Vivimos malos tiempos, amigos míos, y no me refiero sólo a la crisis económica, sino también y sobre todo a la crisis moral. Tenemos miedo, y el miedo saca lo peor de nosotros mismo; estamos acojonados, así que necesitamos víctimas propiciatorias para ofrecérselas en holocausto a dioses a quienes ni siquiera rezamos. El miedo saca a la luz a ese reptil egoísta, irreflexivo y violento que todos llevamos en nuestro interior. El miedo nos vuelve malos.
Hay una ley social que, al parecer, siempre se cumple: las crisis económicas hacen que el género de terror florezca. Supongo que habrá poderosas razones psicológicas que lo expliquen, e incluso puedo intuir algunas, pero no deja de sorprenderme le regularidad con que esta ley se cumple crisis tras crisis. El caso es que basta con echarle un vistazo a las carteleras y las librería para comprobar hasta qué punto está en auge el género de terror. Y, especialmente, el subgénero “zombis”.
Pero, ¿por qué zombis? ¿Son una metáfora? Y si es así, ¿qué narices representa esa metáfora? Veamos: ¿La alienación social? ¿La pérdida de identidad? ¿El temor a la enfermedad? ¿El comunismo? ¿El fascismo? No me lo trago; demasiado traído por los pelos. Para intentar desentrañar la “metáfora zombi” debemos primero preguntarnos qué es hoy un zombi. Al principio, según las tradiciones del vudú, los zombis eran seres humanos a quienes se les provocaba una muerte aparente y que luego, tras ser desenterrados, se convertían en esclavos carentes de voluntad propia. De hecho, hay quien asegura que existieron realmente y eran utilizados para trabajar en las plantaciones.
Eso era así antes, pero hoy en día se trata de algo muy diferente. Los zombis actuales son más bien seres humanos infectados por una enfermedad que los convierte en violentos caníbales sin mente. Entonces, ¿los zombis simbolizan el miedo a la enfermedad? Que yo sepa, la única enfermedad infecciosa que genera violencia en quien la padece es la rabia, y ese mal está mucho más ligado a la licantropía y el vampirismo que a los muertos vivientes. Además, no creo que a nadie le preocupe especialmente la rabia hoy en día. No obstante, si la enfermedad infecciosa no es física, sino social, la cosa tiene más sentido. Vamos a ver, reduzcamos el concepto “zombi” a su mínima expresión: un zombi es un ser humano parecido a nosotros, pero que en realidad es distinto y quiere comerte. ¿Como por ejemplo qué? Como por ejemplo los emigrantes.
Atención, fijaos en que la metáfora funciona en los dos sentidos. Si eres xenófobo, los zombis serán los emigrantes, y si eres un emigrante (o estás en contra del racismo), los zombis serán los xenófobos. En cualquier caso, los emigrantes crecen en la sociedad (como una infección) y la xenofobia se extiende por la sociedad (como una infección).
Ahora echadle una vistazo a estas cifras: El 13 % de los españoles se declara abiertamente racista, el 62 % cree que hay demasiados emigrantes, al 39’4 los emigrantes le inspiran poca o ninguna confianza, el 36 % considera que los emigrantes le quitan trabajo a los españoles, el 68 % cree que la presencia de emigrantes incrementa mucho o bastante la delincuencia, el 36 % sostiene que los emigrantes reciben del estado más de lo que aportan. Y, ojo, estos datos tienen tres años de antigüedad, así que imaginaos cómo están las cosas ahora (ahora, por ejemplo, los españoles consideran que la inmigración es el tercer máximo problema de nuestro país). Porque otra infalible ley social dicta que en época de crisis aumenta la xenofobia.
Cuando era niño, allá por los 60, y veía pasar un negro por la calle, me lo quedaba mirando, porque en España sólo se veían negros en las películas. Madrid era una ciudad llena de inmigrantes, pero de inmigrantes locales, así que lo más exótico que podías encontrarte era un catalán. La verdad es que era una sociedad jodidamente uniforme y gris, una sociedad en la que todo el mundo vestía igual, hablaba igual (salvo los catalanes, que eran medio guiris) y se llamaba igual. Un aburrimiento, vamos. Por aquel entonces se suponía que los españoles no éramos racistas. En fin, teníamos a mano tan pocas razas a quienes odiar que no ser racista era fácil... aunque aprovechábamos las escasas oportunidades, como demuestra el lenguaje. Si alguien iba desaliñado, iba “hecho un gitano”; hacer algo malo era hacer “una judiada”; si te tomaban el pelo, te engañaban como “a un chino”; si trabajabas mucho, lo hacías “como un negro”. El rechazo a los gitanos era y es, desde hace siglos, consustancial a nuestra sociedad, pero ese tema merece una entrada aparte.
Hoy las cosas han cambiado y por toda España se ven rasgos distintos, se escuchan acentos diferentes. Y creo que eso contribuye a la riqueza de nuestra sociedad y nuestra cultura. Me gusta la diversidad, me gustan esas personas venidas de tan lejos. Hace muchos años, visité el Museo de la Emigración que está en el Archivo de Indianos (Colombres, Asturias). En este museo se ofrece una detallada perspectiva de cómo era la vida de los emigrantes (asturianos) hace un siglo, desde las circunstancias de su lugar de origen hasta las circunstancias de su lugar de destino, pasando, por supuesto, por el viaje. Esa visita me hizo ver hasta qué punto emigrar es una aventura, una odisea, una heroicidad. Desde entonces he contemplado con más respeto a esas personas venidas de fuera buscando una vida mejor, para ellos y para sus hijos. Les admiro y, si puedo, les ayudo. Cada vez que doy una charla en un colegio o un instituto y veo emigrantes entre los alumnos, me dirijo a ellos para decirles que sus padres son dignos de admiración, que son unos héroes, igual que ellos.
