Supongo que habéis oído hablar de los incidentes entre jóvenes y policías que se produjeron el pasado cinco de septiembre durante las fiestas de Pozuelo de Alarcón, una localidad, por cierto, muy cercana a donde vivo. He dicho “supongo”, pero debería haber puesto “seguro”, porque desde que se produjeron aquellos disturbios los medios de comunicación no han parado de hablar de lo chungos que son nuestros jóvenes, de su falta de valores y compromiso, de su carencia de disciplina y de su nulo respeto a la autoridad...
Bla, bla, bla, lo mismo de siempre, la vieja y machacona cantinela. Desde que la humanidad existe –o al menos desde que la palabra “futuro” es sinónimo de cambio-, cada generación se ha quejado de la siguiente empleando términos similares a los descritos en el párrafo anterior. Por ejemplo, mi generación; ahora que he superado ampliamente el medio siglo de edad y tengo dos hijos de 22 y 19 años, escucho con frecuencia a compañeros generacionales echar pestes de los jóvenes actuales, acusándoles de tenerlo todo fácil y carecer de los valores que nos adornaban cuando éramos briosos y nobles mozalbetes. Y no puedo evitar preguntarme: ¿pero de qué coño de valores están hablando? No sé, a veces pienso que mi juventud fue muy rara, porque lo que yo recuerdo son jóvenes tan pasados de vueltas –o no- como los de ahora. En serio, me parto de risa cuando oigo hablar, por ejemplo, del “problema que la juventud tiene hoy con el alcohol”. ¿Hoy? Por favor, el alcohol ha sido un problema para todas las juventudes desde que alguien decidió beberse el mosto de uva pese a haber fermentado. Y no sólo es un problema propio de la juventud, ni mucho menos, porque los adultos le damos al morapio que da gusto. Como siempre.
Pero así somos de repetitivos; tenemos la memoria histórica de un pez de colores. Nuestros padres nos decían: “Teníais que haber pasado una guerra”, y ahora les decimos a nuestros hijos: “Teníais que haber pasado una dictadura”. Pues no, mire usted. ¿Que los jóvenes de ahora lo tienen más fácil que lo tuvimos nosotros? Por supuesto; pero es deber de cada generación conseguir mejores condiciones de vida para la siguiente. A fin de cuentas, eso es el progreso, ¿no? Y nadie debería pasar una guerra o una dictadura, porque puede que eso te haga más fuerte, pero también más tarado. En realidad, los jóvenes actuales son muy diferentes a los de otras épocas en lo superficial, pero en lo básico son idénticos. La naturaleza humana se maquilla, pero no cambia.
Puede que alguien objete: “Pero estos jóvenes apedrean a la policía”. Y yo respondo: “¿Acaso nosotros no hacíamos lo mismo?” Ah claro, aquella policía nuestra representaba al fascismo, mientras que los actuales maderos forman parte de una democracia. Es decir, que un joven es un héroe atiborrado de valores si lanza piedras a las fuerzas del orden, destroza el mobiliario urbano y quema coches en nombre de la revolución, pero un gamberro si lo hace por defender su derecho a celebrar un botellón. Vale, hay diferencias entre un cosa y otra, no lo niego; pero si nos paramos a pensarlo bien, ¿no se trata en el fondo de lo mismo?
Seamos sinceros: cuando participábamos en algaradas contra la dictadura, cuando arrojábamos piedras a los grises, ¿nos estábamos rebelando contra el franquismo, o contra el franquismo y contra la autoridad en general? ¿No puede ser que en realidad alguna de esas piedras las lanzáramos metafóricamente contra nuestros padres? Pensad en lo que significa la palabra “educación”: uno nace siendo una bestia salvaje que sólo piensa en sí mismo y en satisfacer sus instintos. Durante un tiempo, las cosas van bien, porque uno no necesita gran cosa (ni tiene demasiados instintos) y cuenta con sobrada atención por parte de los padres. Pero pasado un tiempo comienza el proceso de socialización, que consiste básicamente en reprimir el instinto y los deseos. Eso no se hace, eso no se toca, no hables con la boca llena, no te tires pedos ni te hurgues la nariz, no te hagas pajas, respeta a los mayores, no puedes hacer eso, estás obligado a hacer eso otro, no te quejes, obedece, respeta la propiedad ajena, guarda silencio, estudia, no digas tacos, siéntate bien, no hagas ruido... Para eso sirven la familia y el colegio, para reprimir todo aquello que queremos hacer, y potenciar todo lo que nos toca las narices. Pues bien, después de tres o cuatro lustros sometidos a esa (necesaria pero tocapelotas) tiranía socializadora, cuando los jóvenes comienzan a liberarse del yugo paterno y de la cárcel colegial, ¿cómo creéis que están?
