La política es el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa, dijo el escritor Marco Aurelio Almazán. Y Edmond Thiaudière, por su parte, comentó: La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular.
Me gustaría creer que la política no
es siempre así, que existen políticos honestos. Y cuando digo “honestos” no me
refiero a que no roben –estoy casi seguro de que no todos los políticos lo
hacen-, sino a que pongan el bien del país y de sus habitantes por encima de
cualquier otra consideración. Puede que en el pasado los haya habido en España,
pero desde luego ahora no. De hecho, creo que el actual sistema de partidos ha
tomado una deriva que pone en peligro nuestra democracia y, lo que es peor, mi
salud gástrica.
Los partidos se han convertido en
empresas que no producen nada, salvo, en mayor o menor medida, poder. Por
tanto, un partido-empresa vale tanto como el poder que maneje; no solo poder
parlamentario, sino también el poder de su influencia social. Como toda
empresa, los partidos generan estructuras en las que pululan los grandes jefes,
los jefes, los jefecillos y los pringados. Y también generan unas normas
extraoficiales de funcionamiento interno que regulan, entre otras cosas, el
sistema de ascenso en la organización.
¿Qué hay que hacer para prosperar en
un partido político? Primero, estudia derecho. Después (o durante) afíliate a
las juventudes del partido. Participa mucho, ofrécete voluntario a todo,
procura conocer –y que te conozcan- el mayor número posible de líderes de la
formación. Porque necesitas un padrino. Así que te dedicas en cuerpo y alma a
lamer todos los culos importantes que se crucen en tu camino. Hasta que
encuentres un culo poderoso que considere agradable el masaje linguo-anal que
le practicas y te adopte.
Entonces ese culo poderoso te
promocionará. Primero, quizá una concejalía, después algún puesto intermedio en
el partido... Pero ojo, tienes que ser absolutamente fiel a tu culo protector.
Nada de tener ideas propias, porque tus ideas deben ser las suyas. Y nada de
brillar demasiado, no vaya a ser que le hagas sombra. Pero eso no debe
preocuparte, porque el culo importante se cuida muy mucho de adoptar a gente
mediocre que no pueda competir con él. Así que no le des más vueltas, porque no
debes esforzarte en parecer mediocre. Lo eres. Aunque, no te creas, eso es una
ventaja para tu carrera.
Ahora todo depende de si tu culo
protector sigue bien implantado en el partido. Por si acaso, tú vas a seguir
lamiendo todos los culos importantes que tengas a mano. Pero, ojo, ni se te
ocurra lamer los culos rivales de tu protector, porque eso pondría en
entredicho el valor más importante que tienes: la lealtad.
En el caso de que tu culo mecenas
prospere, tú prosperarás. Aunque, claro, tendrás que aprender algunas
habilidades, como poner zancadillas a los compañeros y propagar infundios sobre
ellos. Porque la tuya no es la única lengua que lame ese culo, tienes
competencia. Debes ser un buen trepa. Así que te abres paso a codazos y, si tu
culo padrino alcanza la presidencia del partido, cuenta con un buen cargo
interno. Y si alcanza la presidencia de gobierno, serás ministro o, cuando
menos, secretario de estado. A partir de ahí, el infinito es tu límite. ¡Y sin
haber dado un palo al agua en tu vida!
¿Pero qué pasa si tu culo protector
cae en desgracia? Debes ser ágil y buscar rápidamente otro culo importante que
lamer. Lo catastrófico sería que el poder interno cayera en algún culo rival de
tu protector, porque entonces tú quedarías señalado con la marca de Caín y
serías un paria. En tal caso, lo mejor que puedes hacer es quedarte en
hibernación y seguir lamiendo culos a la espera de tiempos mejores. En última
instancia, podrás dejar la política y ser contratado por algún bufete. Y
tranquilo: no te querrán para que trabajes (¿Trabajar?
¿Qué es eso?), sino por tus contactos.
Vale, ¿adónde quiero ir a parar con
esto? Pues a que, en política, lo que se premia no es la inteligencia, ni el
conocimiento, ni las ideas, ni la capacidad de trabajo, sino la lealtad y la
mediocridad. En consecuencia, los partidos han generado un sistema que expulsa
a los mejores y promociona a los peores. Y por eso tenemos el panorama político
que tenemos.
