El 7 de noviembre de 1972, diecisiete meses después de la muerte de su esposa, Leonor del Corral, víctima del cáncer, mi padre, el escritor José Mallorquí Figuerola, nacido en Barcelona el 12 de febrero de 1913, se quitó la vida disparándose en la cabeza. Ocurrió de madrugada, en su dormitorio del piso 3º derecha del número 23 de la calle Españoleto de Madrid. Hoy se cumple el cuarenta aniversario de su muerte.
Hola, papá.
Hace cuarenta años que te fuiste, es increíble... Según y cómo lo mire, parece que fue ayer; pero desde otro punto de vista es como si hubiera transcurrido una eternidad. Recuerdo perfectamente aquel día, el día en que decidiste pulsar el botón de bajada en el autobús de la vida; recuerdo mi brusco despertar, con Mary diciéndome que te pasaba algo, recuerdo la carrera por el pasillo hasta irrumpir en tu habitación, recuerdo tu cuerpo sobre la cama ensangrentada, tan inmóvil, con la cabeza vuelta hacia un lado, recuerdo al practicante que a diario te inyectaba insulina diciendo, de pie junto a la puerta, “Pobrecito, pobrecito...” con el rostro compungido, recuerdo mi desconcierto, no entendía lo que pasaba. Hasta que vi la pistola en tu mano. Entonces todo encajó de repente, el súbito despertar, la preocupación de Mary, la sangre, tu inmovilidad, las lamentaciones del practicante, yo, el universo entero, todo se concentró en la pistola que empuñabas. Durante un instante infinito, ese arma, un Astra del calibre 9, se convirtió en un punto donde convergía toda la realidad, en un aleph, aunque más bien fue un omega.
Recuerdo el puñetazo que descargué contra la madera de la cama y recuerdo que musité: “Lo has hecho...”. ¿Entiendes?, no me pregunté por qué lo habías hecho; sencillamente constaté lo que parecía inevitable, el inexorable cumplimento de un mal augurio. Lo habías hecho. Recuerdo que salí de tu habitación, fui a la sala, me dejé caer sobre un sillón y me eché a llorar como un niño. Sí, recuerdo cada minuto de ese día; yo tenía diecinueve años y aquel siete de noviembre de 1972 mi vida se dio la vuelta como un calcetín.
Así que ya ves, papá, si lo contemplo de ese modo, tengo la sensación de que todo sucedió ayer. Sin embargo, cuando pienso en la cantidad de cosas que han ocurrido desde entonces, me siento aplastado por el paso del tiempo. Si no hubieras decidido quitarte de en medio al estilo far west, si aún vivieras, tendrías noventa y nueve años. No es una edad inverosímil en estos días, aunque supongo que habrías fallecido antes por causas naturales. Pero, si aún vivieras, ¿qué pensarías, qué harías?
Supongo que la muerte de Franco te habría inquietado, y no sé qué habrías opinado sobre la Transición, porque tus ideas políticas eran más bien raras. La caída de la Unión Soviética y el derrumbe del comunismo te habrían agradado, eso seguro. Te entristecería la pérdida de popularidad del western, el género que te hizo famoso, y la desaparición del tipo de radio que tú contribuiste a crear. Supongo que habrías vuelto a escribir literatura, pero no sé qué clase de literatura ni qué tal te habría ido. Sin duda, la actual situación de España te deprimiría; pero ¿a quién no?
La triste suerte de tu hijo Eduardo, que al final siguió tu último y peor ejemplo, te habría roto el corazón. Aunque, quién sabe, quizá si hubieras seguido vivo habrías podido ayudarle a reconducir su vida. No lo sé y nunca lo sabremos, ¿verdad? Tu hijo José Carlos también te preocuparía ahora, porque anda pachucho de salud. Y tus nietos... Conociste a Leonor, aunque sólo cuando era un bebé. Ahora es una adulta y te ha dado dos bisnietas. No conociste a Óscar y Pablo, mis hijos; pero te gustarían, tan altos, tan fuertes y tan llenos de vida. Pablo se parece mucho a mí.
Y, hablando de mí, ¿qué pensarías del tercero de tus hijos? Creo que nunca supiste muy bien cómo encajarme. Llegué muy tarde, trece años y medio después de José Carlos y diez después de Eduardo; fui el elemento discordante, un niño en una familia de adultos. Sé que me querías, por supuesto, y a veces podíamos conectar de un modo asombroso, pero no sabíamos tratarnos el uno al otro. Yo estaba empezando y tú acabando. Y luego llegó la enfermedad de mamá y, tres lamentables años después, su muerte. Y todo se fue a la mierda.
¿Alguna vez pensaste que, de entre tus hijos, sería yo quien seguiría tus pasos de escritor? Asististe a mis comienzos, leíste los primeros artículos que escribí para La Codorniz. Recuerdo lo que dijiste de uno de ellos: “Es inteligente”. Ese comentario me llenó de orgullo. Pero lo cierto es que nunca me alentaste a escribir (y no lo digo como reproche; me parece muy bien que no lo hicieras). Creo que en la familia existía el tácito acuerdo de que tu sucesor como novelista sería Eduardo. Pero, ¿sabes?, Eduardo nunca lo intentó en serio; sí lo hizo como guionista, pero no con la literatura. Y yo tampoco durante mucho tiempo, aunque la simiente estaba ahí, latente durante una década, a la espera de germinar. Y germinó.
No soy tan famoso como tú lo fuiste, ni he escrito tanto como tú, ni he vendido tantísimos libros como tú. Pero soy bastante conocido en ciertos círculos y me defiendo en esta extraña profesión que ambos elegimos. En general, y es una comparación que suele hacerse, me consideran digno sucesor tuyo. Creo que estarías orgulloso de mí, que te gustaría lo que escribo y cómo lo escribo. Aprendí mucho de tu estilo, lo reconozco. Durante un tiempo, hace muchos años, te habría preocupado mi forma de vida, aunque quizá no hubiese llevado esa vida si tú hubieses seguido vivo. ¿Te habría desconcertado mi trabajo como publicitario? No lo sé; a fin de cuentas, tú también tuviste contactos con la publicidad cuando trabajabas en la radio. Lo que sí sé, con entera seguridad, es que Pepa, mi mujer, te habría gustado y mucho. Es la clase de mujer que a ti te iba. Te habría gustado mi familia, sí; estarías satisfecho conmigo, y me alegro. Desde que soy un adulto he ido descubriendo poco a poco que comparto muchas aficiones e intereses contigo; habríamos podido charlar largo y tendido sobre cine, literatura, historia, antropología, viajes... Habría sido bonito.
