Ésa es la diferencia.