Hace tiempo que circula por Internet
un vídeo, promovido por la editorial SM, donde aparezco yo dando diez consejos
para jóvenes escritores. El primero es: “Pregúntate por qué quieres escribir”.
Y es una buena pregunta, aunque tramposa, porque ni yo mismo soy capaz de
responderla.
¿Escribo porque mi padre era
escritor? ¿Porque toda la vida me ha gustado leer? ¿Porque de niño siempre
andaba con la cabeza en las nubes? ¿Porque desde muy pequeño tengo facilidad
para redactar? ¿Porque me gusta tanto que me cuenten historias, que me las
cuento a mí mismo?... Supongo que un poco de todo, pero no me refiero a eso,
sino a las razones más profundas y a las emociones implicadas.
Supongo que en mi caso (y en el de
la mayor parte de escritores) hay un punto de vanidad y otro tanto de exhibicionismo.
Pero ¿qué más? Porque en la escritura intervienen otras emociones muy poquito
simpáticas, como la inseguridad, la impotencia, la depresión, la insatisfacción
y la eterna duda. ¿Vale la pena pasar por eso a cambio de lustrarte el ego?
Aunque, claro, siempre puede ser que disfrutes escribiendo. Pero no es mi caso;
para mí escribir no es surfear sobre las olas, sino correr una prueba de
obstáculos.
Por otro lado están las razones
retóricas, tipo “Escribo porque lo necesito como el aire para respirar”, y
cosas así. Pero ni me lo creo ni me interesa; siempre me ha aburrido hacer
literatura con la literatura.
Otro posible motivo para escribir
sería el prestigio social. Eso está muy relacionado con la vanidad, pero de una
forma sutilmente diferente. No es tanto enorgullecerte de lo que haces (tus
escritos), como de lo que eres (escritor). En nuestra sociedad, la figura del
escritor –del artista en realidad- goza de un prestigio casi místico. Yo mismo
lo he comprobado; muchas veces, al encontrarme con mis lectores, estos me
contemplan como si estuvieran asistiendo a una aparición mariana. ¿Me gusta
eso? Pues no lo sé; por un lado es agradable que te traten con amabilidad y
cierta deferencia, pero por otro siento que me aleja de las personas, así que procuro
dejar claro que lo que yo hago no es magia, sino un trabajo como otro
cualquiera. No obstante, veo que algunos de mis colegas (pocos,
afortunadamente) parecen disfrutar con ello y andan todo el día encaramados a
un pedestal. Curiosamente, detecto con más frecuencia esa actitud en algunos
aspirantes a escritor que, a lo sumo, se han auto-publicado un libro que no ha
leído ni dios. Y es que se le llena a uno la boca al decir “Soy
eeeessssccccrrrriiiittttoooorrrr”. Supongo a algunos les da gustirrinin
decirlo; aunque a mí lo que me provoca es cierto pudor.
Hay una circunstancia en mi caso que
lo cambia un poco todo: soy escritor profesional, vivo de la literatura. Y ahí
tenemos una buena y nítida razón para escribir: el dinero. Algunos la
considerarán espuria, incluso denigrante, pero a mí me parece un poderoso y
honesto motivo para escribir. Si vendes algo, tienes la obligación ética de ofrecer
un buen producto.
Ahora bien, ¿cuándo se puede decir
que alguien es escritor profesional? Evidentemente, cuando vive de lo que
escribe. Pero, ¿sólo eso? ¿Y qué pasa con quien tiene otra profesión y
complementa su sueldo con lo que obtiene con la escritura? ¿Y con los
escritores minoritarios que publican habitualmente pero apenas venden? Está
claro que todos ellos son escritores profesionales. Entonces, ¿cuál es la
diferencia entre un escritor profesional y otro aficionado?
Pues, en principio, no tendría por
qué haber ninguna. Un escritor aficionado puede tener tanta calidad o más que
uno profesional, y ahí tenemos el caso de Kafka para demostrarlo. Sin embargo, en
términos generales sí que hay algunas diferencias.
En primer lugar, un escritor
profesional es aquel que escribe aunque no le apetezca hacerlo. Si disfruta o
no escribiendo, es irrelevante; se trata de un trabajo y lo cumple lo mejor que
puede.
En segundo lugar, un escritor
profesional no depende para escribir ni de las ganas ni de la inspiración;
posee recursos suficientes para avanzar con el texto sin necesidad de que las
musas le susurren al oído. Un escritor profesional debe dominar las
herramientas del oficio.
En tercer lugar, un escritor
profesional es consciente de que compite contra otros escritores. Competición
sana y amistosa, pero competición al fin y al cabo. Se editan miles de libros
al año, ¿por qué van a comprar los míos? Esa competencia hace que el escritor
profesional se esfuerce más, que sea más autoexigente y autocrítico.
Por último, un escritor profesional
es aquel que ha pasado por todos los filtros. Partiendo de cero, se ha sometido
al juicio de las editoriales, a los jurados de los premios, a la crítica y, lo
más importante, al dictamen de los lectores.
Seguro que podéis encontrar un
montón de excepciones a lo que acabo de decir, pero estoy hablando en general. Y,
como señalaba antes, la calidad de la obra de un aficionado puede ser similar o
superior a la de un profesional. Pero hay que demostrarlo.
