El jueves me telefoneó Emma para
decirme que su padre había muerto el día anterior. La noticia me ha roto el
corazón. Su padre era Josep María Gispert, mi padrino. Sólo han pasado tres
días desde que lo sé y ya le echo de menos, ya me rompo de nostalgia.
No ha sido una tragedia, sino ley de
vida, ley de muerte. Josep María tenía noventa y tres años. Se valía
enteramente por sí mismo, su mente estaba intacta y su salud, con los lógicos
achaques, era buena. Murió con rapidez, plácidamente, sin enterarse, rodeado
por sus seres queridos. En realidad, es un final envidiable. Pero, como todo
final, tan triste...
Cuando colgué el teléfono, me
vinieron a la cabeza muchas cosas y me han seguido viniendo durante el fin de
semana. Es lo que tiene la muerte: atrae los recuerdos como un imán. Hace unos
años, contemplando una vieja película familiar de 8mm., vi la siguiente escena:
Yo tenía dos o tres años, estaba tumbado en el suelo. Mi padrino, de rodillas a
mi lado, cogía con una mano mi dos manos y con la otra mis dos pies. Luego, me
alzaba en el aire súbitamente y yo me echaba a reír. Entonces, de repente, lo
recordé. Recordé la presión de sus manos en las mías y en mis pies, y la
sensación rara en el estómago por la súbita aceleración. Creo que es mi
recuerdo más antiguo.
Cuando era muy pequeño, mis
padrinos, al llegar la Semana Santa, me regalaban una mona de pascua, un dulce
típico catalán que, tradicionalmente, se hace con bizcocho, aunque las que
ellos me traían eran de chocolate. Muchos años después, hará unos doce,
bromeando con Josep María le eché en cara que ya no era un buen padrino, porque
no me regalaba monas. Era una broma, por supuesto, pero desde entonces, mi
querido Josep María, empezó a enviarme de nuevo (vivía en Barcelona) monas de
pascua, ahora de las tradicionales, roscos de bizcocho con huevos duros
incrustados. Y además, sabedor de mi afición a Tintín, también incluía figuras
de resina de los personajes de Herge. Y así ha sido hasta ahora mismo, hasta la
pascua pasada. Este año será el primero que no la reciba...
¿Qué os puedo contar de Josep María?
Era un hombre bueno, generoso, dotado de un chispeante sentido del humor.
Catalán hasta la médula, amante de la arquitectura, aficionado a la fotografía,
fumador de pipa, look de galán del cine clásico. Una bellísima persona, un ser
humano insustituible. Su mujer, mi querida madrina María Luisa, se fue hace ya
casi tres años, aunque su mente, sumida en el olvido, se había marchado mucho
antes. Ahora se ha ido él y de nuevo me siento huérfano. Más huérfano que nunca
y ya para siempre.
La vida -eso lo comprendemos con el
tiempo- es un constante decir adiós. Pues bien, creedme, ya estoy cansado de
tanta despedida.
Hasta siempre, Josep María. Nunca te
olvidaré.
P.S.: Justo cuando iba a colgar este
post me ha vuelto a llamar Emma para decirme que el viernes se celebrará en
Barcelona una misa en memoria de Josep María. Él era muy religioso; yo no, pero
por supuesto que asistiré. También me ha dicho que mi padrino dejó algo para
mí. ¿Una mona de pascua? No lo sé, pero ahora estoy llorando como un niño...
NOTA: La foto de arriba está tomada
por mi padre el 20 de abril de 1956, en nuestro piso de Madrid en la calle
Modesto Lafuente. Abajo podéis ver un pequeño mono de peluche que venía
incluido en una de las monas de pascua que me enviaba mi padrino. Lo tengo en
mi despacho; era gracioso, ahora es entrañable.
Ay, César, lo siento tanto. Un abrazo fuerte para ti.
ResponderEliminarUn abrazo, César
ResponderEliminarCuando fuimos a un crucero por el Mediterráneo con el paso del ecuador de la que entonces era mi novia, recuerdo que te acompañé, en Barcelona, a ver a tus padrinos. Me ha venido ahora a la mente aquella imagen porque se me quedó grabada la cantidad de pipas que tenía tu padrino en su casa. Entiendo tu dolor, César, pero tú mismo lo has dicho todo: es ley de vida que es tanto como decir que es ley de muerte. Lo estupendo es dejar buenos recuerdos y claramente tu padrino lo consiguió.
ResponderEliminarTia madrina Susi, nunca olvido. Jaime
ResponderEliminarMucha fuerza!! un abrazo.
ResponderEliminarÁnimo Cesarón! Los recuerdos que te ha dejado hacen a tu querido padrino inmortal.
ResponderEliminarLo siento mucho César.. Afortunado tú por haber tenido cerca a una persona tan especial y afortunado él por esa longevidad en plenas facultades y por ese fin sin sufrimiento y en amorosa compañía.. Recuerdo cuando escribiste al fallecer tu madrina, tu dolor ahora acrecentado por esa sensación de orfandad definitiva.. Lo siento mucho.. Gracias por compartir una foto tan bella. Qué mirada, qué presencia.. Descanse en paz. Un fuerte abrazo, querido César
ResponderEliminarLo siento mucho César, la vida es muy cruel, la naturaleza no entiende de sentimientos, pero al menos los recuerdos fueron buenos y cariñosos, de los que marcaron, para bien tu vida
ResponderEliminarJuan H.
Lo siento un montón. Un abrazo grande.
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ResponderEliminarSiempre digo que el mejor consuelo son los buenos recuerdos, sólo de leerte he podido sentirlos, qué gran privilegio que hayan perdurado tanto. Poco más se puede decir.
Un abrazo muy fuerte, César.
Un abrazo fuerte y mucho ánimo en estos momentos difíciles.
ResponderEliminarQueridos amigos, muchas gracias. Sois un bálsamo para las penas.
ResponderEliminarUna abraçada ben forta i sentida, Cesar.
ResponderEliminarLo siento en el alma, cesar. Los finales son inevitables, por desgracia. Pero si tu padrino hizo tanto bien, y se nota que fue asi, fue un hombre digno de elogio. Y ya se que no es consuelo, pero eso es mucho. Muchisimo.
ResponderEliminarMazarbul
Un abrazo
ResponderEliminarUn gran abrazo fuerte césar, se que comento atrasada, pero me encantan lus libros, los leo mucho y me engancho ... Quiero disfrutar de tu blog, Saludos y besos desde Perú.
ResponderEliminarGracias por existir!!
AbbiePotter: Vaya, muchas gracias. Besos desde España.
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