Centrémonos en las tres primeras
fuerzas del parlamento. El líder de Vox, Santiago Abascal, se saltó la parte de
estudiar una carrera y entró en el PP con 18 añitos. Eligió el culo de
Esperanza Aguirre para lamer, y ella le premió con algunas mamandurrias. Pero
no debió de ver el panorama lo suficientemente abierto para sus ambiciones, así
que se cambió de partido y desembocó en una fuerza extraparlamentaria de
extrema derecha. Que la corrupción del PP y la inutilidad de Rajoy hicieron
posible que llegara al congreso. Siempre hay que contar con la suerte. Abascal
nunca ha estudiado, nunca ha trabajado y sus ideas son del pleistoceno. Pero
ahí lo tenéis.
¿Y qué decir de Pablo Casado? Estudió
Derecho en el ICADE durante los cursos 1999-2004, y sólo consiguió aprobar 12
asignaturas. Pero ya había entrado en las juventudes del PP, así que trasladó su expediente al centro privado
“Colegio Universitario Cardenal Cisneros” (afín al partido), y en tres añitos
más logró aprobar la carrera. Luego está lo del máster, claro. El caso es que
Casado no parece ser muy avispado que digamos. Un punto a su favor.
Comenzó su carrera política como
diputado de la Asamblea de Madrid, lamiéndole el culo a Esperanza Aguirre.
Luego, siempre en el mismo sector ideológico del partido, fue jefe de gabinete
de Aznar. Ese sí que era un culo suculento que lamer. En fin, resumiendo: Rajoy
dice ciao. Sáenz de Santamaría y
Cospedal, dos pesos pesados, compiten por el liderazgo. Casado es el tercero en
discordia; un mindundi al lado de ellas. Gana Sáenz de Santamaría. Pero
Cospedal, antes muerta que ver a su rival coronada, así que le cede los apoyos a
Casado y éste sale triunfante de carambola. La suerte, la suerte...
Casado fue un mal estudiante, nunca ha
trabajado en su vida y jamás ha expresado un idea medianamente original. Pero
ahí lo tenéis.
¿Y qué decir de Pedro Sánchez? Mira
por dónde, no estudió Derecho, sino Ciencias Económicas y Empresariales. Jamás
ha trabajado en el sector privado. Se afilió al PSOE en 1993, y ahí ha seguido
desde entonces. Lamió los culos de Trinidad Jiménez y de Pepe Blanco, y
prosperó en el partido hasta que, tras la marcha de Rubalcaba, alcanzó la
secretaría general. Pero se granjeó muchos enemigos, así que en 2016, tras un
motín de la Ejecutiva Federal, renunció a la presidencia y entregó su acta de
diputado. Luego, en 2017 anunció su candidatura y volvió a ser elegido
secretario general. El resto ya lo sabéis.
A mí Sánchez me recuerda a uno de
esos boxeadores rocosos que aguantan los golpes sin inmutarse, un fajador que,
por muchos uppercuts que reciba,
sigue en pie hasta derrotar a su adversario por puro cansancio y aburrimiento.
En eso es admirable, sin duda. Pero ¿brillantez?: cero. ¿Sentido de estado?:
cero. ¿Planes de futuro?: cero. Da la sensación de que su único propósito es
alcanzar el poder y mantenerse en él con uñas y dientes. ¿Para qué? Si lo sabe
no lo ha dicho.
Sánchez nunca ha trabajado, su única
experiencia ha sido el partido y jamás ha expresado una idea motivadora. Pero
ahí lo tenéis, presidiendo el país.
Así son nuestros principales
líderes. Es para echarse a llorar, aunque será mejor que ahorremos lágrimas
para nuestro último ejemplo: Isabel Díaz Ayuso. Estudió periodismo y se afilió
al PP en 2005, cuando Casado presidía las nuevas generaciones. Alfredo Prada,
consejero de justicia e interior de Madrid, la llevó a su departamento de
prensa. Allí conoció a Esperanza Aguirre, y se puso a lamerle el culo con
entusiasmo (ese culo parecía una rampa de lanzamiento). Aguirre, en
agradecimiento a la muchacha, le confió una tarea importante: gestionar la
cuenta de Twitter de su perro Pecas. Creo que fue entonces cuando Ayuso alcanzó
su nivel de incompetencia.
