Desde que comenzó la crisis se afirma con frecuencia que la política se ha puesto a los pies, y al dictado, del Mercado (lo escribo con mayúscula, como si fuera una divinidad, porque lo es). Es decir, que ya no hay política, sino mera sumisión al entramado financiero. Esto es cierto si sólo nos fijamos en las consecuencias, pero no lo es en absoluto si contemplamos las causas. No es que la política haya quedado orillada; lo que ocurre es que desde hace un par de décadas se ha impuesto una política distinta a la que había antes. Una política que tiene al Mercado como tótem.
Cuando charlo de estos temas suelo argumentar algo que, quizá por evidente, no suele tenerse en cuenta: vivimos tiempos de posguerra. ¿Recordáis la Guerra Fría? Comenzó poco después de la Segunda Guerra Mundial y concluyó con la disolución de la Unión Soviética, a comienzos de los 90. Aunque no hubo enfrentamiento bélico (en realidad lo hubo, pero periférico), fue una guerra en toda la regla -y además una guerra ideológica, casi religiosa-, que, como toda guerra, tuvo vencedores y vencidos. Los principales artífices de la victoria final fueron Ronald Reagan, Margaret Thatcher y el papa Juan Pablo II. Los dos primeros están considerados grandes popes de la “revolución neo-con” y el tercero fue el papa que le dio el tiro de gracia final al tímido aperturismo del Vaticano Segundo.
El gran perdedor, claro está, fue el comunismo soviético, pero en realidad supuso el fracaso de toda la izquierda, incluso de la que ya se había alejado del marxismo. En la Guerra Fría no triunfó un país, ni una alianza, sino una creencia, una idea, una forma de entender la sociedad, la política y la economía; y quien fracasó tampoco fue un bloque de naciones, sino una ideología alternativa. Por expresarlo de alguna manera, al hundirse el comunismo nos quedamos sin plan B (aunque el plan B fuera una mierda, ésa es otra cuestión).
Retrocedamos en el tiempo. ¿Recordáis cómo era el capitalismo industrial en sus inicios, cuando imperaba el liberalismo salvaje? Hombres, mujeres y niños trabajando en fábricas insalubres doce horas al día, o más, siete días a la semana y doce meses al año, a cambio de un jornal miserable, sin ningún derecho ni ayuda (vamos, como en China ahora). ¿Recordáis las luchas sindicales, toda la sangre que se vertió intentando conquistar unos mínimos derechos para los trabajadores? El comunismo surgió como reacción ante esa realidad atroz (una reacción equivocada, pero de nuevo ésa es otra cuestión), era el plan B; o, más bien, uno entre varios planes B. Hasta que, de pronto, el comunismo triunfó en Rusia y dejó de ser una fantasía utópica para convertirse en una sólida alternativa. De hecho, en LA ALTERNATIVA.
La ideología comunista se expandió como la pólvora entre las clases obreras de Europa y América, así que, para evitar males mayores (que el comunismo siguiera prosperando), el capitalismo salvaje se vio obligado a hacer concesiones y aceptar algunas demandas sindicales. Tras las 2ª Guerra Mundial, con el incremento de poder de la Unión Soviética y el nacimiento de la República Popular China, el capitalismo tuvo que hacer aún más concesiones, y así nació el estado del bienestar europeo mientras florecía la socialdemocracia, que no es más que un ten con ten de la izquierda con el capitalismo. ¿Está claro lo que quiero decir? Las conquistas sociales de la clase trabajadora se consiguieron porque, ante la “amenaza comunista”, las fuerzas capitalistas se vieron obligadas a hacer concesiones que contentaran a la población, vacunándola frente a tentaciones revolucionarias. Había un contrapeso.
Pues bien, amigos míos, hace ya veinte años que el sistema capitalista triunfó y, ¿os habéis fijado?, ya no hay ninguna alternativa, ningún plan B. ¿Cómo?... ¿La socialdemocracia?... Me suena esa palabra; creo recordar que en algún momento significó algo.
¿Sabéis por qué ha triunfado el capitalismo de libre mercado? Es sencillo: porque funciona, porque es el mejor sistema económico creando riqueza. Aunque también plantea muchos problemas; entre ellos que, si bien es bueno a la hora de crear riqueza, es malísimo redistribuyéndola. El capitalismo, por naturaleza, tiende a concentrar inmensas cantidades de dinero y poder no democrático en muy escasas manos. Hay otros problemas, pero de momento no vienen al caso.
