lunes, noviembre 3

Barack Obama

Sería tonto creer que, en Estados Unidos, el Partido Republicano representa a la derecha y el Partido Demócrata a la izquierda; desde nuestra perspectiva europea, ambos partidos son muy de derechas. Lo que pasa es que, sobre todo a partir de Reagan –y con Bush jr. ni te cuento-, los republicanos son la hostia de derechas, acojonantemente de derechas, descacharrantemente de derechas, tan, tan, tan de derechas que a su lado los demócratas parecen una pandilla de filo-comunistas o, ya sin exagerar, de socialdemócratas.

Pero no nos engañemos, si Barack Obama fuese un político español militaría en el PP, aunque, evidentemente, no sería aznarista (sobre todo, porque Aznar es busherista). No obstante, tampoco tiene mucho sentido, ni resulta útil, analizar la política norteamericana desde el punto de vista de la política europea. Europa es un conjunto de países, unos más ricos que otros, pero todos de segunda, tercera o cuarta fila; Estados Unidos, por el contrario, es el Imperio. Y no es lo mismo la política casi tribal de un país cutrecillo como España, que la política del Imperio. No digo que sea mejor ni peor, sólo que es diferente. Por eso, aunque demócratas y republicanos sean una panda de derechosos y meapilas, no da igual que en la Casa Blanca haya un demócrata o un republicano. No, no es lo mismo, y menos ahora. Y si alguien alberga alguna duda al respecto, que se conteste a sí mismo la siguiente pregunta: ¿sería hoy el mundo igual si, en vez de ser atracado electoralmente, Al Gore hubiese sido nombrado presidente en las elecciones de 2000? ¿Daba lo mismo Bush jr. que Gore? Para nada, amigos míos, para nada. Aun aceptando que las diferencias entre un demócrata y un republicano sean sólo de matiz, esos pequeños matices, amplificados por el poder del Imperio, pueden resultar catastróficos. Esa es la principal diferencia entre la política norteamericana y la europea: el tamaño. Algo que, como todas las damas saben, importa.

Y creo que nunca como ahora han sido tan importantes esas diferencia de matiz, tanto para los yanquis como para nosotros. La locura neocon se ha cargado la economía mundial y ha zarandeado el equilibrio de poderes; es necesario un cambio, por mínimo que sea, es necesario que alguien tome las riendas, de confianza y señale un camino a seguir; es necesario expulsar a la extrema derecha del poder, y no (sólo) por razones ideológicas, sino porque esa panda de cavernícolas lo ha hecho como el culo de mal. Barack Obama parece una persona inteligente, culta, civilizada y, sin duda, es un líder carismático. Quizá sea la clase de persona que necesite el mundo ahora. En todo caso, lo seguro es que McCain no lo es, y menos con esa paleta-palin al lado. Hace falta un cambio, y cuanto más grande mejor.

Os confesaré algo: creo que Obama va a ganar, y creo que no lo hará mal del todo. No lo digo basándome en las encuestas, sino en una pequeña teoría: el nombre de las personas influye y puede ser determinante. Voy a poneros un ejemplo: Adolf Hitler. El padre de Hitler, Alois, era hijo natural y llevaba el apellido de su madre: Schicklgruber. Posteriormente, el hermano de su padre lo reconoció, dándole el apellido familiar: Hiedler, de origen checo. Al final, Alois germanizó su apellido trasformándolo en Hitler. Bueno, supongamos que ese cambio de apellidos no se hubiera producido y Adolf Hitler se hubiese llamado Adolf Schicklgruber. ¿Os imagináis a las masas enfervorecidas reunidas frente al Reichstag, con el brazo en alto y gritando al unísono “Heil Schicklgruber!”? De ninguna manera. “Heil Hitler” tiene empaque, pero “Heil Schicklgruber” suena a coña. Más que de invadir Checoslovaquia, te entran ganas de tomarte unas jarras de cerveza y contar chistes de judíos. Sencillamente, un tipo llamado Adolf Schicklgruber puede aspirar, como mucho, a un puesto de funcionario de correos, pero no a dominar el mundo. Así pues, si Alois Schicklgruber no se hubiera empeñado en cambiarse el apellido, nunca se habría producido la Segunda Guerra Mundial y habría unos cuantos millones más de judíos, gitanos, polacos, rusos, etc, en el mundo.