El proceso para escribir
razonablemente bien es largo y complejo; requiere mucha lectura, mucha práctica
y mucha reflexión, todo lo cual lleva tiempo. El camino para ser un profesional
de la escritura exige todo eso, y además mucho tesón, mucha autoexigencia,
muchas tragaderas (hay que tragarse más de un sapo), mucha entereza (hagas lo
que hagas, alguien te pondrá a parir) y mucha suerte, porque la suerte es
necesaria para cualquier actividad que quieras emprender. Y a todo eso hay que
añadirle generosas dosis de inseguridad. Como dijo alguien, convertirse en
escritor no es un sprint, sino una carrera de fondo. Y de obstáculos, añado.
Últimamente, veo a muchos jóvenes
aspirantes a escritor que buscan atajos para recorrer ese camino. Van y lo
primero que escriben quieren verlo publicado ya. Cuando intentan el camino tradicional
y no pasan los filtros, la culpa es de los editores, que no saben reconocer su
talento, o de los autores “consagrados”, que forman una mafia. Pero hay otras
vías, ¿verdad? De la co-edición ni hablo, porque es un timo. Pero la tecnología
ha puesto a nuestro alcance el milagro de la auto-publicación. Sin haber
demostrado ningún talento, sin que nadie, salvo familiares y amigos, haya
juzgado tu novela, sin haber pasado ningún filtro, sin tan siquiera una somera corrección,
puedes colgar tu novela en Internet y exclamar satisfecho: ¡Soy escritor!
El único problema es que eso no vale
para nada. ¿Os imagináis cuántas novelas auto-publicadas hay en la Red? Vale,
puede que algunas sean excelentes, pero ¿cómo encontrarlas en medio de miles de
bodrios? ¿Qué garantías ofrecen, para que les prestemos atención, unos textos
que no están avalados por nada ni por nadie?
Hace tiempo, una joven pedía en FB
consejos para desarrollar una carrera como escritora. Yo (y algunos más)
escribí: “Paciencia”. Al poco, otro joven aspirante me corrigió: “Qué coño
paciencia. Hay que escribir y escribir y dejarse la piel escribiendo”. Más o
menos. Bien, pues sí, claro, hay que escribir mucho. Pero también, sobre todo
al principio, hay que aprender a tirar a la basura gran parte de lo que
escribas. Además, hay que tener paciencia para aprender de tus errores;
paciencia para intentar publicar sólo cuando estés preparado; paciencia para
esperar los frutos de tu trabajo (que igual no llegan nunca); paciencia para
exigirte a ti mismo más de lo que puedes dar; paciencia para empezar desde
abajo; paciencia para no intentar correr antes de saber andar…
Paciencia. Y tampoco viene mal cruzar
los dedos.
Mi motivo para escribir, es que quiero plasmar la historia que tengo en mi cabeza.
ResponderEliminarRealmente me daría igual si fuese un libro, un cómic, una serie, una peli: quiero que quede constancia en algún lado de lo que tengo en la cabeza. Mi sueño sería que eso que he plasmado le guste a la gente y poder vivir de ello, porque realmente disfruto muchísimo con todo el proceso de creación: desde los primeros bocetos (escritos o dibujados. Muchas veces dibujo para tener una imagen más sólida de lo que quiero), pasando por todos los croquis, toda la organización, etc, y escribiendo hasta llegar al final.
No sé si es un problema, pero lo que mis personajes me dicen, lo que me hacen hacer, me impide cambiar nada por mucho que piense "y si hago...", "y si cambio...". Así que cuando termino de escribir un manuscrito y lo releo al tiempo para modificarlo, soy incapaz de cambiar nada, porque sin ciertos eventos no se entienden bien algunas reacciones y, si cambio acciones, es como si no fuese ese personaje el que actuase. Así que cuando leo cosas como "tirar/borrar más de la mitad de lo que has hecho", no sé si es que no lo estoy haciendo bien, porque yo no me veo capaz de hacer algo así.
Me queda mucho camino, sobre todo a la hora de narrar, porque aunque veo los eventos en mi cabeza como si fuese una película, me resulta muy difícil plasmarlos sin sonar repetitiva o muy directa, casi como un guión más que como una narración. Siempre olvido describir lugares, porque yo los veo, pero olvido que el resto de personas no lo ven y, cuando lo hago, no sé como plasmar esa imagen en palabras. (Me da que tengo que leer más y analizar lo que leo...)
Pero aun así, escribo cada día y aunque me de de batacazos con editoriales que ni me respondan al enviar un manuscrito, seguiré escribiendo, revisando y rogando por beta readers para volver a enviar un manuscrito.
Puede que publique y me coma un mojón.
Puede que no me publiquen y tire de autopublicar.
Pero no voy a rendirme porque es lo que quiero hacer.
Y aunque publique, aunque me convierta en la novelista más famosa del planeta, el título de "profesional" me dará tan lo mismo como me da ahora. Yo no quiero un título o una muletilla, quiero que la gente disfrute con lo que sale de mi cabeza. El resto me da lo mismo (excepto la parte de "vivir de ello", porque soy humana y algún día tendré que pagar facturas y tal...)
Siento la perorata que no le interesa a nadie, pero... he querido plasmar mis sentimientos, no he podido evitarlo.
¡Ay que feliz me siento leyendo esta entrada tuya! Por fin alguien me puede entender cuando yo digo que no soy escritora, como algunas personas me califican, sino que soy escribidora.
ResponderEliminarReúno todas las condiciones para serlo porque no tengo ninguna de las condiciones de las que tú consideras ha de tener el escritor; pero el escritor de verdad como tú ( y ya sabes que no soy de las que hacen la pelota) y como algunos de mis amigos, pocos.
