A nuestro
cerebro se le da muy bien identificar pautas. En realidad, es un mecanismo de
supervivencia; la naturaleza está llena de patrones, y saber verlos puede
suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Por ejemplo, si el cielo se
nubla y empieza a tronar, eso significa que van a caer rayos, así que nos
guarecemos. O bien, hemos advertido que los animales van a beber al río a
determinada hora en determinado lugar, lo que nos facilita la caza. En nuestra vida
diaria casi no hacemos otra cosa que olfatear y seguir pautas. Si digo o hago
esto, pasará esto otro; si surge tal
problema lo solucionaré de tal forma; si veo ciertas señales es que va a
ocurrir tal cosa. En realidad, identificar los patrones nos permite predecir el
futuro, lo que sin duda es muy práctico.
Pero, si nos paramos a pensarlo, eso
de seguir pautas es justo todo lo contrario al acto creativo, que consiste
precisamente en romper los patrones preexistentes e inventar otros nuevos. El
problema es que, conforme vamos cumpliendo años, cada vez asumimos más patrones
y eso nos lleva a actuar como si las cosas fueran de una única manera y no
pudieran ser de otra. Al llenar nuestra mente de pautas es como si nos
pusiéramos anteojeras. Poco a poco vamos adquiriendo “visión de túnel”, lo que
nos hace contemplar las cosas desde un único y estrecho punto de vista.
Perdemos visión general, perdemos agilidad mental, perdemos creatividad.
¿Quiénes son los seres más
creativos? Los niños. En su mente todavía hay muy pocas pautas, pero las buscan
instintivamente, así que se dedican a realizar sin ninguna clase de censura
todo tipo de conexiones, muchas de ellas disparatadas. Es decir: creativas. En
los niños, la circunvalación temporal superior funciona como una moto. Hay al
respecto un experimento muy interesante.
A un grupo de adultos se les mostró
una serie de carteles con figuras abstractas y se les pidió que encontraran las
similitudes de esas figuras con cosas reales –algo así como el test de Rorschach,
pero con formas geométricas y sin psicología-. La media de semejanzas (nexos)
que encontraron por figura fue de entre dos y tres. Luego, se realizó el mismo
experimento con niños, y estos encontraron una media de entre siete y ocho
similitudes por figura.
Hasta ahí normal, y demuestra que
los niños son más imaginativos que los adultos. Pero lo sorprendente del
experimento vino después. Se cogió a otro grupo de adultos y se procedió de
igual manera, pero con una variante: se les dijo previamente que intentaran pensar
como niños. ¿Y sabéis qué?, no llegaron al número de respuestas de los niños,
pero pasaron de las dos o tres de media, a cuatro o cinco.
Lo cual demuestra que la creatividad
es en gran medida una cuestión de actitud. Quizá ahora entendáis por qué mi lema
en este blog es “Lo mejor de mí mismo está en el niño que fui”, y por qué
insisto tanto en que debemos cuidar al niño que llevamos dentro. Él es el mago.
Antes de pasar a la parte práctica,
una cuestión previa. Cómo hemos dicho, la creatividad consiste en conectar
ideas apenas relacionadas entre sí; por tanto, cuántas más ideas
(conocimientos) tengas en la cabeza, más posibilidades de realizar conexiones
hay. Atención: jamás he conocido a ninguna persona creativa que no fuese muy
curiosa. La curiosidad es el combustible básico de la creatividad.
Supongamos que tenemos que resolver
un problema creativo. Puede ser cualquier cosa, pero vamos a centrarnos en la
labor literaria. ¿Qué clase de problema? Quizá un giro del argumento que no
logramos desarrollar, o el devenir de cierto personaje, o un diálogo, o la
forma de expresar una idea, o la idea en sí misma. En realidad da igual, porque
el proceso es idéntico en todos los casos.
Recordemos que la dificultad a la
que nos enfrentamos es que la corteza prefrontal –el pensamiento convergente,
nuestra mente consciente- no es buena estableciendo nexos entre ideas no
evidentemente relacionadas. Eso lo hace la circunvalación temporal superior –el
pensamiento divergente, nuestro inconsciente, la zona creativa-, pero no
tenemos control directo sobre ella. Para empeorar las cosas, cuando la corteza
funciona, inhibe a la circunvalación.