No obstante, hay gente que cuando ve a un sudaca, a un gitano rumano o no digamos ya a un moro de mierda, tuerce el gesto y experimenta el profundo deseo de que alguien expulse a esa escoria de nuestra sacrosanta nación, cuando no la imperiosa necesidad de romperle los dientes con un bate de béisbol. Y cada vez hay más gente que piensa así, con el apoyo de políticos oportunistas y populistas capaces de cualquier cosa con tal de conseguir un puñado de votos, aunque sean votos con olor a mierda. No hay nada como recurrir a lo peor de las personas para controlarlas.
En fin, podría enredarme en una diatriba moral, incluso científica, contra el racismo y la xenofobia, pero es mejor recurrir a un lenguaje que los racistas y xenófobos quizá puedan entender: la economía, la pasta. Veamos: para mantener una población estable hace falta que cada mujer tenga una media de 2,1 hijos; por debajo de esa cifra la población disminuye y por encima crece. Actualmente, la natalidad está descendiendo en todo el mundo, pero vamos a limitarnos a los 40 países más desarrollados: su tasa de natalidad es de 1,6; es decir la población disminuye. Y si nos circunscribimos a España, su natalidad es de 1,3. Al mismo tiempo, la esperanza de vida aumenta, de modo que dentro de no mucho tendremos una sociedad envejecida y con cada vez menos mano de obra disponible. ¿Quién cojones pagará las pensiones, quién narices mantendrá económicamente vivo al país? ¿Nuestros hijos? Pero si cada vez tenemos menos, coño.
Según previsiones de Naciones Unidas, dentro de cuarenta años el índice mundial de natalidad rondará el 1,6 (actualmente es de 2,7). Cuando eso suceda -en realidad ya está empezando a suceder-, los emigrantes se convertirán en una necesidad y los países competirán entre sí para atraerlos.
De modo que más les vale a los racistas y los xenófobos ir ampliando un poco sus estrechas miras, porque dentro de no mucho acoger inmigrantes no será una opción, sino algo vital para la supervivencia de nuestra sociedad. Aunque, claro, confiar en la sensatez e inteligencia de los racistas es como apostar por un burro en una carrera de caballos. Según el delicioso ensayo de Carlo Cipolla sobre la estupidez humana (Allegro ma non troppo), el máximo grado de idiotez se produce cuando alguien causa perjuicios a los demás y a sí mismo sin obtener nada a cambio. Pues bien, ese precisamente es el caso que nos ocupa. Lo peor de los racistas no es que sean malos, sino que son gilipollas; porque la maldad es predecible, pero la estupidez no.
Hay una ley social que, al parecer, siempre se cumple: las crisis económicas hacen que el género de terror florezca. Supongo que habrá poderosas razones psicológicas que lo expliquen, e incluso puedo intuir algunas, pero no deja de sorprenderme le regularidad con que esta ley se cumple crisis tras crisis. El caso es que basta con echarle un vistazo a las carteleras y las librería para comprobar hasta qué punto está en auge el género de terror. Y, especialmente, el subgénero “zombis”.
Pero, ¿por qué zombis? ¿Son una metáfora? Y si es así, ¿qué narices representa esa metáfora? Veamos: ¿La alienación social? ¿La pérdida de identidad? ¿El temor a la enfermedad? ¿El comunismo? ¿El fascismo? No me lo trago; demasiado traído por los pelos. Para intentar desentrañar la “metáfora zombi” debemos primero preguntarnos qué es hoy un zombi. Al principio, según las tradiciones del vudú, los zombis eran seres humanos a quienes se les provocaba una muerte aparente y que luego, tras ser desenterrados, se convertían en esclavos carentes de voluntad propia. De hecho, hay quien asegura que existieron realmente y eran utilizados para trabajar en las plantaciones.
Eso era así antes, pero hoy en día se trata de algo muy diferente. Los zombis actuales son más bien seres humanos infectados por una enfermedad que los convierte en violentos caníbales sin mente. Entonces, ¿los zombis simbolizan el miedo a la enfermedad? Que yo sepa, la única enfermedad infecciosa que genera violencia en quien la padece es la rabia, y ese mal está mucho más ligado a la licantropía y el vampirismo que a los muertos vivientes. Además, no creo que a nadie le preocupe especialmente la rabia hoy en día. No obstante, si la enfermedad infecciosa no es física, sino social, la cosa tiene más sentido. Vamos a ver, reduzcamos el concepto “zombi” a su mínima expresión: un zombi es un ser humano parecido a nosotros, pero que en realidad es distinto y quiere comerte. ¿Como por ejemplo qué? Como por ejemplo los emigrantes.
Atención, fijaos en que la metáfora funciona en los dos sentidos. Si eres xenófobo, los zombis serán los emigrantes, y si eres un emigrante (o estás en contra del racismo), los zombis serán los xenófobos. En cualquier caso, los emigrantes crecen en la sociedad (como una infección) y la xenofobia se extiende por la sociedad (como una infección).
