El pasado domingo regresé del
Festival Celsius, cambiando las frescas tierras asturianas por el horno
madrileño (jesú, qué caló). Ha sido un Celsius extraño a causa del C-19. Pero
ha sido, lo que basta y sobra para prorrumpir en una agradecida ovación en
honor de Cristina, Jorge Iván, Diego y el resto de los organizadores. ¡Gracias,
amigos/as!
El caso es que presenté el tercer
volumen de las Crónicas del parásito
y, tras el acto, firmé unos cuantos ejemplares. Y ahí me reencontré con mi buen
amigo y viejo merodeador Juan H. Qué, como el año pasado, me hizo un regalo
(infinitas gracias, Juan, pero no lo hagas más, porque me creas mala
conciencia). Me regaló un CD, The
Chieftains 3, una antología de relatos policiacos de Fredric Brown y un
ejemplar de Guillermo Brown en inglés, que es toda una curiosidad.
Ya os he hablado de las historias de
Guillermo, de Richmal Crompton. Esos libros han marcado mi vida como ningún
otro lo ha hecho. Me convirtieron definitivamente en lector, forjaron mi
sentido del humor, me enseñaron lo que es la rebeldía y son una de las
principales influencias de lo que escribo. Comencé a leerlos cuando tenía unos nueve
o diez años, porque los heredé de mis hermanos y porque en esa época, comienzos
de los 60, Crompton y Blyton eran las dos autoras de literatura infantil más
populares.
Me apresuro a aclarar dos cosas: Yo
era (y soy) fan absoluto de Guillermo, mientras que las historias de Blyton me
parecían (y parecen) tontas y blandorras. Y, en segundo lugar, Guillermo es un
niño de once años y sus historias fueron un éxito entre los niños. Sin embargo,
pueden -y deben- ser disfrutadas por los adultos. De hecho, los primeros
relatos estaban dirigidos a los lectores adultos, y son una divertidísima
sátira de la sociedad inglesa.
Los libros de Guillermo (son
antologías de relatos) fueron publicados en España por Editorial Molino entre
1935 y 1970, hasta un total de 39 volúmenes. Hubo una reedición, la última, en
1999, que debió de ser un fracaso porque a los niños de ahora no les divierte
Guillermo. Se lo leía a mis hijos cuando eran pequeños, y el único que se reía
era yo. Incluso hubo un absurdo intento de adaptar sus historias a los tiempos
actuales. ¿Por qué no le gusta Guillermo a los niños de hoy?
Supongo que por diversos motivos,
entre ellos que la sociedad inglesa de los años 30 debe de resultarles más extraña
que Mordor. Pero leí una explicación muy convincente. La base de las historias
de Guillermo puede resumirse en una frase: El enemigo natural de los niños son
los adultos, especialmente los padres. Eso era cierto en los años 30, y en los
40, y en los 50, y en los 60, y en los 70..., pero a partir de los 80 la cosa
empieza a cambiar. Los padres de ahora ya no son las figuras autoritarias y
restrictivas de antaño. Más bien al contrario; los actuales progenitores son
tolerantes y generosos, y más que padres ambicionan ser amigos de sus hijos.
Rebelarse contra ellos sería tan absurdo como ponerle barricadas a Santa Claus.
Por eso Guillermo resulta incomprensible para los niños de hoy.
Pero volvamos al libro que me regaló
el bueno de Juan H. En la foto de arriba podéis ver la portada. William, the dictator. Ojo, recordad que
se trata de una sátira; a la señora Crompton jamás la acusaron de filonazi (al
contrario de su colega Blyton). El libro se publicó en Inglaterra en 1938, y en
España en 1962. Y ahí está la curiosidad: dado que en nuestro país “disfrutábamos”
de una bonita dictadura, ese libro de Guillermo (el 22 de la serie española),
apareció con otro título y otra portada.
Aún no lo he comentado, pero otro de
los alicientes de Guillermo son las maravillosas ilustraciones de Thomas Henry
(autor de la portada de arriba). Pues bien, en la edición española el libro
pasó de titularse William, the dictator,
a llamarse Guillermo el luchador. Y la
portada inglesa de Thomas Henry fue sustituida por otra de J. Correas.
Comparando el contenido de ambas ediciones, vemos que la inglesa consta de diez
relatos, mientras que en la española sólo hay nueve. Falta What’s in a Name?, que debe de ser el relato relacionado con los
dictadores. Ya veis, amiguitos; así era la vida durante la oprobiosa.
Lo más cabreante es que en las
posteriores reediciones que se hicieron, ya en democracia, no se recuperó el
título original, y el libro siguió llamándose Guillermo el luchador, sin la portada y el relato omitidos. Censura
heredada se llama eso, y también escaso rigor editorial.
Después de en Inglaterra, España fue
el país de Europa donde más éxito tuvieron las historias de Guillermo, y creo
que eso se debió en parte a la dictadura. Guillermo es el paradigma del
rebelde, siempre enfrentado a la autoridad. De él dijo John Lennon: «Me sentí del todo identificado con su
rebeldía, su audacia, su sentido del humor, los vuelos de su fantasía, su
necesidad de ser siempre el jefe, pero tener siempre también compañeros, e
incluso su preferencia por los pieles rojas sobre los vaqueros». No
olvidemos que su pandilla de amigos se llama Los Proscritos.