Tras la mini-crisis de principios de los 90, la economía mundial inició un largo periodo de crecimiento y prosperidad (entre otras causas, aupada por el inicio de diversas burbujas, como ahora sabemos). Todo marchaba bien y el dinero fluía a raudales, había trabajo, bienestar, así que la sociedad se fue aburguesando. Nadie lucha por mejorar el mundo, si el mundo ya le parece suficientemente bueno. Los partidos socialdemócratas se plegaron a los vientos dominantes y se plegaron a las políticas económicas liberales, con algunos toquecitos sociales.
En cuanto al pueblo, la masa, la plebe, la chusma, dejamos de ser ciudadanos y nos convertimos en consumidores. De repente, todo parecía estar al alcance de cualquiera. ¿Los millonarios usan Iphones? Pues tú también puedes tener uno; e igual sucede con las Nike, las Nikon, los Vuitton o los Sony de plasma. ¿Los triunfadores viajan por el mundo en jet y tienen Mercedes y BMWs? Como tú, si quieres. Poco a poco, la ética social se fue difuminando hasta que el principal valor, por no decir el único, fue la posesión. No importa lo que eres, sino lo que tienes. Dicho de otra forma: todas las capas de la sociedad fueron derechizándose. La ciudadanía se volvió conservadora; incluso la izquierda viró a la derecha. Y la derecha, libre ya del contrapeso comunista, pudo por fin desplegar las esencias de su verdadero plan.
Todo eso puede verse muy bien en España, donde la conciencia de clase ha desaparecido casi por completo. De pronto, sólo había dos clases sociales: la alta y una enorme e informe clase media. ¿La política? Una tomadura de pelo, así que cuanto menos atención se le preste, mejor. ¿Los políticos? Todos iguales, todos mentirosos y ladrones. ¿La ideología? Paparruchas. ¿La corrupción? Tolerable si el que se corrompe es de tu bando. ¿La justicia social? A quién le importa; que les den por saco a los pobres, que le den al vecino. Nos hemos vuelto individualistas y egoístas, estamos desideologizados y el único valor que nos guía es la consecución del “éxito” mediante la acumulación de bienes de consumo que confieren estatus. La educación, el esfuerzo y la ética son para pringados. Los valores de la izquierda (lo valores, no los partidos) ya no son deseables, están pasados de moda. ¿Quién quiere pagar impuestos? Ni dios. ¿Quién quiere practicar la solidaridad? Pues nadie; ¿para qué, para alimentar a unos cuantos vagos? “Yo, yo, yo y más, más, más”... ése es el estribillo de nuestra canción.
Huelga decir que un estado de opinión semejante es terreno abonado para la derecha. Pero, ¿qué dice la derecha actual, cuál es su filosofía? Resumiéndolo mucho:
1. El capitalismo de libre mercado (CdLM) es el único sistema económico (y por ende social) que funciona. Todo lo que vaya en contra del CdLM es perverso.
2. El sistema de libre mercado ajusta la economía por sí solo, de forma automática, castigando a quienes lo hacen mal y premiando a los que lo hacen bien. Por tanto, ya que es un mecanismo perfecto, al mercado hay que ponerle el menor número posible de reglas y restricciones. Anarco-capitalismo.
3. El principio básico es la libertad individual, así que el Estado debe abstenerse de intervenir en la vida y actividades de los ciudadanos. Además, el Estado tiende a ser una máquina burocrática de gastar dinero; por tanto, lo deseable es que el Estado sea lo más pequeño y lo menos fiscalizador posible.
4. En un sistema de CdLM, cualquiera que se prepare, se esfuerce y trabaje lo suficiente, alcanzará el éxito. Por contra, quien no lo haga estará condenado al fracaso.
5. El CdLM no sólo regula automáticamente la actividad económica, sino también la dinámica social. Los ricos lo son porque se han preparado y esforzado más, porque son más listos y trabajadores. Los pobres, por contra, deben su miseria al hecho de ser tontos e indolentes. En un sistema CdLM, todos partimos con las mismas posibilidades, pero a la larga el sistema pone a cada uno en su lugar.