Te he echado mucho de menos, papá; más que a mamá. Sé que no te gustaría oírme decir eso, pero es la verdad. Llevo cuarenta años echándote de menos, cuarenta años deseando haber podido hablar contigo una última vez para decirte algo muy sencillo: Perdón. Lo siento mucho; yo sólo era un crío estúpido, un inconsciente que no entendía lo que estaba pasando, un idiota que intentaba vivir una comedia en medio de un drama. Lo lamento muchísimo, papá, te lo digo de corazón; lamento todo lo malo que te hice, aunque creo que no fue mucho ni muy grave, y sobre todo lamento todo lo que no hice y pude hacer. Esa herida nunca ha cicatrizado del todo. Fui insensible, egoísta y miserable. Lo siento, lo siento infinitamente, de verdad...
Pero, ¿sabes?, han transcurrido cuatro décadas desde que te fuiste y ahora, mira por donde, resulta que tengo la misma edad que tenías tú cuando decidiste jugar a la ruleta rusa con todas las balas en el cargador. Ya somos iguales, ya hemos cubierto el mismo trecho del camino. Y hoy, de igual a igual, tengo algo que decirte:
Lo que hiciste, papá, fue una cabronada, no estuvo bien. Vale, José Carlos y Eduardo se habían casado, se suponía que ya estaban encauzando sus vidas. Pero ¿y yo qué? Tenía diecinueve puñeteros años, joder, mi madre había muerto hacía poco, estaba hecho un lío, ¿y a ti lo único que se te ocurre es pegarte un tiro? Eso estuvo mal, ¿sabes?, eso fue desertar de una obligación que habías contraído el mismísimo día en que yo nací. Pasaste de mí, me dejaste solo. ¿Has leído La carretera, de Cormac McCarthy? Pues al final, tú no fuiste la clase de padre que describe esa novela.
¿No te paraste a pensar, ni por un instante, que al pegarte un tiro en tu dormitorio, en la casa que compartíamos, yo, tu hijo de diecinueve años, vería tu cadáver al día siguiente? ¿Sabes lo que es llevar en la mente la imagen de tu padre muerto sobre un charco de sangre? No, no tienes ni idea. Nadie que no haya pasado por algo semejante sabe hasta qué punto puede grabarse una imagen en la cabeza. Ese recuerdo te lo debo, papá; me lo diste tú. ¿Y tampoco te paraste a pensar en el sentimiento de culpa que ibas a descargar sobre mis hombros? ¿Tanto te fallé, tan insignificante era yo en tu vida?
Dicen que el suicidio es una forma de cobardía. No estoy de acuerdo; hace falta mucho valor para pegarse un tiro. Lo que sí creo es que a veces el suicidio es una manifestación de egoísmo. Y creo que tú fuiste egoísta, papá; que no tuviste en cuenta a los demás. Ahora que soy padre, puedo asegurarte que yo sería incapaz de hacerle a mis hijos lo que tú me hiciste a mí. Estuvo mal, papá; muy mal.
¿Sabes algo curioso? Nunca antes había pensado así. Durante cuarenta años te consideré una víctima sin la menor culpa, pero ahora, de repente, al escribir esto, me doy cuenta de que no es cierto. Claro que eres culpable, igual que lo soy yo en otro sentido; ninguno de los dos estuvo a la altura de las circunstancias. Lo que pasa es que el suicidio es algo tan dramático, tan estremecedor, tan monolítico, tan cargado de emoción, que anula cualquier otro razonamiento. Por eso llevo cuarenta años arrastrando un sentimiento de culpa que, ahora me doy cuenta, sin duda era excesivo.
Al final de tu brevísima nota de suicidio escribiste: “Perdón”. Y te perdono, claro que te perdono, igual que sé que tú me perdonarías a mí. Por eso quiero olvidar el triste final y recordar sólo los mejores momentos; tus éxitos, tu sentido del humor, tu generosidad, tu bondad, tu talento, tu amor a mamá, tus viajes, tu afición a la comida, tu pésima forma de conducir, tus fotografías, tu curiosidad, tu timidez, tu cariño, tu portentosa humanidad... Así te quiero recordar, como la maravillosa persona que eras.
Adiós, papá; feliz cumplemuerte, si me permites usar el humor negro que tanto te gustaba. Siempre te he querido y siempre te querré.
César
Hace años, publiqué una semblanza de mi padre en La Novela Popular en España (Ediciones Robel, 2000). Si quieres leerla, puedes hacerlo pinchando AQUÍ.
Me has conmovido y emocionado, mucho ánimo y perdona a tu padre, seguro que la presión fué mucho mayor que cualquier amor.
ResponderEliminarYo soy mucho mas joven que tu y sin embargo el nombre de tu padre estará para siempre vinculado a mi infancia y a mi propio padre, también fallecido, quien a pesar de ser niña, despertó en mi la afción por las novelas de tu padre, "el coyote" es parte del panorama de mi vida. Triste la decisión de tu padre, cruel para ti, por supueto, pero , ahora que eres padre, como yo madre, seguro que ya te has dado cuenta que no podemos ser todo para nuestros hijos UNICAMENTE, somos ante todo nosotros mismos, y seguir sin la compañera de su vida es evidente que fue demasiado para tu padre.
ResponderEliminarDEP, y a ti, a quien ni conozco ni, debo reconocer, he leido, suerte y exito.
¡Jod*r!.
ResponderEliminar¡Que llorera!.
Y que hermoso escrito...
Tengo tu misma edad y conservo a José Mallorquí en mi memoria, es quien que despertó en mí la avidez lectora que aún me dura. Me inicié en la lectura de novelas con El Coyote cuando tenía, creo, 10 u 11 años (mi abuelo tenía toda la colección, encuadernada y cuidadosamente guardada entre sus demás libros). No es lo mejor que he leído, evidentemente, pero desde entonces no he parado de leer. También recuerdo sus seriales en la cadena SER, en los años sesenta. Forma parte de mis recuerdos de infancia y adolescencia y recuerdo que me entristeció mucho saber de su muerte.
ResponderEliminarEl suicidio es una decisión dura y que, como bien dices, requiere mucha valentía. Pero yo mismo no sé lo que haría si perdiera a la persona con la que comparto mi vida.