Los que nunca, oh infelices, habéis
leído una historia de Guillermo, quizá penséis que son las típicas historias
inocentonas de niños, a lo sumo al estilo de Daniel el Travieso. Nada más lejos
de la realidad; en los relatos de Crompton no hay ni un ápice de
sentimentalismo o ternura, nada de lo que habitualmente relacionamos con la
infancia. Guillermo es sucio, torvo y malencarado, una fábrica ambulante de
desastres. Nadie en su sano juicio querría tenerlo como hijo. Pero sí como
amigo. ¡Floreat por siempre, Proscritos!
Guillermo formó parte de mi infancia y yo también me reía a carcajadas con sus libros. Me has dado ganas de releerlo. «La hora zulú» es mi auto-regalo del Día del libro (este Día del libro tan raro de 2020), pero me falta tu firma. Espero que me lo dediques la siguiente vez que nos veamos. Un besote.
ResponderEliminarQué recuerdos! Justo me encuentro teletrabajando en donde se guardan, en casa de mis padres, los libros que no caben en las otras estancias y ahí está Guillermo (el incomprendido), maltrecho y amarillo. Esta copia, oculta entre Sandokán, Sissi, Cuentos tibetanos y joyas múltiples, fue de mi tío, si no me equivoco. Tu forma de expresarte en el blog me recuerda mucho a él. Era un lector avidísimo, cínico opinólogo, un encantador bribón anarquista. Se fue hace ya más de dos años y me has recordado muchas vacaciones rebuscando en su biblioteca, en un tórrido Madrid. Gracias :*
ResponderEliminarGracias, César, prometido!! el año que viene voy a que me firmes sólo el libro que presentes. La verdad es que Guillermo , a día de hoy lo sigo leyendo igual que mucho comic franco-belga,( Tintin, Spirou, Los Hombrecitos) y no me quita de leer cosas más adultas y después de leer un tocho supuestamente para adultos, vuelvo a las páginas de antes y, la verdad, creo que lo disfruto con algo de la inocencia perdida, me dejo engañar, vamos. Los libros de Guillermo son alegres, humoristicos y más corrosivos que el ácido sulfúrico para, sobre todo, la sociedad británica, y en el fondo cualquier sociedad. Me alegro que te gustaran los regalos(el año que viene te llevo una botella de McCallan, je, je). Me alegro haberte visto en el Celsius otro año más, un fuerte abrazo!!!
ResponderEliminarPerdón de Maccallan, no, una botella de LochLomond, que si Haddock levantara la cabeza...
ResponderEliminarJuan H.
Guillermo me acompañó toda mi infancia y ahora, que tengo 72 años, alguna que otra vez me doy un homenaje y me leo un libro de Guillermo de una sentada. Y no es raro que lo haga entre carcajadas. Pero no pienso que el que los niños de ahora no los lean sea porque los padres de ahora son menos autoritarios y más comprensivos con sus hijos. Mis padres, por ejemplo, (padres que vivieron la guerra) siempre fueron unos pedazos de pan con nosotros. De hecho Guillermo batalla más contra sus profesores, contra los intelectuales que les vienen a dar conferencias eruditas, contra los nuevos ricos... que contra sus padres. No sé por qué no lo leen, a mi hija también le gustaban los libros y tuve que luchar para que no se los llevara a su casa.
ResponderEliminarMe ha encantado todo lo que dices de mi héroe. Yo también me siento una proscrita. Gracias, hermano.
Creo que a mí no me tocó leer a Guillermo porque solo había uno o dos de sus libros en la biblioteca de mi hermano,que era de donde yo sacaba mis lecturas de infancia y porque veía las portadas de la editorial Molino,con aquellos niños tan desastrosos que hasta me olían mal. Además, yo era una niña y no me identificaba con Guillermo. Pusieron en mis manos las aventuras de los cinco y recuerdo haber leído unos cuantos, y luego los de Torres de Malory,aquel internado tan típicamente inglés....Yo entonces no entendía de ideologías ni me importaban los o las autoras ( de hecho, me enteré años después de que Enid era nombre de mujer). Pero a la lectora que soy hoy sin duda le interesa más Guillermo. Curiosamente, mi hijo se llama así. Voy a ver si pillo alguna de sus aventuras y me las leo,ahora,a mis 62 años,jejejeje.
ResponderEliminarSaludos desde el Cantábrico que sube y baja por Santander. Aurora Boreal
Por favor, te ruego que no te saltes las comas de los vocativos. En la última frase falta una. Eres una influencia y a día de hoy hasta los periodistas y profesores se las saltan. Te lo pido por favor.
ResponderEliminarAna González Duque: Te lo firmaré con sangre, si hace falta.
