Voy a hacer algo que jamás creí
posible: recomendar una serie española de TV. Me refiero a El ministerio del tiempo
(EMDT en lo sucesivo), que se emite todos los lunes en TVE. La rara avis más
rara avis que se ha visto en nuestra pequeña pantalla desde los tiempos en que
Chicho Ibáñez Serrador iluminaba un poco la mediocre oscuridad de la dictadura
con programas tan inusuales (en nuestro país) como Historias para no dormir o Mañana
puede ser verdad.
¿Qué tiene de raro EMDT? Pues, en
primer lugar, que es una serie de ciencia ficción, algo muy exótico en esta
España nuestra tan aferrada al realismo patatero. Y en segundo lugar, que está
bien pensada, bien escrita y bien ejecutada. Vamos, que es una buena serie de
ciencia ficción cien por cien española. Pocas cosas pueden ser más raras.
¿De qué va? Como reza el título, en
España existe un ministerio secreto que posee un sistema para viajar en el
tiempo. No lo hace con ninguna máquina tipo Wells, sino a través de un
entramado de puertas -descubierto por un judío español del siglo XV- que
conducen a diferentes momentos del pasado de España. El objetivo del Ministerio
es corregir los cambios en la historia provocados por viajeros temporales
furtivos.
Vale, no es una idea original; en la
literatura de ciencia ficción tenemos antecedentes tan notorios como El fin de la Eternidad, de Asimov, La patrulla del tiempo, de Paul
Anderson, o las Crónicas del Gran Tiempo,
de Fritz Leiber. Pero esas novelas son norteamericanas, y EMDT trata el tema
desde una perspectiva absolutamente española. Y eso lo cambia todo.
Los viajes temporales que describe
la serie no poseen el tono ultratecnificado y grandioso de la tradición
anglosajona; son más de andar por casa, más como serian si en nuestro país
hubiera realmente viajes en el tiempo. De entrada, el ministerio en cuestión es
eso, un ministerio español, con su burocracia, sus escasos medios y sus
aburridos funcionarios. Además, las puertas sólo conducen al pasado español, y
en ningún caso al futuro.
La serie se centra en las aventuras
de una de las “patrullas” del ministerio, formada por Julián, un enfermero del
SAMUR de nuestra época (Rodolfo Sancho), Amelia Folch, una estudiante ilustrada
de finales del siglo XIX (Aura Garrido) y Alfonso de Entrerríos, un mercenario
de los Tercios de Flandes (Nacho Fresneda). Otros personajes fijos son Salvador
Martí, subsecretario del Ministerio (Jaime Blanch), Irene Larra, responsable de
Recursos Humanos nacida en los años 30 (Cayetana Guillén Cuervo), Ernesto
Jiménez, un funcionario -en realidad, el padre de Torquemada- (Juan Gea), o Angustias,
secretaria de Salvador nacida en el XIX (Francesca Piñón).
¿Por qué es buena la serie?
Excelente pregunta; pero antes vamos a formular otra: ¿Tiene lógica? Pues, si
te paras a pensarlo, no mucha. De entrada, la idea de partida es absurda, y el
desarrollo de los argumentos tiene algunos baches de coherencia. Pero de eso
sólo te percatas si te paras a pensarlo, y mientras ves la serie,
sencillamente, no te paras a pensarlo. Porque los guiones tienen buen ritmo y
son muy divertidos, así que te dejas arrastrar por ellos sin cuestionarte nada.
Es decir, no existe una sólida lógica objetiva, pero sí hay una lógica interna.
Sus creadores, los hermanos Olivares, nos dicen: “Ya sabemos que esto es
absurdo, pero juega a creértelo y pásatelo bien”. Y tú suspendes la
incredulidad y te lo pasas bien. En realidad, ésa es la esencia de la ficción.
Para conseguir que te tragues lo
intragable, los Olivares usan el mejor disolvente de la incredulidad que
existe: el sentido del humor y la ironía. EMDT no es una comedia, pero de
principio a fin tiene un barniz de comedia.