Escribo porque me gusta y cuando me apetece y sobre todo cuando se me enciende alguna bombilla
y siempre bajo la presión de la última hora si he de entregar algún trabajo. Vamos lo que tú debes considerar la "antiescritora".
Eso sí, lectora soy desde los tres años y lo que sí he hecho bien en mi vida es haberme dedicado a la enseñanza y de lo que más me gusta, la Literatura. Es la suerte que nos pone la vida.
Con tu permiso voy a poner un enlace a tu texto en mi muro y en el grupo de "Temas Literarios"
Gini-Gini: Por lo que te leo, estás en pleno proceso de convertirte en escritora. Estás aprendiendo, y es lógico que cometas errores. De modo que, si no te importa, voy a señalarte un error. Me refiero a eso de "cuando termino de escribir un manuscrito y lo releo al tiempo para modificarlo, soy incapaz de cambiar nada". Eso es un problema, en efecto. Déjame explicarte cómo lo hago yo.
ResponderEliminarNormalmente, le hago un mínimo de cuatro correcciones al manuscrito. En la primera, lo que busco son errores tipográficos, repeticiones, cacofonías y todo lo que afecta a la prosa. La segunda es la más importante, porque examino la propia estructura de la novela. Evalúo el ritmo, el desarrollo narrativo, los diálogos, la coherencia del argumento, etc. Durante esta fase suelo quitar y añadir muchas cosas. A veces tengo que reajustar grandes tramos del texto. La tercera corrección la hago leyendo el manuscrito en voz alta, lo que me permite evaluar el ritmo y el "flujo" de la prosa. Durante la cuarta hago un repaso general. Luego puedo hacer alguna corrección más para pulir el texto, pero las importantes son las cuatro primeras.
Nada sale bien a la primera, amiga mía. Hay que tener mucho ojo crítico con tus propios textos. Lo que te pasa es que estás tan cercana a lo que has escrito que no ves otra forma de hacerlo. Dices que los personajes mandan, y eso es cierto mientras escribes. Pero cuando corriges quien manda eres tú. Te voy a dar un buen consejo: No corrijas inmediatamente después de escribir, deja pasar un tiempo. Mínimo un par de semanas, pero si puede ser un mes, mejor. Y si son dos meses, mejor que mejor. Eso te dará perspectiva y aumentará tu ecuanimidad.
Amparo Vázquez: Yo siempre he dicho que no soy un artista. No tengo el talento, ni la disposición, ni las ganas para serlo. Me considero un artesano e intento ser el mejor artesano posible. Tú te llamas a ti misma "escribidora"; supongo que lo dices porque te sientes cómoda con ese apelativo, y no seré yo quien te lleve la contraria. Pero en el fondo da igual; ambos hacemos lo mismo: recorrer el laberinto de las palabras.
ResponderEliminarAh, por cierto, eso que dices de escribir "siempre bajo la presión de la última hora" no es de "antiescritora". Es la pura esencia de la escritura.
Yo tampoco sabría explicar porque me gusta escribir, de hecho, gustarme, no es que me guste, soy bastante perezoso y me fastidia leer una y otra vez un texto que he escrito yo y que no pararía de modificar una y otra vez. De hecho, el resultado de este repetitivo proceso, ha sido, más de una vez, dejar un manuscrito olvidado, en el cesto de los papales o en la papelera de reciclaje. Sin embargo si que tengo ese impulso de escribir historias. Me gusta tanto como leer historias originales y sorprendentes. Lo que comentas de la vanidad y alimentar el ego del escritor, creo que es un justo precio, si se experimenta con mesura. Cuando tratas de escribir, cuando tratas de desarrollar una idea hasta convertirla en una historia, desarrollar un mundo, dar vida a unos personajes, crear diferentes atmósferas, en definitiva, crear una vida virtual, tienes derecho a sentirte como un dios que crea. Sobre todo cuando para los que lo intentamos, sin conseguirlo, que podemos intuir lo duro que puede ser contar una historia bien contada. Así que como respuesta, me quedo con una frase tuya que leí en relación con tu novela "La Isla de Bowen" y es que escribimos (tu esa novela en ése caso concreto) para poder leer una novela con el contenido y el estilo con que queremos leerla, además de porque tenemos algo que contar.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias por tu consejo, César!
ResponderEliminarAsí lo haré entonces a partir de ahora. :D
Muy de acuerdo con tus consejos, César. Paciencia y perseverancia. Grandes dosis de ambas. Y tener claro que, no solo hay que escribir mucho y tirar mucho a la papelera, sino también saber que lo mejor que escribas hoy te parecerá mediocre pasado mañana. Porque, si realmente quieres ser escritor, has de ser implacable contigo mismo. Solo así logras progresar.
ResponderEliminarGran entrada. Muchas gracias por tus consejos.
ResponderEliminarA todos los motivos que das para escribir, yo añadiría uno más, al que denomino "exorcismo". Es decir, escribir una historia que lleva mucho tiempo obsesionándote para conseguir quitártela de la cabeza y así dejar sitio para otras historias que volverán a obsesionarte. Porque si no le das a tus ideas la debida salida, empezarán a acumulársete en el coco y acabarán convirtiéndose en un monstruo hipertrofiado que se te irá de las manos. ¿Cómo? ¿Que si hablo por experiencia propia? No, qué va...
