Ante
todo, feliz año nuevo amigos míos. Y mis disculpas por haber dejado tan
inactivo el blog durante estas fiestas, con lo que a mí me gusta hablar de las
tradiciones del Solsticio de Invierno. Pero es que he tenido y sigo teniendo un
catarro tremendo, el padre de todos los catarros, un Apocalipsis de toses,
estornudos y mocos. Doy asco; si fuera un caballo, me sacrificarían.
Y es que, en cierto modo, el catarro
es una de las enfermedades más crueles que existen, porque no te encuentras lo
suficientemente mal para meterte en la cama y que todo el mundo se apiade de
ti, así que te dedicas a intentar hacer una vida más o menos normal, pero
sintiéndote como el culo y con todo el mundo a tu alrededor pensando que eres
bobo y que das asquito sorbiéndote los mocos todo el rato.
Por ejemplo, he tenido fiebre,
aunque sólo décimas; 37’5 como mucho. Eso no te incapacita, pero coño, te
sientes fatal; notas escalofríos, tienes las cabeza acorchada, sudas y tiritas
alternativamente, estás agotado... Y sin embargo, hasta tú te dices a ti mismo
que tampoco es para tanto, e intentas fingir que haces una vida normal, cuando
en realidad eres un muerto viviente.
Si encima, como es mi caso, eres un
capullo que trabaja con el coco, entonces es lo peor que puede pasarte, porque
escribir acatarrado es como intentar correr debajo del agua: todo se vuelve
lento, confuso y torpe.
Debería haber una asociación de
ayuda a los acatarrados; un lugar donde las víctimas del resfriado pudiéramos reunirnos
para darnos cariño y comprensión. No abrazaríamos entre temblores, nos
toseríamos y estornudaríamos encima, intercambiaríamos Kleenex y brindaríamos
con aspirinas efervescentes. El propósito de esos grupos de apoyo no sería superar
psicológicamente la enfermedad, sino todo lo contrario: hacernos conscientes de
que estamos realmente enfermos. Nos diríamos: “¡Pero qué mal aspecto tienes!”. O:
“¿Cómo se te ocurre salir así? Deberías haberte quedado en la cama”. O: “Vete
a urgencias ya mismo”. O: “Tu familia debe de estar muy preocupada por ti”. En
fin, nos diríamos lo que no nos dice nadie.
Si fuera una buena gripe las cosas
serían muy distintas, porque la gripe da mucha fiebre y te deja KO del todo. Y
su fama le precede: ha habido epidemias de gripe; la de la Gripe Española, por
ejemplo, se cargó a entre 50 y 100 millones de personas a comienzos del siglo
XX. Y la Gripe del Pollo nos tuvo a todos acojonados, pese a su ridículo
nombre. Pero el catarro es como el hermano tonto de la gripe; nadie le hace el
menor caso. Prueba de ello es que hay vacuna para la gripe, pero ¿y para el
catarro? Bah, eso a quién le importa.
Pero somos millones los que
padecemos cada año los desagradables síntomas del resfriado sin que una mano
amiga se tienda a nuestro vacilante paso, sin encontrar piedad en las
miradas de los demás, sin que el bálsamo de la compasión alivie nuestro dolor.
Es hora de decir basta y hacernos conscientes de nuestro poder. Somos multitud.
Si, simplemente, todos estornudáramos a la vez en el mismo sentido, podríamos
acelerar o decelerar a nuestro antojo la rotación de la Tierra. Somos mad doctors
en potencia, no lo olvidéis.
¿Creéis
que exagero? Para comprobar los estragos intelectuales que puede causar un
catarro, aquí tenéis este post como muestra.
Que bueno César, me he divertido mucho con tus comentarios sobre el catarro, tienes toda la razón, no le hace caso ni Dios, ni los médicos, ya sabes: se te curará en siete dias con medicamentos o en una semana sin ellos, eso sí, mucha agua!!!.
ResponderEliminarFeliz Año y que te mejores.
TU ENFERMERA: Mabel
¡Cómo te comrendo, César! Yo, cuando estoy acatarrado, no hago más que arrastrarme por casa cual alma en pena gimiendo:
ResponderEliminar-¡Qué malito estoy!
-¡Nadie me hace caso!
-¡Pero qué mal me encuentro!
A lo que mi Santa -que por algún extraño motivo siempre ha pasado un catarro más fuerte que yo, antes que tyo, y sin quejarse lo más mínimo -según ella- dice:
-Pues métete en cama o muérete de una vez!
La verdad, no se porqué me casé con ella. Seguro que ese día estaba tonto por un catarro.
PS- (Y siento los errores de horticultura, debe ser que también estoy algo constipado)
ResponderEliminar¿De verdad estás resfriado, César? Dices que este post es una pruba de los estragos que te provoca el catarro. Pero ¿sabes qué opino yo? Que en este post he notado al César Mallorquí de siempre, ya sea más fresco que una rosa o, como dices, como un muerto viviente; un César con ese humor y sinceridad que tanto le define.
ResponderEliminarHay algo que me ha llamado la atención en tu post. Dices que no hay vacuna para el resfriado porque éste es como el hermano tonto de la gripe, porque nadie le hace caso. Cuánta razón tienes, nunca me había parado a pensármelo.
Saludos, César, y, sobre todo, que te mejores.
Lo que tienes que hacer es lo siguiente: frótate la nariz con una cebolla partida por la mitad, mientras tienes lo pies embadurnados de mostaza y miel. No una mezcla de ambas sustancias, sino que el pie derecho lo untas de miel y los restantes en mostaza. Si esto no te funciona, date una ducha fría y sin secarte, sal a la terraza; cogerás un gripazo espantoso por lo que ya no tendrás que quejarte de tener un simple catarro y todo el mundo, familiares, amigos, incluso forenses, estarán pendientes de ti.
ResponderEliminarNo falla.
Oye, Samael, pues ahora que lo dices...
ResponderEliminarPues a mi me encanta la ligereza de estos temas triviales a los que nadie hace caso. Así que doy todo mi apoyo a las personas constipadas del mundo que anden con un pimiento rojo por nariz. Pero, a ser posible, que paseen bien lejos. Porque yo rompo una lanza a su favor, pero si se acercan a menos de cinco metros con sus amenazantes virus, soy capaz de romperla en sus cabezas.
ResponderEliminarQuedáis avisados.
Lo de Samael no falla. Al menos a mi me ha funcionado (tambien estaba catarroso).
ResponderEliminarGracias por vuestra comprensión, amigos míos. Samael señala otro de los problemas del catarro: los remedios caseros. La gente te sugiere toda suerte de potingues asquerosos o de prácticas extravagantes que, por supuesto, no sirven para nada.
ResponderEliminarHace años, cuando yo era un veinteañero un poquito golferas, tenía un remedio infalible: Leche caliente con coñac y azúcar. Tampoco servía para nada, pero con los pedos que me agarraba ni me enteraba del catarro.
Cesar, lo mejor para tu catarro es que leas el artículo de Fernando R. Lafuente, en ABC Cultural titulado "Jesús de Aragón, el Julio Verne español". Ya verás, es más efectivo que la mejor de las vacunas, y encima, te nombran a ti.
ResponderEliminarQue te mejores, J.V.
Cesar, lo mejor para tu catarro es que leas el artículo de Fernando R. Lafuente, en ABC Cultural titulado "Jesús de Aragón, el Julio Verne español". Ya verás, es más efectivo que la mejor de las vacunas, y encima, te nombran a ti.
ResponderEliminarQue te mejores, J.V.