Pero hay más casos. ¿Creéis que un tipo llamado Thor Heyerdahl podría ser, por ejemplo, odontólogo? Ni de coña; alguien con ese nombre está predestinado a construir una balsa con mondadientes y cruzar el Pacífico a bordo de ella sin más herramientas que una navaja suiza ni más alimento que unos cuantos cocos. Y lo mismo puede decirse de Gengis Khan, Napoleón, Alejandro Magno, Karl Marx, Albert Einstein, Vlad Tsepes, Von Richthofen, Vladimir Illich Lenin, Hernán Cortés, Armand-Jean du Plessis, cardenal-duque de Richelieu y tantos otros: personas con tales nombres están predestinadas a hacer grandes cosas; buena o malas, pero en cualquier caso grandes.

Ahora, pronunciad despacio: Ba-rack O-ba-ma... ¿A qué da gusto decirlo, a que tiene ritmillo? El nombre comienza suave, bara, como una sonrisa, y de repente descarga una ck contundente, un puñetazo en la mesa, un trallazo seco y vibrante que invita a agachar la cabeza, para acto seguido serenarse en un obama que suena misterioso y oriental. Reconozcámoslo: “Barack Obama” es un nombre cojonudo, un nombre de puta madre, un nombre que, inevitablemente, impulsará a su portador a realizar grandes proezas. Vamos a hacer un pequeño experimento mental: recordad la música de Indiana Jones, hacedla sonar en vuestras cabezas. ¿Ya está sonando el ta-ra-rara, ta-rará...? Bueno, pues con esa banda musical en mente, pronunciad en voz alta: “BARACK OBAMA”. ¿A que encaja? Alguien con ese nombre podría ser explorador, guerrero, asesino a sueldo, espía (Me llamo Obama, Barack Obama), mad doctor, campeón mundial de los pesos pesados o, sí, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Pero nunca, nunca jamás, el nombre de ese pobre tipo que perdió las elecciones cuando todo el mundo creía que iba a ganar. No, amigos míos, ese nombre tiene mucho poder, es el nombre de un ganador.

Poneos en la piel de un yanqui cuando mañana vaya a votar y, en la soledad de la cabina, contemple las dos alternativas que se le ofrecen. Por un lado, un abuelete que se llama como una marca de patatas, y por otro un semidiós llamado, nada más y nada menos, que Barack Obama (¡ta-ra-rara, ta-rará!). Joder, es que no hay color, es que aunque seas del Ku Klux Klan se te van los dedos a votar por Obama. Es inevitable; tiene ritmo.

Pero no nos pongamos a tirar cohetes todavía. Hoy, en medio de esta disparatada crisis, se ha abierto la oportunidad de cambiar el mundo, de arreglar muchas cosas que están mal, y Barack Obama tiene la posibilidad de hacerlo. Pero no lo hará; aunque quisiera, no podría, porque no le dejarían. Y si se pusiese muy pesado, si se empeñase mucho, lo único que conseguiría es, siguiendo una vieja tradición de su patria, que le pegaran un tiro. A fin de cuentas, la Segunda Enmienda no recoge en realidad el derecho de los yanquis a poseer armas, sino su derecho a tirotear a los presidentes que alteran demasiado el estatus quo.

Un par de párrafos atrás, he dicho que no hay color; pero sí lo hay: negro, o más bien café con leche. Barack Obama es un negrata, ¿os habíais fijado? Y si, pese a su poderoso nombre, mañana no gana las elecciones, será única y exclusivamente por el color de su piel, porque es un negrata. Ahora bien, si eso sucede, si al final ganan Juan Patata y su mascota Palin, no nos rasguemos las vestiduras deplorando el racismo yanqui y, antes, preguntémonos si en nuestro país un candidato gitano o de origen marroquí podría haber llegado tan lejos.

Por último, un consejo: si eres yanqui, haz lo que te de la gana, pero coño, vota a Obama (¡ta-ra-rara, ta-rará...!)

