¿Ha sido éste el peor verano de mi
vida? Probablemente. Al menos, no recuerdo ningún otro más chungo. Eso de
romperse la cadera es una mala idea; no lo hagáis. Porque, ¡zas!, te pegas una
costalada y de repente tu vida se reduce, se empequeñece, se estrecha. Yo, que
me creía el rey del mundo, he visto mi imperio limitado a la superficie de mi
hogar. E incluso en mi propia casa he topado con regiones inaccesibles, como
por ejemplo la parte superior del frigorífico, imposible de alcanzar desde una
silla de ruedas.
Qué gran verdad es eso de que sólo
valoramos lo que tenemos cuando lo perdemos. No le damos importancia a caminar,
ni siquiera pensamos en ello; sencillamente, lo hacemos. Pero un día, como eres
gilipollas, vas y te fracturas la cadera, y entonces comprendes que cada vez
que damos un paso deberíamos entonar un himno de gratitud:
¡Gracias
te voy a dar,
oh
divino hacedor,
por
poder caminar
sin
usar andador!
Porque eso es lo que hago ahora,
amigos míos: camino ayudado por un maldito andador, como una abuelita. El gran
César, el tonante César, transformado en una versión achacosa de Maggie Smith.
Estoy por comprarme un gato y una toquilla...
En fin, que sí, que vale, que estoy
mejor, ya me duele menos (salvo en las sesiones de rehabilitación, que me hacen
mucha pupita), la fractura ha soldado bien y poco a poco voy recuperando
movilidad, así que dentro de un par de
meses podré volver a bailar claqué. Pero me he quedado sin vacaciones y sin
verano, coño. Desde este púlpito le advierto al fatum que está en deuda
conmigo.
No obstante, pese a mi maltrecha
cadera, este verano ha ocurrido un suceso portentoso, algo que marcará mi vida
para siempre jamás. Veréis, mi hijo Pablo, que está haciendo un master en
Barcelona, ha venido a pasar el verano en casa. Pablo es tan bibliómano como
yo, pero mucho más ordenado, y un día me arrancó la promesa de permitirle poner
orden en mis librerías, Y eso es lo que hemos hecho: ordenar y expurgar dos de
mis librerías: la enorme del salón y una de las dos de mi despacho (sólo
ligeramente menos enorme).
El resultado final: me he deshecho de
veintitantas cajas llenas de libros, más de mil quinientos tomos. Al principio
creía que se me iba a partir el corazón al desprenderme de mis adorados
libritos, pero no, qué va; lo que he experimentado ha sido... liberación.
Los bibliómanos (¿o bibliópatas?)
somos como barcos. Y los barcos, ya lo sabéis, tienen que ir periódicamente al
dique seco para que les raspen el casco, porque mientras están en el agua se
les van adhiriendo moluscos, algas y toda suerte de bichos. Bueno, pues con los
bibliómanos pasa lo mismo, solo que en vez de mejillones y lapas, se nos
adhieren libros.
Mientras revisaba mis librerías –cosa
que no hacía, al menos a fondo, desde hace más de veinte años-, he descubierto
la enorme cantidad de libros que tenía sin tener ningún motivo para tenerlos.
Libros que ya había leído y no pensaba volver a leer, libros que no me
gustaron, libros cuyo tema me interesó en algún momento, pero ya no, libros que
ni dios sabe por qué los compré... Esos libros no hacían más que ocupar espacio
y acumular polvo, pero yo los guardaba porque... bueno, porque soy un capullo.
Pero ya está, he roto las cadenas (gracias
a Pablo, justo es reconocerlo). Ahora ya no hay montones de libros sobre el
suelo, y mi mesilla de noche ya no está atestada. Pero lo más importante es que
ahora, si compro un libro, sé dónde ponerlo, ¡porque hay huecos libres en las
librerías!
Cielo santo, qué placer, qué
liberación...
Ahora sólo falta hacer lo mismo con mi
colección de ciencia ficción. ¿Me atreveré? No sé, no sé... Hay tantos
sentimientos entrelazados con esa colección, tanta dedicación, tantos
recuerdos... Se me parte el corazón sólo de pensarlo... Sería como desprenderse
de un hijo...
¿Veis cómo estoy loco?
Disfruta mientras dure. Que las lapas y moluscos siempre vuelven.
