Como sabéis, el viernes pasado me entregaron el Premio Cervantes Chico, un galardón a toda mi obra de literatura juvenil. Bueno, pues aquí tenéis el texto del discurso que solté durante la ceremonia:
Buenos
días. Ante todo, quiero dar las gracias al Ayuntamiento de Alcalá de Henares
por promover este hermoso premio, el Cervantes Chico. Y, por supuesto,
agradecerle al jurado que haya tenido la generosidad de otorgármelo a mí este
año. Espero que no se hayan equivocado demasiado. Y gracias también a todos los
presentes por acompañarme en este día. Sois un encanto.
Quiero
también felicitar a Miguel y Ana Isabel por los galardones que han recibido.
Sin duda, se los merecen más que yo.
Cada
vez que doy una charla a jóvenes lectores suelo hacerles la misma pregunta:
¿Para qué creéis que sirve la literatura? Y normalmente siempre obtengo las
mismas respuestas. La literatura sirve para adquirir cultura, para mejorar la
ortografía, para ampliar el vocabulario, para pensar mejor, para aumentar la
velocidad lectora, para conocer nuevas ideas, para estimular la mente, para
potenciar la imaginación...
Todo
eso es cierto. Además, son los argumentos que suelen emplear los adultos para
convencer a los más jóvenes de lo buena que es la lectura. Pero, en fin, qué
queréis que os diga... A mí eso me suena como cuando los padres le dicen a sus
hijos: “Anda, cómete eso porque tiene muchas vitaminas, y hierro, y grasas
insaturadas, y ácido oleico...”. Vale, puede que sea cierto; pero no abre mucho
el apetito, ¿verdad? De hecho, es como si hablaran de una medicina, que sabe
mal pero es buena para la salud. En realidad, todos sabemos que lo que más nos anima
a comer... es que la comida está rica.
Bueno,
pues lo mismo sucede con la literatura. Por supuesto que la costumbre de leer
nos proporciona todas las cosas buenas que he dicho antes; pero ninguna de
ellas es la razón de ser de la literatura. El auténtico objetivo de la
literatura, como ocurre con cualquier otro arte, es el placer del lector.
Leemos porque leer es divertido. Teniendo en cuenta que “divertido” no es lo
contrario de “serio”, sino lo contrario de aburrido.
Algunos
de los mejores momentos de mi vida los he pasado leyendo; sobre todo cuando era
niño o adolescente. Por aquel lejano entonces, aprendí lo que es el sentido del
humor gracias a Guillermo Brown, el catastrófico e imaginativo niño que creó la
escritora inglesa Richmal Crompton. Viajé a las estrellas de la mano de Isaac
Asimov, y estuve en Marte junto a Ray Bradbury. Recorrí 20.000 leguas bajo el
mar y me adentré en el interior de la Tierra guiado por Julio Verne. Visité un
mundo perdido lleno de dinosaurios acompañado por Arthur Conan Doyle. Y ese
mismo escritor me permitió seguir en sus aventuras a un genial detective
llamado Sherlock Holmes.
Busqué
un tesoro pirata en La Hispaniola, el
barco de Robert Louis Stevenson. Viajé en el tiempo para contemplar los
episodios más emocionantes de nuestra historia junto a Benito Pérez Galdós. Fui
un justiciero enmascarado en la California del siglo XIX gracias a José
Mallorquí; que, por cierto, era mi padre. Pesqué un enorme pez espada en la
barca de Ernest Hemingway. Viví en la selva en compañía de Edgar Rice Burroughs
y Rudyard Kipling. Luché contra un gigante de un solo ojo ayudado por un ciego
llamado Homero.
Aunque
no se trate exactamente de literatura, sino de esa mezcla de dibujo y texto que
llamamos comic, recorrí el mundo, y la Luna, corriendo aventuras junto a un
reportero llamado Tintín y su amigo el capitán Haddock. Surqué los siete mares
con un marino de nombre Corto Maltés. Volé en un avión de caza imaginario junto
a un perro llamado Snoopy. Me senté en la mesa redonda del rey Arturo, al lado
del Príncipe Valiente y de su padre, Hal Foster...
He
visitado todos los continentes de la Tierra, y todos los planetas del Sistema
Solar, y estrellas más allá de nuestro Sol con planetas alucinantes. Y también
he caminado por universos que sólo existen en el mundo de los sueños. He sido
cientos de personas distintas, he vivido maravillosas historias de amor y
amistad, y también de odio y venganza. He corrido miles de aventuras
asombrosas. Y todo gracias a la literatura. Por eso decía antes que leer me ha
hecho más feliz.
Todo
esto que acabo de contar lo he tenido siempre muy presente en mi trabajo como
escritor. Cuando escribo para jóvenes, mi principal propósito es narrar las
historias más divertidas y emocionantes que pueda concebir, con personajes
atractivos y humanos, diálogos chispeantes y descripciones sugerentes. Porque,
tal y como yo lo entiendo, mi labor como escritor de literatura juvenil
consiste en demostrarle a los lectores jóvenes que la literatura puede ser una
alternativa de ocio tan apasionante, o más, que cualquier otra.