Ahora echadle una vistazo a estas cifras: El 13 % de los españoles se declara abiertamente racista, el 62 % cree que hay demasiados emigrantes, al 39’4 los emigrantes le inspiran poca o ninguna confianza, el 36 % considera que los emigrantes le quitan trabajo a los españoles, el 68 % cree que la presencia de emigrantes incrementa mucho o bastante la delincuencia, el 36 % sostiene que los emigrantes reciben del estado más de lo que aportan. Y, ojo, estos datos tienen tres años de antigüedad, así que imaginaos cómo están las cosas ahora (ahora, por ejemplo, los españoles consideran que la inmigración es el tercer máximo problema de nuestro país). Porque otra infalible ley social dicta que en época de crisis aumenta la xenofobia.
Cuando era niño, allá por los 60, y veía pasar un negro por la calle, me lo quedaba mirando, porque en España sólo se veían negros en las películas. Madrid era una ciudad llena de inmigrantes, pero de inmigrantes locales, así que lo más exótico que podías encontrarte era un catalán. La verdad es que era una sociedad jodidamente uniforme y gris, una sociedad en la que todo el mundo vestía igual, hablaba igual (salvo los catalanes, que eran medio guiris) y se llamaba igual. Un aburrimiento, vamos. Por aquel entonces se suponía que los españoles no éramos racistas. En fin, teníamos a mano tan pocas razas a quienes odiar que no ser racista era fácil... aunque aprovechábamos las escasas oportunidades, como demuestra el lenguaje. Si alguien iba desaliñado, iba “hecho un gitano”; hacer algo malo era hacer “una judiada”; si te tomaban el pelo, te engañaban como “a un chino”; si trabajabas mucho, lo hacías “como un negro”. El rechazo a los gitanos era y es, desde hace siglos, consustancial a nuestra sociedad, pero ese tema merece una entrada aparte.
Hoy las cosas han cambiado y por toda España se ven rasgos distintos, se escuchan acentos diferentes. Y creo que eso contribuye a la riqueza de nuestra sociedad y nuestra cultura. Me gusta la diversidad, me gustan esas personas venidas de tan lejos. Hace muchos años, visité el Museo de la Emigración que está en el Archivo de Indianos (Colombres, Asturias). En este museo se ofrece una detallada perspectiva de cómo era la vida de los emigrantes (asturianos) hace un siglo, desde las circunstancias de su lugar de origen hasta las circunstancias de su lugar de destino, pasando, por supuesto, por el viaje. Esa visita me hizo ver hasta qué punto emigrar es una aventura, una odisea, una heroicidad. Desde entonces he contemplado con más respeto a esas personas venidas de fuera buscando una vida mejor, para ellos y para sus hijos. Les admiro y, si puedo, les ayudo. Cada vez que doy una charla en un colegio o un instituto y veo emigrantes entre los alumnos, me dirijo a ellos para decirles que sus padres son dignos de admiración, que son unos héroes, igual que ellos.
No obstante, hay gente que cuando ve a un sudaca, a un gitano rumano o no digamos ya a un moro de mierda, tuerce el gesto y experimenta el profundo deseo de que alguien expulse a esa escoria de nuestra sacrosanta nación, cuando no la imperiosa necesidad de romperle los dientes con un bate de béisbol. Y cada vez hay más gente que piensa así, con el apoyo de políticos oportunistas y populistas capaces de cualquier cosa con tal de conseguir un puñado de votos, aunque sean votos con olor a mierda. No hay nada como recurrir a lo peor de las personas para controlarlas.
En fin, podría enredarme en una diatriba moral, incluso científica, contra el racismo y la xenofobia, pero es mejor recurrir a un lenguaje que los racistas y xenófobos quizá puedan entender: la economía, la pasta. Veamos: para mantener una población estable hace falta que cada mujer tenga una media de 2,1 hijos; por debajo de esa cifra la población disminuye y por encima crece. Actualmente, la natalidad está descendiendo en todo el mundo, pero vamos a limitarnos a los 40 países más desarrollados: su tasa de natalidad es de 1,6; es decir la población disminuye. Y si nos circunscribimos a España, su natalidad es de 1,3. Al mismo tiempo, la esperanza de vida aumenta, de modo que dentro de no mucho tendremos una sociedad envejecida y con cada vez menos mano de obra disponible. ¿Quién cojones pagará las pensiones, quién narices mantendrá económicamente vivo al país? ¿Nuestros hijos? Pero si cada vez tenemos menos, coño.
Según previsiones de Naciones Unidas, dentro de cuarenta años el índice mundial de natalidad rondará el 1,6 (actualmente es de 2,7). Cuando eso suceda -en realidad ya está empezando a suceder-, los emigrantes se convertirán en una necesidad y los países competirán entre sí para atraerlos.
De modo que más les vale a los racistas y los xenófobos ir ampliando un poco sus estrechas miras, porque dentro de no mucho acoger inmigrantes no será una opción, sino algo vital para la supervivencia de nuestra sociedad. Aunque, claro, confiar en la sensatez e inteligencia de los racistas es como apostar por un burro en una carrera de caballos. Según el delicioso ensayo de Carlo Cipolla sobre la estupidez humana (Allegro ma non troppo), el máximo grado de idiotez se produce cuando alguien causa perjuicios a los demás y a sí mismo sin obtener nada a cambio. Pues bien, ese precisamente es el caso que nos ocupa. Lo peor de los racistas no es que sean malos, sino que son gilipollas; porque la maldad es predecible, pero la estupidez no.
Me llama mucho la atención en la cuestión del racismo que a las únicas personas que se les presupone racismo es a los blancos. Como si se diera por hecho que los únicos que tienen "capacidad" (o derecho) para discriminar al diferente son los que pertenecemos a la raza superior. En sí, para mi, este pensamiento es el colmo del racismo. Porque la realidad es que muchos de estos emigrantes son igual o más racistas que nosotros. Lo que pasa es que ya se guardarán ellos de decir lo que piensan sobre nuestra raza, cuando se pueden aprovechar de ser una minoría. Encima son listos además de tener colores en la piel.
