martes, mayo 8

La ciencia ficción y yo (V)



Tras la depresión político/económica de las anteriores entradas, volvemos a mi serie sobre la ciencia ficción (cf). Ya sé que a muchos merodeadores les importa un bledo este asunto, así que procuraré abreviar. Antes de nada, conviene comentar un par de cuestiones que quizá debí aclarar al principio:


Tres cosas que no es la cf: 1. Futurología. La cf no intenta predecir nada, y cuando lo hace es por pura casualidad. A decir verdad, la cf ni siquiera tiene que tratar sobre el futuro; suele hacerlo, es cierto, y puede que ese recurso al futuro sea condición suficiente para que un relato sea incluido en el género, pero no una condición necesaria. Hay muchas historias de cf ambientadas en el presente o el pasado (por ejemplo, Más que humano, de Sturgeon, o El prestigio, de Priest). 2. Divulgación científica. La cf no tiene por qué centrarse en asuntos científicos; de hecho, puede ser profundamente acientífica. 3. Literatura de “ideas”. Con frecuencia, los más “fundamentalistas” del género, afirman que el principal baremo para medir la calidad de un relato de cf reside en las “ideas” que contiene. No es cierto; las ideas son importantes, sí, pero una magnífica idea mal escrita es un mal relato.


Tres cosas que sí es la cf: 1. Literatura. 2. Literatura. 3. Literatura. ¿Está claro? La cf es un género literario que debe ser juzgado del mismo modo que cualquier otro género. Y ahí llegamos al meollo, al tuétano, a la raíz del problema. La cf nació, en sus más lejanos orígenes, de la literatura popular (novela gótica, primero, y de aventuras después), y se consolidó en el contexto del pulp, es decir, lo más tirado, el máximo exponente de la basura literaria. Para los bienpensantes guardianes de la cultura, la cf estaba y está manchada por un pecado original. Además, las primeras películas de cf eran, en su mayor parte, no solo deplorables sino también ridículas, lo cual no ayudó precisamente a mejorar la imagen del género.


La verdad es que durante las tres o cuatro primeras décadas de su historia moderna, la cf fue, en general, bastante cochambrosa en los aspectos literarios. La mayor parte de los autores habían sido fans del género que dieron el paso a la escritura a través de las revistas especializadas. Eran entusiastas y voluntariosos, y muchas veces tremendamente imaginativos, pero más interesados en las “ideas”, las tramas y las peripecias que en la carpintería narrativa o la prosa.


Eso comenzó a cambiar en los años 50, cuando la cf alcanzó cierto grado de madurez; pero la tendencia se consolidó durante la década siguiente, con la llegada de la New Thing, un movimiento, surgido en Inglaterra, que pretendía cambiar drásticamente el género. La New Thing proponía abandonar las “ciencias duras” (física, química, biología, matemáticas...), que hasta entonces habían monopolizado las temáticas de la cf, y centrarse en las “ciencias blandas” (psicología, sociología, lingüística...). También promulgaba dejar de lado el espacio exterior y sumergirse en el espacio interior del ser humano. Y prestar mayor atención al acabado literario. Y experimentar.


Con la New Thing, el género alcanzó su mayor grado de madurez literaria y temática. Y también se pegó una costalada de cuidado. Durante ese periodo surgieron autores magníficos que escribieron obras originales, comprometidas y exigentes. Demasiado originales, comprometidas y exigentes, me temo. Porque la New Thing supuso una terrible paradoja: consiguió que la cf se volviera más ambiciosa literaria y temáticamente, pero la cultura oficial siguió ignorando al género. Y, al mismo tiempo, el fandom, el núcleo duro de aficionados -que era el sustento económico de las colecciones y revistas de cf-, pasaba en redondo de la calidad literaria; quería lo de siempre, sus aventurillas espaciales y sus “ideas” chocantes. Así que la cf dejó de vender y la New Thing se fue a la mierda (Parte de la culpa también corresponde a la experimentación que proponía el movimiento. Experimentar, cuando no sale bien, es chungo; y la mayor parte de las veces no salía bien). Creo que fue en ese momento cuando los gustos de los lectores comenzaron a derivar de la cf al fantasy.


Pero ahora, de momento, estamos en los 70. En esa década se publicaron en España muchas y muy buenas obras de cf, y además teníamos Nueva Dimensión, la mejor y más duradera revista del género en nuestro país. Por aquel entonces se produjo mi primer contacto con el fandom. Como ya he dicho, los aficionados a la cf suelen ser muy dinámicos y participativos. Entre sus actividades se cuentan las convenciones de aficionados, llamadas “hispacones”. La primera se celebró en Barcelona, en 1969. Durante los 70 hubo cinco (cuatro de ellas en Madrid) y yo, la verdad, ya no sé si asistí a una o a dos de ellas. Estoy seguro de que participé en la de 1978, pero tengo vagos recuerdos de otra... No sé, da igual; el caso es que participé en una o dos hispacones durante los 70. Eran reuniones con escaso número de asistentes y una gran pobreza de medios. Y yo saqué una conclusión muy clara: aquella gente estaba como una cabra. Algunos, incluso, parecían confundir realidad y fantasía. Me sentía como si me hubiese colado en la reunión de una secta, o algo así. De modo que durante veinte largos años no volví a tener contacto con el fandom ni a participara en otra hispacon.