Después de eso, Ayuso ocupó algunos
carguitos en la asamblea de Madrid. Pero como previamente le había hecho un
trabajo fino al ojete de Casado, este la nombró candidata a la presidencia de
la Comunidad de Madrid. Ayuso obtuvo el peor resultado del PP en la capital,
pero aliada con la extrema derecha y los bobos de Ciudadanos, alcanzó la
presidencia. Carece de formación y experiencia de gestión, es inculta, inepta y
con muy escasas luces; no ha trabajado en su vida, no ha hecho nada que valga
la pena reseñar. No está preparada para presidir ni una junta de vecinos. Es,
sencillamente, tonta e inútil. Pero ahí la tenéis, hecha una reinona,
conduciendo con mano firme el rumbo de la comunidad hacia una debacle
pandémica. Ayuso es el mejor ejemplo de hasta qué punto puede ser perverso
nuestro sistema de partidos.
Podemos y Ciudadanos son partidos
demasiado recientes para aplicarles el proceso que he descrito. Pablo Iglesias
es un hombre preparado y, además, ha trabajado (¡!). El problema es que su ego
no cabría ni en el hangar que la NASA emplea para guardar sus cohetes. Él fue
el principal artífice del fulgurante crecimiento de su partido. Y él es el responsable
de su declive electoral. Demasiado vanidoso y demasiado egocéntrico; un hombre
cegado por su propia inteligencia. En cuanto a Ciudadanos, baste decir que Albert
Rivera ganó merecidamente el premio al político más tonto de la historia de la
democracia española. Y mira que tenía competencia. Respecto a los demás
partidos... en fin, no nos pongamos pesados.
Así son nuestros líderes, amigos;
una panda de mediocres e ineptos cegados por la ambición. Con semejantes
mimbres, no es de extrañar que el Congreso se haya convertido en el bochornoso
espectáculo que es ahora. Una especie de guiñol en el que ¿nuestros
representantes? vociferan y se insultan con un ímpetu digno de mejor causa.
¿Os imagináis si nos comportáramos
como ellos en nuestra vida privada? Salgo de casa, me encuentro con el vecino
del segundo y el hombre me saluda: Buenos días, César. Y yo le respondo: Buenos
días tu puta madre, vecino felón, traidor, irresponsable, incapaz y desleal.
Sería raro, grotesco y grosero, ¿verdad? Cualquiera en su sano juicio
reprobaría ese comportamiento. Pues, entonces, ¿por qué lo aceptamos en el
ámbito político?
No es de extrañar que los españoles
consideremos que el segundo mayor problema del país sea la clase política. Lo
es. Una panda de irresponsables que denigra las instituciones y abona el
terreno para los populismos. Nos están conduciendo al desastre, y nosotros los
seguimos como tiernos corderitos camino del matadero.
Ya no leo la sección política de los
periódicos (salvo los titulares), ni la veo en los telediarios, ni la escucho
en la radio. La política, que antes me interesaba y luego me indignaba, ahora
lo único que hace es provocarme bochorno y sopor. Aunque, vale, tampoco hago
nada para remediarlo; salvo escribir este texto, que no es un post, sino una
pataleta.
Saludos:
ResponderEliminarHas sido demasiado bondadoso califcándolos, César. Se merecen apelativos bastante más negativos.Se los han ganado a pulso.
Yo he votado y apoyado a Podemos desde que surgió, y hoy me siento profundamente avergonzado de haberles confiado mi voto. Me siento profundamente defraudado con ellos más que con los demás, porque de los demás no esperaba realmente casi nada, y de ellos sí esperaba algo más.
La Pandemia no ha hecho mas que mostrar lo tóxicos que son unos ¿servidores públicos? que cuando las cosas van medio regular nos cuestan un pastón y que cuando el viento viene atravesado no son capaces de tomar ni una sola medida eficaz. Es que ni lo intentan...
Sólo espero que cuando las cosas se calmen, nuestra memoria no sea tan corta y efímera como de habitual es y que hagamos una limpieza a fondo y en profundidad, librándonos de toda esta morralla... Ya, ya sé que soy un iluso.
Juan Constantin
Menos mal que la Fraternidad sigue, César, menos mal. Gracias por ello.
ResponderEliminarPoco optimista no aporta nada positivo e ilusionante
EliminarJuan Constantin: Es que no hay adjetivos suficientemente contundentes para calificarlos. Hace muchos, muchos, muchísimos años que no me ilusiona -ni siquiera convence- ningún político. Cuando voto, lo hago a la contra, no a favor. Es decir, voto para que no salga elegida la derecha, pero desencantado con la izquierda. En cuanto a confiar en la memoria de la gente... hombre, iluso no, pero me temo que no demasiado acertado. Por desgracia.