ResponderEliminarEl ser humano siente rechazo por lo diferente, se siente amenazado por lo que viene de afuera. Pero no se puede decir que no hemos evolucionado, hoy en día tenemos leyes que contienen nuestros instintos. Y eso es una sociedad al fin y al cabo, un conjunto de personas que establecen una normas para poder relacionarse entre ellos, porque a todos nos cuesta relacionarnos.
Los zombies ya estuvieron en auge hará unas décadas y entonces no había crisis.
ResponderEliminarSugerir que el revival de ahora tiene una interpretación metafórica acorde a nuestros tiempos me parece muy aventurado y bastante rebuscado. No obstante, y ya que te pones a ello, decirte que no eres el primero que intenta interpretar todo esto: hay unos cuantos homólogos tuyos que en el zombie ven al parado, y no al emigrante.
Uno ya no acostumbra a leer textos inteligentes, por eso te felicito y me felicito, lo has hecho posible, mi máxima admiración.
ResponderEliminarHoy en día hay una crisis de todos los aspectos que podrían cultivar nuestra alma. Crisis de valores, crisis de principios, crisis de ... hasta de sonrisas.
ResponderEliminarMiedo es la especia que más puede dañar a un suculento espíritu que quiere vivir.
SALAMANCA
Muy lindo post. Respecto de
ResponderEliminarY cada vez hay más gente que piensa así, con el apoyo de políticos oportunistas y populistas capaces de cualquier cosa con tal de conseguir un puñado de votos, aunque sean votos con olor a mierda.
Fijate que hay algo más que oportunismo. Un inmigrante estigmatizado e ilegalizado es un trabajador barato. Por eso me parece natural que la derecha política, que naturalmente representa a quienes necesitan mano de obra barata, se vuelva xenófoba y racista. Muchos políticos que dan a entender que preferirían expulsar a los inmigrantes, en realidad lo último que querrían es una España llena de españoles con plenos derechos. El objetivo de ese discurso no es realizarse, sino mantener débil al débil. Lo que llama la atención, o francamante molesta, es cuando la izquierda reproduce ese discurso.
Y por supuesto, también está aquéllo de No hay nada como recurrir a lo peor de las personas para controlarlas, que es muy cierto.
Con la distancia de ser extranjero y de no vivir en España, me permito decir que, mas alla de las expresiones que citas, no veo nada esencialmente racista en los españoles. Es sólo que la presión mediática en toda Europa es demasiado fuerte, es muy difícil resistirse. Aún en Italia, que tiene el mérito de haber atravesado el período más racista de su historia sin campos de concentración ¡se suele escuchar cada barbaridad en boca de personas de bien!...
Aquí Álex, que me he mudado de Blogger a Wordpress.
ResponderEliminarNo me gusta comentar si no tengo nada que añadir (aunque seguro que lo hago con frecuencia), pero necesitaba decir que estoy de acuerdo al 120, si no al 200%.
Respecto a los zombies: sí, ahora están en auge. Sí, lo han estado antes. Y como toda herramienta literaria, sirve para lo que se utiliza en cada libro. ¿Metáfora del inmigrante? Yo he oído decir, y me suena plausible, que es más bien una metáfora de la alienación, relacionada con el capitalismo salvaje que nos degrada a meros consumidores. ¿Cierto, falso? Seguro que lo es en la única obra sobre zombis que me ha encantado (y que te recomiendo efusivamente): "Dead Set". Aunque la premisa suene un pelín ridícula (en el Reino Unido una plaga zombi acaba con el país... excepto a los participantes del Gran Hermano, encerrados en la casa e ignorantes de lo que sucede), como buena serie británica tiene un guión potente y uno de los finales más descorazonadores que he visto. Poéticamente descorazonador. Y mira que a mí las de zombis no me gustan :-)
Saludos
ResponderEliminar1. El problema es la pobreza que te puede llevar a la delincuencia. Y muchas veces el emigrante sufre esa situación socioeconómica que le lleve a delinquir. Y luego queda el tópico y etiquetar: como hacemos con los habitantes de nuestros varios conflictivos. A veces explico en clase que por que no se pasean por barrio Hell Kitchen que toque. Allí todos son canarios y blancos.
2. En España el gitano está tan indiscriminado que ni se considera que sea racismo.
3. Creo que el racismo lo asociabamos a los negros en las pelis americanas. Hasta se trataba en alguna serie española(Maestro presentando al alumno guineano: "Pues en España no hay racismo"; Pablito: "¿Y los gitanos?"; Maestro:"Pablito, cállate") La serie suena a Cuéntame pero juraría que es más antigua aunque igual me engaña la memoria.
3. También he usado en clase aquella portada del Jueves que se explica sola: en Marbella, un policia abre paso y dice: "Quítate de delante moro de M-es que en clase..;) que va a pasar el jeque. Y lo entendían perfectafemente.
En el párrafo 1 debe decir barrios; no varios. Perdón.
ResponderEliminarSoy arquitecto, mi vida está -por cuanto esto se puede decir- económicamente resuelta. Vivo en Madrid, en la Castellana, cerca del Bernabeu. Los únicos inmigrantes que veo son los que vienen a trabajar como asistentas o cuidadoras/es. Ni siquiera hay "manteros" o vendedores ambulantes. Nos ayuda en las labores domésticas una chica boliviana a la que pagamos lo que nos pidió y tratamos con la máxima corrección y afecto. Como soy y me tengo por persona culta y civilizada no soy, en absoluto, racista, xenófobo ni nada similar. Pero, a veces, me pregunto si sería lo mismo si fuese un obrero en paro y viviese en Lavapies. Y no sé, honestamente, contestarme.