Y por otra parte me siento identificado con tus sentimientos respecto a tu relación con él, yo siento lo mismo con relación a mi padre, que murió hace unos años: esa sensación de haber sido injusto con él, lo que hicimos y no deberíamos haber hecho, lo que no hicimos, lo que nos quedó por decirles... Pero ese tipo de sentimientos, creo yo, los experimentamos el 90 por cien de las personas. Probablemente sentirán lo mismo nuestros hijos cuando llegue el momento.
En fin, ánimo y que sepas que aún quedamos muchos que le recordamos.
Nuff said que diría Stan lee. no hay más que añadir a tus palabras.
ResponderEliminarEso sí. Ánimo. Que tu hermano se mejore.
Siempre me ha dejado perplejo que hables sin tapujos de la muerte de tu padre. Lo normal ante el suicidio es dejar de lado el tema, como si quemara; un popular presentador de radio, ya jubilado, hablaba con mucho amor de su padre, muerto por suicidio, pero sin mencionar la causa de su muerte, esquivándola cuidadosamente. Por supuesto, no te critico por ello, más bien todo lo contrario.
ResponderEliminarMenudo exorcismo esta carta. Qué drama soterrado el que has incubado todos estos años. Espero que la visión de tu padre muerto en la cama deje de atormentarte y que vivas en paz, habiendo enterrado definitivamente su fantasma.
Creo que hay que ser muy valiente para escribir algo así. Además hay que tener dentro un gran dolor. Y mucha sabiduría.
ResponderEliminarCreo que casi en cada familia toca un suicidio que descoloca la vida de los demás, que se arrastra a través de ese tiempo que nunca pasa, que estanca el pensamiento en ese momento en que se pudo hacer algo por evitarlo y no se hizo, (porque no se sabía que era necesario buscar qué hacer ante algo que no se sabía que pasaría). Es un sentimiento tan horrible que nunca se consigue arrancar.
Hace tiempo que sigo tu blog porque me encanta cómo piensas y cómo escribes. No creo que mis pocas palabras sirvan para corresponder a todo lo que me has aportado, pero quiero dejarlas aquí por si acaso te sirven. Creo que quien se suicida se cansa de la vida y se queja de ella en un término sin retorno y creyendo que quien queda lo podrá superar. Que en el fondo cree que deja detrás personas mucho más fuertes que él, y que no siempre es verdad.
Te dejo un abrazo grande y me quedo con esto porque es insuperable y hermoso:
"Al final de tu brevísima nota de suicidio escribiste: “Perdón”. Y te perdono, claro que te perdono, igual que sé que tú me perdonarías a mí. Por eso quiero olvidar el triste final y recordar sólo los mejores momentos; tus éxitos, tu sentido del humor, tu generosidad, tu bondad, tu talento, tu amor a mamá, tus viajes, tu afición a la comida, tu pésima forma de conducir, tus fotografías, tu curiosidad, tu timidez, tu cariño, tu portentosa humanidad... Así te quiero recordar, como la maravillosa persona que eras".
No sé si llegará lejos , pero llega hondo .
ResponderEliminarCésar, no creo que fueras un mal hijo en ningún sentido (los naturales encontronazos generacionales y burradas propias de la edad cuentan muy poco), así que por ese lado no debes tener ninguna pesadumbre. Por supuesto, todos hemos podido comportarnos mucho mejor de lo que lo hemos hecho con las personas que nos quieren y todos tenemos el sentimiento de que no estuvimos a la altura, pero eso es inevitable. A mi me ocurrirá también, cuento con ello. Forma parte de la conciencia.
ResponderEliminarLo otro... tú mismo lo has respondido.
He estado dándole vueltas a si añadía añgún comentario al blog e César sobre nuestro padre. Y la clave está en eso, en que es "nuestro". O sea que sí, que me debo atrever.
ResponderEliminarHace diez u once años escribí lo que sigue. Releído después de leer el de "pequeño hermano" resulta sorprendente en su parecido. Espero que ello quiera decir que papá era un estupendo tipo cuya gran humanidad era percibida incluso por sus hijos y en forma muy parecida.
Como es muy largo supongo que voy a necesitar varios comentarios seguidos
Querido papá:
ResponderEliminarEste mes ha hecho treinta años de que decidiste dejarnos. No sé si estás en algún lugar al que te pueda llegar esta carta aunque sé, con absoluta certeza, que ignoro la dirección de ese lugar y el medio de enviártela. Pero, por alguna razón, me apetece escribirla.
Hace muchos años -mamá acababa de morir- estaba con Teresa en Badajoz, en el Hotel Zurbarán. Me entraron muchas ganas de escribirte diciéndote lo mucho que te quería. Dentro de aquella carta te contaba las últimas palabras de mamá, relacionadas contigo. Cuando volví a Madrid solo te interesó ese aspecto. Lo que te decía en ella sobre mi cariño hacia ti había pasado inadvertido.
Treinta y un años después te vuelvo a escribir. Pero no solo para decirte que te sigo -seguimos- queriendo mucho sino para contarte, aunque sea someramente, que ha sido de tus hijos y de tu mundo.
Yo sigo casado con Teresa, la única mujer que te movió a decirme aquello de que si no me casaba con ella, estaba loco. Nunca supe si me lo decías porque habías llegado a esa conclusión o porque era mamá la que había llegado a ella. En cualquier caso quiero que sepas que, como en los viejos Selecciones del Readers Digest que comprabas, fue "el mejor consejo que jamás oí". He tenido un estupendo matrimonio aunque nuestra relación no tiene nada que ver con la que teníais mamá y tú. Como debe de ser.
Leonor, el bebé aquel que solo tuvo abuelo durante veintiocho días se ha casado hace un año y medio y es razonablemente feliz. Ha sido y es una buena hija y una buena persona. Es muy inteligente y, en muchos aspectos, más sensata de lo que ha sido nuestra familia. No me ha hecho abuelo todavía y ese es un detalle que le agradezco aunque a mis sesenta y dos años -soy mas viejo que tú, papá- probablemente ya vaya siendo hora de tener algún nieto.
