Aunque se supone que un blog es algo así como un diario personal colgado en la Red, no suelo relatar aquí los avatares de mi vida cotidiana, entre otras cosas porque mi vida cotidiana es muy poco interesante. Si lo hiciese, las entradas serían más o menos así:
“Me despierto a las ocho menos cuarto, me ducho, me visto, me preparo un café y me lo llevo al despacho. Enciendo el ordenador; mientras me tomo el café y escucho la radio, reviso el correo y me doy un garbeo por mis sitios habituales de Internet. A eso de las nueve y media reviso lo que he escrito el día anterior y luego me pongo a escribir. Sigo escribiendo hasta las 14:00. Preparo la comida y como. Me quedo en el salón leyendo hasta las cuatro y media o las cinco, regreso al despacho y sigo escribiendo hasta las nueve y media de la noche. Ceno algo (fruta o queso por lo general), veo la tele si es que hay algo que ver y, a las doce, me voy a la cama. Leo hasta la una o una y media de la madrugada y me duermo”.
Por supuesto, hay variaciones sobre este esquema, pero mi ritual cotidiano básico es ese. Un coñazo, vamos. Un coñazo para vosotros, no para mí, porque mientras escribo viajo a lugares lejanos, conozco a gente interesante, corro aventuras y me entero de cosas que desconocía. El problema es que todo eso ocurre en mi mente, un lugar en el que por ahora, y salvo posesiones demoníacas, sólo vivo yo. De modo que, ¿cómo voy a convertir Babel en un diario? Sería un espanto.
No obstante, los últimos dos años han sido diferentes, me han sucedido cosas que quizá merecían ser contadas. Pero no quise contarlas, no podía hacerlo. Ya lo haré, me dije, lo contaré todo cuando ocurra X, si es que ocurre. Pues bien, X ocurrió. El pasado mes de septiembre, para ser precisos. Y no conté nada. Ya lo haré en Navidad, pensé; a fin de cuentas, mi historia tiene cierto aire navideño, aunque sólo sea por las emociones que trae aparejadas y por un final más o menos feliz. Pues bien, llegan las navidades y no os cuento nada, me callo, soy una tumba. Porque no puedo. Materialmente, no puedo.
Veréis, a mediados del año pasado firmé con Espasa un contrato para la publicación de mi novela El juego de Caín en el que me comprometía a escribir una segunda novela basada en el mismo personaje, Carmen Hidalgo. La fecha de entrega era septiembre de este año. Durante la segunda mitad de 2007 intenté escribir la tercera entrega de la serie Little Jim (Jaime Mercader), pero apenas pude redactar cincuenta páginas; ya os explicaré por qué. Bien; en diciembre tenía listo todo el argumento de mi nueva novela sobre Carmen Hidalgo. Mi propósito era comenzar a escribirla en febrero. Pero en enero sucedió algo horrible: se me ocurrió una idea que mejoraba el argumento de la novela. Pero eso significaba cambiar la mayor parte de la trama que ya tenía pensada, así que no pude ponerme a escribir hasta marzo. Y también sucedió otra maldita cosa: al remodelar el argumento, el tamaño de la novela se me escapó de las manos. Mi nueva idea mejoraba la trama, entre otras cosas porque la complicaba, pero eso se traducía en una mayor extensión.
Septiembre pasó, y octubre, y noviembre, y aquí estoy, a comienzos del último tercio de diciembre; llevo cien páginas más de lo previsto y todavía no he acabado la maldita novela de los cojones. Sí, ya sé ve luz al fondo del túnel, ya tengo claros los pasos que he de dar para llegar al final, pero aún queda trabajo. Por eso ahora sólo escribo un post a la semana, por eso no puedo contaros la historia que quiero contaros, porque para hacerlo necesito tiempo y sosiego, y dejar de pensar de una vez por todas en Carmen Hidalgo.