José Ramón: Es cierto que, mientras escribes, eres dios. Lo malo es que sigas creyendo que lo eres cuando no escribes. Te voy a confesar un secreto: a veces pienso que con lo que escribo puedo manipular las emociones de mucha gente. Puedo hacer que rían, o que lloren, o infundirles miedo, o crearles interés... Entonces me siento, no un dios, pero sí un mago, un ilusionista. Afortunadamente, se me pasa enseguida. Por otro lado, sí, tienes razón: otro motivo para escribir es crear las historias que te gustaría leer.
ResponderEliminarElena Rius: Tienes toda la razón; siempre he dicho que para progresar como escritor debes exigirte más de lo que puedes dar. Debes ser tu más riguroso crítico.
Jarl-9000: Cierto, un motivo para escribir es exorcizar las ideas que te obsesionan. La pregunta sería entonces ¿por qué tienes esa necesidad de crear historias?
Pues muy buena pregunta. No sé si con ella te refieres a mí en particular o a la gente en general (que sería lo más probable). En mi caso, podría dar muchas razones, pero me da pereza. En su lugar, me limitaré a decir simplemente: “porque lo necesito como el aire para respirar”. ;)
ResponderEliminarMe gusta la humildad que se aprecia en toda la entrada, y más aún la reivindicación que haces del artesanado. Sin embargo voy a permitirme discrepar cordialmente. Resulta que he pensado a veces en los libros que más me han marcado y con frecuencia estaban escritos por escritores que no fueron profesionales. Voy a hacer la siguiente lista, a vuelapluma, seguro que con un poco de tiempo se me ocurrirían muchos más: Cervantes, Flaubert, Proust, Kafka, Pessoa o Rulfo serían, según tu clasificación, escritores aficionados, pues no vivieron de escribir y solo ocasionalmente pudieron tener algún ingreso derivado de su escritura. Lo mismo vale para el 98 % de los grandes poetas de la historia de la literatura, que según tu clasificación fueron escritores aficionados, y aquí no me molesto en citar nombres porque serían casi todos. No es que me moleste el término aficionado, pero me parece muy desafortunado o, cuando menos inexacto, pues en nuestra sociedad vemos todos los días cómo con ese término se describe la actividad de alguien que nunca alcanza el nivel de un profesional: un ciclista aficionado o un ciclista profesional, por ejemplo. Lo siento, ese término no me vale para el arte o la literatura, y me recuerda las cuchilladas condescendientes que se suelen oír en el pequeño mundillo de la poesía: "poeta menor", poeta de provincias", "poeta de fin de semana". Me quedo mil veces antes con una escritora aficionada como Emily Dickinson que con un escritor profesional como Manuel Fernández y González. Yo creo que no valen los subgrupos aquí y que lejos de ser una identidad, "escritor" es simplemente un aséptico término descriptor de quien escribe. ¿Que es demasiado impreciso? Bueno, también se tiene por artistas a Miguel Ángel y a Damien Hirst y, desde luego, nadie pondría en duda que éste se gana la vida con su arte como nadie. Creo que el acento hay que ponerlo siempre, en la obra y no en la identidad de la persona. Me da igual que Lampedusa no viviera de escribir, "El gatopardo" es un libro maravilloso.
ResponderEliminarUrzay: Creo que deberías releer mi entrada. En ella he dejado claro que lo de ser o no ser escritor profesional nada tiene que ver con la calidad (Dan Brown es escritor profesional y es malísimo, mientras que Rulfo o Dickinson no lo eran y fueron unos genios). No obstante, remitiéndome a los ejemplos que citas, tanto Flaubert, como Proust o Pessoa entran ampliamente en mi concepto de "escritor profesional". Y Cervantes también, aunque entonces la mecánica editorial era muy distintas. En cuanto a los poetas, en el pasado más remoto se ganaban la vida como bardos, juglares o trovadores; es decir, con "actuaciones en directo" y/o mediante el mecenazgo. Eran, sin duda, escritores profesionales. Y en el siglo XIX los poetas famosos eran como estrellas de rock y ganaban mucho dinero. Eran profesionales.
ResponderEliminarPero te lo vuelvo a repetir: en mi entrada no hablo de calidad, sino de la diferencia de criterios y actitudes entre un escritor profesional y otro aficionado, sobre todo cuando este último está empezando a dar sus primeros pasos literarios.
Creo que la he leído bien, y de ahí mi discrepancia. Planteas que un escritor profesional es quien vive de la literatura, quien complementa su sueldo con ella o quien vende poco pero publica habitualmente. Bien, los casos que yo he citado y muchos otros no entran en esas categorías, salvo que consideremos, por ejemplo, que Cervantes entra en la categoría 2 porque a sus casi sesenta años la publicación de sus libros le reportó algún beneficio económico (mínimo) o que Proust no vivió de sus rentas ni se tuvo que autopublicar Swann a los cuarenta y pico años. Y en cuanto a la profesionalidad de los poetas conforme a esas categorías, lo primero que me viene a la cabeza, quizá por deformación histórica propia, es una larguísima lista de excluidos que empieza en el marqués de Santillana (o más atrás, en Berceo, que era clérigo) pasa por Jorge Manrique, Garcilaso o Góngora y llega hasta Rimbaud y más allá, no sé dónde, pues hoy en día tampoco se vive de la poesía (salvo 3 o 4), aunque sí es cierto que hay poetas que publican mucho, demasiado incluso. Lo que quiero decir es que la disquisición profesional/aficionado, que está asociada a la mera subsistencia, es relativamente reciente en la historia de la literatura, y que nos sorprenderíamos de los muchísimos escritores del "canon" (por decirlo de alguna manera) que no vivieron realmente de la literatura. Por eso decía que yo prefiero hablar de escritores, o de literatura o arte, sin más, pues ver a Kafka o Dickinson calificados de aficionados me chirría, y más cuando un poco más tarde veo asociada la profesionalidad a la autoexigencia o la autocrítica. En fin, da para muchos matices y lejos de mi intención está el andar apostillando los detalles como mosca c.... Pero creo que vemos las cosas desde distintos lados de la red: a mí, como lector, la categoría "escritor aficionado" no se me ocurre aplicársela a ningún escritor, ni establecerla siquiera, me resulta muy secundario cómo se gana la vida el que ha escrito algo que leo; comprendo, sin embargo, que un escritor profesional vea las cosas de distinta manera.