ResponderEliminarAnónimo de las 8:26: Llevaba meses con problemas en Blogger. En parte los solucioné cambiando de navegador; pero seguía funcionando mal: no hacía los puntos y aparte. Lo podéis ver en la entrada que dediqué a Diana Rigg. La escribí con puntos y aparte, pero el texto apareció sin ellos, todo de un tirón. Al final se arregló; la verdad es que no sé cómo. Pero bien está lo que bien acaba: la Fraternidad sigue adelante.
Joaquín: Tienes razón en todo lo que dices. Pero lo peor de esa chusma es que son unos INEPTOS.
ResponderEliminarMuy buen post. La clase política es, ciertamente, el cáncer de este país. Y, a cada nueva generación, éste se agrava y se extiende, siguiendo los mecanismos que tan bien has descrito. Sin embargo, créeme si te digo que éste no es el auténtico problema, sino sólo una consecuencia. Si hoy día tenemos los políticos que tenemos se debe a que el sistema (mal llamado) democrático que los regula no sólo lo permite, sino que lo fomenta.
ResponderEliminarAnalizando tu reflexión, podemos fácilmente concluir que unos mediocres llegan al poder porque son promocionados por otros mediocres anteriores a ellos. Porque estos últimos confeccionan las listas de los candidatos para todas las elecciones (y luego nosotros simplemente los validamos al meter una u otra papeleta en una urna). Y ahí radica el principal problema: el pueblo no elige a nadie, el representante no se debe a sus votantes, sino al jefe del partido, que es quien lo ha puesto ahí. Eso no es democracia, sino partitocracia. Por eso, en las votaciones del Congreso, los miembros de un mismo grupo parlamentario votan todos por igual. Eso (que llaman disciplina de partido) es una corrupción moral. Y el que se salta la disciplina, sufre represalias. Este sistema, tras 40 años, ha degenerado en lo que tenemos en la actualidad. Y sólo puede ir a peor. Desde dentro del sistema es prácticamente imposible cambiarlo, porque está hecho para perpetuarse, porque el que entra en el juego se ve corrompido.
(Continúo luego)
(Sigo)
ResponderEliminarYo antes creía que el problema era la democracia en sí, que no servía, que estaba muy sobrevalorada... Pero claro, ¿qué alternativa hay que sea mejor la democracia? Pues sí, hay algo mejor que lo que tenemos, lo que pasa es que el pueblo está engañado: en España NO hay democracia. La gente cree que sí, pero eso es tan solo lo que nos cuentan, lo que nos repiten sin cesar por la tele. Los medios de comunicación generalistas están comprados (suena paranoico, pero es la verdad: ¿no les untaron desde el gobierno unos cuantos millones hace unos meses?). La única información independiente puede encontrarse en internet (por ejemplo, en youtube), donde no pueden comprarlos a todos. Por eso quieren meterle mano ahora. Gracias a algunos youtubers que saben de lo que hablan, he aprendido mucho de política.
Un buen ejemplo es Rubén Gisbert, un discípulo de Antonio García Trevijano que está montando una asociación por la libertad política en España y exigir un periodo de libertad constituyente a través de la abstención y posterior movilización pacífica del electorado. Recomiendo su canal encarecidamente a todo aquel que no lo conozca. Es importante que sepamos lo que es verdaderamente la democracia. Pongo aquí un vídeo resumen de 10 minutos donde lo explica.
https://www.youtube.com/watch?v=5rKIngbnR7w
Como él mismo explica, para que pueda hablarse de democracia deben darse dos requisitos:
- Representación política: Un único representante por distrito (de unas 100000 personas, por ejemplo), que sea elegido por los ciudadanos de dicho distrito para defender sus intereses, para lo cual debe ser accesible por sus votantes y atender sus peticiones. Si los votantes no están contentos con su actuación, se le echa y se pone a un suplente. Por lo tanto, se debe a sus votantes, no al partido. No importa la ideología, sino la capacidad. Esto existe en Francia, Reino Unido y Estados Unidos. Ya hemos visto que lo que se hace en España es diametralmente opuesto.