Mi vida profesional como arquitecto ha funcionado bien y, asómbrate, he sido un personaje en el mundo deportivo a través de mi afición al Tiro con Arco. La misma afición que amparaste consiguiéndome un inconseguible material deportivo sueco en la Barcelona de los primeros años cincuenta para que pudiese tirar en el campo que había delante de casa. A la hora de hacer feliz a la gente con regalos siempre fuiste un tipo maravilloso o, si me lo permites, cojonudo. He sido Campeón de España individual y por equipos -lo juro, no te mentiría- y presidente de la Federación. Ha estado bien y me ha permitido conocer a mucha gente importante. El Rey entre ellos. Porque, como te contaré luego, tenemos Rey. El mismo que nos destinó Franco pero en un contexto en el que no creo que pensara al hacerlo.
Sé que probablemente no me vas a creer pero en toda mi vida no he tenido ni un solo problema económico de aquellos de "vuelva usted la semana que viene" a los que tan propenso conseguías ser. Ni he comprometido nunca en un gasto un dinero todavía por ganar. No deduzcas de ello que he obtenido fortunas. Es muy probable que haya ganado menos que tu. Pero, endemoniado insensato, me he administrado con precaución, aunque he heredado de ti la pasión por los cacharros tecnológicos, por los grandes restaurantes y el gusto por que me consideren "cliente" de buenas tiendas.
ResponderEliminar¿Sabes, papá?... Hay tantas cosas tuyas dentro de mí que a veces me asusta. Y no son solo las que he asumido como propias sino también aquellas a las que he accedido como reacción contra tantas y tantas que nunca me convencieron de vuestra forma de vivir.
César -que putada le hiciste, viejo cabrón- también se ha casado y te ha hecho abuelo dos veces. Siguiendo la tradición familiar, solo interrumpida por Leonor, de dos varones. Pablo y Oscar. Son dos gigantones adolescentes y probablemente se transformarán en adultos interesantes. Su madre se llama María José y es una chica vasca estupenda que, no sé como, consigue no solo soportar a César, que ya no tiene nada que ver con aquel chico silencioso y ausente que conociste, sino también quererle. Por cierto, sigue siendo íntimo amigo de Tito, el compañero suyo de colegio. Y es una de esas amistades admirables que lo ha resistido todo.
Durante unos años César llevó una vida de las que no hacen predecir ningún buen futuro. Pero, nunca he sabido muy bien porqué, cambió muy pronto y se volvió un anarquista serio y responsable (ácrata sería la palabra justa, pero no sé si la entenderías en la acepción que ahora se le da). Durante bastantes años se dedicó a la publicidad y llegó a ser alguien importante y muy bien retribuido. De pronto, lo dejó todo ante el asombro de quienes le veíamos cometer tamaña insensatez y, no te lo vas a creer, decidió que su futuro estaba en ser escritor, como su padre. Se lo tomó con seriedad y profesionalidad, consciente de que tenía que aprender mucho antes de alcanzar sus metas. Y aunque ha conseguido muchas -es un ganador inveterado de premios literarios- ni él mismo sabe hasta donde va a llegar. Yo creo que muy lejos. Es, te lo juro papá, un excelente escritor y te sentirías muy orgulloso de él. No tiene tu torrencial facilidad pero se trabaja sus textos como tu nunca lo hiciste. Y eso, papá, se nota un montón. Muchas veces especulamos él y yo con lo que habría sido tu obra de haber querido o podido trabajarla como se merecía tu calidad. Pero, claro, nunca lo sabremos. También César ha resultado ser un administrador cuidadoso de su economía personal y familiar. Curioso, ¿no?.
César y yo nos llevamos estupendamente. Estamos de acuerdo en muchas cosas y, sobre todo, estamos de acuerdo en no meternos en terrenos en los que el no estar de acuerdo pueda enfrentarnos. Hablamos mucho de ti, como padre y como escritor, y creo que siempre lo hacemos con cariño y con admiración. En ninguno de los dos terrenos fuiste perfecto pero, por lo que sea, nos dejaste muy marcados. Yo, durante muchos años y aún ahora, no podía/puedo hablar de ti sin que se me quiebre la voz y se me llenen los ojos de lagrimas. Pero, por si no lo sabes, siempre he sido un sentimental de lágrima fácil. ¿O será que te quise y te quiero mucho?
ResponderEliminarY, claro, estarás esperando que te hable de Eduardo. Es lo único que me ha hecho dudar sobre si quería o no escribir esta carta. Porque las noticias sobre él son muy malas. No ha conseguido organizarse una vida en la que sentirse confortable. Más bien su vida ha sido una sucesión de infiernos en los que se ha ido metiendo como si un destino trágico lo decidiese por él. Pero todos esos infiernos han sido consecuencia de sus actos y de sus decisiones. No ha habido elementos externos que los provocasen. Ha malgastado su talento y se ha ensimismado en un mundo interior muy amargo. Hace muchos años decidió romper con César (¿un homenaje a aquello tan tuyo de que cuando rompías con alguien era para siempre?). Y mi relación con él ha sido escasa, creo que más por mi culpa que por la suya. Pero, papá, ver como alguien a quien quieres o has querido se autodestruye no es un espectáculo atrayente. Sobre todo cuando sabes que no tienes ninguna posibilidad de reconducir las cosas. En marzo del año dosmil uno abrió la misma puerta que tú y se fue por ella.
Franco se murió, después de una prolongada -por los demás- agonía en el mismo mes que tu pero tres años más tarde. Unos brindaron con champán y otros balbucearon su dolor ante las cámaras de televisión. Pero todos nos acojonamos temiendo un resurgir de la España cainita. Pero resultó que estábamos mucho mejor educados -y no por el difunto dictador- de lo que creíamos e hicimos todos un gran esfuerzo para que las cosas no fueran por trágicas sendas ya recorridas, hasta el punto en que hoy somos un ejemplo de referencia para los países que intentan andar los caminos por los que nosotros tuvimos que circular.
Somos una monarquía parlamentaria consolidada (Juan Carlos I es lo único que queda de lo que tan bien creyó atar el dictador). Tenemos partidos políticos de todos los colores y ya hemos sido gobernados -con absoluta normalidad- por la izquierda. El partido comunista forma parte de nuestro sistema y -hay que reconocerlo- se portaron de una forma extraordinariamente responsable a la muerte de Franco. Hoy formamos parte de lo que era el Mercado Común y ahora es la Unión Europea y España se ha vuelto un país más moderno, más sabio y más rico. Por cierto, y hablando de riqueza, desde hace unos meses ha desaparecido la peseta y ahora compartimos moneda -el Euro- con el resto de Europa. Pero seguimos pensando en pesetas. Nuestra única asignatura pendiente es el problema vasco con una ETA que sigue matando de forma similar a como lo hacía cuando estabas vivo. Pero con mucha menor coartada que entonces. Aunque eras bastante imprevisible en tu ideario político, creo que te gustaría esta España en la que ha desaparecido la censura y es uno de los países con más libertades del mundo.