ResponderEliminarJuan H: Cuando fui a Escocia, estuve en Loch Lomond; que, aparte de un whisky, es un precioso lago. Me hizo mucha ilusión.
Jane Jubilada: Con independencia de casos particulares, no cabe duda de que en las últimas décadas las figuras paternas han cambiado mucho. Pero, como bien señalas, no se trata sólo de los padres, sino de todos los adultos. Por ejemplo, los profesores: ¿son ahora tan severos como hace 50 años? No, porque, aunque quisieran, no pueden. El caso es que los niños actuales no perciben a los adultos como opresores.
Aurora Boreal: ¿Es Guillermo un arquetipo eminentemente masculino? Pues no lo sé, puede ser. Pero conozco a muchas mujeres que lo adoraban, como la Ana de ahí arriba. Guillermo puede ser disfrutado a cualquier edad. Como digo en el texto, sus primeros relatos estaban dirigidos a los adultos.
Anónimo de las 2:46: Tienes razón, falta una coma. Ahora lo corrijo. En este caso se debe a que primero escribí: "Floreat Proscritos", y luego añadí el "por siempre", olvidando poner la coma. Mis disculpas.
Mi madre también era una gran aficionada a Guillermo y en casa hay muchísimos libros suyos y por eso yo lo leía muchísimo de pequeño y le tengo bastante cariño al bueno de Guillermo Brown. Yo recuerdo que lo que más me llamaba la atención en su momento era la diferencia de edad entre sus hermanos y sus padres , que los pobres no estaban para los trotes de un hijo tan pequeño y con tanta vitalidad...
ResponderEliminarYa que mencionas "Guillermo el dictador", había otro relato que me encantaba que era "Guillermo el bolchevique" con Guillermo entrando en la "Liga de Estudiantes Bolcheviques" en la que había ingresado su hermano... y ya podéis imaginar lo que sucede a continuación. Divertídismo
Guillermo y sus Proscritos son el paisaje de mi infancia, he leído y releído innumerables veces sus aventuras (creo que llegué a tener todos los volúmenes publicados en España). Aún hoy, alguna vez he retomado alguno de sus libros -me he ido deshaciendo de muchos libros, pero nunca de estos, a pesar de que mis hijos, como los tuyos, no les ven el interés- y he vuelto a soltar la carcajada ante sus ocurrencias. Me encantaban igualmente las ilustraciones de Thomas Henry, que tan bien representaban ese mundo de ficcion. Creo, además, que los libros de Guillermo fueron para mí una perfecta entrada en el mundo anglosajón, que luego he cultivado tan asiduamente. El siguiente paso en este camino fueron los libros de Wodehouse, con el inefable Jeeves, las siempre amenazadoras tías y el castillo de Blandings como señas de identidad.
ResponderEliminarAh, debo decir que mi hijo pequeño se llama Guillermo precisamente en homenaje a este héroe de mi infancia.
Gabriel: Vaya, pues no recuerdo ese Guillermo bolchevique... Voy a buscarlo.
ResponderEliminarElena Rius: Coincido contigo en que Guillermo fue mi puerta de entrada a la literatura inglesa. E, igual que tú, luego seguí con Wodehouse. Y luego con Evelyn Waugh. Y con Chesterton. Y con Saki. Y con MacDonald Fraser. Ay, cuántas horas de placer lector...
César, he buscado el relato y se titula "El punto flaco", en el tomo de "Guillermo el Genial" (o al menos se titula así la edición española)
ResponderEliminarGabriel: Muchas gracias, amigo mío; no tenías por qué haberte molestado. Un abrazo.
ResponderEliminarLeyendo tu blog me he enterado de que Victor Conde en realidad es un alias. :O
ResponderEliminarBueno, claro, el derecho al alias existe, aunque se ganen premios.
Pero he pensado: ¿Dan derecho al mismo, tratándose de premios que buscan dar cohete a las letras españolas, si por ejemplo decides usar uno, no sé, inglés, francés, de cualquier nacionalidad, por muy español que sea tu nombre real? Aunque tú a lo mejor sólo sabes lo que hacen editoriales como SM o Edebé.
PD: Aprovecho para decirte que El viajero perdido me ha gustado mucho más que Las lágrimas se Shiva, que ya es decir.
Anónimo de las 4:13: En realidad, los premios literarios otorgados por editoriales no buscan "dar cohete" a las letras españolas, sino vender muchos ejemplares. No obstante, tampoco hay actualmente tantos autores españoles que usen seudónimos extranjeros, y menos entre los que ganan premios. Me alegro de que te gustara mi novela :-)
ResponderEliminarPor cierto, hablando de psudónimos, hoy estaba ojeando libros en una librería y vi una saga de una inspectora, escrita por una tal Carmen Mola, que al parecer es un pseudónimo. Y me vino a la cabeza tus novelas de la inspectora aquella - no recuerdo el nombre - , y me he preguntado si no estabas tu detrás de éstas.
ResponderEliminarMazarbul
las de carmen hidalgo, acabo de caer.
ResponderEliminarMazarbul
Mazarbul: No, no soy Carmen Mola :-)
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