Pues, aparte de repletos de hormonas, están hartos, hasta las pelotas de la autoridad, sea del tipo que sea; arden en deseos de libertad y rechazan muchos de nuestros valores, porque ciertos valores (como la disciplina, por ejemplo) son cojonudos cuando tienes la sartén por el mango, pero una carga muy pesada si quien se fríe en el aceite eres tú. La energía que desprenden, esa energía que en parte es producto del hartazgo y el hastío, puede -siempre de forma minoritaria, no lo olvidemos- convertirse en furia y destrucción, como ocurrió en Pozuelo. Pero no nos engañemos, la mayor parte de los jóvenes (incluyendo a los violentos) disipará esa energía en chorradas y acabarán asimilándose al sistema, ingresando en las filas de nosotros, los zombis. No obstante, una pequeñísima parte de los jóvenes utilizarán esa energía de forma positiva, revolucionaria e innovadora, consiguiendo con ello que algunos valores caducos se desmoronen y que le mundo cambie un poquito para mejor.
Entonces, ¿a quién tememos los dinosaurios? ¿A los jóvenes violentos? No, son pocos y con un par de hostias la cosa se soluciona. ¿A los futuros zombis entonces? Tampoco; ellos nos sustituirán, pero antes, durante un tiempo, serán nuestros esclavos. A quien realmente tememos las viejas generaciones es a los jóvenes brillantes e inadaptados, pues ellos me echarán a mi de mi sillón de escritor, y a vosotros de vuestros puestos de trabajo, porque son mejores o, cuando menos, más nuevos. Les tememos porque no tienen poder, pero sí razón, y su razón acabará imponiéndose. Les tememos porque su simple presencia nos dice que nuestras creencias están obsoletas, que nuestro tiempo se está acabando, que ellos tienen fuerza para cambiar las cosas y nosotros ya no.
En el fondo, la brecha generacional no es más que una forma como otra cualquiera de temor al cambio, la impotencia y la muerte.
No sé si estoy completamente de acuerdo en todo lo que dices, César, pero da gusto leerte.
ResponderEliminarSaludos!
Ximo
¡Chapeau!
ResponderEliminarSagaz análisis, y sin concesiones a ese Saturno devorador de nuestros hijos que todos llevamos dentro.
Saludos cordiales
Aquí un zombi. Yo no tiré piedras a los grises. En su lugar, a principios de los 80, el problema era la represión por el consumo de hachís (entre otros) y hubo enfrentamientos tan sonados como el de Pozuelos (hasta en los más sosegados lugares) por cierre de bares, por suspensión de un concierto, por mil historias. Y vandalismo, tanto o más, solo que entonces no se quemaban contenedores porque la gente dejaba la mierda embolsada junto a la puerta. Esto por no entrar en el tema del jaco y el sida que fue la ostia para mi generación….
ResponderEliminarMe acuerdo del cojo Manteca y cómo quedaban las calles tras una mani chorras por lo que sea que fuese. Los mayores, giraban la cabeza al vernos… ¿dónde iremos a parar?... Pues donde vosotros… Nihil novum subsolem (o cómo se diga)
Hola César, no lo he podido evitar, te he meneado. Suponga que te llegará alguna visita más de lo habitual y algún comentario extra. Eso si no sales en portada, que entonces va a ser la leche. Espero que no te moleste, pero es que no lo he podido evitar, especialmente por lo que decías al final de la entrada. Me ha gustado mucho. Un saludo.
ResponderEliminarHola César , estoy de acuerdo contigo. Tu comentario ha sido de una lucidez exclarecedora. Yo creo que la diferencia existe y que la juventud lleva pasando etapas en todas las épocas de la historia, es muy socorrido tirar de los valores morales y todo ese cristianismo de zapatilla y represión, pero me gustaría matizar que en ese proceso de socialización-represión que acaba convirtiendonos en Zombies, existe una clara tendencia a que estas útlimas generaciones tienden a ser objeto de la permisividad. La gran mayoría lo tiene todo en el momento.Están aburridos y reviciados, y explotan ante una policía que no sabe como reaccionar o le pega a sus padres o al profe de turno para grabarlo en el móvil...dignos hijos de sus padres, supongo.Un saludo.
ResponderEliminarPlas, plas.
ResponderEliminarPues yo no estoy muy de acuerdo en cómo enfocas el asunto.
ResponderEliminarPartes de la base que hay una reacción social hacia las nuevas generaciones... yo esa reacción no la percibo, al menos no una reacción mayor a la que mi generación recibió de la anterior.
En los círculos en los que yo me muevo al menos no es así. Lo que hay es una reacción de cabreo e impotencia hacia los padres tontolculo de esta generación: acomplejados, irresponsables, egoístas (¿para qué coño han tenido hijos si no se ocupan de ellos?) y "pasamarrones".
Es la filosofía de: "a mi niño que me lo eduquen en la escuela". No oiga, no. A su hijo lo educa usted y en la escuela aprende aquello que ud. no está capacitado para enseñarle. De lo único que se debería ocupar la escuela en la educación de su niño es en reforzar los valores en los que ud. lo educa. Pero nunca en sustituirle a ud.
Ya me he encontrado varios casos en que el niño aprende a atarse los zapatos de sus maestros, no de sus padres.
Lo que entienden ellos como su labor educativa es barra libre a los caprichos; no hay límites; la palabra "no" no existe en el vocabulario de estos papás.
A esos. A los papás y mamás de esta generación. A esos sí les tengo ganas...
Hola César, soy Rufino.Te propuse venir al insti a hacer un encuentro con estudiantes y he estado liado con trabajo con lo que se me pasó tu respuesta. El instituto está en Castellón. Tenemos un Proyecto de lectura, se llama Proyecto Liber y a través de él tratamos de atraer autores para realizar estos encuentros. Lo hacemos a través del Ministerio o bien por vía particular. Estancia y demás corren por nuestra cuenta. Estaré ahora atento a tu respuesta. Si quieres que contactemos via mail, utiliza esta dirección: a45rpm@ono.com.
ResponderEliminarGracias.
Ah, y sobre los jóvenes, la verdad es que no hay que echarse las manos a la cabeza por estos episodios. Tampoco, quizás, justificarlos por ser protagonizados por jóvenes, pero sin llegar a demonizarlos. Estoy contigo. Un saludo
Yo creo que el problea es otro: los padres tonto el culo como apuntan por ahí arriba que delegan todo la educación en el maestro. El maestro por termino general o es un buen profesional (los pocos) o hace mal su trabajo, delegando su parcela de educador en unos padres que no educan.
ResponderEliminarPor otro lado, una sociedad pobre en espectativas, niños que tienen todo lo que aún no han pedido, padres que educan a sus hijos en la agresividad, que no dudan en pegar al maestro si no les gusta....niños que pegan y rompen si no obtienen lo que quieren.
Por otra parte, sobre las autoridades: paterna, estudiantil y policial (por nombrarlas de una forma) que perciben, son débiles y quizás echan de menos las antiguas formas de "disciplina" sin encontrar métodos nuevos exitosos.
En lo que tienes razón es que el jóven tiene que ser rebelde, autoafirmarse de alguna forma, y sin duda se irá adaptando a la aborregada sociedad. La brecha generacional se expresa así.
Para terminar, en la canción de "Los Bravos" "El loco soy yo" que era de una generación anterior a la mía, decían: Tan loco fue él, tan loco eres tú
y así será también sus hijos y después sus nietos.
Si los adolescentes pudieran volver a beber en los bares, como hace veinte años, se acabaría el botellón, la represión y la violencia.
ResponderEliminarDebiéramos construir sociedades más educadas en el vicio que castigadas por la virtud.
Un saludote.
Ximo: yo tampoco sé si estoy de acuerdo con todo lo que digo. Me explico: creo que lo que he expuesto en el texto es cierto, pero también creo que es incompleto.
ResponderEliminarGatopardo: gracias, amiga mía; los adultos tendemos a ser muy "adultocéntricos" y solemos ver a los jóvenes de forma muy sesgada.
Sim: Exacto, la violencia juvenil siempre ha existido; lo único que varía son sus circunstancias.
Eulez: pues gracias por "menearme", amigo mío :)
Juan & Manuel & Blueberry: en efecto, como le decía a Ximo, yo sólo he comentado una parte de la cuestión. El problema es más amplio y tiene mucho que ver con los padres, estoy completamente de acuerdo. Hablaré de esto en una futura entrada.
Manuel: quizá no me he explicado bien. Yo no digo que ahora haya una reacción mayor contra las nuevas generaciones. Lo que digo es que hay la misma que siempre ha habido, que todo se repite y muchas veces lo olvidamos. Mi comentario se centra en ese olvido y en la reacción histérica que han provocado los incidentes de Pozuelo, como si nunca antes se hubiesen producido sucesos similares.
El Profesor Gafapasta: no sé si esa sería una solución; entre otras cosas porque muchos de los que hacen botellón, así como muchos de los que protagonizaron los incidentes de Pozuelo, tienen 18 años o más y podrían beber en los bares hasta caerse de culo. La verdad, ni siquiera creo que el botellón sea un grave problema. La cuestión es más amplia y tiene muchas caras.
La verdad es icosaédrica y contemplar un lado te impide ver el opuesto.
ResponderEliminarÉste es un asunto, eterno, en el que no nos vamos a poner de acuerdo jamás y nos lanzaremos el icosaedro a la cabeza los unos a los otros convencidos de que tenemos razón, resultándonos incomprensible que haya alguien que no lo vea.
Vamos a ver, no se dónde un descerebrado le ha dado dos tortas a un profesor. Acto seguido se monta el sidral y se llega a la conclusión de que Todos los Padres somos unos mamarrachos… Los padres somos los culpables, y paqué tenemos hijos si no lo sabemos criar… etc… etc…
ResponderEliminar… Hoy los hijos –de media- están mejor criados a todos los niveles que cuando se tenían hijos de cuatro en cuatro (eso es una evidencia)… El problema es que en una democracia actual la represión violenta del adolescente no vale y no atinamos con los mecanismos alternativos de represión… Dicho en corto y claro, esa es la cosa. Problemas con los adolescentes los hay, los hubo y (espero) que los habrá, porque es la edad del cuestionamiento de la autoridad, y más digo, sin ese cuestionamiento generacional no hubiéramos salido de acarrear pedruscos para la tumba del faraón. Los padres no podemos evitar que algunos de nuestros vástagos os quemen los contenedores o metan follón el viernes a la noche. El que os diga que puede, miente cual bellaco. La solución no es educativa, ni nada de nada, simplemente, buscar sistemas de represión congruentes. Por ej. poniendo en marcha de una vez las penas en horas al servicio de la comunidad (pero no nominalmente, no,… un cuerpo pseudomilitar/policial que vele para que los críos se pasen el finde limpiando ríos, cosa que se hace en todas las democracias, por cierto)
Se conservan textos romanos en los que ya se les reprocha a los jóvenes la pérdida de los valores y principios de sus padres y abuelos. Eso es verdad, como también lo es que todos los padres de todas las generaciones han pensado que a sus hijos les faltaba la disciplina y espíritu de sacrificio que antes se inculcaba (generalmente a base de mano dura).
ResponderEliminarTodo eso es verdad, pero no quita que deteste a las personas que, amparadas en una religión o una ideología (digna o indigna)o en una reivindicación (justa o injusta)o en una fiesta de pueblo se convierten en una masa incontrolada y descomunal.
Es verdad que gracias a lo que antiguamente los poderosos denominaban chusma o populacho se han llevado a cabo revoluciones, se han derrocado regímenes injustos y se han producido avances en las libertades de personas y naciones pero a mí no me hubiera gustado estar recogiendo cabezas de aristócratas en la plaza de la Concordia de París.
Y en cualquier caso, la motivación de los gamberros de Pozuelo no parece tan noble.
Cuando yo tenía 15 años, en el Instituto que estudiaba se organizó una fiesta para recaudar dinero para le viaje de estudios, tipo de las que se hacen en la Complutense. Pero estoy hablando del año 1977 y de un instituto público. El alcohol se distribuyó sin mesura, los mismos profesores se encargaban de llevar a los alumnos más perjudicados a un dispensario cercano y ¡ah!, todas las aulas estaban abiertas y sin vigilancia, por lo que cualquiera se podrá imaginar para qué se usaron. Ni un padre protestó, los periódicos no publicaron ni una palabra, el director no dimitió. No pasó absolutamente nada, salvo la resaca monumental de la mayoría de los que asistimos. ¿Han cambiado las cosas o ha cambiado el modo en que las vemos?
ResponderEliminarHola:
ResponderEliminarNo tengo ni la más puta idea de lo que pasó en Pozuelos. De lo que sí estoy seguro es de que este es uno de los mejores post desde que visito este blog. Me saco el sombrero.
O tempora, o mores!
ResponderEliminarSim: quizá tengas razón, quién sabe. Siempre me ha parecido que lo de los servicios a la comunidad no se usa todo lo que debería usarse.
ResponderEliminarLa vieja piragua: a nadie le gusta la violencia, pero forma parte de nosotros; sobre todo, de los varones. En cualquier caso, no creo que haya en España un problema de violencia juvenil.
Velda Rae: hemos cambiado nosotros, por supuesto, y nos hemos olvidado de lo que éramos.
Severian: disculpa, a vece me olvido de que no todos los merodeadores de Babel son españoles. Pozuelo es un pueblo muy cercano a Madrid, con un alto nivel de vida y mucha urbanización de lujo. Hace unas semanas, durante las fiestas de Pozuelo, grupos de jóvenes que bebían en la calle protagonizaron incidentes violentos con la policía. No pasó nada grave, pero ha dado mucho que hablar. Me alegro de que te haya interesado el post.
Cicerón: Facile es teneros adhuc animos componere.
Bueno, bueno, aunque lo de "la juventud está perdida" es un tópico de siempre, es necesario reconocer que la cosa no va bien y que los jóvenes tienen serios problemas.
ResponderEliminarDicho esto, puede parecer que estoy en desacuerdo con el post de César, pero es todo lo contrario, me parece estupendo, porque es necesario darse cuenta de que estos problemas no son exclusivos de los más jóvenes, sino de toda la sociedad, y todos somos responsables.
La verdad es que cada vez que oigo a alguien de mi edad decir que la juventud está echada a perder y "nosotros sí que sabíamos divertirnos" me pongo malo. Más que nada porque precisamente "nosotros" tenemos mucha responsabilidad en todo lo que pasa, más que los más jóvenes, ya que hemos tenido bastante tiempo para pelear por una sociedad mejor, y no lo hemos conseguido.
Dicho de otro modo: tal vez sea cierto eso de "la juventud va al precipicio" pero nosotros somos lo que les hemos pavimentado el camino y hasta les hemos puesto señales para que vayan por ahí.
Pero es muy fácil echar la culpa a otros, parece que sea el deporte nacional.
Hola César, soy de tu generación y comparto muchas de tus opiniones. Por ejemplo, que el asunto es tan viejo como el mundo: Shakespeare ya decía que a todos los jóvenes de veinte años para atrás había que confinarlos en una isla, y a los estudiantes que Quevedo considera más peligrosos para la mujer que el peor de los bandidos.
ResponderEliminarPero…El proceso de socializarse elimina agresiones y también las acentúa o por los menos les proporciona coartadas en forma de banderías diversas, patrias, o club de fútbol, o racismo. También eso ha venido sucediendo desde siempre, ojo.
Comparto contigo lo que creo es tu conclusión esencial: cambia el paisaje, el contexto, pero permanece lo esencial
Vaya, he leido esta entrada demasiado tarde.
ResponderEliminarPero la he disfrutado tanto como si la hubiera leido en su momento.
Ah, amigo, "todos vosotros, zombies". :P
Yo también soy de tu generación. Coincido contigo en que algunos éramos igual o peor en nuestra juventud que esos chavales y mozas que se dedican al botellón, por poner un ejemplo de los que los medios de comunicación acostumbran a atizar cuando no hay nada mejor que informar.
ResponderEliminarUn cordial saludo