ResponderEliminarNo te lo vas a creer pero la dictadura comunista también cayó. Se disolvió como un azucarcillo y sin necesidad de violencia. Ya no queda nada de ella, solo los nostálgicos de siempre. No hay muro de Berlín ni Guerra Fría. Y solo queda una gran potencia -los Estados Unidos- que ejerce de forma ostensible de amo del mundo. Tienen un presidente -un tal Bush- que da bastante miedo pero al que por ahora frenan los sistemas de control democrático de su país.
En estos treinta años hemos pasado a un mundo de pura ciencia ficción. Esta carta te la estoy escribiendo en un ordenador/computadora/cerebro electrónico que deja en mantillas a los pocos que en tu tiempo existían en enormes salas de enormes empresas.
Hoy no te quedaría mas remedio, para escribir, que usarlo. Y los guiones para Radio Madrid no tendrías que llevarlos en persona ni recurrir a tus siempre renuentes hijos. Los enviarías a través de la línea telefónica por un sistema que permite poner información, ya sea texto, imagen, sonido o cualquier otra, en donde elijas del mundo y en unos pocos segundos. Es un invento que se llama Internet y que sería difícil de explicarte en pocas líneas. Si hubiéramos conseguido convencerte de que lo usaras, te hubiera encantado acceder a través de él a información ilimitada de ilimitados temas.
Las máquinas de escribir convencionales (incluso las eléctricas) han desaparecido prácticamente y solo son ya objetos decorativos.
Los coches son tan sólidos y sofisticados que probablemente ni tu conseguirías romperlos salvo que usases el acreditado sistema de estrellarlos. Y las carreteras son, en su mayoría, autopistas como las que tenían los países europeos de tu época.
E igual que había casettes de sonido hoy hay casettes de video en las que cabe una película entera que puedes adquirir a precios ridículos. Y si no te basta esa calidad, tienes discos en los que la misma película se puede ver con mucha mayor fidelidad al original.
Las máquinas de fotografiar tienen exposición automática y autoenfoque pero una buena máquina de entonces sigue siendo una buena máquina de hoy. Aunque las hay digitales que te permiten hacer la foto y verla al instante (nada que ver con las Polaroid)
Y los teléfonos son individuales y los llevamos encima. Pesan algo así como cien gramos y se ve a la gente andando por la calle mientras habla por ellos.
O sea, que hubieras podido dar rienda suelta a tu afición a comprar y comprar cosas nuevas (¿Recuerdas que siempre éramos los primeros en tener el último invento?) y a enriquecer a los que las venden. Por cierto, los relojes ya no hacen tic-tac.
Creo, papá, que además de hacernos una putada a nosotros, te la hiciste a ti mismo. Pero eso ya lo sabes, ¿no?.
Recuerdo que las pocas veces que saliste de viaje nos enviabas unas deliciosas cartas contando las cosas que veías o que te pasaban. Mamá nos las leía en voz alta. Espero que esta te la esté leyendo a ti.
Un beso muy fuerte. A los dos.
JOSÉ CARLOS
Un post muy emotivo por lo trágico que es seguir recordando aquel luctuoso suceso de tu padre.
ResponderEliminarErnest Hemingway también acabó su vida descerrajándose un tiro con su escopeta de caza, porque ya no tenía más ganas de seguir viviendo, aunque nunca entendí esa cobardía del suicidio.
Muchos ánimos César.
Muy hermosa tu carta Big Brother. Se agradece la mención.
ResponderEliminarEmocionantes las dos cartas. Gracias a los dos por compartirlas con nosotros.
ResponderEliminarPor cierto, que te mejores José Carlos. Aunque no te conozcamos tanto como a tu hermano, a través de él y de tus aportaciones también te apreciamos (al menos, en lo que a mí se refiere, así es).
Rickard
OFF TOPIC
ResponderEliminarPido disculpas pues este no es el momento pero como el tiempo se me viene encima...
En el club de lectura de mi centro estamos leyendo "Las lágrimas de Shiva" que nos prestó la Biblioteca Insular. Quería saber si puedo pasarte consultas y/o comentarios de los alumnos/as.
Rickard y todos los que os habéis preocpad por mi salud o falta de ella: si consideramos la enfermedad en térmiinos sísmicos, la mía estaría en el grado 6 de la escala de Richter: los edifificios bien construídos se mantienen en píe pero su ocupció se vuelve incómoda. O sea que mal pero bien.
EliminarSamael; gratitud la mía por el buen ejemplo recibido. Y re5cuerda que si algún día lo vuestro falla... Me pido ¡Prime!
Tres recuerdos me llevan hasta Mallorquí.
ResponderEliminar1: Una historia de superación. Me gustaba estudiar de madrugada. En una de ellas, siendo aún un niño, me encuentro muy cansado y, como tantas otras veces, dejo los libros de texto a un lado y alcanzo el que he preparado para la ocasión. En una universidad norteamericana (¿Yale?) un joven con un defecto físico consigue sin embargo, saltar el listón más alto que nadie (¿salto de altura o con pértiga?, mis recuerdos ya no son precisos). Es un momento que se grabó y ha permanecido en mi memoria.
Mallorquí formaba parte del grupo de escritores que marcaron mis caóticos inicios de lector (también estaban Galdós, Blasco, Verne, Salgari que me prestaba mi maestro). Sus novelas (el Coyote, por supuesto) me llegaban desde Barcelona porque un familiar trabajaba en el almacén de la editorial que las publicaba. Y me hablaba con admiración del escritor al que conoció.
2: Un sonido. Ya adolescente, fui una de esas personas que citas: salía corriendo del instituto para llegar a casa a tiempo de oir el sonido de las balas que acompañaban las aventuras de Guzmán y Silveira. ¡Y todo lo que llegó después bajo el título de "Dos hombres buenos"!
3: Ya mayor,un personaje. Miss Móniker. "Una auténtica explosión de fantasía y locura" radiofónica, como la has definido, en la voz de Juana Ginzo.