Y por eso estamos a 20 de diciembre y todavía no se me ha ocurrido ningún argumento para el tradicional cuento de Navidad de La Fraternidad de Babel. ¡ARGGGGGG! No se me ha ocurrido, porque no he tenido tiempo de pensar en ello. SIGH...
Bueno, me quedan cuatro días, quizá se me ocurra algo. El año pasado os contaba que me había vuelto muy navideño, en el sentido pagano de la palabra. Mañana es el solsticio de invierno, mi día favorito, mi noche preferida, y no estoy preparado. Maldita novela... ¿Quién dijo que ser escritor tiene algo de bueno?
Hoy, a las 19:45, vuelve mi hijo Óscar de Finlandia, donde está estudiando 4º de Empresariales gracias a una beca Erasmus. Hace cuatro meses que no nos vemos y estoy deseando darle un abrazo. Esta noche cenaremos con él en Tapelia, porque le apetecía zamparse una paella. Mañana iremos al Asian Gallery.
Mi nueva novela de Carmen Hidalgo (El juego de los herejes, por ahora) transcurre en diciembre. De hecho, lo que estoy escribiendo en este momento pasa el 20 de diciembre; es decir, hoy. El tiempo real y el tiempo de ficción coinciden; es algo así como un equinoccio en el solsticio. Espero acabar a mediados de enero. Entonces os contaré mi historia y sabréis por qué estuve a punto de cerrar La Fraternidad de Babel, y cómo el blog me ayudó a seguir adelante. Es una historia de amor, amistad, decadencia y muerte, una historia de lágrimas, pero también de alegría y resurrección.
Mientras tanto, debo pensar en mi novela y en el cuento navideño de las narices. Help! ¡No se me ocurre nada! En fin, me fumaré un canuto y confiaré en que mi mente se deslice por la senda de la inspiración.
Son las 13.25 del 20 de diciembre. Este año tengo la sensación de que me ha atropellado la Navidad.
Podrías dar un anticipo de eso que tanto quieres o necesitas contar, tal vez transfigurándolo para que parezca un relato de ciencia ficción, de terror o fantástico.
ResponderEliminarEn cualquier caso, feliz solsticio a todos
Jorge
El cuento de la castañera fue muy bonito xD Parece mentira que haya pasado ya un año :)
ResponderEliminarEn fin, estoy segura de que se te ocurrirá algo bueno y sobre lo otro que quieres contar, no hay prisa, hazlo cuando te sientas preparado ^^
Besos y felices fiestas a todos ^______^
Despues de leerte lo que me queda claro es que tienes un magnífico dominio de suspense y nos has dejado en ascuas, expectantes y con la respiración contenida...
ResponderEliminarEn cualquier caso, mientras esperamos ansiosos los relatos, relájate, disfruta de tu familia, altera un poco el orden natural de las cosas para estos días, sigue viajando con la mente, olvídate que tienes que escribir aquí. No hay prisa. Presiento que nuestra espera merecerá la pena y nadie te urge a nada.
Felices fiestas y gracias por los magníficos momentos de amena tertulia en este café-bloguer a los que he tenido el placer de ser invitado
Que esto no se convierta en una obligación si no en una devoción, si sólo haces un post mensual, pues vale, lo que te cuadre o te pida el cuerpo, please!
ResponderEliminarArrgh!!! A mí eso me pasó el año pasado. Me tiré dos años con una novela, porque era incapaz de ver el final. Los finales me parecen cada vez más artificiosos, nunca suceden en la vida real, a no ser que el personaje muera (ya se sabe que en la vida real todos los finales felices son historias inacabadas), y la historia me sugería continuamente nuevos caminos. Estaba desesperado, no veía la luz al final del túnel. Y entonces leí tu serie de artículos “En la mente del escritor”, y me juré que jamás, jamás, volvería a ser un escritor de brújula. Y lo estoy haciendo con mi nueva novela, me dibujé un mapa y me prometí a mí mismo que aunque escuchase cantar a las sirenas al otro lado, no me saldría del camino. Pero ahora me acojona ver que incluso así te puede pasar lo mismo, a ti te ha pasado. La verdad, es lógico, ¿quién le puede decir que no a un nuevo sendero prometedor y lleno de cosas emocionantes?