Pues bien, lo primero que hago es
estudiar conscientemente el problema, analizarlo, buscar información si la
necesito, darle vueltas durante un buen rato intentando encontrar la respuesta
mediante la lógica y el sentido común. Eso no servirá para encontrar la
solución, porque todas las que obtenga serán vulgares y aburridas. Pero sirve
para despertar a mi circunvalación, para avisarla de que debe ponerse a
trabajar. Es como el cazador que le dice al perro: “Busca, Fido, busca”.
Durante esta primera parte del
proceso, suelo hacer algo: anoto todas las ideas (las que se me ocurran) que
guarden alguna clase de relación con el problema y las distintas formas de
contemplarlo (por ejemplo, si el problema estuviera relacionado con conejos,
anotaría: madriguera, zanahorias, dibujos animados, abrigo de piel, amuleto,
comida, Playboy, Alicia, zorros..., etc.). De nuevo no voy a obtener la
solución –porque estoy empleando la corteza, que no es creativa-, pero eso me
servirá para darle un marco de referencia a la circunvalación.
Veréis, la gente supone que para
crear artísticamente hace falta libertad absoluta, pero eso no es del todo
cierto. Haced un experimento: sentaos frente a un procesador de textos y, sin
ninguna idea previa, planteaos desarrollar el argumento de una novela sobre lo
que sea, da igual el tema. ¿Sabéis lo que pasará? Os quedaréis bloqueados,
porque demasiadas posibilidades es lo mismo que ninguna posibilidad. Vuestra
mente necesita algo a lo que agarrarse, un punto focal del que partir. Por
ejemplo, cuando me planteé escribir una novela “al estilo de Julio Verne” no
tenía ni idea sobre el argumento, pero me puse una restricción: en la historia
deberían intervenir un barco, una isla, un dirigible y un volcán. A partir de
ahí surgió todo y sin esas restricciones no habría llegado a ninguna parte. De
hecho, podría decirse que cuantas más limitaciones, más creatividad. Como en un
concurso de saltos: cuanto más alto sea el obstáculo, más alto saltará el
caballo (o más grande será la torta que se pegue, pero eso es otra cuestión).
Pues bien, de lo que se trata en esa
fase del proceso es de indicarle a la circunvalación cuál es el campo de juego.
Le dices: “Este es el territorio que tienes que explorar”. ¿Cuánto debe durar
esa sesión de trabajo? No más de una hora u hora y media. Y lo más importante:
sin tensiones, sin preocuparse, con tranquilidad. Eso es fundamental, porque la
presión es veneno para la creatividad. Además, ya sabes que durante esa primera
fase, en la que estás empleando exclusivamente pensamiento convergente, no vas
a conseguir ningún resultado, así que relájate.
Tras esta primera fase, me olvido
del asunto y dejo pasar un tiempo, más o menos 24 horas. Pero, atención: desde
el mismo instante en que me he planteado el problema, mi circunvalación ha
entrado en actividad, así que las soluciones pueden llegar en cualquier
momento. Y digo “soluciones” en plural, porque la circunvalación te ofrecerá
varias respuestas, pero ni todas adecuadas ni todas creativas.
Transcurrido el plazo de
inactividad, iniciaré una nueva sesión de trabajo, pero distinta a la anterior.
Me encerraré en un lugar aislado, cómodo y tranquilo (mi despacho). Algunas
personas escuchan música, pero yo prefiero el silencio. Por cierto, el color
que más fomenta la creatividad es el azul (porque relaja, supongo).
Me pongo a trabajar, pero lo que voy
a hacer ahora no es buscar soluciones, sino simplemente jugar con las ideas.
“Jugar”, ésa es la palabra clave. Recordad que es el niño quien crea, y que lo
que más les gusta a los niños es jugar. Así que cogeré las ideas asociadas al
problema y empezaré a fantasear con ellas, tranquilamente, relajado, por el
puro placer de usar la imaginación. Y puede que obtenga algo, y puede que no.
Esta sesión durará, como la anterior, entre hora y hora y media. Pasado ese
tiempo, lo dejaré y descansaré un rato. Y luego iniciaré el proceso otra vez. ¿Con
qué intervalo entre sesión y sesión? Pues eso depende del ritmo de cada cual;
pero lo importante es que, cada vez que te sientes a trabajar, lo hagas con la
actitud de un niño que va a jugar.