21 comentarios:

  1. ¡Jodo! Si alguna vez tengo un hijo o una hija, me voy a pensar muy bien como le llamo. Respecto a Obama, se lo van a cargar, me lo huelo.

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  2. Si se lo cargan, pardiez, que no lo hagan antes de elegirlo presidente.

    Sobre los nombres... Sinceramente, cualquier cosa encaja con la sintonía de Indy, incluido "johnmcain, johnmcain..." Pero la discusión no tiene sentido porque al mencionar a Hitler, la has perdido en virtud de la aplicación de la Ley de Godwin.

    Además, Schwarzenegger ha llegado a Gobernador de la séptima potencia económica mundial siendo austriaco y con ese nombre. Más contraejemplo que este no lo puede haber.

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  3. Yo no lo tengo nada claro, bueno, sí, estoy casi convencido de que va a perder. La imagen de un "hombre negro", como dice Chaves, gobernando Yankilandia me parece, todavía, ciencia-ficción (o fantasía si nos ponemos puristas)

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  4. Anónimo4:20 p. m.

    Tienes toda la razón, es un efecto curioso el que ciertos nombres producen en nuestro inconsciente. Unas veces es la musicalidad, otras interviene la asociación con otras personas cuyo nombre, apellidos o ambos son iguales... pero hay casos en los que no interviene ningún elemento que sirva para referenciar efecto alguno, simplemente por si mismos generan un efecto de dibujo del personaje, unas atractivo y otras repulsivo.
    Estoy seguro que al leer ciertos comentarios anónimos en tu blog tu cabeza dibuja un avatar en el que se han colocado elementos que configuran una persona, probablemente unos se configuren muy rápido y otros tarden más, pero siempre terminarás generando el dibujo, no sólo físico, de la persona a quien estés leyendo.
    Obama es un norteamericano típico, puede parecer lo contrario, pero es un prototipo de ciudadano estadounidense que ahora es bastante común, afortunadamente. Son pertenecientes a la generación que quedó más IMPACTADA por el 11S, digo impactada a propósito, para diferenciarlos de los que sintieron la necesidad de venganza, aniquilamiento del enemigo, demostración de fuerza que había que llevar a cabo fuera como fuera (p.ej.:Bush & co.).
    Nosotros, los europeos fuimos básicamente "impactados". Sabíamos que la prepotencia y fanfarronería estadounidense que se estaba desquiciando a raíz de la caída del muro tendría un final brusco. Y aquel 11 de septiembre pensamos "algo así tenía que pasar", el efecto fue de desolación, angustia y tristeza, sobre todo de tristeza.
    En EE.UU. los políticos se empeñaron en conseguir que la tristeza fuera sustituída inmediatamente por el odio y necesidad de venganza. Pero muchos ciudadanos pensaron en buscar el porqué, ¿qué podría motivar una barbarie de tal calibre? ¿qué había hecho EE.UU. para recibir semejante herida? Entre esos ciudadanos estaba Barak Obama.
    Somos muchos los que esperábamos que llegara a la superficie ese espíritu, que el ciudadano medio americano se hiciera receptivo a ese sentimiento, por eso al pensar en Barak, al oir su nombre, en nuestra cabeza se configura un presidente de los Estados Unidos de América que de verdad necesitamos el resto del mundo.

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  5. Muy buenas, es mi primer comentario en este blog, que suelo leer con frecuencia, lo cual es mucho decir, porque no soy yo muy de blogs.

    Sólo quería decir sobre los nombres que si uno no lo tiene apropiado, se lo cambia. Se ha hecho muchas veces a lo largo de la historia.

    Por ejemplo: Gengis Khan. Su verdadero nombre era Temujin, que por mucho que quiera decir "El mejor acero", la verdad es que a mi me suena a personaje cómico.

    O "Napoleone Buonaparte", nombre original de Napoleón. Lo pronuncias con deje italiano y ¡también parece un personaje de comedia!

    "Lenin", por supuesto que tiene fuerza, más que "Ulianov", su apellido original (y no veas tú "Stalin" comparado con "Dzhughashvili", su apellido georgiano original).