ResponderEliminarMe alegro de que la recuperación vaya bien. Y no te impacientes, mejor ir pasito a pasito (debes de estar hasta el gorro de los chistecitos). :)
Saludos:
ResponderEliminarCuidado, tras el gato y la toquilla, lo siguiente será ponerte a resolver crímenes como una Miss Marple cañí:)
Ya en serio, César, me alegro de volver a leerte. Hace unos quince años sufrí un accidente laboral (me caí de una escalera limpiando maquinaria en una almazara de mi pueblo) y me rompí la muñeca. Necesité rehabilitación tras llevar escayola durante mes y medio. Y dolía un montón cuando el fisio me doblaba la susodicha articulación -que crujía como las jarcias de un barco pirata-, pero debo decir que el resultado fue estupendo. No me quedaron secuelas de la fractura ni perdí movilidad en ella, ni siquiera me duele cuando cambia el tiempo... ya sabes, sin dolor no hay honor.
Conque ya tienes sitio libre en tus estanterías... bueno, ¿crees que durará mucho? Como te pase lo que a mí con los discos duros portátiles va ser que no. Cada vez que compro uno me digo que va a ser el último y que voy a hacer limpieza, pero... ni hablar del peluquín... ya debo tener una docena
Juan Constantin
En "Ser Mortal" (incómoda pero imprescindible lectura, a todos nos va a llegar lo que cuenta) Atul Gawande describe que el punto de no retorno para un anciano, lo que de verdad aniquila por completo su calidad de vida, es esa caída tonta que le deja impedido y sin posibilidad de valerse por sí mismo. A partir de ahí, ya todo es cuesta abajo sin frenos.
ResponderEliminarMe alegro que se haya usted recuperado y que siga dando guerra por aquí.
Una de mis lecturas de verano ha sido '13 Monos' y la he disfrutado muchísimo. Supongo que no le aliviará el horrible verano que ha pasado, pero yo me lo he pasado muy bien leyéndole.
Jarl-9000: Hay que ir pasito a pasito, pero procurando no meter la pata :) Ya sé que las lapas y los mejillones vuelven, pero entretanto da gusto ver el barco.
ResponderEliminarJuan Constantin: Sí, quizá Miss Marple sea una opción mejor que la condesa viuda de Downton Abbey (Maggie Smith). Respecto a si mi liberación libresca durará mucho... pues probablemente no, pero te digo lo mismo que a Jarl: lo disfrutaré mientras dure.
Raúl Fernández: Joder, vaya ánimos me das... Afortunadamente, no soy TAN viejo. Me alegró un montón de que hayas disfrutado con "Trece monos". No me compensa el verano, pero me encanta. Por cierto, aquí, en Babel, está prohibido el "usted". Por esta vez te perdono la multa, pero que no se repita :)
Hola , te mando muchos ánimos, ya queda menos para dejar ese andador y yo también he sentido liberación a dejar libros fuera de mi casa,la razón es distinta,ha sido una mudanza pero siento lo mismo, en el fondo poseemos cosas de manera temporal que terminan poseyendo nos el tiempo que las tenemos, un abrazo muy fuerte y que sigas recuperando cada día mejor,un abrazo amigo
ResponderEliminarMuchos ánimos César, y que la recuperación vaya como tiene que ir: bien y a su ritmo.
ResponderEliminarSi nos puedes prestar a Pablo que creo que a muchos de los merodeadores de aquí nos vendría bien una purga de libros jajaja.
Hola César, hay algún autor o algún género con el que más te hayas ensañado en tu pogromo literario?
ResponderEliminarEn mi caso me parti hace años el tendon de aquiles, y me pasé tres meses d einfierno, probando lo que era estar reducido en movimientos. Incluso una vez, desesperado, salí con una silla de ruedas, pero no tenía el carnet de conducir, y al intentar subir un peldaño (ahí me di cuenta d elas miserias de las barreras arquitectónicas) me pegué tal costalazo que acabé por el suelo con la silla tirada y agarrandome la pierna, en plena calle....
ResponderEliminarEn fin.... que te sea leve y te recuperes lo antes posible.
Mazarbul
La opción de un gran ventanal y unos prismáticos no se debe descartar. No se puede dejar pasar la oportunidad de homenajear al clásico. Lo mismo no te vuelves a romper nada y pierdes la ocasión para siempre. Mucho ánimo. Por lo menos puedes seguir leyendo, escribiendo, oyendo música o viendo películas. Los cuatro gerundios básicos.