6. Como los pobres lo son por ser vagos e indolentes, intentar ayudarles mediante subsidios es contraproducente. Cuanto peor lo pasen más posibilidades hay de que espabilen. Por ejemplo, los parados están parados por su culpa, así que se busquen las castañas por su cuenta. En términos generales, las políticas de asistencia social son negativas, pues generan gasto y fomentan la indolencia. Por otro lado, los ricos son los mejores ejemplares de nuestra especie, como han demostrado por su brillante capacidad de supervivencia, así que deben ser cuidados, mimados y respetados. Los pobres, por su parte, son los ejemplares menos aptos, de modo que la mejor política es apartarlos lo más posible del foco social y del proceso de toma de decisiones. Este punto, y el anterior, sintetizan el llamado “darwinismo social”. La ley de la selva adaptada a la civilización.
7. Los impuestos son negativos, pues frenan la economía. Además, ese absurdo mito izquierdista de la “redistribución de la riqueza” choca de lleno contra los puntos 5 y 6. Por tanto, los impuestos deben ser lo más bajos posible y con un único tipo impositivo para todo el mundo, con independencia del dinero que gane.
8. Si a los ricos les va bien y ganan mucho dinero, invertirán, crearán puestos de trabajo, y a los pobres, de rebote, también les irá bien.
En fin, le derecha neo-con dice más cosas, pero con esto basta por el momento. ¿Que la derecha española no dice exactamente eso? No, no lo dice con tanta crudeza, pero lo piensa y, como hemos podido comprobar, lo practica. A fin de cuentas, lo que he expuesto forma parte de la filosofía de la “revolución conservadora” (eso debe de ser un oxímoron). El caso es que esos ocho puntos son, en su mayor parte, meros actos de fe, revelaciones de algún profeta (Milton Friedman, por ejemplo) que guardan escasa relación con los hechos. En realidad, son dogmas religiosos. Y una coartada para seguir manteniendo el status quo.
Pero de eso hablaremos la siguiente semana... Ah, no, que me voy de viaje. Entonces dentro de dos semanas.
Feliz Semana Santa, amigos míos.
Deliciosa entrada que repasa con consisión la historia económica. Estoy de acuerdo punto por punto.
ResponderEliminarNo estudio Economía, aunque la di en Bachillerato, y admito que es un tema que me interesa muchísimo, sobre todo a la hora de hablar del funcionamiento del mercado y la política financiera.
Me da rabia porque a mi el mercado como "ajustador" de precios y "ajustador" de producción me parece una idea brillante. Pero el hecho de que en teoría sea perfecto, a la hora de la verdad no lo es (que si hay acuerdos entre empresas, obsolescencia programada). Y me chirría que la gente capitalista se ponga la venda en los ojos y lo nieguen.
De la misma forma, lo de esforzarse y ser listo son en muchos casos, eufemismos de ambiciosos sin escrúpulos y suertudos. Se ve muy bien en la herencia, si realmente el capitalismo se aplicase el cuento que predica, no permitiría que alguien viva bien por el hecho de apellidarse Bush o tener cinco casas en Maryland.
Pero bueno, tú dile esto a un capitalista confeso, aunque recibirás mejores respuestas de una pared.
Saludos César, y feliz viaje.
Este es el neodarwinismo y el "hacerse a uno mismo" del liberalismo económico:
ResponderEliminar- Felicidades, Martínez. Entró usted aquí como becario hace 5 años (gracias a sus dos carreras y los dos másters realizados), y ya ha ascendido a subdirector general, en una dura lucha con sus compeditores para escalar en esta empresa (Fulano y Mengano tuvieron que buscarse la vida en otro sitio) y ganarse el hueco que tanto merecía. España necesita hombres como usted, y su ascenso es bien merecido. Enhorabuena.
- Gracias, Papá.
Totalmente de acuerdo con el análisis.
ResponderEliminarEs el famoso mensaje neocon. En España en mi opinión el viraje hacia la ideología neocon lo empezó Aznar con Bush mediante el pago de Iraq, es notable cómo estas ideas han ido permeando en el PP de forma tan exagerada.
En cuanto a la economía de mercado, no funciona siempre. El ejemplo más claro para mí es el de los seguros sanitarios. En EEUU se rigen por una supuesta economía de mercado... que no es tal y no funciona.
Sobre esto me resulta muy interesante leer a Paul Krugman, que defiende que la economía de mercado funciona cuando realmente se trata de bienes. Y la salud no es un bien. Es curioso verle defender un capitalismo probablemente socialista, defendiendo el sindicalismo y la economía de los años 50-60 con el New Deal y el proteccionismo que Reagan enterró.