    Me llama la atención que estos nombres de guerra tienden a ser cortos. Supongo que así tienen más fuerza.

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  6. Anónimo9:05 p. m.

    Siempre me han sorprendido dos cosas: una es que en Francia haya tantos hispanistas. La otra, que en España haya tantísimos "americanistas". Lo primero cabría explicarlo en base a que la proximidad geográfica facilita el conocimiento. Lo segundo, me temo, porque la distancia favorece el desconocimiento.
    No tengo ni idea de, entre los dos candidatos, quien será/sería mejor presidente. Todo lo que dice César puede ser cierto o una colección de tópicos yankofobos. Lo unico que tengo claro es que no es un tema de jajaja. Para nosotros, los españoles, es más trascendente quien resulte elegido el próximo martes que si en España manda Zapatero, Rajoy o cualquier otro.
    God nos pille confesados.

    Big Brother dixit

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  7. Anónimo9:10 p. m.

    otro buen contraejemplo para tu teoría de los nombres es el de Schörrodinger (que como todo el mundo sabe se pronuncia sweppes). Ahora te parece un nombre sencillo, contundente y apropiado para el triunfo, pero sólo porque estás harto de oir hablar de su gato; si no lo conocieras no apostarías ni un duro por él.
    By the way, por algún misterioso efecto, sin duda relacionado con la posibilidad de que un electrón pase simultaneamente por dos orificios, no puedo firmar con mi nombre, evocador y destinado a hacer el mal y sin embargo tan melodioso, así que aparezco con la absurda etiqueta de "anónimo".
    Samael.

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  8. Anónimo12:27 a. m.

    Samael: Ya somos dos los que tenemos problemas con el electrón ubicuo.
    Claro que en coherencia con algun corolario de la ley de Murphy, ahora me dejará firmar.

    Pues no, no me dejó

    Big Brother

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  9. es en momentos asi cuando uno piensa seriamente el nombre de un vastago, aun tengo varios años por delante pero nunca esta de mas empezar a buscar algo epico y rinbombante.

    obama las tiene todas para ganar, me la juego a que precisamente por que es negro (el primero ciertamente) que tendra una victotia basada en la union de las minorias y que con un poco de suerte las otras etnias se uniran (sin contar a los blancos de su propio partido)espero que gane por sus meritos propios aunque siempre esta el precedente de denzel washington-oscars.

    hablando muy paranoicamente ¿no es un poco extraño que mcain sea visto como el malo tan facilmente? ¿no le importara por que sabe ya cual es el resultado? ¿veremos otra vez los votos de florida? ¿mataran a obama por un neo harry lee oswald?

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  10. Me hace gracia que tú también te fijes en la "teoría de la predestinación de los nombres" porque yo la comento muy a menudo. Yo siempre he dicho -bromeando con mis amigos- que yo, apellidándome como me apellido Martínez López, lo tengo mucho más difícil para llegar a publicar un libro que si me llamara, no sé, Kundera. Uno puede escribir como los ángeles, pero si además se llama Milan Kundera, los editores caen rendidos a sus pies.

    El nombre importa, porque es nuestro tótem personal. Es como el blasón medieval. Uno entrega una tarjeta donde dice "Víctor Martínez López", como la mía, y a partir de ahí lo tiene que demostrar todo. Los autores de literatura de género, de cómics, de cine, etc. lo saben y por eso crean nombres tan geniales como Víctor Von Frankenstein, o Sam Spade, o Capitán Nemo...

    Sobre Barak, que tiene un nombre acojonante, el nombre que podría tener un personaje como el Pantera Negra de Kirby, es cierto que "no es lo mismo". Desde la izquierda tenemos a veces cierta pose de esnobismo intelectual que nos hace decir que, a partir de cierto punto hacia la derecha, todo es lo mismo. Y no lo es. No es lo mismo PP y PSOE, ni Bush y Clinton, por más que ambos binomios representen a un centro derecha más o menos depredador y defensor del mayor blindaje posible del capitalismo.

    Pero la diferencia entre ambos, pequeña, vale, es lo suficientemente grande para mover el mundo en una dirección u otra.