Abundando en esa cuestión, quizá
alguien suponga que el entorno de trabajo ha de estar libre de distracciones y
ser lo más aséptico posible. Pues no,
todo lo contrario. La mesa de guionistas de la serie Breaking Bad estaba llena de rompecabezas y juguetitos, porque
estos permitían relajarse y dejar la mente en automático. Mientras juegas con
las manos, tu mente juega con las ideas. Una vez más, todo consiste en jugar.
Echándole un rápido vistazo al entorno de mi despacho, veo un rompecabezas de
Stonehenge, un juego de imanes, figuritas de Tintín, Watchmen, Terminator y
dinosaurios..., un timbre de hotel, un giróscopo, un kazoo, robots de hojalata
y un montón de cosas más. Todo eso me
ayuda a relajarme. Cuando me atasco o entro en bucle, interrumpo el trabajo y juego
por Internet un par de partidas de backgammon o reversi. El secreto es no
forzar, sino jugar.
Bueno, pues repetimos el proceso
antes descrito las veces que sean necesarias y tarde o temprano obtendremos la
solución. Pero, ¿cómo? Pues de repente, en plan epifanía, cuando menos te lo
esperes. De hecho, la solución llegará cuando tu mente esté absolutamente
relajada. ¿Sabéis en qué momentos se me ocurren las mejores ideas? En general,
cuando estoy de vacaciones o durante los fines de semana. Y en cuanto al día a
día, las ideas suelen llegarme mientras hago la compra, o mientras cocino, o
mientras conduzco. Si os fijáis, todas esas actividades se realizan en
automático, lo que permite desconectar la corteza y darle libertad a la
circunvalación. Otro momento muy creativo para mí es de noche, cuando estoy en
la cama a punto de dormirme (porque de nuevo la corteza está desconectada). Ah,
por supuesto, las ideas también llegan cuando estoy trabajando.
En cierta ocasión, le preguntaron a
un creativo publicitario de dónde salen las mejores ideas, y él respondió: “De
las bromas”. En efecto, después de una sesión de trabajo, los creativos se
relajan y empiezan a bromear y decir chorradas. Y ahí están las semillas de la
creatividad, porque quizá una de esas chorradas, si le das la vuelta, se
convierta en una idea genial. En el germen de casi todas las buenas ideas suele
haber conceptos muy simples y aparentemente muy tontos.
El humor es un catalizador estupendo
de la creatividad. De entrada, porque nada hay que relaje tanto como la risa;
pero es que, además, el humor se basa en lo inesperado, es justo lo contrario
de las pautas, y eso en sí mismo es creación pura.
Vale, ya se me ha ocurrido una buena
idea. Ahora le cederé el turno a la corteza prefrontal -al pensamiento
convergente- y ella se ocupará de desarrollar la idea. Pero, ¿y si hay otra
mejor? Pues claro que la hay, siempre hay otra idea mejor. Así que seguiré
buscándola hasta el último momento. Cuanto más tiempo dediques, mejor será la
creatividad.
Lo que sigue, una vez que hayamos
optado definitivamente por una solución, es trabajo racional, y ya lo conté en
la serie En la mente del escritor. El
sistema de trabajo creativo que acabo de describir lo desarrollé mucho antes
conocer las razones científicas que expuse en la primera parte. ¿Soy un genio?
Me temo que no, porque todos los que se dedican a cualquier clase de trabajo
creativo han desarrollado, con matices, el mismo proceso. Aprendizaje por
prueba y error. Luistarrafeta, un amable merodeador de Babel, me dejó el enlace
a una conferencia sobre creatividad impartida por John Cleese, miembro de Monty
Python, (podéis verla pinchando AQUÍ). Si le echáis una ojeada (es muy
divertida), comprobaréis hasta qué punto coincide lo que dice él y lo que digo
yo.
Vaya, pero qué larga ha salido esta
entrada... En el próximo y último capítulo hablaremos sobre cómo salvarle la
vida a nuestro niño interior y sobre los peligros del trabajo creativo. Hasta
entonces.
¡Muchas gracias por esta entrada! :) Creo que es muy interesante el proceso que sigues. Voy a probarlo a ver qué resultado me da :)
ResponderEliminar¡Un saludo!
Saludos César:
ResponderEliminarEntradas que invitan a reflexionar (y bastante) sobre cómo funcionan nuestros cerebros "positrónicos".