Por cierto que también comenta que actualmente los neocon están bastante más allá de Milton Friedman.
En fin, me parece terrible ver cómo esta ideología tan evidentemente destructiva (y que encima no funciona! que lo hemos visto con la crisis) se ha convertido en el status quo irrevocable.
Lo que le falta a la reflexión: al sistema basado en la libre competencia sin control efectivo (ni límites de la misma) lo primero que le pasa es que los "pioneros" que dominan por primera vez el/los mercado/s se libran rápidamente de esos principios, que una vez consolidada una posición de poder, sólo son una molestia.
ResponderEliminarComo es lógico (para ellos) cuanto antes deje de ser "libre" y "con competencia" para convertirse en "mio" y "de nadie más", mejor. Así, se convierten en oligopolios que buscan la autoconservación a toda costa, basados en el tráfico de influencias y la corrupción generalizada, a diferentes escalas (desde el ayuntamiento a los organismos internacionales).
Esperando como agua de mayo lo que vas a escribir cuando tengas un rato para reflexionar sobre la amnistía fiscal del Gobierno. Para mí es romper la baraja del Estado de derecho, ni más ni menos.
ResponderEliminarMillan Mozota, un aplauso a tu comentario. Eso me faltó comentarlo a mi (hice una mención por encima). Qué razón, de verdad.
ResponderEliminarLuego ves a los defensores acérrimos del sistema diciendo que "haya más mercado y menos intervención". Pues perdone, Aguirre (por mencionar a la de mi Comunidad) pero una empresa, cuanto más arriba, menos mercado tiene y más normas suyas aplica. Es así.
Como siempre, nada que aportar a la entrada, solo que es un placer leerte... aunque sea sobre temas así.
ResponderEliminarY hablando del pracer de leerte, no me puedo resistir a un pequeño offtopic: me leí el otro día La compañía de las moscas, que lo tenía por casa desde hace tiempo y no me decidía a empezarlo. Pues lo empecé. Y me encantó. Y me lo leí de un tirón.
Hacía años que un libro no me atrapaba de esa manera. En serio, hasta que no me lo terminé no pude parar XD.
Nada más. Solo quería decir que me encató el libro.
Saludos.
Buenas... interesante blog, recomendado por un colega blogger. Con permiso del dueño de casa y los invitados meto la cuchara para decir una palabra acerca del "plan B".
ResponderEliminarSuele decirse que no existe porque las revoluciones comunistas se convirtieron en lo que todos sabemos: dictaduras burocráticas asfixiantes.
Sin embargo, al decir esto no se separa la paja del trigo. El socialismo real tiene que ser juzgado tomando en cuenta su punto de partida. Marx concebía al socialismo como un sistema que aprovecha el avance tecnológico capitalista para superarlo ("el comunismo es el poder de los soviets más la electrificación" decía Lenin).
Pero en Rusia no había ni asomo de desarrollo capitalista, se trataba de una sociedad feudal sin riqueza creada donde la servidumbre era aún corriente. El poder burocrático nace de la escasez.
Y aún así, con todas sus miserias y deformaciones que no hay que ignorar, el socialismo real logró hacer de un estado cuyas relaciones sociales eran precapitalistas, una potencia industrial en la que la educación y la salud estaban garantizadas a todo el mundo. Gracias al capitalismo Rusia ha ganado hoy poco y nada en lo que respecta a libertades, y ha retrocedido pavorosamente en lo que respecta a derechos sociales. Rusia hoy es un stalinismo de mercado.
Por eso no concuerdo con esto:
¿Sabéis por qué ha triunfado el capitalismo de libre mercado? Es sencillo: porque funciona, porque es el mejor sistema económico creando riqueza.
Lo dudo mucho. El triunfo de un sistema político es el triunfo de unos intereses, no significa ni de lejos que sea "mejor". Ni siquiera bajo un estado "democrático" en el cual -además de las trampas de un sistema de representación que favorece el bipartidismo- la gente vota bajo una tácita premisa: que los intereses capitalistas no pueden tocarse, y que si alguien lo intenta, por mucho que se lo haya votado, no podrá enfrentar el poder del complejo militar, económico, industrial y mediático burgués.
En los países del tercer mundo esto tomó la forma de dictaduras militares, pero en la civilizada Europa tenemos el antecedente del plan Gladio y los años de plomo en Italia, cuando el Partido Comunista creció hasta niveles alarmantes.