ResponderEliminarEntiendo lo que dice Big Brother. Pero no me gusta. Pondré un ejemplo: yo dispongo de un buen cuarto de baño, y de una buena lavadora, me ducho y cambio de ropa todos los días y, en consecuencia, nunca huelo mal. Sé que para quienes no tienen esas mismas facilidades lo de la higiene es más problemático, y disculpo, por tanto, a muchos que huelen a sudor y llevan lamparones en la ropa, porque sé que no tienen fácil evitarlo. Mi comprensión hacia ellos, y mis disculpas, no me llevan, sin embargo, a considerar que no lavarse ni cambiarse de ropa sea algo bueno, ni un derecho defendible. Es, claramente, algo malo, que a muchos es difícil reprocharles, pero que no por ello deja de ser algo malo.
ResponderEliminarBien, pues el racismo es lo mismo. Probablemente el parado de Lavapiés tenga más difícil que yo, o que Big Brother, no ser racista. Saberlo me ayuda a disculpar a cuantos parados lavapiesinos, y similares, den muestras de racismo, pero no me hace al racismo ni un poco más simpático, ni me disuade de oponerme a él, ni me empuja a hacerme racista yo mismo. Igual que no dejo de lavarme ni de preconizar que hay que hacerlo por mucho que sepa que hay quien lo tiene complicado.
Vanbrugh:
ResponderEliminarNo veo en mi comentario nada que justifique el racismo. Y si lo hay, acháquese a mala redacción y no a creencias personales. Lo único que quería señalar es el hecho de que un mismo problema puede producir reacciones diferentes según las condiciones en que cada uno se encuentre. Y prueba de ello es el gran apoyo, entre clases obreras francesas, de movimientos xenófobos y ultraderechistas como el de LePen. No nos conformemos pues con el "buenismo" intelectual y hagámos algo al respecto.
Efectivamente, BB, nada en tu comentario justificaba el racismo. Disculpa si he dado la impresión de entenderlo así. Solo me pasa que he oído con demasiada frecuencia discursos que sí lo justificaban, y que se apoyaban en esas mismas consideraciones que haces tú, que, precisamente por ser ciertas,son un pie estupendo para consecuencias indeseables.
ResponderEliminarVanbrugh entonces qué consideramos racismo (perdóname big brother porque voy a "hilar" un ejemplo con parte de lo que has contado), hay muchas familias que tienen asistentes del hogar por horas a las que no pagan la seguridad social, incluso cumpliendo con los requisitos que le exige la ley para que así sea en el regimen de empleadas de hogar (y es na y menos lo que se paga en este régimen), ya sean nacionales o inmigrantes. ¿Pero hemos de considerar que cuando la afectada es una inmigrante se hace por xenofobia o raciomos y que cuando se hace con una española no "hay delito"?
ResponderEliminarYo creo que el que un país limite la inmigración en tiempos de crisis no tiene nada que ver con el racismo o la xenofobia, sobre todo si lo que se está pidiendo es que se limite la entrada de aquellos que lo están haciendo ilegalmente. ¿Dónde está el racismo ahí?. Otra cosa es que estemos equivocados y la medida en sí no vaya a reportarnos ningún beneficio como trabajadores.
El racismo sólo es denunciable e inaceptable cuando se discrimina a alguien y se le causa un perjuicio basándonos en la única razón de que tenemos un color distinto de piel. Pero es igualmente una sin razón limitar nuestras decisiones porque en ellas vamos a afectar a alguien que tiene una raza diferente o un país de origen diferente, cuando el motivo no es ese.
César dice en su post que el tema de los gitanos merece un post aparte en nuestro país. Hemos sido nosotros más racistas que ellos en nuestras relaciones¿? Yo creo que no.
Amaranta, no entiendo muy bien todas tus consideraciones pero, sobre todo, no entiendo por qué me las haces a mí. Particularmente tu pregunta inicial: ¿qué consideramos racismo? No creo que nada de lo que he dicho suscite ninguna duda sobre lo que todos consideramos racismo. Lo que tú has dicho, en cambio, a mí sí me provoca algunas sobre lo que consideras racismo tú.
ResponderEliminarPersonalmente considero racismo la actitud hostil de muchas personas hacia quienes son de "raza" -suponiendo que esta palabra quiera decir algo aplicada a los seres humanos- o nacionalidad diferente, y basada solo en esta diferencia. No sé si esta respuesta te basta. En cualquier caso, insisto, no sé qué de lo que he dicho ha podido enturbiar una cuestión que, creo, es fácil tener clara, al margen de las consecuencias que se saquen a partir de ella.
No sé si la teoría de los zombis será cierta. Solo sé que, mientras no me molesten, que hagan su vida. SI cometen un delito, sí apoyo su deportación. Bastante tenemos con alimentar a nuestros presos como para hacernos cargo de los vecinos. Y en cuanto pueda me pienso ir a Alemania, donde el tema de la inmigración se lleva mejor que aquí: la mayoría trabajan, muy pocos cometen delitos, y en general, si no se integran con los alemanes, por lo menos tampoco los putean.