ResponderEliminarUrzay: Como has leído bien la entrada, recordarás que afirmo en el texto que: "Un escritor aficionado puede tener tanta calidad o más que uno profesional". Y luego vuelvo a insistir: "como señalaba antes, la calidad de la obra de un aficionado puede ser similar o superior a la de un profesional". Así que, como ves, estamos de acuerdo. También digo que hablo en general y se pueden encontrar muchas excepciones.
ResponderEliminarQuizá lo que no he dejado claro es qué entiendo por escritor profesional. Para mí es cualquiera que publica sus obras, con cierta regularidad, obteniendo por ello una remuneración, sea de un euro o de un millón. La cantidad no importa. Por ejemplo, ya que vuelves a mencionar a Cervantes, no lo considero escritor profesional por eso que dices, sino por haber comenzado su carrera literaria en 1566, cuando con 19 años publico sus primeros poemas. O por las 16 novelas que publicó. O por las "veinte o treinta comedias" (según sus propias palabras) que escribió, aunque con escaso éxito. O por su poesía, como "Viaje al Parnaso". Por todo ello lo considero un escritor profesional, igual que hago con sus coetáneos Shakespeare o Lope de Vega.
Pero sería una tontería ir analizando caso por caso, ¿verdad? Lo que sí quiero comentar es que hay muchas formas de profesionalizarse en la literatura. En el pasado, se podía escribir. por ejemplo, para medrar en la corte, o para lamerle el culo a un mecenas, o por prestigio social que luego se traducía en influencia, o por motivos políticos... De hecho, hoy mismo existen al menos dos formas de sacarle rendimiento económico a la literatura. Por un lado, vender muchos ejemplares y todo lo que se deriva de ello. Por otro están los autores que veden poco, pero tienen un gran prestigio que les sirve para cobrar por dar conferencias, participar en simposios, escribir artículos, formar parte de jurados, impartir talleres, etc.
Lo que ya me parece un poco absurdo es remontarnos al pasado. ¿Hasta dónde, hasta los narradores orales del paleolítico? La industria editorial, tal como la conocemos, tiene poco más de cien años. Vale, pues yo hablo del presente, no del siglo XVI. Hablo de los escritores de ahora y del mundo editorial de ahora.
¿Y de qué hablo? Como es lógico, todo escritor profesional ha sido antes un escritor aficionado. Por tanto, hay (o no) un momento en que el escritor aficionado decide intentar dar el salto a la liga profesional. Bueno, pues precisamente yo me refiero a ese momento, al cambio que implica el tránsito y a las exigencias que supone (o debería suponer) la profesionalización. Y, por supuesto, lo hago desde mi punto de vista de escritor profesional, porque pienso que mi experiencia puede servir de ayuda a los aspirantes a escritor que están en esa tesitura.
Aunque creo que lo que te molesta es el término "escritor aficionado", porque lo consideras denigrante. No era esa mi intención. ¿Qué tal "escritor inédito"? ¿Mejor así?
Saludos:
ResponderEliminar¿Son galgos o podencos? Lo que importa es que cacen liebres. Con otro nombre la rosa seguiría manteniendo su olor y sus espinas, o algo así dijo -creo- el inmortal Bardo de Stratfford-upon-Avon.
Nunca me ha importado demasiado si los autores que me han hecho disfrutar y/o pensar, me han emocionado o me han aterrorizado eran o no profesionales. De igual manera me han gustado o me han aburrido los profesionales y los diletantes.
¿Hay de igual manera lectores aficionados y lectores pro?
Juan Constantin
Interesante post césar. En principio pienso que lo de escritor profesional no tiene tanto que ver con lo económico. Si fuera así, el 90% de los autores actuales no serían profesionales ya que no viven de la literatura (unos son profesores, economistas, matemáticos, reponedores de cartones en una fábrica….), aq a algunos les puede deparar de tanto en tanto una alegría al bolsillo (poca creo). Tiene que ver más con el hecho de crear una obra u obras, en plan artesano. Sin embargo el mundo literario es muy amplio y no solo se rige por criterios literarios, sino económicos, sociales o políticos. Y además en cuanto a la calidad de los productos, son muy variados, desde un Mendoza o Dovstoyevsky a novelas tipo Sombras de Grey. Es como en la música, conviven Georgie Dans y el señor Wolfang A. Mozart. Y ambos son músicos (aq duela escucharlo). En este sentido, rechina que un autor que ha hecho un gran esfuerzo y cuya obra es notable o más de forma patente, venda menos que las 50 sombras de Grey. Pero así es el mercado (curiosamente no a todas las obras se les aplica el filtro de calidad, si no El código da vinci o 50 sombras no lo hubieran pasado ¿no?). Y como dices, la última palabra la tienen los lectores.