    Es como si un meteorito gigante viene hacia la Tierra, en rumbo de colisión. La destrucción absoluta está garantizada. Pero si su trayectoria se desvía tan solo, no sé, un par de grados, la Tierra queda intacta.

    Por eso, y aunque llevo a los presidentes de EE.UU. con resignación y silencio como mis hemorroides, a mí no me da igual el resultado de esta noche. Veo a Sarah Palin y me parece una mujer con la voluntad, la firmeza y la energía para llevar al mundo al holocausto final.

    Ella es el meteorito.

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  11. Estimados amigos: evidentemente, una parte de este post está escrita en coña; no creo que los nombres sean TAN determinantes. Pero sí creo que tienen cierta importancia, y prueba de ello es que mucha gente (por ejemplo actores y escritores) cambia su nombre por otro que suene mejor. ¿Por qué nuestro presidente es Zapatero y no Rodríguez? ¿Qué mola más, Samuel Clemens o Mark Twain, Margarita Cansino o Rita Hayworth, Iósif Visariónovich Dzhugashvili o Stalin? El nombre importa, aunque evidentemente no tanto como digo en mi hiperbólico texto.

    José Antonio del Valle: "Del Valle" es un buen apellido, así que tu posible futuro vástago ya tiene la mitad del trabajo hecho. Y seguro que si Obama es elegido habrá un montón de patriotas yanquis disuestos a cargárselo.

    Eulez: No se trata de que un nombre pueda métricamente introducirse en la sintonía de Indy, sino que encaje con su espíritu. Y John McCain, amigo mío, no encaja ni de coña. Por otro lado, disiento: no puede aplicárseme la Ley de Godwin porque ésta se refiere sólo a las comparaciones con los nazis, y yo no he comparado nada.

    En cuanto a los apellidos, da igual su procedencia o su dificultad, lo importante es su sonoridad. Y Schwarzenegger es un apellido que suena cojonudamente, así que de contraejemplo nada; en realidad, es un ejemplo cojonudo para defender mi tesis.

    Numael: sí, un negro en la Casa Blanca suena a CF; pero también sonaba a CF viajar a la Luna y se hizo. Crucemos los dedos.

    Anónimo de las 4:20: Tienes muchísima razón en tu comentario; es particularmente interesante, y muy cierto, eso que dices acerca de que los nombres generan imágenes.

    Anraman: interesante comentario. Tienes razón, los nombres de guerra suelen ser cortos y, también, contundentes. "Stalin" significa "de acero".

    Big Brother: vaya, así que mi post puede interpretarse como o "una colección de tópicos yankofobos". Me dejas cuajado; ¿te importaría señalarme cuáles son esos tópicos?

    Samael: te equivocas, amigo mío: Schrödinger me parece un nombre espantoso que suena a serrucho y me extraña que un tipo llamado así haya podido hacer algo de renombre. A decir verdad, creo que de no ser por el gato no le conocería nadie. De hecho, tú has escrito mal su apellido.

    Mister Mecha: a mí me parece que McCain tiró la toalla cuando se dio cuenta de la brutal metedura de pata que era la Palin.

    Víctor M: Vale, Mártinez López no suena muy prometedor. Pero Víctor es un nombre cojonudo, un nombre de triunfador, o de malvado (Víctor von Muerte). No te preocupes por lo escasamente estimulantes que son tus apellidos; con ese nombre puedes derribar montañas, conquistar naciones, erigir imperios.

    En cuanto a Sarah Palin, la mera posibilidad de que sea vicepresidente de USA y, por tanto, que pueda ser presidenta si la palma McCain, me provoca estremecimientos. Es un meteorito, en efecto, pero tan grande como el que se cargó a los dinosaurios.

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  12. Vaya, vaya... cada dos por tres me encuentro con la famosa Hipótesis de Sapir-Whorf (HSW). Seguro que todos los contertulios han oído hablar de la HSW aunque no sean conscientes que reciba este nombre. La HSW viene a sugerir (por eso es una hipótesis) que el lenguaje tiene el poder de modificar el comportamiento (más exactamente La manera en que los individuos denominan o describen situaciones influye en la manera en que se comportan ante esas situaciones).