Solo tres recuerdos, entre otros muchos, me llevan hoy a la obra del escritor José Mallorquí a propósito de la entrada que acabo de leer.
Esta vez sí voy a escribir Cesar, aunque muy poco: un beso, Teresa.
ResponderEliminarSentida entrada, César.
ResponderEliminarSi por alguna casualidad fantástica de la vida pudiera hablar con José Mallorquí, le diría que tuvo un hijo que con su blog me ha marcado un antes y un después, y no es una exageración (por ponerte un ejemplo, César, con los links que pones a tu derecha, llegué al mundillo escéptico). De hecho, La fraternidad de Babel es mi blog favorito de la red (y conste que me gustan mucho otros también).
Ánimo.
P.D: Big Brother, deseo que te mejores.
No sé, amigos míos, si debo arrepentirme o alegrarme. De alguna forma, en esta entrada he perdido el control sobre lo que escribía. Hace tiempo que tenía previsto recordar aquí el 40 aniversario de la muerte de mi padre, pero no sabía qué iba a poner; aunque, desde luego, ni se me pasaba por la cabeza escribir lo que he escrito. El caso es que me senté frente al ordenador y pensé “¿Por qué no escribirle a papá una carta para decirle ahora todo lo que no pude decirle en su momento?”.
ResponderEliminarBuena idea; pero ¿por dónde empezar? Como es el aniversario de su muerte, por su muerte. Ahí está la cuestión. El suicidio es algo tan intenso, tan dramático, que anula todo lo demás. Es como una nova oscura cuya súbita explosión de tinieblas nublara el universo entero. Además, su muerte fue un punto de inflexión en mi vida. Así que empecé a escribir la entrada y, de pronto, recordé que yo tenía la misma edad que mi padre. Entonces me hice una pregunta: De estar en la misma situación que él, ¿habría actuado igual? Y la respuesta fue un instantáneo y rotundo NO. Entendedme, no digo que no hubiese acabado quitándome la vida, pero desde luego no del modo en que él lo hizo; y no me refiero a la forma material de matarse, sino a hacerlo de una manera más reflexiva y compasiva, a dejar antes atados todos los cabos sueltos. Y comprendí en ese momento que mi padre se había equivocado, lo había hecho mal.
Entonces, la culpabilidad, ese sentimiento que pesa como una losa sobre los seres queridos de los suicidas, no digo que se disipase, pero sí que se apaciguó considerablemente. Por primera vez en cuarenta años, os lo juro, pude pensar en mi padre sintiéndome en paz con él, sin que la conciencia me corroyese por dentro. Así que supongo que debo alegrarme de haber escrito esto, porque hace que me sienta mejor.
Mi padre era una buena persona, un pedazo de pan. Contribuyó a que mi infancia fuera estupenda y siempre quiso (y casi siempre consiguió) hacerme feliz. Fue un buen padre y sólo le debo agradecimiento. Al final, tras la largamente anunciada muerte de su mujer, mi padre entró en una espiral de depresión. Llenó la casa con fotos de ella y visitaba su tumba casi a diario. Guardaba en el armario todos sus trajes y a veces se abrazaba a ellos llorando. Por aquel entonces no había Prozac ni nada parecido. La depresión genera algo así como un “efecto túnel”; es como mirar a través de un canutillo que sólo permite ver lo malo y te hace perder de vista todo lo demás. Hay que estar muy deprimido y muy desesperado para matarse. La verdad es que no puedo culpar a mi padre por hacer lo que hizo, igual que él no podía culparme a mí por ser un jovenzuelo alocado.
José Mallorquí fue un gran hombre y un gran padre, eso es lo único importante.
Spinne & Ludwig & J. Vicente & CorsarioHierro & Begoña & Arcadi & Editorial CM & Rickard: Gracias. Muchas Gracias :)
ResponderEliminarBig Brother: Así que, según me dijiste por teléfono, no ibas a escribir ningún comentario a la entrada, ¿eh? Pues si llegas a tener la intención de hacerlo, aún estaríamos todos leyéndote... Es broma. No conocía esa carta que le escribiste a papá, y no deja de resultar curioso que los dos hayamos decidido hacer lo mismo, cada uno por su lado y con diez años de diferencia. Está claro que Pepe Mallorquí nos marcó.
Samael: Tú conociste a mi padre. Y yo guardo un recuerdo en el que estamos los tres. Él nos invitó a ti y a mí a ver “La hija de Ryan”, en un cine de la calle Fuencarral. Al salir, mi padre nos pidió que le dejáramos solo y se marchó con los ojos llenos de lágrimas. ¿Te acuerdas?
Manuel: Supongo que hay quienes sienten vergüenza por el suicidio de un familiar, como si fuera un hecho impúdico. O quienes lo consideren algo ten íntimo que no puede salir del círculo más privado. Pero mi padre, cuando murió, aún era muy famoso, así que la noticia de su muerte (y del cómo de su muerte) se publicó en todas partes. Ahora mismo puedes encontrarla en Internet con toda facilidad. De modo que, dado que fue un acontecimiento público relacionado con un personaje muy conocido, sería absurdo cualquier pudor a la hora de hablar de ello.
Por otro lado, mantengo La Fraternidad de Babel precisamente para esto, para poder escribir cosas que no tendrían cabida en ningún otro lugar. Con el tiempo, este blog se ha convertido en algo muy íntimo para mí, así que no tengo inconveniente en “desnudarme” cuantas veces el guión lo exija. Por otro lado, esta entrada comenzó como una catarsis y acabó como una epifanía. No está mal para un maldito blog.
CorsarioHierro: Por supuesto, cuenta con mi colaboración. Puedes contactar conmigo en la dirección de e-mail del blog (que está abajo del todo).
Anónimo de las 6:55: Compartimos muchos de esos recuerdos, amigo mío. Y en mi caso los conservo como un tesoro.
Teresa: ¡Bravo! Al menos dejas un rastro de tu paso por Babel. Otro beso, pero más grande.
Byron: ¿Qué puedo decirte, amigo mío? Eres un veterano y querido merodeador de Babel; agradezco de corazón tus palabras.
lo recuerdo perfectamente. También recuerdo su reacción cuando apareciste con tu brazo escayolado a consecuencia de la torta que te diste en moto. Te acompañé a tu casa y recuerdo que no hubo ninguna bronca. Sólo una mirada por encima del periódico acompañando un lacónico "ya lo sabía". ¿no es estupendo? Creo que ocultabas el brazo detrás de la espalda y lo hiciste aparecer repentinamente diciendo algo así como "TACHÁNNNN". Con esta escenificación la reacción de tu padre cobra mayor mérito.