ResponderEliminarRespecto a lo de los franceses, el otro día en clase de Interpretación COnsecutiva, mi profe hacía de portavoz del gobierno francés explicando la actuación de Sarkozy con los gitanos. Pues bien, os guste o no es absolutamente legal. Rumanía y Bulgaria, al ser miembros nuevos, no pueden acogerse a la ley de movilidad sino que pueden permanecer un máximo de 3 meses en los países de la UE. Transcurrido ese tiempo, si no tienen trabajo, no estudian o no tienen fondos para vivir, son enviados a su país. Y esto es legal.
A muchos les parece fatal... Pues bien. Yo en cambio considero que el gobierno francés es responsable ante el pueblo francés. Y el gobierno español ante los españoles. Y el británico ante los británicos, etc. Esto es, la cosa ya está bastante mal, apenas nos podemos mantener nosotros. No es momento de ser generoso. Primero a mantener bien a los ciudadanos del país y después a ser amable y fraterno con el vecino, que la riqueza sirva para algo.
Racista no. Misántropa, bastante. No me asusta una musulmana. Ni una latinoamericana. Ni ninguna mujer inmigrante. Pero ellos... Ellos me acojonan viva. Y bueno, en general le presupongo el mal al género masculino, españoles inclusive. Sé de sobra que hay un chorro de asesinas y psicópatas, pero o son muy listas o hay menos. Creo que debería hacérmelo mirar.
Big Brother, se agradece tu esfuerzo por entender al pueblo llano. Aunque yo creo que, como en todo, es mejor encontrar el término medio. Ni racismo, ni idealismo utópico de los mundos de yupi. Claro, que la objetividad por desgracia no está al alcance de nadie, por mucho que nos esforcemos en alcanzarla.
César, un saludo, que hace mil que no te comento. Cuídate, a ver si saco tiempo para leerme un libro tuyo que tengo por ahí aparcado. Y escríbenos otra historia de Carmen, se echa de menos. Un beso,
Cristina
Pues Vanbrugh me dirijo a ti precisamente porque me daba la sensación de que para ti racismo era eso que explicas, la actitud hostil hacia personas de otra raza. Y para mi el racismo es poner en situación de discriminación a personas de otra razas por la sencilla razón de ser de otra raza. Dado que la ley nos impide precisamente esto último, cualquier actitud hostil se queda en mera anécdota, que viniendo de un desconocido nos debe importar más bien un bledo.
ResponderEliminarTe voy a poner un ejemplo:
Un supermercado, una mujer que no alcanza a coger un producto de una estantería. Le pide ayuda a una pareja, los cuales la miran con actitud hostil porque no es de su misma raza y pasan de ella. El hombre de la pareja al final recapacita y depués de haberle vuelto la cara, al final le coge el producto. Ella no obstante a pesar de sentirse bastante incómoda ante ese rechazo da las gracias (en vez de maldecirlos por capullos).
Si la mujer que sufrió dicha actitud hostil hubiera sido la inmigrante, ya os veo a todos poniendo el grito en el cielo. No obstante dicha mujer era española y los inmigrantes fueron los que "discriminaron" a la española. Pero a mi, la actitud hostil, me parece igual de poco reprochable en cualquiera de los dos supuestos. Porque al fin y al cabo todos podemos ser hostiles con quienes no conocemos y eso en definitiva es más un instinto que un problema. El racismo real está cuando le causamos un perjuicio a alguien y para eso están las leyes, y los inmigrantes saben muy bien manejarlas para no ya defenderse, sino para salir beneficiados.
Amaranta: No hay que esforzarse mucho en leer entre líneas para advertir en tus comentarios una escasamente soterrada hostilidad hacia los inmigrantes. Bueno, cada cual es muy libre de pensar lo que quiera. No obstante, como se trata de debatir entre opiniones discrepantes, vamos a fijar un poco los términos, porque en mi opinión tu forma de emplearlos es un tanto sesgada.
ResponderEliminarEmpezando por el término "racismo". Según la primera acepción que recoge la RAE, es "Exacerbación del sentido racial de un grupo étnico, especialmente cuando convive con otro u otros". Verás, para ser racista no es necesario odiar a alguna raza, ni delinquir; basta con creer que existen diferencias genéticas sustanciales (no meramente estéticas) entre las diferentes etnias. Si piensas eso (aunque la ciencia ha demostrado sobradamente que es falso), ya eres racista.
En segundo lugar, claro que hay racismo en todas partes y por parte de todos. ¿Acaso eso hace que el racismo sea mejor? Por otro lado, en lo que dices, en los ejemplos que pones, se mezcla el racismo con el clasismo, que es otra cuestión. En cualquier caso, el racismo más preocupante, el que más daño puede hacer, es el que ejercen los fuertes sobre los débiles, las mayoría sobre las minorías. Y esa es precisamente la cuestión que nos ocupa.
Debatir mediante ejemplos aislados es poco fructífero. Frente a tu señora caucásica despreciada por dos sudacas podría poner el caso del jovencito caucásico que se dedicó a patear a una sudaca en un vagón de metro. Y tú saldrías con otro ejemplo al que yo rebatiría con otro, y así hasta aburrirnos sin sacar nada en claro. No, nada de ejemplos; en todo caso, estadísticas.
De lo que dices creo entender que el racismo sólo es grave cuando es delictivo. Lamento no estar de acuerdo. El desdén, los comentarios despectivos, la exclusión social, la indiferencia, la transmisión de ideas falsas y tendenciosas, la exaltación de la supremacía étnica. nada de eso es delito, pero no por ello deja de ser horrible. Hay muchas formas de ser miserable sin infringir las leyes.