A finales de los 70, harto de narrar mal, abandoné mis torpes intentos de escritura. Poco después tuve que hacer la muy atrasada mili. Cuando salí del ejército, abandoné también el periodismo y comencé a trabajar en publicidad. Eran los 80. Durante aquella década cada vez leía menos cf. Supongo que, por un lado, mis gustos estaban ampliándose y cambiando; pero, por otro, la cf también había cambiado. Los mejores autores de los 50 habían desaparecido o estaban en decadencia, mientras que la “generación new thing” se hallaba dispersa o dimitida. La mayor parte de las nuevas figuras del género (Bear, Scott Card, Stanley Robinson, Brin, Bujold...) carecían de interés para mí. Entonces aún no lo sabía, pero la cf estaba entrando en decadencia.


A principios de los 90 sufrí una crisis personal: la publicidad me estaba volviendo loco. Harto de ese trabajo, empecé a buscar nuevas perspectivas laborales, como por ejemplo los guiones audiovisuales. Ahí comenzó un proceso de aprendizaje narrativo del que ya he hablado en otra ocasión. Y un buen día me llegaron por correo las bases de un concurso de relatos de cf convocado por la Asociación Española de Fantasía y CF, el premio Aznar (llamado así en honor a una vieja saga española de cf, no por el enano bigotudo). ¿Por qué no participar?, me dije.


Escribí un cuento llamado El mensaje perdido. Para ello, cogí una vieja idea que había tenido en los 70 y la mezclé con el último cuento que escribí, a comienzo de los 80, antes de colgar la máquina de escribir (el cuento se llamaba –es raro que me acuerde- Amor en mal estado). El relato está protagonizado por Gedeón Montoya, un gitano del Sacromonte que, al nacer, es alcanzado en la cabeza por una comunicación extraterrestre, lo que le vuelve omnisciente. La historia narra el procesó por el cual Gedeón pasa de ser un bicho raro, prácticamente autista, a convertirse en humano gracias a un amor imposible. El relato está escrito de una forma peculiar, por un procedimiento que podríamos llamar de collage. La narración está constantemente mezclada con fragmentos de información que parecen tener una relación muy colateral (o nula) con la historia, aunque al final contribuyen a darle sentido.


Este relato cuenta con firmes defensores y con radicales detractores. La verdad es que, de todos los que he escrito, es el que menos suele gustar. Aún así, estoy satisfecho de él. Me parece un experimento no del todo fallido. Sea como fuere, gané el concurso. Sólo una placa, sin pasta. Pero fue un incentivo para seguir escribiendo y también mi segundo contacto, después de dos décadas, con el fandom, el reino de los aficionados.


Pero de eso hablaré en la próxima entrada.

6 comentarios:

  1. Gracias por seguir con esta serie de entradas. Tus entradas sobre literatura y estas en particular son las que más me gustan.
    El cuento "El mensaje perdido" lo leí hará la friolera de 15 años, cuando compré "El círculo de Jericó" en la colección de Nova (blancos) y lo que sí recuerdo es que me ENCANTARON todos los cuentos que contenía (a ver si lo releo un día de estos).

    ResponderEliminar
  2. Otra que es ciencia ficción adaptada al presente es "Muero por dentro". De los 90, todo el mundo habla muy bien de "Snow Crash" pero no tengo ni idea de que tal es, aunque lo tengo en la lista, hay muuuuuuchos libros por delante de el.

    ResponderEliminar
  3. Anónimo12:30 a. m.

    que buen regalo de cumpleaños jajjaajjaja la vuelta a los posts de cf

    saludos alejandro

    ResponderEliminar
  4. Big Brother8:25 a. m.

    Si el presente es una mierda y el pasado lo que comimos y metabolizamos para producir ese apestoso presente, sólo nos queda el futuro y/o la imaginación para resguardarnos.

    Wellcome back, brother.

    ResponderEliminar
  5. Yo estaba en el jurado que dio el premio a "El mensaje perdido". El resto de relatos era... Era... Bueno, ejem, era de calidad más que discutible, y el tuyo no es que destacase, es que refulgía entre todos ellos.

    Tenía yo unas ganas de saber cómo era el tipo que había escrito aquella rareza!! XD Juas, juas...

    Un besote!

    ResponderEliminar
  6. Gabriel: Sólo hay dos novelas cyberpunk que me gusten: "Neuromante" y "Snow Crash". Esta última es, en realidad, una sátira del subgénero. Muy divertida.

    Alejandro: ¡Feliz cumpleaños!

    Anónima de las 9:59: Pues cómo iba a ser ese tipo: raro.

    ResponderEliminar