    Para un escritor de buen oficio, como César, la HSW más que hipótesis es la Biblia absoluta, al menos como desideratum. ¿Qué más podría desear un maestro del lenguaje que fuera cierta? ¡Ellos serían los amos del mundo!

    Por eso la HSW es parte de la intriga en muchas historias. Me viene a la mente, por ejemplo, "Las historias de Terramar", de Ursula K. Leguin, donde late la idea mágica de que poseer el verdadero nombre de una persona te da poder sobre ella.

    Pero lamentablemente para César y otros magos del lenguaje, la HSW no se ha probado hasta el momento que sea cierta. El recíproco -que el comportamiento influye en el lenguaje- sí que es trivialmente cierto.

    Si la HSW sirviera sólo para justificar buenas novelas o este entretenido artículo de César, yo mismo cerraría los ojos a la evidencia racional y "abrazaría" la fe en el poder transformador del lenguaje. Desgraciadamente, la HSW subyace en el ansia castradora del lenguaje políticamente correcto, por lo que niego rotundamente la mayor hasta que sea fehacientemente demostrada.

    Por ejemplo, los argumentos en torno a Adolf Hitler se me antojan un "I-wish-to-believe". El tipo era suficientemente influyente sin necesidad de que nadie coreara su apellido adoptado; me atrevo a sugerir que, si no se hubiera cambiado el apellido, la gente hubiera coreado cualquier cosa o le habría puesto un apodo "coreable".

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  13. Son los mejores argumentos que he leído para votar a Obama. Lástima que a los que padecemos las consecuencias de la política yanki no nos den la oportunidad de pronunciarnos.

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  14. Eso es lo que yo digo siempre, que es una lata que a los libertos de provincias no nos dejen votar.
    Estos Romanos están locos.

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  15. Espero que lo de Obama sea algo más que una imagen y conduzca a un verdadero cambio en la forma de comportarse del Imperio.

    Ave,Obama!...

    (suena hasta bien...)

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  16. Pues a mi me gusta como suena Schrödinger.

    A mi no me evoca el famoso gato, sino a un profesor que tuve, que decía su nombre con énfasis y reverencia, y con perfecta pronunciación alemana, algo así como "¡srédinga!", cada vez que aparecía la famosa ecuación. Bueno, no tan famosa como el gato, pero en mecanica cuántica es equivalente a la segunda ley de Newton en clásica, nada menos, de ahí la veneración del profesor.

    Lo que quiero decir es que al final, las vivencias determinan mucho las resonancias que tiene en el oyente un nombre u otro. A mi oir "Schrödinger" me impone que no veas :-D

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  17. Manuel: tu comentario, como siempre, es interesante, instructivo y clarificador. En cualquier caso, y recapitulando los tres años que me tiré estudiando lingüística en vez de periodismo, te aseguro que no solo no creo en la hipótesis S-W, sino que además de falsa me parece horrible, pues conduce a una suerte de racismo lingüístico.

    No obstante, creo que en cierta medida los nombres importan, aunque sólo sea por su capacidad o no de ser recordados, y prueba de ello es que mucha gente se los cambia.

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  18. Nunca pense en analizarlo desde la pespectiva del nombre, y aunque suena a coña, también tiene su cierto sentido.

    En fín, felicitemosnos todos porque gano.

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  19. Anónimo9:39 p. m.

    César, vete a vivir a Cuba, por favor.

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  20. David: eres inefable, amigo mío; ¿qué haría Babel sin ti? Comprendo que la idea de un negro presidiendo Estados Unidos te abochorne, pero no te preocupes: sólo serán cuatro años, ocho a lo sumo. En cuanto a tu amable invitación de irme a vivir a Cuba (qué manía te ha entrado con Cuba), no gracias; estoy muy bien donde estoy. Ahora, con igual amabilidad te sugiero que te vayas tú a vivir a Estados Unidos. Concretamente, al centro del país, al Cinturón Bíblico. Allí hay un montón de fundamentalistas cristianos y de ultras que, a buen seguro, se harían amiguitos tuyos.

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  21. sinceramente no creo que la situación vaya a cambiar mucho igual seguiremos teniendo problemas!

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