ResponderEliminarAhora bien, con lo que no estoy de acuerdo es con el yugo editorial, ya que éste no se mueve solo por razones literarias. Y eso es una evidencia, como lo es otra el hecho de que no hay demanda editorial para tanta oferta de autores, y que muchas veces incluso autores cuya obra es respetable o publicable se quedan fuera y no logran pasar esos filtros.
Ejemplos de estos rechazos alcanzan a autores incluso como JK Rowling o Tolkien. Por eso soy de los que defienden la autopublicación. Entiéndase, se trata de un mal menor, elegir entre tenerla en un cajón o publicarla tu mismo en una pag como amazon u otras. Lo que no entiendo es la crítica que a veces se hace a la autoedición desde un punto de vista editorial. Es cierto que no han pasado unos filtros, pero no es porque el autor no haya querido, ya que esos filtros no están marcados ni hay un camino a seguir. Y por otro lado, autoeditar no perjudica a nadie. Como peor situación no vendes (estás como al principio), pero como buena, si logras ir vendiendo, puede que tu obra se de a conocer. Hay autores que lo han logrado y con obras interesantes o al menos que gustan al publico: Blanca Miosi, Mario Escobar o Santiago Gamboa. Y todos estaban hartos de rechazos editoriales. Y en estos tres casos viven incluso de ello, ya que el mercado es amplio. Es más, la ganadora del planeta del año pasado o el anterior comenzó así, harta de que le dijeran no,no,no,no, o no le dijeran nada. Y mira por donde su obra gustó, tanto que Planeta (quien igual hasta la rechazó en un principio) la repescó y le publicó otras obras y acabó dándole el Premio Planeta. Ahí es nada.
Y yo me pregunto: ¿por qué conformarse con un no, si se puede probar otra cosa (otro tema es que funcione, claro)? Yo suelo ojear las novelas de amazon, y me he encontrado de todo. El caso es que hay un público amplio que demanda un tipo de obras que en algunos casos no tendrían cabida en el mercado tradicional, y en otros no entran por diversos criterios (el de calidad tb, obviamente). Yo lo considero un segundo mercado por muchas razones, desde la política de precios (las obras oscilan entre 0,99-3 €) a la transparencia con el autor, que religiosamente cobra lo que vende y sabe lo que vende. Otro tema es el modelo de negocio y promoción. No es la panacea, porque no puede haber panacea para todos. Ni en el mercado de la autoedición ni en el del papel. Pero menos da una piedra ( y a seguir currándoselo, claro)
Mazarbul
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ResponderEliminarUn cordial saludo estimado César,
ResponderEliminarY a todos ustedes lectores y escritores!
"Todos somos buenos,según en lo que nos proponemos"...
Juan Constantin: En realidad, este post no va dirigido a los lectores, sino a los aspirantes a escritor. En efecto, a un lector le importa un bledo quién y cómo ha hecho el pastel; lo importante es que esté rico.
ResponderEliminarMazarbul: Voy a ver si consigo dejar claro qué entiendo por "escritor profesional". Imagínate que el mundo literario/editorial es un deporte. Voleibol, por ejemplo. Muchos lo juegan en las playas y los parques; son aficionados. Otros, menos, lo juegan en las ligas de aficionados y, como es lógico, también son aficionados (pero con matices). Finalmente, algunos, muchos menos, juegan en la liga profesional. Y, por tanto, ganen poco o nada, son deportistas profesionales. Porque compiten en un entorno profesional. Pues lo mismo con los escritores.
¿Es eso garantía de calidad? Por supuesto que no. Las editoriales son empresas, quieren ganar pasta, y si a la gente le gusta la mierda, venderán mierda. En todo caso, no será culpa de las editoriales ni de los escritores, sino de la gente. Pero niego lo del yugo editorial que desdeña lo bueno y se pirra por lo malo. Lo que pasa es que hay muchísimas editoriales que cubren los distintos nichos del mercado. Hay editoriales que sólo publican "alta literatura" (sea lo que sea eso); otras sólo best sellers; otras los distintos géneros; otras poesía; otras ensayo... vamos, que hay de todo. El problema, a veces, es equivocarse de editorial. Si yo, por ejemplo, le hubiera mandado mi antología "Trece monos" (que es muy género) a, por ejemplo, Planeta, me habrían tirado el manuscrito a la cara. Pero lo envié a Random House, que tenía una colección especializada, y lo publicaron. La obra es la misma; las editoriales no.
En cuanto a los filtros... bueno, están ahí y son más o menos conocidos. Yo empecé por lo más bajo, publicando en fanzines, lo que ya supone un filtro (aunque no muy estricto, ciertamente). Luego publiqué en la colección de género de una editorial profesional. Otro filtro. Y finalmente pasé a un sector mucho más amplio, el juvenil, lo cual supuso un filtro más. Entre tanto, tuve la fortuna de ganar varios premios literarios, que supusieron nuevos filtros. Por supuesto, los filtros editoriales no son perfectos y pueden funcionar mal. Pero creo que es mejor un filtro mediocre que ningún filtro.
¿Auto-publicarse hace daño? No, por supuesto. Pero si eres un autor inédito, por lo general es una pérdida de tiempo. Y también puede ser un autoengaño. Las excepciones que me comentas son eso, excepciones. Pero, por supuesto, cada cual es libre de hacer lo que quiera. Y, oye, a lo mejor el que está equivocado soy yo.
Sr. Ghost: ¡Saludos!
Joaquín: Eso que comentas serían los daños colaterales de la auto-publicación (o mamá-publicación).
Saludos:
ResponderEliminarCésar, no quiero decir que me importe un bledo el autor de las obras que leo.
Respeto muchísimo que alguien empleé su tiempo y esfuerzo en construir una obra que luego pone a disposición del público.
Juan Constantin
Sí, esos autores son excepciones evidentemente. Aparte que a Amazon le importa un pimiento el tema literario o editorial, lo que le interesa es crear un magma de clientes que compran y vendan un producto digital porque para ello tendrán que usar el kindle. A más clientes, más kindles vendidos.
ResponderEliminarAún así, ya sea en el entorno editorial tradicional o el de las plataformas, no deja de asombrarme lo impredecible que es el éxito. De pronto un autor o una novela pega el pelotazo, sin más. Se convierte en un superventas, algo que ni autor (eso lo tengo claro) ni editorial fueron capaces de prever ( o más bien adivinar). Y al contrario, autores que me han gustado y que consideraría que se merecen un reconocimiento, pues nada, pasan desapercibidos o incluso son worst-sellers. Sinceramente, creo que en cierto modo es impredecible, aq ir acompañado del consabido "autor revelación de francia, alemania etc..." siempre ayuda, o que hagan una película (entonces supongo que las cifras se catapultan).
En cualquier caso tener éxito es muy, muy, complicado. Incluso desde el punto de vista editorial. Yo conozco algunas editoriales que no se ni como se mantienen. Además las ventas promedio han bajado de forma espectacular en los últimos años. Es descorazonador. Eres un rara avis querido césar. Que sea por mucho tiempo.
Mazarbul
Juan Constantin: No pretendía echarte en cara nada, lo decía en serio. Sinceramente, creo que lo que importa es la obra, no el autor. De hecho, creo que para la experiencia lectora a veces el autor es contraproducente.
ResponderEliminarMazarbul: Ciertamente, el éxito es impredecible y muchas veces inexplicable. Por ejemplo, mi novela "Las lágrimas de Shiva" es mi mayor éxito editorial, un long seller que ha vendido cientos de miles de ejemplares. Y no tengo ni idea de por qué. Es más, si me detengo a pensarlo creo que debería ser todo lo contrario. No porque la considere mala, sino porque es un texto que va por libre y no se ajusta a ninguna moda o tendencia. Pero ahí está. Y me encanta que esté, pero me gustaría saber qué tecla pulsé para volverla a pulsar. Y lo mismo sucede con el fracaso, aunque en general es más fácil de explicar.
Cesar pedirte un consejo, ¿Mejor un relato corto o buscar directamente la novela del siglo?.
ResponderEliminarUn saludo
Plinio: ¿Para practicar la escritura? Sin la menor duda, mejor empezar con el relato corto, luego pasar al relato largo y la novela corta, y por último la novela.
ResponderEliminarA mí el formato de novela corta siempre me ha gustado. 100-120 pags pueden tener una estructura novelística y es más asequible que el obrón del siglo. De hecho muchas novelas realmente están muy infladas y en ese tamaño mejorarían, otras no, claro. El coleccionista de sellos está muy bién, así como el secreto del orfebre de Elia barceló, o el anillo de irina de care santos. Son novelas cortas, pero redondas.
ResponderEliminarPor cierto césar, una pregunta friki (si puedes contestar claro), vas a escribir alguna otra novela sobre el pícaro Mercader?. Y el doctor Zarkoff?
Y la pregunta friki total: ¿has pensado en meter a El Coyote en alguna novela?.
Mazarbul
Mazarbul: A mí también me gusta la novela corta. Como escritor, es un formato que te permite jugar con la narrativa y, al mismo tiempo, concisión. Y como lector, es un placer poder degustar una historia en pocas horas.
ResponderEliminarRespecto a lo que preguntas, no creo que vuelva a escribir sobre Ulises Zarko y los demás personajes de "La isla de Bowen". Por muchos motivos; entre ellos porque esa novela fue un éxito de crítica y de premios. Así que cualquier continuación que escribiese parecería peor que el original. No obstante, es muy posible que vuelva a escribir sobre esa temática, la aventura clásica; pero con distintos personajes y escenarios.
Las otras preguntas son curiosas, porque tienen la misma respuesta. Planeé con la editorial hacer una serie de novelas sobre Jaime Mercader. Escribí la segunda -"La piedra inca"- y, cuando comencé a escribir la tercera... enfermé. Una larga enfermedad que me impidió escribir durante casi tres años. Cuando me recuperé, surgieron otros proyectos y después me embarqué en la larga escritura de "La isla de Bowen". Y la serie de Jaime Mercader quedó aparcada y casi olvidada.
Bien, la primera novela de Mercader transcurría en Colombia. La segunda en Perú. Y la tercera iba a ambientarse en California, alrededor de 1905 (no recuerdo el año exacto). En el transcurso de la historia, Jaime Mercader se encontraría con César de Echagüe. Un don César anciano de ochenta y tantos años, que por supuesto ya no es el Coyote, pero que aún sigue en forma. Y aún más, tenía previsto que Jaime acabara casándose con la nieta de don César. Así, un personaje de mi padre y otro mío acabarían emparentados.
Bueno, la novela ha quedado en stand by, pero quizá algún día la termine.
Gracias Cesar, es lo que yo pensaba. Poquito a poco.
ResponderEliminarcaray, me has puesto los dientes largos con la novela. Como lector pensé en la posibilidad de un viaje de mercader a California. Esperemos que se encarte algún día.
ResponderEliminarMazarbul
Hola César,
ResponderEliminarHe visto tu post por casualidad y me ha gustado mucho.
Eres de los míos, al grano, sin chorradas, ni florituras.
Llevo meses planteándome la misma preguntas: ¿por qué escribimos?
Mi historia es bastante peculiar como escritor, aunque prefiero decir como autor, porque escritor no me considero.
Soy autor porque escribo (algo) y soy responsable de ello. Escritor es algo muuuucho más amplio y complejo.
Estoy muy de acuerdo contigo, del panorama patético de lo fácil, de saltarse pasos, de decir en instagram "soy escritor!!! (o escritora, ojito con el inclusivo que nos matan si no :) , de los autoeditados - que sí, es básicamente un timo de 4 jetas que se llaman editores, cobrando la pasta por adelantado sin comprometerse para nada en la obra que editan porque coño, están cobrando al que escribe etc etc.
Ojo, que tampoco digo que todo lo autoeditado sea malo. Hay de todo, como en lo no autoeditado aunque esto último tiene como más mérito porque has atraído al editor que ha puesto su dinero en juego.
Mi caso digo, es peculiar porque conseguí sin ningún esfuerzo que una editorial que apuesta por autores noveles, me publicara una colección de relatos. Sí, sí, qué locura, que una editorial que apueste en España por relatos, género bastante denostado, estoy viendo.
Así estamos.
Simplemente tuve suerte de dar con la persona correcta y receptiva con mis relatos. He podido pasar 234 vidas sin que me pasara eso pero oye, me pasó.
Lo curioso: es que no tenía ninguna ambición especial por que me publicaran. No soy el escritor que se muere por eso. Oye, que sí, que a quién no le mola ver lo que escribe en formato libro y que alguien lo compre? La hostia!
Pero yendo al tema, yo escribo cosas para dar rienda suelta de una vez al tema que tengo en la cabeza desde hace cierto tiempo, que salga de ahí y que se vea con letras y párrafos.
Nada más (y nada menos).
El tema y al ser relatos, obviamente, es muy variado. Por eso me gusta más el relato que la novela. Te da más juego para tocar y explorar temas muy diferentes entre sí que la novela no te da.
Como decía Borges, "el relato es un género esencial y no la novela donde es obligado el relleno".
Me mueve para empezar a escribir casi cualquier cosa: desde un recuerdo de infancia, una frase que dijo alguien hace 25 años, un homenaje a un libro que me haya marcado o la rabia de una situación que puedas dar la vuelta o "arreglar" por medio de un texto.
Tan fácil como eso.
Bueno, pues gracias por tu post que me ha gustado mucho, muy sincero y certero. Eso busco precisamente de un escritor: que sea honesto, que no sea un farsante o figurón, eso que abunda tanto.
PD: si a alguien le ha picado la curiosidad por los relatos de los que hablo y si me permites "el spam", el libro de titula "Gatos de mirada interior y otras historias de difícil explicación" editado por Platero Editorial, disponible en su web y otras plataformas.
Eloy Gonzalo: Saludos desde Babel.
ResponderEliminarGracias César por la bienvenida pero es Eloy González, no es como el Cascorro.
ResponderEliminarEn Madrid se lían mucho con eso.
Me han llamado Eloy Gonzalo 60 veces.
Increíble pero es así :)
Eloy González: Mis disculpas, amigo mío. No te extrañe la confusión madrileña con tu nombre. Porque el bueno de Eloy Gonzalo es, probablemente, el único personaje que está dos veces en el callejero de la ciudad. La calle de Eloy Gonzalo y la Plaza de Cascorro. ¿No has pensado en cambiarte el apellido a Gonzalo? Es broma; disculpa de nuevo por la confusión.
ResponderEliminarNada, César, por el amor de Dios, no hay por qué disculparse.
ResponderEliminarEl caso es que soy nacido en Madrid pero nos fuimos cuando tenía 5 años, o sea que no me crié ahí.
Siempre quise volver a "mi pueblo", tenía esa espinita clavada, y hacer algo de vida ahí porque me gustan más las grandes ciudades, donde hay gente de todos los sitios. No me gusta nada el provincianismo, el pensar que "nuestro pueblo es lo mejor del mundo".
El caso es que fui finalmente con 25 años.
Y nada, cuando tenía que dar el nombre en sitios, muchos me ponían directamente Eloy Gonzalo, que sí , es por el cascorro, la guerra de Cuba etc. Eso lo sabía de antes pero me decía "vamos a ver, González es famoso y anodino, qué razón hay para la tal confusión? no es un apellido raro que se preste a confusión".
Luego empecé a pensar que realmente la gente hace y oye lo que da la gana y punto. Da igual lo que le digan. Tiene un chip metido y fuera. Ojo, eso nos pasa a todos pero cuando sufres confusiones repetidas te planteas cosas.
En Francia donde viví unos 3 años, me pasó algo parecido pero con el González. La confusión ahí o en cualquier sitio que no sea España, es más lógica. Siempre me ponía Gonzales, como Speedy. Ya decía antes "con z al final".
En fin, pequeñas guerritas perdidas.
Un saludo, amigo