Supongo que este tema tiene mucho que ver con el arquetipo del "sabio despistado", tipo el Profesor Tornasol tintinesco o el Doctor Emmett Brown de Back to the Future, que la literatura, el cine y el cómic han usado desde casi sus inicios. Verne, por ejemplo, gustaba de sabios excéntricos en sus novelas, como bien sabes.
Aunque, claro, no todas las soluciones más imaginativas son las más prácticas. Basta con recordar los Inventos del Profesor Franz de Copenhague en el TBO. Descacharrantes y bizarros. Soluciones complicadas para problemas sencillos.
El tema de los límites -más que límites los considero acotaciones necesarias- para la creatividad me ha recordado lo que comentaban diversos artistas cuando terminó la Dictadura en España: que las cortapisas de la Censura eran incentivos para encontrar los resquicios por los que burlarla.
Y debe ser cierto también que funciona en todas las personas, aunque en desigual medida. Yo no soy una persona creativa, pero es cierto que cuando se me va una nombre de la cabeza, y no consigo recordarlo por ningún medio, al final, adopto la postura de no pensar en ello (no pensar conscientemente, al menos) y, casi siempre se me aparece como por arte de magia, y, con frecuencia, en situaciones en las que funciono con el piloto automático.
Juan Constantin
P.D: Cuando iba a enviar el comentario se me ha venido a la cabeza, como ejemplo de búsqueda de soluciones creativas, los locos planes del Coyote intentando atrapar al Correcaminos, a cual más disparatado y divertido. Múltiples soluciones para un único problema.
jejeje... Mención y todo. ¡Gracias!
ResponderEliminarRespecto al post, ¿qué te voy a decir? Estoy muy de acuerdo con casi todo lo que planteas.
De hecho, en algunos de los cursos que he dado de dramaturgia (con gente como José Sanchis Sinisterra o Alfredo Sanzol) suelen proponer técnicas de creatividad basadas en "introducción de elementos aleatorios" y uso de la "fragmentación", para romper con la lógica y salirse de los caminos habituales.
Por cierto, la charla de Cleese la incluí en este otro post que habla de la creatividad desde un punto de vista más pedagógico:
http://luistarrafeta.com/2013/05/07/la-seriedad-del-juego-1-de-2/
y que también tiene mucho que ver con una famosa charla de Ken Robinson con la que sospecho que estarás familiarizado:
https://www.youtube.com/watch?v=Z78aaeJR8no
muy buen post césar (y el otro también). Me vino a la cabeza mientras lo leía, cómo JRR tolkien resolvió un "problema" lingüístico (algo que tenía que ver con la evolución posible en el tiempo de un fonema en élfico, una fricada de las suyas) mientras paseaba por un jardín. llevaba tiempo dándole vueltas sin encontrar una solución satisfactoria, y ese día oyó a los pájaros cantar y se paró a escucharlos, y como una epifanía,supo cómo el fonema tuvo que evolucionar. Y todo por oir a unos pájaros. Curioso cómo es la mente.
ResponderEliminarY por otro lado, hablas de soluciones en plural, sin embargo es sorprendente que cuando encuentras la "idea" o solución, sabes que se trata de ella y no de otra. Como si viniera en negrita. ¿o es acaso una elección racional?.
por cierto, me leí Leonís este finde. Muy buena novela, y su final muy bueno, me encantó. A medida que lo leía me intrigaba saber cómo ibas a solucionar la trama. Supongo que barajaste varias opciones. buen final la verdad.
Mazarbul
Natalia: El proceso requiere un poquito de práctica antes de funcionar al 100%, pero mejor o peor funciona desde el principio.
ResponderEliminarJuan Constantin: En efecto, lo más imaginativo no tiene por qué ser lo más práctico. Todo depende de lo que busques.
Hablo de restricciones (aunque podría decir acotaciones) en el sentido de que esas condiciones iniciales limitan el número de posibilidades. Refiriéndome a mi ejemplo, cuando me impuse que en la trama debían ser significativos un barco y una isla, eliminé posibles escenarios como los desiertos o las cadenas montañosas. Cuando escoges algo, al mismo tiempo eliminas muchas cosas.
Eso que comentas, que la censura fomenta la creatividad, lo sostenía firmemente mi padre. Aún así, mejor que no haya censura.
Y sí, lo del Coyote y el Correcaminos es creatividad pura. Tex Avery era un genio.