La serie se basa mucho en la aparición
de personajes históricos famosos, pero lo hace con un sano y divertido criterio
desmitificador. Por ejemplo, la persona que en el ministerio se ocupa de hacer
retratos robot es... Velázquez. ¿Y cómo es? Pues, tras enterarse de que acabará
siendo considerado uno de los mayores pintores de todos los tiempos, Velázquez
se ha convertido en un tipo vanidoso y bastante quejica. En el segundo episodio
aparece Lope de Vega (excelentemente interpretado por Víctor Clavijo), y se le
presenta como un picha brava obsesionado con las tías (que, por cierto, es lo
que Lope era de joven). Y cuando Franco entra en escena (episodio 3), lo hace
como un insulso mediocre. Otro aspecto simpático de la serie son sus constantes
referencias a la cultura popular española, desde el Capitán Alatriste hasta
Torrebruno, pasando por Jiménez del Oso, Curro Jiménez o el grupo Leño.
Pero bueno, a lo que vamos, ¿por qué
considero que EMDT es una buena serie?
1. Por la calidad de sus guiones.
Buenas historias, buenos personajes, buen ritmo y buenos diálogos. Los
guionistas consiguen, incluso, superar el lastre de los 70 inevitables minutos
de duración de las series hispanas.
2. Por su refrescante sentido del
humor.3. Por el buen trabajo de los actores. ¡Una serie española bien interpretada! Parece increíble, ¿verdad?
4. Por la más que correcta realización, que consigue soslayar la escasez de medios y darle a la serie un buen empaque visual. En fin, a veces las pocas pelas se notan (como en el tercer episodio, quizá el más flojo de los cinco que he visto hasta ahora), pero por lo general el equipo técnico logra sacar agua de las piedras.
5. Por su carácter absolutamente inusual. Estamos hablando de una serie de TV española en la que no hay niños repelentes, ni ancianos entrañables, ni familias encantadoras, ni folletinismo (me temo que esa palabra no existe) de tercera, ni costumbrismo barato. Estamos hablando, amigos míos, de una serie española ¡de ciencia ficción!
Pero,
quieto ahí; ¿es realmente ciencia ficción? Porque, a fin de cuentas, el método
que se usa para viajar en el tiempo, las puertas, tiene más de magia que de
ciencia. Cierto, pero da igual. Si algo ha demostrado la ciencia ficción, es
que no es posible viajar al pasado, porque en cuanto eso sucediera comenzarían
a aparecer paradojas hasta debajo de las piedras. Entonces, si es imposible,
¿qué importa el método que se emplee? Sea lo que sea que digas al respecto,
será mera palabrería.
Eso me pasó a mí en mi novela El coleccionista de sellos. Ese texto no
trata de viajes físicos en el tiempo, sino de mandar mensajes en el tiempo. Esos
mensajes se mandan gracias a tres sellos especiales (creados por una
civilización del futuro lejano). Los pegas en un sobre, escribes el nombre del
destinatario y la fecha de recepción, lo echas a un buzón, y ya está: has
mandado una carta al pasado. En su momento, algunos dijeron que eso era más
fantasía que ciencia ficción, porque lo de los sellos sonaba a
magia.
Yo alegué dos cosas: En primer
lugar, la famosa frase de Clarke donde dice que toda tecnología lo
suficientemente avanzada resulta indistinguible de la magia. En segundo lugar,
dado que viajar al pasado es imposible, ¿qué más dará el sistema que uses para viajar?
Lo importante es que el desarrollo del argumento sigue las pautas especulativas
de la ciencia ficción. Por eso pertenece a ese género. Pues lo mismo sucede con
EMDT: su desarrollo es enteramente ciencia ficción.
Aclararé algo antes de concluir: EMDT
no es una obra maestra (como Breaking Bad
o Los Soprano). Ni siquiera es una
buenísima serie (como Medium o Roma). EMDT es, sencillamente, una divertida
serie de ciencia ficción que respeta la inteligencia del espectador. Y eso ya
es muchísimo.
Además, voy a hacer dos
predicciones: 1. EMDT se convertirá en una serie de culto. De hecho, ya está
sucediendo, porque hay en Internet un nutrido grupo de fans que se hacen llamar
“ministéricos”. 2. El concepto de la serie se venderá al extranjero; en
concreto a Estados Unidos. En un futuro no muy lejano, veremos un EMDT yanqui.
Por último, todos
deberíamos apoyar a esta serie, porque es un rayo de esperanza. Abre un camino
que ojalá sea fructífero. En una próxima entrada intentaré explicar por qué.
En cualquier caso, TVE ya ha firmado
una segunda temporada de EMDT. Por una vez, las cosas se hacen bien.