Por desgracia, la inmensa mayor
parte de esos manuales se me antojan más bien inútiles, en el sentido de que
sirven de poco para aprender el oficio. Muy en general, podría dividirlos en
dos categorías: 1. Aquellos en los que el autor se limita a filosofar sobre la
escritura. Que pueden ser muy interesantes, pero demasiado teóricos (por
ejemplo, El arte de la ficción, de
John Gardener). 2. Aquellos en los que el autor pormenoriza con afán
enciclopédico todos los aspectos de la escritura. Aportan muchos datos.
Demasiados, no calan (por ejemplo, El arte de la ficción, de David Lodge).
Nota: Si os sorprende que dos libros
sobre escritura se llamen igual, más os sorprenderá saber que hay un tercero: El arte de la ficción, de James Salter.
Y un cuarto: El arte de la ficción,
de Henry James. Sin duda, esos autores sabían mucho sobre escritura, pero
tenían escasa imaginación para los títulos.
Quizá os preguntéis cuál de entre todos mis manuales me parece el mejor; o, mejor dicho, el más útil. Pues esta es la respuesta: Cómo no escribir una novela, de Howard Mittelmark y Sandra Newman (Seis Barral, 2010). Porque no trata de cómo se debe escribir, sino de cómo no se debe escribir; es decir, se centra en los errores que suelen cometer los principiantes (y no pocos consagrados). No solo es práctico, sino que además es divertidísimo gracias a los descacharrantes ejemplos que utiliza.
Pero, un momento, estoy haciendo
trampas; porque hay una tercera categoría de manuales: Aquellos en los que el
autor no explica cómo se debe escribir, sino cómo escribe a él. Un buen ejemplo
es Mientras escribo, de Stephen King
(Plaza Janés, 2001). Pues bien, esta clase de manual sí que me parece útil,
porque el autor no solo expone cómo hace él las cosas, sino también cómo ha
llegado a la conclusión de que se deben hacer así. Y eso es más importante: el
razonamiento que hay detrás y no tanto la conclusión.
Hace unos meses, publiqué mi propio “manual”: Esto no es un manual de escritura (pero se parece), (MOLPEditorial, 2021). Se trata de una versión corregida y ampliada de tres series de posts que publiqué aquí, en Babel, y pertenece a la tercera categoría. Es decir, explico cómo escribo yo.
Poco después de que mi no-manual
apareciera, recibí un mensaje del excelente escritor Félix J. Palma. Me contaba
que había leído con interés mi libro y me informaba de que él también acababa
de publicar un manual de escritura. Añadía que había encontrado muchas
similitudes en nuestras formas de enfocar la literatura, y se ofrecía a
enviarme el libro. Le di las gracias y acepté con entusiasmo su oferta.
Una semana más tarde, la editorial me hizo llegar un ejemplar. Se llama Escribir es de locos (Destino, 2021). Es un manual de la tercera especie; básicamente, Félix expone cómo escribe él. Es magnífico, de verdad. Ameno, ordenado, claro, minucioso y, sobre todo, práctico y útil. Lo recomiendo encarecidamente.
El caso es que la lectura del manual
de Félix me hizo reflexionar. Como él me anunciaba, nuestras formas de
concebir, no exactamente la escritura, pero sí la narrativa, son prácticamente
idénticas. Las diferencias son más de matiz que de fondo. Incluso las dudas
sobre la escritura con brújula se asemejan. Y eso me llevó a preguntarme por
qué. ¿Cómo es que dos personas diferentes llegan por separado a las mismas
conclusiones?
Aunque colecciono manuales de
escritura, yo no utilicé ninguno durante mi aprendizaje como escritor. Ignoro
por qué, no tenía ningún prejuicio al respecto. Sencillamente, fue así: no
recurrí a ellos. Ignoro si Félix los usó o no, pero lo que sí sé es que ambos
somos autodidactas. Es decir, ninguno de los dos asistió jamás a un curso o
taller de escritura. De modo que aprendimos el oficio por nuestra cuenta,
estudiando y analizando los recursos de otros escritores, reflexionando y
practicando.
Por tanto, dado que los dos hemos
pescado en las mismas aguas, y como es muy probable que tengamos similares
escritores de cabecera, no resulta extraño que hayamos llegado a las mismas
conclusiones. Pero entonces, ¿eso significa que solo hay una estrategia
narrativa válida? Entendedme: hay muchísimas tácticas narrativas, un amplísimo
abanico de ellas. Pero la estrategia general, aquella que afecta a la
estructura del relato, a la construcción de los personajes y al desarrollo de
la trama, ¿es sota, caballo y rey, unos principios básicos eternos y
universales? Eso explicaría por qué Félix y yo hemos coincidido, ¿no? Porque
hemos encontrado lo que hay.
Estoy hablando de novelas que
cuentan historias. Esa otra clase de novela, la llamada “literaria”, que narra
tramas muy leves, casi inexistentes, queda fuera de esta consideración, porque
persigue otros fines y usa diferentes mecanismos. Me refiero, en realidad, a
novelas de género, novelas que desarrollan tramas más o menos complejas. Tanto
Félix como yo provenimos de la literatura de género; en concreto del fantástico
y la ciencia ficción. Hemos bebido de las mismas fuentes, lo cual de nuevo
justifica la coincidencia.
Por otro lado, la novela ha sufrido
numerosos cambios a lo largo de su historia. En un principio, y durante mucho
tiempo, tuvo una estructura episódica. Es decir, una maldita cosa detrás de
otra. Por ejemplo, La novela de Genji,
El Decamerón o La muerte de Arturo. Los conceptos que manejamos en nuestros
manuales no tendrían sentido en ese contexto.
A partir del siglo XVIII, la novela
adquiere prestigio (antes estaba considerado un género frívolo y populachero),
y empiezan a aparecer obras que proponen nuevas estructuras narrativas. Novelas
como Robinson Crusoe, Tristram Shandy o El monje. Y más tarde Moby
Dick, La isla del tesoro o Huckleberry Finn. Así se fue formando la
novela moderna, una novela que se aleja de lo episódico, para centrarse en un
único tema conformado por una estructura compacta.
Pues bien, en lo que respecta a esa
clase de novela, la novela actual, una novela que cuenta una historia, me
atrevería a asegurar que existen unas “normas” narrativas básicas y
universales. No son muchas, ni demasiado complejas, y por supuesto cualquiera
puede subvertirlas, aunque lo más probable es que entonces el texto quede peor.
Cuando me formaba para convertirme
en escritor, y luego mientras escribía mi no-manual, tenía muy presente cómo
funciona la mente de un lector. Una vez elegida una novela, ