El pasado fin de semana he visitado uno de los lugares más bellos y desconocidos de España: la Hoz de Beteta, en la Serranía de Cuenca. Se encuentra al norte de la provincia, entre las localidades de Beteta y Puente Vadillos, y abarca un tramo de unos seis kilómetros en los que la carretera sigue el trazado del río Guadiela.
La Hoz de Beteta debe de ser impresionantemente bella en cualquier momento, pero ahora, en otoño, te quita el aliento. La vegetación, muy abundante, adopta todas las gamas del verde, el amarillo y el ocre, con brochazos naranjas y rojos, los farallones de caliza parecen esqueletos de bestias fabulosas y el agua, pese a la ausencia de lluvias, corre por todas partes. Es un lugar increíble, y más increíble resulta lo poco que se le conoce.
Cerca de allí está la Laguna del Tobar, la Hoz de Priego (similar a la de Beteta, pero más pequeña) o el nacimiento del río Cuervo, aunque lo cierto es que toda la zona es una maravilla. Además, se come muy bien y a buen precio y la gente es de lo más amable. Así que, si no tenéis nada mejor que hacer el próximo fin de semana (y si no vivís demasiado lejos de allí), os sugiero que os deis un paseo por esa zona; pero no lo dejéis para más tarde, porque es ahora cuando los colores del otoño llenan de magia ese lugar extraordinario. Hacedme caso; me lo agradeceréis.
La Hoz de Beteta debe de ser impresionantemente bella en cualquier momento, pero ahora, en otoño, te quita el aliento. La vegetación, muy abundante, adopta todas las gamas del verde, el amarillo y el ocre, con brochazos naranjas y rojos, los farallones de caliza parecen esqueletos de bestias fabulosas y el agua, pese a la ausencia de lluvias, corre por todas partes. Es un lugar increíble, y más increíble resulta lo poco que se le conoce.
Cerca de allí está la Laguna del Tobar, la Hoz de Priego (similar a la de Beteta, pero más pequeña) o el nacimiento del río Cuervo, aunque lo cierto es que toda la zona es una maravilla. Además, se come muy bien y a buen precio y la gente es de lo más amable. Así que, si no tenéis nada mejor que hacer el próximo fin de semana (y si no vivís demasiado lejos de allí), os sugiero que os deis un paseo por esa zona; pero no lo dejéis para más tarde, porque es ahora cuando los colores del otoño llenan de magia ese lugar extraordinario. Hacedme caso; me lo agradeceréis.
Supongo que estamos en absoluto desacuerdo, pero detesto que se divulguen innecesariamente sitios como el que mencionas para que se llenen de gente. Deebe ser el profundo elitismo que tengo arraigado.
ResponderEliminarEl lugar es muy hermoso, en efecto, sobre todo en otoño e invierno, y tu foto "casi" le hace justicia. Un saludo
Hoy hace veintiocho días que mudé a este sitio que odio y amo y que es Münster. Cada vez que voy caminando por donde sea y miro sus árboles, me vienen a la cabeza poemas que no logro terminar. Y lo único que saco en claro es que no hay otoños así en mi Valencia, aunque ya quisiera Münster tener su sol.
ResponderEliminarMe imagino perfectamente lo que dices, lo veo a diario. Y ningún día deja de sorprenderme. Me alegro de que hayas descubierto un pequeño paraíso. Un beso,
Cristina
Comparto mi admiración por el lugar, pues lo hemos visitado juntos y hemos sido alcanzados por las mismas sensaciones. Sí, pero, como estoy plenamente de acuerdo con Lansky, espero que nadie te crea y siga siendo un sitio maravillosamente aislado, aunque me temo que este comentario aumentarán las ganas de conocerlo. Maldita sea, el año que viene estará lleno de rascacielos con miles de turistas provistos de infinidad de bolsas de plástico y latas vacias de cocacola que irán colocando astutamente por todos los rincones.
ResponderEliminarLas hoces se crean a base de hacerle cosquillas el agua al suelo. Es tan lento el proceso que no parece existir, en lo que dura nuestra efímera vida puede que el paisaje no haya cambiado nada pero si pudiéramos ver esos lugares tal como eran hace millones de años, nos dejaría pasmados lo que es capaz de conseguir la paciente y tenaz labor del agua.
ResponderEliminarA la escala apropiada, se puede decir que nuestro papel en esta vida también erosiona y transforma el paisaje en muchas personas y, si nos lo curramos un poco, esa huella puede ser tan bella o desagradable como la de un sitio como ese.
Lansky & Samael: Tenéis toda la razón del mundo; soy un bocazas.
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