Dices: "Lo que pasa es que ya se guardarán ellos de decir lo que piensan sobre nuestra raza, cuando se pueden aprovechar de ser una minoría. Encima son listos además de tener colores en la piel" y añades: "para eso están las leyes, y los inmigrantes saben muy bien manejarlas para no ya defenderse, sino para salir beneficiados". Mira, no sé dónde vives ni qué clase de inmigrantes conoces, pero te invitaría a dar una vuelta por ciertas zonas de Madrid para que comprobaras con tus propios ojos lo maravillosa que es la vida del inmigrante, lo mucho que se aprovechan de nuestras leyes para vivir como pachás. Por favor, Amaranta...
En cuanto a lo de los gitanos, como he dicho ya hablaré de ellos en otra ocasión, pero voy a contestarte: los gitanos son tan racistas con los payos como los payos con los gitanos. Ahora bien, ¿sabes cuál es el origen de los gitanos? ¿Sabes cuándo y por qué llegaron a Europa? ¿Y a España? ¿Conoces su historia? ¿Sabes siquiera por qué los llamamos "gitanos" (ellos se denominan "rom")? Porque si ignoras todo eso y te limitas a contemplar su situación actual como si hubiera surgido de la nada, tu juicio acerca de ellos tendrá muy poco peso.
Por último, según dices la xenofobia es un instinto. Seguro que sí. Y, en su momento, un imperativo genético de supervivencia, no lo dudo. Pero también es instintivo violar a una mujer si te apetece follártela y para evitar eso no sólo tenemos la ley, sino también la educación y la moral. La xenofobia fue en su momento necesaria para la supervivencia, pero también lo fue (y sigue siendo) la cooperación.
Amaranta, creo que el último comentario de César, al que me adhiero, explica suficientemente a qué se llama racismo. Como bien te dice, "el desdén, los comentarios despectivos, la exclusión social, la indiferencia, la transmisión de ideas falsas y tendenciosas, la exaltación de la supremacía étnica" no son delitos ni están proscritos por las leyes, pero son la esencia del racismo. Y son, además, el caldo de cultivo donde florecen y un día estallan el enfrentamiento y la violencia. Y el medio donde crecen y se propagan las actitudes sociales que acaban cuajando en medidas legales e institucionales discriminatorias y "racistas" en el sentido en que tú lo usas. Los campos de exterminio nazis fueron posibles porque durante años se había permitido y fomentado una actitud y unas ideas contra los judíos que no eran, en sí, delictivas. Meras anécdotass, según tú, que viniendo de desconocidos deberían importar un bledo a los judíos. Y les importó un bledo, hasta que la cosa no tuvo remedio.
ResponderEliminarNo César yo no tengo ninguna hostilidad hacia los inmigrantes. Te equivocas, lo que pasa es que vivo en una ciudad donde la inmigración no es nada nuevo. Aquí el boom de la inmigración pasó mucho tiempo antes que en el resto de España por el tema de la agricultura y convivir entre ellos lo primero que te enseña es que tienen tantos reparos racistas como nosotros. Hay un choque de culturas inevitable.
ResponderEliminarE independientemente de que cuando les solicitas algo te muren como si fueras chusma (yo era la del supermercado, era evidente), independientemente de que si te pillan sola en la calle después de las diez de la noche te preguntan "que cuánto cuestas¿?", e independientemente de que me hayan exigido hablar con mi superior en el trabajo porque ellos con mujeres no hablan y al sentirse humillados por mi jefe al decirles mi jefe que era yo la que tenía la decisión me amenazaron con matarme si me me pillaban en la calle. Aún a pesar de esas cosas y muchas más no tengo ninguna hostilidad contra el inmigrante, ninguna. Me puedes creer o no me puedes creer, dependerá de la credibilidad que me des como persona.
Y no me produce hostilidad estas situaciones porque sé que vivo en España y que a la larga la ley me ampara, a no ser que me hubieran quitado la vida de verdad. Justo por aquellos días en que me amenazaron mataron a una chica de ese pueblo, seguramente por alguna situación similar, además de violarla. A mi gracias a Dios todos mis compañeros de trabajo me estuvieron acompañando a casa hasta que la cuestión se tranquilizó.
Pero el que este inmigrante me amenazara a mi, no difería en nada de aquel otro, autóctono del pueblo en cuestión, que le propinó dos puñetazos al director comercial antes de entrar a las oficinas. La diferencia sí que está en lo que se nos está permitido responder a unos y a otros, el director comercial se quedó bien agusto cuando le devolvió los puñetazos al insurrecto. Pero cuando el inmigrante aquel violó y mató a la chica del pueblo y su familia quiso devolverle los golpes vinieron cámaras de telecinco a llamarnos a Almería entera racistas. El racismo no tenía nada que ver con el sentimiento de venganza que se siente cuando matan a lo que más quieres.
Y de eso se aprovechan los inmigrantes en estos días, de que siempre pueden gritar "son unos racistas" cuando los demás no estamos pensando en el color de la piel, sino en lo que nos permite la ley.
Aunque César ya sabe (por lo que he visto de su último comentario) que el racismo es universal y quede claro que no quiero señalar ningún error, me gustaría dejar un link con un texto de Tahar Ben Jelloum que aborda muy bien la cuestión:
ResponderEliminarhttp://www.almendron.com/tribuna/20075/racismo-universal/
Por desgracia, el racismo no entiende de razas y se puede dar en cualquier dirección. Y es algo intrínsico del ser humano. No sólo es blanco contra negros, también como muestra en link puede ser de franceses contra italianos. Y ambos blancos y europeos. Y en África tres cuartos de lo mismo entre distintas tribus y países. Y todos negros.