Por
eso, y ahora me dirijo a los más jóvenes de esta sala, os recomiendo que le
deis una oportunidad a la literatura, que adquiráis el hábito de leer. Porque
si lo hacéis, seréis más cultos, mejoraréis la ortografía, ampliaréis el
vocabulario, pensaréis mejor, aumentaréis la velocidad lectora, conoceréis
nuevas ideas, estimularéis la mente y potenciaréis la imaginación. Pero sobre
todo, por encima de cualquier otra consideración, seréis más felices.
Y
ahora mejor será que vaya acabando, porque los organizadores de este acto me
han sugerido amablemente que sea breve y no sé si estoy poniendo a prueba su
paciencia. Así que, para concluir, tres dedicatorias.
Este
premio, el Cervantes Chico, no me lo han concedido por una obra en concreto,
sino por toda mi carrera como escritor. En fin, quiero pensar que en realidad
me lo otorgan sólo por la primera parte de mi carrera; porque, y esto es una
amenaza, pienso seguir escribiendo.
El
caso es que, como se trata de toda mi carrera hasta ahora, quiero dedicarle el
premio a tres personas sin las cuales yo no estaría aquí. Es decir, a las tres
personas que más importantes han sido en mi carrera como escritor.
En
primer lugar, mi padre, José Mallorquí. Supongo que a muchos ya no os sonará
este nombre, pero José Mallorquí fue el escritor español de literatura popular
más importante del siglo XX. Su obra más famosa, no solo en España, sino en
Europa y América, es El Coyote, un
justiciero enmascarado californiano llamado en realidad don César de Echagüe.
Yo me llamo César en su honor.
Mi
padre falleció hace ahora cuarenta y tres años, cuando yo tenía diecinueve. Tan
solo llegó a conocer mis primeros pasos en la escritura, los primeros artículos
que escribí para la revista de humor La Codorniz
a principios de los años 70. Luego, se fue para siempre, y no pudo alegrarse de
mis éxitos, ni consolarme en mis fracasos. Sin embargo, de algo estoy
absolutamente seguro: sin su ejemplo, yo jamás habría sido escritor.
Así
que, papá, muchas gracias por tu generosidad, por tu cariño y por tu ejemplo.
El tabaleo de tu máquina de escribir fue la banda musical de mi infancia.
La
segunda persona a la que quiero dedicarle el premio es una mujer, tan bella,
por dentro y por fuera, como gran profesional. Se trata de Reina Duarte, la Directora
de Publicaciones Generales de la editorial EDEBÉ. Ella me descubrió para el
mundo de la literatura juvenil, ella publicó mis primeras obras de ese género,
y con ella he tenido once hijos. Pero que nadie se escandalice; son hijos de
tinta y papel. Libros, para que me entendáis.
Así
que, Reina, muchas gracias por creer en mí, muchas gracias por apoyarme
siempre, y muchas gracias, sobre todo, por soportarme. Tu amistad ha sido y es
un regalo para mí.
Por
último, la persona más importante de todas. También es una mujer, y también es
maravillosamente bonita por dentro, y esplendorosamente bella por fuera. Es mi
esposa, mi compañera; María José Álvarez, mi querida Pepa. Sin ella a mi lado,
mi carrera como escritor, sencillamente, no existiría. Todo lo que he hecho,
todos los libros que he publicado, todos los premios que he obtenido, se lo
debo a ella.
Así
que, Pepa, como ya te he dicho en otras ocasiones, este premio es para los dos.
Gracias por tu apoyo incondicional, gracias por ser una roca firma cuando todo
se tambalea, gracias por confiar en mí más que yo mismo, gracias por ser como
eres, y perdóname por ser como soy. Te quiero.
Muchas
gracias a todos.
Me ha encantado su discurso. Ojalá los jóvenes nos creyeran porque estoy totalmente de acuerdo: leer nos hace más felices. Yo si tengo un libro entre manos que me interese, lo tengo todo. Y siempre tengo dos, tres, cuatro... esperándome. Tuve incluso un momento en que pensé que no me iba a dar tiempo a leer todo lo que quería porque la vida es muy corta y eso me hacía infeliz. Peo ya pasó. Ahora disfruto con lo que leo, releo, resumo, copio para no olvidar, etc. y soy cada día más feliz.
ResponderEliminarYo opino que gracias a esta afición a la lectura me rodeo de gente interesante. Tal vez de la más interesante. Es una gozada y un privilegio poder dialogar con las mentes más brillantes, lúcidas, sensibles, creativas... un verdadero placer. También contigo, con usted, he disfrutado. Es usted uno de los grandes en literatura juvenil: enhorabuena por su premio. Lo tiene bien merecido.
Hermoso discurso. Has sabido plasmar, muchísimo mejor de lo que yo hubiera sabido, todo lo que la literatura ha significado para mí en mi vida pues compruebo alborozado que nuestros referentes literarios (y de comic) son casi exactamente los mismos. Gracias por compartirlo con nosotros. Yo mismo voy a compartirlo con todas mis amistades.
ResponderEliminarNo se me ocurre nadie que se merezca más ese premio. Enhorabuena.
Rickard
Me he emocionado muchísimo leyendo su discurso, especialmente en su relación de lecturas de la juventud, por las que yo también he pasado y que me han hecho mejor persona, más feliz y que me abrieron las puertas de la mente. Ojalá los que hoy son jóvenes sepan ver más allá y abrir un mundo nuevo entre las páginas de uno de los libros que usted escribe.
ResponderEliminarMuchas gracias por sus palabras señor Mallorquí.