- Separación de poderes: Normalmente sólo se habla de separación de poderes para el poder judicial (lo cual tampoco se da en España), pero nadie habla de lo realmente importante: que se dé entre legislativo y ejecutivo, para que un mismo grupo de personas no pueda promulgar leyes tiránicas que aplique tiránicamente. En España, los componentes del ejecutivo son elegidos por el legislativo de entre sus propios miembros, mayoritariamente. Así la separación es imposible. Para ello, lo mejor es que ambos organismos sean elegidos en elecciones separadas (como en EE.UU.). De esta manera, al depender directamente del pueblo, tenderán a controlarse mutuamente.
Como lo que tenemos en España no es democracia, lo más digno es no participar de un sistema fraudulento. César, dices que votas en contra, no a favor. Como tú, la gran mayoría de la gente. No hay que temerle a la abstención. Eso es lo que quieren los políticos, que nos dividamos y enfrentemos. Que legitimemos su farsa. No entremos en su juego.
PD: Perdón por el tochaco.
Ay, la putada es que para cambiar el tablero haya que jugar al juego... Genial pataleta, la comparto.
ResponderEliminarPero bueno, yo ahora mismo me informo preguntándole a mi marido de vez en cuando, para evitar úlceras y ansiedades. Vivo en un microcosmos autosostenible, o eso ansío.
Abrazo!
Jarl-9000: Estoy absolutamente de acuerdo con lo que dices. Aplaudo todas y cada una de tus palabras al 99 %. El uno por ciento restante, lo único en lo que difiero, es en lo de la abstención. Sí hay que tenerle miedo. Verás, aquellos que compartan tu razonamiento sobre el sistema democrático, como yo, están situados más o menos a la izquierda. Los votantes de derecha no piensan así; lo único que les importa es que gobiernen "los suyos". El cómo lo consigan, y la calidad del sistema democrático, les da igual. De modo que si los que somos de izquierda nos abstenemos, y los de derechas votan masivamente, como suelen hacer, habremos hecho un pan con unas tortas. Mal negocio. Además, para que la abstención le preocupara a los partidos hasta el punto de hacerles modificar el sistema, haría falta que fuese masiva, superior al 70 %. Y eso no va a pasar. Pregúntate algo: ¿Qué opinaría la derecha de que nos abstuviéramos? Estaría encantada. De hecho, para que la derecha gane las elecciones, es fundamental que muchos votantes de izquierda se abstengan.
ResponderEliminarPor desgracia, las elecciones no consisten en elegir entre lo bueno y lo malo, sino entre lo malo y lo pésimo. Para modificar el sistema sería necesaria una amplia movilización ciudadana en torno a una plataforma creada para ese fin. O algo así.
Sabela: Supongo que muchos entran en política para cambiarla, y luego es la política la que los cambia a ellos. Sí, es tentador refugiarse en un microcosmos autosostenible. Hace tiempo comenté que estaba planeando irme a otro país. ¿Adónde vas a ir?, me preguntaron. Y yo respondí: A Inopia.
Me alegro de que estemos de acuerdo en ese 99%. Con respecto al otro 1%, pues..., ¿qué quieres que te diga? Por testimonios que conozco de gente de derechas, piensan exactamente lo mismo que tú, pero a la inversa, al menos en la coyuntura actual, en la que el PSOE lo controla y lo manipula todo a su favor (¡pero si después de todo lo que ha pasado, parece que no le pasa factura en las encuestas!).