Luistarrafeta: No conocía ese documental, pero sí las ideas de Robinson. Con las que estoy totalmente de acuerdo.
Mazarbul: En efecto, aparece una idea en tu cabeza y dices: ¡esa es la IDEA! Pero, ¿sabes?, a veces tu cerebro te engaña y te hace ver como bueno lo que no lo es. Para juzgar la calidad de una idea es mejor dejarle la tarea al consciente, a la parte racional.
En cuanto a las asociaciones mentales, es famoso el caso del químico Kekulé, que no lograba comprender la estructura molecular del benceno hasta que soñó con una serpiente mordiéndose la cola y eso le sugirió que era un anillo.
Me alegro de que te gustara "Leonís". Sí, barajé varias alternativas, pero desde muy pronto supe que el final sería ése o muy parecido a ése.
y dormir. las ideas hay que dejarlas dormir, y si no las tienes, también hay que dormir, porque pueden aparecer en ese momento (la parte tal del cerbro sigue currando mientras tú estas sobando, de eso no cabe la menor duda. por eso es necesario tener un bolígrafo y papel en la mesilla. Como confíes en que te vas a acordar al despertar de lo que se te ha ocurrido, vas listo)
ResponderEliminar¿cuántas bombillas son necesarias para ocupar a un especialista en desenroscar bombillas?
y dormir. las ideas hay que dejarlas dormir, y si no las tienes, también hay que dormir, porque pueden aparecer en ese momento (la parte tal del cerbro sigue currando mientras tú estas sobando, de eso no cabe la menor duda. por eso es necesario tener un bolígrafo y papel en la mesilla. Como confíes en que te vas a acordar al despertar de lo que se te ha ocurrido, vas listo)
ResponderEliminar¿cuántas bombillas son necesarias para mantener ocupado a un especialista en desenroscar bombillas?
es curioso, había hecho una corrección en mi comentario y el sistema ha subido los dos comentarios, el corregido (último) y el que estaba sin corregir (primero).
ResponderEliminarQuédate con el segundo, claro.
Es muy curioso que utilices un método tan disciplinado para llegar a la creatividad. He escuchado decir a algunas de las mentes más brillantes que la inspiración divina no existe, que toda idea nace trabajando. Ahora comprendo que se referían al trabajo creativo, y no pintando, tocando un instrumento o, como es en tu caso, escribiendo. Aunque imagino que domináis tan bien vuestros instrumentos que casi los podéis hacer servir de esa forma automática que tanto ayuda a los pensamientos divergentes.
ResponderEliminarPor otro lado, no entiendo a las personas que reniegan de un buen cómic, un juego de mesa estimulante o una increíble película de dibujos animados, aduciendo que son para niños.
En mi caso, vivir no significa quemar etapas a las que jamás debemos regresar. Para mí es más bien un cúmulo de experiencias que nos enriquecen como personas, una suma de períodos que nos hacen ser como somos. ¿Y acaso no hemos sido todos niños? Pues debemos ser capaces de regresar a ese niño que nunca nos ha abandonado. Si no, en cierto modo, estamos rechazando parte de nuestra personalidad.
Hola, César:
ResponderEliminarTe mando el link de lo que escribí sobre El Coyote.
A él y a su creador, tu inolvidable padre, les debo infinidad de buenos ratos, que van sucediéndose a lo largo de mi vida, pues no dejo de leer cada tanto las 54 novelas contenidas en 27 tomos de la Editorial Forum, los único que tengo. En España leí toda la colección, del primer número al último y llegué a tenerla casi entera: los primeros números, con las portadas de Batet.
He escrito otras cosas sobre tu padre. Algunas fueron publicadas. Otras forman parte del que podríamos llamar archivo sentimental.
Habiéndote localizado electrónicamente, pude leer entre otras cosas tuyas ese artículo espléndido sobre tu padre, de quien yo guardo como un tesoro una extensa carta que me escribió en respuesta a una mía.
Mi “background”, o parte de él, está en mi blog y otro más resumido en Facebook, donde, si estás, me gustaría tenerte como contacto, entre paréntesis.
Te felicito por tus logros, tus éxitos y tus premios. ¡Cuán orgulloso de ti estaría tu padre si viviera!
Un abrazo.
José Luis
http://www.elcaballeroespanol.blogspot.com.ar/2014/06/el-coyote.html