ResponderEliminarPor cierto, ojalá que X sea una buena noticia. Los que te queremos no necesitaríamos saber más. Feliz Navidad, César.
ResponderEliminarLa verdad, echaba de menos esas anecdotas de la trastienda de la escritura. Y por lo que veo, por muchas novelas que hayas escrito siempre te puedes encontrar algo interesante a la vuelta del folio que te cambie los esquemas previos. Tu, a tu ritmo, escribe un post cuando te apetezca, sin obligaciones. Por cierto, me ha llamado la atención que duermes bastante poco, si te acuestas entre una y una y media, y te levantas a las 7.45, vaya, son seis horas mal contadas.
ResponderEliminarEn fin, ya nos contaras esa historia (estamos sobre ascuas).
Mazarbul.
Y Felices Fiestas
Querido César,
ResponderEliminarllevo un tiempo merodeando por aquí y nunca había dejado un mensaje. Por timidez casi siempre. Sin embargo, hoy dejas prometido que vas a hablarnos de algo importante para ti y me he sentido como una espía que te observa desde un agujero hecho en la pared. Así que he pensado que lo mejor era dejar de leerte en el anonimato del interior de tu ordenador y dejar un mensaje. ¡Mi primer mensaje en un blog! ¡Qué miedo! ¡Cuántas tonterías voy a dejar por escrito! :-)
Me alegro de que tu historia tenga un final (más o menos) feliz, ya que te he tomado aprecio leyéndote en tu blog.
Te voy a contar cuál fue mi primer contacto contigo, para que sepas cómo te conocí y por qué me caíste muy bien desde el primer momento. Encontré en Internet un cuento tuyo que se titula "El Hombre Dormido". Me lo leí de un tirón, me encantó cómo estaba escrito (escribes como si escribir fuera fácil y lo hicieras espontáneamente y a la primera) y pensé... pensé que ese era el cuento que yo siempre había deseado escribir. No me ha pasado con ninguna otra novela ni cuento, hizo que me apeteciera ponerme de nuevo manos a la obra con la escritura (actividad que dejé a los 17 años...).
Bueno, creo que me he extendido un montón con la presentación y no era mi intención. Seguiré por aquí leyéndote, aunque no siempre me atreveré a dejar un mensaje...
Deseo unas Felices Fiestas para ti y para tu familia,
Eva
¿Sabes lo que te pasa, César?...
ResponderEliminar¡Que usas demasiado el cerebro!
No pienses y verás como la vida se hace más fácil.
:PPPP
(Es broma, por si alguien no lo nota).
¡Ánimo que ya te queda menos para un final que seguro que es mejor que ese primero que imaginaste! y ¡feliz solsticio!
Dentro de nada los días serán más largos, vuelve la luz, la, la, la
A todos nos atropella la Navidad de vez en cuando!
ResponderEliminarSi algo depende de nuestra atención, si algo está pendiente de que terminemos de definirlo y completemos su forma, su color, sus palabras, ese algo pasa a dominar nuestra vida, incluso si decidimos abandonarlo.
ResponderEliminarTodos tenemos cosas pendientes, cosas que cuando las empezamos eran lo único importante en nuestro mundo, que marginaban las demás rutinas y dominaban nuestros pensamientos, pero súbitamente se convierten en extraños, casi en enemigos que se enfrentan a nosotros, algo que nos odia y no nos entiende.
Somos impacientes y el cerebro se cansa cuando lo previsible se hace evidente.
Cesar, tienes la habilidad de ser no previsible, cuéntanos lo que quieras y cuando quieras. Estamos atentos.