Y lo veremos en Grecia, donde el Partido Comunista -que por ahora es tercera fuerza- ha declarado que no tiene intenciones de cantar la palinodia, ni de hacerse socialdemócrata, ni de cobrar un impuestito aquí o allá sino de expropiar a la clase capitalista. A la ficción le queda realmente muy poco.
Perdón por la excesiva extensión y salud para todos.
Jack Celliers: Bienvenido a Babel, amigo mío. Es curioso que nunca hayas merodeado por aquí, porque me suena un egg tu nick... Supongo que será por la película de Oshima.
ResponderEliminarRespecto a tu objeción, no me estaba refiriendo al sistema político capitalista, sino a la economía de mercado. Y si algo ha demostrado la historia es que la economía de mercado funciona mejor creando riqueza que las economías dirigidas (como es el caso del comunismo). De hecho, lo que al final hizo caer a la Unión Soviética fue le ineficacia de su sistema económico. El problema de la economía de mercado es lo mal que reparte la riqueza que crea y el problema de la economía dirigida es que no crea suficiente riqueza.
En cualquier caso, no me van las dictaduras, aunque sean del proletariado. Aun así, estoy de acuerdo en que nuestro actual sistema capitalista tiene los días contados. Las democracias occidentales han acabado por convertirse en descaradas oligocracias y el juego político en una mera pantomima.
Perdón por objetar, pero prometo ceñirme: que el socialismo real tiene problemas para crear riqueza me parece una observación certera, pero sería más certero tener en cuenta los escenarios en los que tuvo que crear riqueza. Sí, el socialismo real tiene problemas para crear riqueza en la Rusia feudal y en la Cuba subdesarrollada. No cabe duda.
ResponderEliminarAunque sería interesantísimo definir "riqueza", que es un término medio resbaladizo ¿no? Los recursos materiales son importantes, pero hay una dimensión social del asunto que interactúa con el concepto puramente económico del término, me parece.
Lo que hizo caer a la Unión Soviética fue la toma del poder por parte de la clase obrera de un estado atrasado y aislado. La revolución socialista jamás se planteó como un fenómeno nacional sino continental y global.
Y fracasó, claro. Como tantas cosas buenas.
A mi por no gustarme no me gusta ni el estado. El poder es una tara y vivir sujetos a gobierno no es realmente necesario entre gente civilizada. Algún día no habrá clases ni estado y podremos dedicar mucho más tiempo a hacer blogs y debatir sobre música japonesa o cosas así.
Buenas noches.
Jack Celliers: No debes disculparte por objetar, porque de eso van los blogs, ¿no?, de debatir civilizadamente.
ResponderEliminarTienes mucha razón cuando señalas que el socialismo real se desarrolló en "ecosistemas" deprimidos, lo cual retrasó el desarrollo de sus economías. Y aún más: la tenaza comercial/militar del immperio yanqui ahogó a las economías comunistas, bloqueando su expansión.
Con todo, creo que el sistema de "economía dirigida" es menos eficaz creando riqueza material que la "economía de mercado". Pero argumentarlo me llevaría mucho tiempo y espacio, y es un tema interesante, sí, pero alejado del propósito de estas entradas. En cualquier caso, ¿qué pasaría si el comunismo se instalase en un país moderno e industrializado? No lo sabemos, porque nunca ha ocurrido, así que todo lo que podemos ofrecer son opiniones.
También estoy de acuerdo en que, aparte de la material, existe otro tipo de riqueza. Pero de nuevo eso queda fuera de las intenciones de estas entradas.
Y sigo de acuerdo contigo en que a mí tambíen me sobra el estado. O me sobraría si todos fuéramos seres civilizados. Por desgracia, no lo somos. Ojalá tengas razón y algún día no existan ni clases, ni estado; y, ya puestos a pedir, ni patrias, ni razas, ni religiones.
¿La Alemania o la Checoslovaquia de 1945 no os parecen suficientemente modernas e industrializadas a estos efectos? Desde luego no eran comparables a la Cuba de 1958, ni a la Rusia de 1917, creo yo. Y el comunismo no hizo en ellas un papel mucho más lucido, ni en cuanto a la creación de riqueza ni, sobre todo, en cuanto a la creación de una sociedad respirable y habitable.
ResponderEliminarPero es cierto que no es el tema del post, siento haber entrado al trapo.