Y en Japón se produce también una situación muy peculiar:
http://no-brain-zone.blogspot.com/search?q=racismo
En cuanto a lo que dices, Amaranta, creo que te refieres al victimismo que usan algunas personas para justificar sus canalladas (en este caso, que los demás son racistas conmigo si se atreven a afearme alguna conducta). Pero me temo que eso sucede en todos los campos.
Un saludo.
"Como si se diera por hecho que los únicos que tienen "capacidad" (o derecho) para discriminar al diferente son los que PERTENECEMOS a la raza superior"
ResponderEliminarAmaranta: ¿"pertenecemos"? ¿"raza superior"? ... ¿ que no eres racista ?. Sí, lo eres. Y tu raza no es superior a ninguna, no lamento desilusionarte.
hay un debate filosófico que ha enfrentado históricamente a dos posiciones muy bien definidas cada una, y mejor defendida, según mi entendimiento una que otra, o al menos con argumentos que reconozco más realistas. Me refiero a la polémica de si el hombre es bueno por naturaleza o no lo es.
ResponderEliminarbien, en cualquier caso, lo que está fuera de la discusión es que tenemos rasgos comunes que nos identifican y que compartimos todos (como a los gatos, o a los besugos, les identificarán otros muy distintos).
No quiero entrar en el terreno de si somos buenos o malos, pero uno de esos rasgos que compartimos es el temor al vecino, al que es distinto , no ya de nosotros, incluso de nuestro clan. Ese temor se puede exteriorizar de muchas formas, una de ellas es simplemente indiferencia, otra, por qué no, hospitalidad, y también,claro, odio. Forma parte de nuestra naturaleza, me temo.
Esto sin embargo no debe de servir como EXCUSA para mantener planteamientos xenófobos, o racistas, más bien todo lo contrario, debe ser un estímulo para tratar de controlarlo y en la medida de lo posible, evitarlo.
La inteligencia debe impedir que el instinto campee sin control y si no lo hace, es que no estamos hablando de inteligencia.
"los emigrantes se convertirán en una necesidad y los países competirán entre sí para atraerlos."
ResponderEliminarHola. Yo creo que no será necesario competir para atraerlos, como dices: aunque el índice mundial baje al 1'6, ya pasamos los siete mil millones de habitantes (7.000.000.000) y seguimos creciendo, de los cuales más de la mitad están sumidos en la pobreza más absoluta. Bastará con correr la voz de que necesitamos trabajadores (aunque hoy por hoy con un 20% de paro no lo veo claro, pero bueno supongo y espero que esto mejorará) y tendremos a la puerta cientos de miles cada día.
Por lo demás de acuerdo, yo desde luego siempre intento juzgar a las personas por sus actos y no por su aspecto, edad, sexo, raza, ... ,
No sé si tendrá algo que ver, pero en esta c.a. gobernada por el pp están haciendo una campaña nada desdeñable contra el aborto. Tenemos los ambulatorios con carteles y hasta tranvías tematizados con la campaña.
ResponderEliminarPor otro lado, totalmente de acuerdo. Estigmatizar al diferente es un viejo truco de los ultramontanos.
Y, como señala Amaranta, el racismo no es privativo de los blancos, pero tenemos mala conciencia por las barbaridades que hemos cometido, propiciado, alentado y ocultado. Los orientales, más concretamente los japoneses, son una sociedad bastante impermeable a aceptar a otros.
No voy a comentar sobre el racismo, porque entiendo que nadie está libre de él, aunque solo sea por el orgullo irracional de pertenencia a un grupo y de la obsesión del ser humano de diferenciarse del resto. Me gusta este blog, porque es perfecto para hacer cosas "aparentemente" inútiles, aunque solo el hecho de plantearte determinadas cuestiones ya sea de cierta utilidad. Si que voy a comentar en el sentido de la ciencia ficción, de las cosas inútiles, del hablar por hablar y dejar cosas en el aire, como dando ideas a quien sea capaz de expresarlas y contarlas mejor, por si le aprovechasen algún día.
ResponderEliminarNo hace mucho tiempo (contando desde que escribí el comentario) que un científico del instituto Max Planck, un señor sueco, llamado Svante Paavo se dedicó a estudiar el genoma de nuestros primos hermanos los neanderthales (por cierto, excelente novela la de la casa del Doctor Pétalo) y comparando ADN en diversos colectivos humanos llegó a la conclusión de que europeos, americanos y asiáticos compartían un 4% de ADN con los neanderthales, mientras que los habitantes de África central, no compartían nada de material genético. Desde mi punto de vista, eso supone una diferencia del 4% del material genético, lo que estrictamente hablando supone un diferente ADN (ni mejor, ni peor, solo diferente) entre dos tipos de humanos que nos empeñamos en que sean iguales. Personalmente me parece fascinante llevar un 4% de ADN neanderthal en mi genoma, me enorgullece, sin ningún motivo, excepto el romanticismo, mantener aunque solo sea un 4% de un legado milenario. No creo que sea tan importante si somos iguales o diferentes, si vivieran los neanderthales en nuestros días, serían, sin duda diferentes y ello no debería ser obstáculo para que gozasen de nuestros mismos derechos, obligaciones, deberes y oportunidades. Ese 4%, esa pequeña diferencia, tiene más importancia de la que parece y es la que pone en entredicho la frase de "...a su imagen y semejanza". Esa es la grandeza de ese 4% y no el que dos grupos de seres humanos seamos lo mismo o no.