ResponderEliminarLa opción de un gran ventanal y unos prismáticos no se debe descartar. No se puede dejar pasar la oportunidad de homenajear al clásico. Lo mismo no te vuelves a romper nada y pierdes la ocasión para siempre. Mucho ánimo. Por lo menos puedes seguir leyendo, escribiendo, oyendo música o viendo películas. Los cuatro gerundios básicos.
ResponderEliminarMe alegro de tu mejoría. Indullta la colección de SF por sus valores sentimentales, ¡Total! ganaste espacio con el expurgo.
ResponderEliminarEstooo....¿Quién era maggie Smith?:(
¡Me alegro mucho de que ya estés mejor! Y de que ya tengas hueco en la estantería, pero eso sí, espero que esos libros hayan ido a una biblioteca o a algún sitio de provecho; que no hayan terminado en la basura o lloraré :_D (dulce manía de jamás tirar un libro. Ni los del colegio xD)
ResponderEliminar¡En fin! A ver si pronto tu mundo vuelve a lo que era, que estar impedido de cualquier cosa da una rabia tremenda. ¡Ánimo!
Corsario Hierro: Maggie Smith es la vieja condesa de "Downton Abbey" y es una consumada actriz británica. Puede que también la conozcas como maestra de Hogwarts en las pelis de Harry Potter. Recuerdo que también participó en "Muerte en el Nilo", con Peter Ustinov como Poirot. Pero, para mí, siempre será Dora Charlton, la mujer de David Niven en "Un Cadáver a los postres" (pedazo de elenco que tiene esa desternillante película).
ResponderEliminarJuan H: Muy buena observación: muchas veces he sentido que los libros me tenían a mí.
ResponderEliminarLa vieja piragua: El problema es que mis vecinos son mucho menos interesantes que los de James Stewart. Sólo te diré que ninguno de ellos ha cometido un asesinato. Panda de sosos...
José Antonio: Mira, eso es una idea: alquilar a mi hijo para que arregle las bibliotecas ajenas. Sería algo así como un book-killer.
Anónimo de las 5:03: Pues mira, sí. Cuando era muy joven tuve un ramalazo Camilo José Cela y compré varios libros suyos. Más adelante odié a Cela, pero sus libros siguieron en la librería, olvidados. Ahora los he encontrado y me he dado el gustazo de deshacerme de ellos.
Mazarbul: La verdad es que esto de estar impedido es un soberano coñazo.
CorsarioHierro: El problema es que, como coleccionista, tengo un montón de libros de cf. Y la mayor parte son malísimos. Es decir: no son lecturas, son objetos. Y no sé muy bien cómo justificarme a mí mismo eso. Jarl-9000 ya te ha aclarado profusamente quién es Maggie Smith. Pedazo de actriz. Vale la pena ver Downton Abbey aunque sólo sea por ella.
Gini-Gini: No, por favor, claro que no los tiro; sería incapaz. Los vendemos a la librería Alcaná, y así continúan "vivos". Nos dieron 300 € y se los quedó Pablo, muy merecidamente.
Pedro Santos tenía setenta años y la mayoría de los achaques propios de su edad, aunque para él se encontraba "como un chaval". Mentía, claro, como le mentían los hijos y su mujer, una mentira de la que todos -incluso el propio Pedro Santos- eran partícipes. Pero algo de verdad encerraba aquella mentira, porque Pedro Santos era feliz, y en este mundo -no se sabe con certeza en otros- es muy difícil toparse con gente feliz. Pedro Santos lo era, un hombre feliz, sin angustias por lo que no tenía, con sus pequeños deseos cubiertos, entre los que se encontraba pasear horas por senderos de montaña con su mujer, acercarse a probar comidas de pueblos olvidados, o discutir de cualquier tema imaginable con sus amigos. Pero, sobre todo, Pedro Santos gustaba de leer un buen libro saboreando un buen whisky, y "un buen" libro podía ser cualquiera. En su enorme biblioteca había descubierto que el tiempo también había envejecido las obras, y donde antes había encontrado "buenos" libros, ahora se encontraba alguna obra arisca, como viejos conocidos que pensabas que te caían bien, y que al redescubrir veías en toda su mezquindad.