ResponderEliminarEn mi caso particular, siempre me he considerado más de izquierdas que de derechas, aunque no crea mucho en eso. Prefiero la competencia que la ideología, pero, a falta de competencia (como ocurre en España), es verdad que tradicionalmente siempre me ha costado más votar a la derecha que a la izquierda, será algún prejuicio. Por ejemplo, al PP le voté una sola vez en el 2000 (mis primeras generales), porque consideraba que la gestión del gobierno de Aznar había sido mejor que la de González (también, por entonces, estaba la corrupción del PSOE) y me arrepentí cuando el PP consiguió mayoría absoluta y se apuntó a hacerle la guerra a Irak. No he vuelto a votar al PP, aunque alguna vez me lo haya planteado. Estuve dando bandazos varios años (porque me negaba y me niego a votar al PSOE, cuánto más sé de ellos, más asco les tengo) hasta que salieron Podemos y Ciudadanos. He votado a ambos varias veces (la última vez a Podemos en 2016, la última a Cs en abril de 2019), por distintas razones. Pues bien: a Podemos nunca lo volveré a votar, porque ya conozco su verdadera cara y no me gusta nada. Pablo Iglesias me parece cada vez más repulsivo y peligroso (se aprovechó del 15M para convertirse en lo que denunciaba y neutralizó lo bueno que podía haber surgido de ahí). Ése sí es capaz de cambiar radicalmente el sistema desde dentro, pero para peor (ya lo están haciendo). A Cs, después del absurdo de Rivera (otra ocasión perdida), no sé si volveré a votarles en el futuro, aunque no lo descarto del todo. Pero, en el panorama actual, si tuviera que votar a alguien obligadamente, sería a Vox, y te lo digo muy en serio (a punto estuve de hacerlo en noviembre). Más extrema izquierda es Pablo Iglesias que Abascal extrema derecha. A éste no le tengo miedo (al principio, sí; ahora ya no). A Pablo sí que le tengo miedo, cada vez más. Y Sánchez me da pavor, porque se mueve tan solo por avaricia y resentimiento (con Rivera podría haber estado controlado, pero necesitando a Iglesias y Cía. es como bailar al tango con un perro rabioso en un campo de minas: hay que ver cómo la cagaste, Albertito).
Si no voto a Vox es porque mucho me temo que, de tener el poder, darían prioridad precisamente a los temas de su programa con los que más disiento, cometerían los mismos actos de corrupción que los demás (porque nada se lo impediría) y, por supuesto, de mejorar el sistema, si te he visto no me acuerdo. Así que, ya ves, aquí tienes a uno que, de no abstenerse, ahora mismo votaría a la derecha.
PD: Al final te he dado la chapa otra vez. Si es que no tengo remedio.
Jarl-9000: Con tu último comentario me temo que estoy mucho menos de acuerdo contigo, sobre todo en lo que respecta a Vox. Pero no vamos a discutir, ¿verdad? Nos quedamos con aquello en lo que coincidimos y dejamos de lado lo demás.
ResponderEliminarPor supuesto. Y que conste que no simpatizo con Vox, del mismo modo que tampoco lo hago por ningún otro partido. A los políticos, ni agua. Apuesto a que más que nada diferimos tan solo en nuestra percepción del mal menor.
ResponderEliminarYa que estoy, aprovecho para mencionar, aparte de a Rubén Gisbert, a la asociación DEMOS. También son partidarios del abstencionismo. Actualmente están iniciando una campaña para promover entre la ciudadanía la reclamación del diputado de distrito a los políticos como primer paso hacia una libertad política colectiva. Creo vale la pena darlos a conocer. Este es su canal de Youtube:
https://www.youtube.com/channel/UCGQNq48_VaF2w07lJth-yNA
Por último, menciono también otra estrategia diferente: la del partido político de reciente aparición Laócratas, cuyo principio fundacional es alcanzar la libertad política desde dentro del sistema, aceptando las reglas pero no las subvenciones públicas. De momento, me parece una buena opción a tener en cuenta en futuras elecciones. Os dejo un enlace a su página web:
https://prueba.partidolaocrata.es/laocratas-otros-partidos
Aplaudo con las manos, con los pies y con lo que haga falta.
ResponderEliminarVerdades como montañas para una exposición maravillosa con tu grandiosa forma de escribir.
Suscribo cada palabra y me uno al pensamiento del último párrafo.
La política ya no solo aburre, es vomitiva. Pero lo peor es que nos mantenemos al margen ignorando tanta inutilidad.
No sé que podremos hacer para remediar esto, pero lo que está clarísimo es que solo nosotros podremos cambiarlo, porque a ellos este sistema les va de fábula.
Felicidades por el artículo y por seguir deleitándonos con tus escritos.
Un abrazo.
Jose Ant. Sánchez: Según la Constitución Española, es muy difícil sacar adelante una iniciativa popular (de entrada, hacen falta 500.000 firmas) y, además, sobre un número muy limitado de asuntos. Lo único que se me ocurre sería promover una plataforma ciudadana muy transversal para solicitar los cambios que sólo el congreso puede realizar. Pero ¿poner de acuerdo a un amplio número de españoles? Pura ciencia ficción.
ResponderEliminarVendería mi alma al diablo por que usted estuviera equivocado. Pero tristemente no lo está.
ResponderEliminarElea: Pues sí; a veces tener razón es deprimente.
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