ResponderEliminarEs lo más hermoso que he leído en este blog, pero también es lo más hermoso que he leído en mucho tiempo.
ResponderEliminarQuiero felicitarte muy sinceramente por haber encontrado las palabras y el discurso que logran explicar sentimientos y vivencias tan profundos. Es algo maravilloso, sin duda.
Si naciste para escribir, éste es en mi opinión el mejor fruto que has obtenido: explicar tus sentimientos.
Un abrazo y muchas gracias por obsequiarnos con este texto absolutamente inolvidable.
Samael: No recordaba que habías subido a casa el día de la torta en moto. Pero sí, fue exactamente tal y cómo lo recuerdas. Luego, ese mismo día o al siguiente, oí a mi padre hablando por teléfono y contándole a no sé quién lo de mi brazo. ¿Sabes qué? Estaba orgulloso de mí, porque me había ocupado de todo por mi cuenta, sin pedirle ayuda. Mi padre era todo un personaje.
ResponderEliminarJesús Duce: Gracias.
Emotivo. Gracias.
ResponderEliminarCésar, te rompiste el brazo delante de mis narices, te llevé yo en mi moto al clínico a que te escayolaran (creo que estuve a punto de montar un pequeño número por la tardanza, y las preguntas previas a la cura) y fui yo quién recogió los despojos, tanto de la moto como de tu maltrecha persona. No me puedo creer que no lo recuerdes... con lo preocupado que me quedé al ver tu moto por los suelos... tanto desvelo para que 42 años de nada lo borre sin dejar rastro. ¡Señor!
ResponderEliminarSamael: A ver si te fijas en lo que escribo, capullón. Digo "No recordaba que habías subido a casa el día de la torta en moto". Recuerdo todo lo que dices, no estoy tan gagá. Salvo que hubieras subido a casa. Eso es lo único que se me ha borrado. El resto lo tengo grabado a fuego en la memoria. Menudo leñazo me pegué.
ResponderEliminarHa sido una entrada muy emotiva, estoy seguro de que tu padre te admiraba y te sigue admirando.
ResponderEliminarHas seguido de manera extraordinaria un cierto estilo parecido en cuanto a su labor literaria.
Por todo esto, José Mallorquí aún sigue vivo en tu forma de escribir, piensa en ello y verás como nunca te sentirás solo.
Un saludo :)
Muchas gracias Don Cesar. Con un nudo en la garganta te digo que vuestro dolor es un balsamo para mí. Un abrazo fuerte de un admirador. Victorderqui.
ResponderEliminarGracias por la colaboración.
ResponderEliminarTe mandaremos correos. Por de pronto decirte que la primera lectura fue robin Año Uno y lo "celebreremos" con algún visionado de alguna película o episodios (probablemente) de Batman. No sé si podrías sugerir algo que visionar relacionado con "Las lágrimas de Shiva".
Escribe la segunda parte de la estrategia del parásito y, no mates a Oscar ni a Judit a y qué es de blak cat
ResponderEliminarJosé Antonio Vellespín: "La estrategia del parásito", aunque parezaca que tiene un final abierto, en realidad lo tiene muy cerrado. Acaba y no bien precisamente.
ResponderEliminarPero, en fin, reconozco que después de publicarla se me ocurrió una posible continuación. Si la novela tiene éxito, escribiré una segunda parte. Y te doy mi palabra de que no mataré ni a Óscar ni a Judit. Respecto a Blck Cat ya no puedeo prometer nada. En fin, si quieres una segunda parte supongo que es porque te ha gustado la novela. Me alegro. Gracias por visitar Babel.
La verdad que te has desnudado (y Big Brother) pero bien. Me daba pudor hasta hacer un comentario, pues realmente tengo poco que añadir. Sólo decir que haces bien en quitarte esa losa de la culpabilidad, no guardando rencor (quizá no sea la mejor palabra)a tu padre. Las personas que sufren depresión no ven más allá del túnel como comentas posteriormente. Si lo hizo (suicidarse), fue porque era la única salida que vio, obnubilado por el dolor y la falta de esperanza. En ese sentido no actuaba racionalmente, sino emocionalmente (emoción negativa). De haberlo hecho la balanza se hubiera inclinado hacia otro lado. De ser estos tiempos y con medicación quizá su destino hubiera sido otro, pero eran otros tiempos.
ResponderEliminarEfectivamente era un gran hombre y gran persona, y eso es lo que debe prevalecer en el recuerdo y transmitirse.
Un saludo
Mazarbul
Hacía bastante tiempo que no entraba por aquí, pero me ha tocado la tarde nostálgica y he llegado a esta entrada. No es la primera vez que te leo hablar de tu padre, y siempre me emociono muchísimo, pero esta vez ha sido distinto, mucho más demoledor, supongo que mis propias experencias tienen la culpa. En fin, sólo quería dejarte un abrazo enorme.
ResponderEliminarCuando la muerte nos acecha de la forma más dramática es tremendamente doloroso asimilar,entender y ordenar tanta locura en tampoco tiempo;no se si es cobardía,egoísmo o desesperación el elegir un atajo cuando crees que no te queda nada,donde solo ves un túnel que servirá para evadirte de forma definitiva de la espiral de miedo,frustración y dolor que nos pueden provocar ciertas situaciones en la vida.
ResponderEliminarComo cada uno de vosotros ha confesado un trocito de su ser,yo me involucro en dicha fraternidad diciendo que no de forma tan cruel, pero si de forma drástica he vivido la ausencia de alguien a quien quieres y que crees que va a caminar a tu lado hasta que las arruguitas y el pelo en plata convivan de forma habitual entre la felicidad de una relación hasta que justo llega ese día donde el destino decide que es el momento de que una de las partes tiene que sufrir y la otra partir..pero no,el destino tan sumamente caprichoso marca la vida de tal forma que sobrevivir se ve tan lejano que solo te sumerges en el por que,en el silencio,en el dolor,en la rabia,en la pena y en el como voy a salir..por eso César,el ejercicio de redactar una carta es,dentro de todo,la mejor terapia para plasmar todo aquello que sentimos siguiendo la linea desde el pasado,presente y futuro.