ResponderEliminar"Otro libro, ya has tenido que comprar más libros" -lo acusaba siempre su mujer, en uno de los únicos temas de fricción que mantenía con su media naranja. Y era cierto: los libros habían invadido toda la casa, incluso el pasillo y la parte de arriba de los armarios, territorios casi olvidados en los que crecía el polvo y la suciedad.
-Tienes que deshacerte de ellos -le advertía siempre la mujer.
Y un buen día, aprovechando un cambio de domicilio, Pedro Santos hizo una criba de libros. Se sentía un ser criminal al condenar al destierro a Cela, Sartre o Faulkner, pero -seamos sinceros- ¿quién leía a Faulkner? Pedro Santos creía recordar que lo había comprado, en su lejana juventud, con la vana esperanza de que vestir con un libro de Faulkner le diese un aspecto más intelectual y le permitiese ligar más. Esto es: ligar algo, porque hasta ese momento ligaba cero.
Cientos y cientos de libros fueron condenados al ostracismo, sin mirarlos casi, depositados en cajas y llevados a una librería de lance en la calle Sinagoga. Allí el librero -viejo zorro- le hizo una oferta que no podía rechazar.
-Mil quinientos libros, le pago mil euros. Eso sí, debe usted gastarlos en esta librería.
Pedro Santos estuvo de acuerdo. Comenzó a buscar y a rebuscar, y volvió a casa con las mismas cajas que había sacado, llenas de todos los libros que pensaba leer hasta su muerte.
-?Traes más libros? -le acusó su mujer.
-Son otros, y entre lo que me ha pagado el librero por los viejos que teníamos en casa, y que me ha dejado éstos a buen precio, me he gastado sólo dos mil euros.
La mujer cogió un libro y se extrañó.
-Pues has vuelto a comprar este de Faulkner que llevabas cuando nos conocimos.
(Espero que aproveches tu estancia en silla de ruedas para algún personaje que tenga que adaptarse a esa situación. Un saludo. Mejórate.)
yo me puedo quedar con los de la vida de Cabrera.
ResponderEliminarVaya, ¿y que ha hecho con tantos libros?¿los ha regalado, vendido o que?
ResponderEliminarGracias, Jarl.
ResponderEliminarEladio Lestrove: Os veo muy pesimistas en cuanto a la posibilidad de mantener mi casa libre de amontonamientos de libros... Pues mira, respecto a la silla de ruedas, hace tiempo que tengo anotado un argumento protagonizado por un joven que se queda parapléjico y su cuidador, un deficiente mental. Lo bueno es que ahora valgo para los dos papeles.
ResponderEliminarSamael: Mmmm... no. (Al revisar las librerías encontré unos viejos libros de mi padre: "La vida política y militar de Cabrera" -un general carlista- en cuatro volúmenes, publicado a mediados del XIX. Miré en Internet y resulta que es una obra de coleccionista valorada en más de 1000 euros).
Galactus: Como le explico a Gini-Gini, los vendo a una librería. Y como me has llamado de usted, te impongo una multa. Me debes 100 babelos -el babelo es la moneda oficial de la Fraternidad-. ;-)
Ah, qué bueno es eso. Quitar lastre como hacen los globos para subir más. Darle alas a los libros porque los que a ti no te interesan a otro sí. Recuperar espacios para comprar más y tenerlos ordenados... Todo son ventajas.
ResponderEliminarLo único malo es que hayas tenido que romperte una cadera para hacerlo. Pero bueno, no se puede hacer tortilla sin romper huevos.
Me alegro que ya estés a punto de claqué.
Jane Jubilada: Pues, qué quieres que te diga, casi preferiría seguir sepultado en libros y con la cadera íntegra
ResponderEliminarTe deseo que pronto puedas salir corriendo y que este confinamiento sirva para que pronto tenga un libro nuevo tuyo.
ResponderEliminarÁnimo, te deseo lo mejor.
Mabel, tu enfermera agradecida.
¡Madre mía,César! Hace un tiempo que no paso por aquí, y cuando vuelvo te encuentro en silla de ruedas. Pero compruebo aliviado que, en todo lo demás, sigues igual o mejor que siempre. Que haya pronta recuperación. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarLuis Manuel: Muchas gracias, amigo mío. La recuperación va lenta, pero bien. Un abrazo.
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