Creo que eres feliz aunque seguro que lo puedes ser más. Que así sea.
Yo diría que el cuento navideño ya lo has escrito, con este post. Pero, claro, yo soy muy raro.
ResponderEliminarJorge: no, mejor un relato ad hoc. Feliz solsticio.
ResponderEliminarNatalia: Me alegro de que te gustara el cuento de la castañera. Espero que el nuevo, aunque es muy diferente, no te desagrade del todo.
JP: Gracias a ti, por todo lo que me dices y por tener la amabilidad de pasear por Babel.
DeJota: Gracias; es cierto, el blog ha de ser un placer, no un agobio. Aún así, el cuento de Navidad es uno de los puntos fijos de Babel y no quería incumplir el ritual.
Juanmi: "Los mejores planes de los hombres y de los ratones con frecuencia se frustran". Si encuentras una idea mejor, ¿cómo vas a ignorarla? Muchas veces cambio mis mapas, pero suele ser en aspectos colaterales que no afectan al conjunto. El problema fue que esta vez el cambio afectaba al meollo del argumento. De todas formas, no te preocupes: no suele pasar. Afortunadamente.
Mazarbul: Pues sí, duermo entre seis y siete horas; no necesito más. Si duermo más de ocho horas, me levanto con mal cuerpo y dolor de cabeza.
Eva: me alegro muchísimo de que hayas decidido "salir del armario" y darte a conocer, porque pareces una persona encantadora. "El hombre dormido"..., hace tanto tiempo que lo escribí que ya casi ni me acuerdo. Aunque me temo que debo contradecirte: sé que se me lee con facilidad y fluidez, pero escribir así me cuesta un montón. ¿Leiste la serie de entradas llamadas "En la cabeza del escritor"? Ahí explico lo mucho que sufro escribiendo. Muy felices fiestas, Eva; me ha encantado conocerte.
Anónima de las 9:59: Yo creo que lo que me pasa es que uso demasiado poco el cerebro, pero es una cuestión de opiniones. Feliz solsticio, princesa; ¿y qué tiene de malo la oscuridad? Las tinieblas molan.
Leodin Da Core: atropellados o no, ¡feliz Navidad!
Anónimo de las 11:06: Gracias por tus palabras y por prestarme atención. Te deseo felicidad a ti también.
Rodolfo Martínez: sí, supongo que en cierta forma es un cuento. De todas formas, ya he escrito uno más ortodoxo. Feliz solsticio.
No te preocupes, Fray César, si no hay relato de solsticio, nos esperaremos al próximo equinoccio. =P Tú sin agobios.
ResponderEliminarDios, es cierto, como dice Natalia, YA ha pasado un año desde el post de la castañera... caray.
Si quieres inspirarte, después del canuto, te recomiendo que leas una página al azar de "Luz de vísperas" de Mauricio Wiesenthal, que me lo he empezado a leer y tengo la cabeza bulliendo de ideas. O hace mucho que no leo una buena novela o este tipo consigue inspirar con cuatro palabras bien puestas (y una trama que por el momento promete mucho). Pues eso, recomendado queda para todos los que leáis mi mensaje.
Ah, y un consejo muy serio a aquellas personas que tienen la costumbre de leer la última palabra de la última página de una novela sin haber llegado al final: NO lo hagáis con Luz de vísperas. =)
¡Feliz solsticio!
¿ Nueva novela de Carmen Hidalgo ? ¡ Excelente noticia ! Gracias por su trabajo y felices fiestas.
ResponderEliminarElaine Holmes: cierto, mi querida detective: el tiempo corre que se las pela. En cualquier caso, y como puedes comprobar, al final he podido escribir el cuento. Espero que te guste. Gracias por esa novela que me recomiendas y feliz solsticio.
ResponderEliminarVíctor Moral: gracias a ti por visitar Babel y felices fiestas.