Nadie devolverá aquello que perdimos y que luna tras luna anhelamos a nuestro lado pero nos queda que los buenos recuerdos y la felicidad aportada a nuestro ser poco a poco nos ayuda a resolver todas las preguntas que nos hacíamos en un principio y llega un día en que sonríes y aprendes a que la vida es tan hermosa que merece la pena vivir,solo necesitamos un empujoncito..
besico para todos
Leo esto el 5 de diciembre. En estas últimas semanas se han muerto un amigo de mi padre, un familiar y un amigo mio. Pero no sabía como describir parte de lo que me pasa por dentro. Tu escrito lo ha hecho hoy.
ResponderEliminarGracias
Hola Cesar, me ha emocionado mucho tu carta, es un canto al amor de un padre por un hijo. Un abrazo, ¿te acuerdas de mi?
ResponderEliminarMaría González-Besada: ¡Menuda sorpresa! Y cuantísimo tiempo sin saber de ti. ¿Qué tal estás? Espero que bien. Te imagino en Galicia, felizmente casada, con hijos y feliz. Espero que sea así, o algo parecido.
ResponderEliminarUn beso XXL
Un cuerpo narrativo de una veracidad y dramatismo que hacen patente el que "de tal palo tal astilla". Me has recordado a Jibarito Vargas..
ResponderEliminar--Muy lejos en ese pequeño planeta que es la Tierra, y en un rincón de ella, la voz del niño seguía llamando:
-- ¡Papá! ¡Papá!
Muy lejos, más allá de los más lejanos planetas. Más allá de las más lejanas estrellas, don José Mallorquí seguía explicando la historia que su hijo ya no podía oir.
Anonimo de la 1:07: Gracias.
ResponderEliminarCésar: leí dos de tus libros antes de saber qué eras hijo del autor del Coyote. Mi desagradable y usual cinismo viene de Don César, y mi estúpido heroísmo del Coyote. O sea tu padre fué una figura paterna a quién le agradezco mucho. Un abrazo. Félix, de Venezuela
ResponderEliminarFélix de Venezuela: No sabes la satisfacción que me produce encontrar a tanta gente que recuerda con infinito cariño a mi padre y su obra. Gracias por decírmelo.
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarVivo en Dinamarca. Tengo el serie "Dos Hombres Buenos" Unos 100 libros. Los he leido muchas veces y no quiero leerlos mas veces.
Hay alguen aqui en Dinamarca que los quiere leer?
Tambien tengo los 192 libros de El Coyote, pero quiere leerlos una vez mas.
Bjoern Rasmussen
bjoernrasmussen@hotmail.com
Bjoern: Hubo edición danesa de El Coyote, pero que yo sepa no de Dos Hombres Buenos, así que has tenido que leerlo en español... La verdad es que no creo que muchos daneses lean mi blog, así que me temo que tu oferta va a pasar inadvertida.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola César, tengo 35 años, no había nacido cuando falleció tu padre. Lo siento mucho, y siento que fuera de esa manera sobre todo por la familia que dejó.
ResponderEliminarQuería decirte unas palabras porque aunque parezca imposible tu padre influyó en mi vida sin coincidir en el tiempo. A lo mejor puede parecer una tontería pero para mi es importante.
Mi abuela me contaba un cuento de tu padre antes de dormir, y todavía le pido que me lo cuente alguna vez...
Ahora yo se lo cuento a mis niñas...
Me gusta mucho la fantasía aún a mi edad y creo que en parte es por ese cuento que me contaba mi abuela.
Muchas gracias no tengo palabras para describir lo que quiero decir.
Besos
Buenas noches, César
ResponderEliminarTengo que decirte que me ha emocionado profundamente (es decir, no se trata de una emoción superficial, pues lo he leído un par de veces) el texto sobre tu padre, a quien tuve el gusto de conocer en vuestra casa, acompañado por alguien que se consideraba su amigo: mi padre, Jano, que tuvo la fortuna de realizar las portadas de "El Coyote" en dos ocasiones, además de muchas de "Dos hombres buenos" y de otra colección de novelas deportivas, entre otras cosas. Conservo, también, varios de las felicitaciones navideñas que mandaba tu padre, siempre con gran sentido del humor. Una de ellas la dibujó mi padre, en la que se conmemoraba el cumpleaños, precisamente, de "El Coyote". Y algunas dedicatorias de Mallorquí a Jano muy elogiosas.
En estos momentos estoy escribiendo una biografía sobre mi padre y me encuentro investigando sobre un Colt Russian que Jano le regaló, al que, según creo, tu padre tenía un gran aprecio. Me gustaría saber si conservas alguna fotografía de Mallorquí con este revólver, pues mi padre recordaba haberle visto en algún reportaje mostrándolo (¿es el que Eduardo Chamorro recordaba haber visto en su despacho y que, equivocadamente, relaciona con el arma que empleó en el suicidio?) Si tienes alguna foto, querría, con tu permiso, poder incluirla en el libro.
No sé por qué, al escribirte este mensaje me sale por defecto la dirección de correo electrónico de mi mujer, pero en cualquier caso te indico el mío: uveyzeta@hotmail.com.
Aprovecho la ocasión para enviarte un fuerte abrazo. Víctor Zarza
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ResponderEliminarLa diferencia entre desertar de la vida por propia mano, o hacerle frente con todas sus miserias, es la cobardía, o el valor según se mire. ¿A que se le tiene más miedo llegado el momento crucial? ¿A la vida o a la muerte? Creo que esa es la respuesta.
ResponderEliminarMi "secreto" es "El Coyote". Lo he leído completo lo menos diez veces. Con todos sus fallos (incluso aparece una persona viva después de haber muerto en una novela escrita mucho tiempo antes). A pesar de esos fallos, que tampoco hay demasiados, solo se nota la precipitación en algunos finales, supongo debido al tiempo que disponen para terminar las novelas llamadas de kiosco. A pesar de todo seguiré leyendo "El Coyote" hasta el final. Probablemente gracias principalmente a José Mallorquí Figuerola, yo acabe tambien escribiendo. De hecho hasta uno de mis hijos se llama César.
Pero ni Don César/El Coyote, ni José Mallorqui, ni Don Quijote estan muertos, seguiran vivos en la memoria mientras haya injusticias y entuertos que enderezar.
Pedro Carvajal de Torres (Escritor)
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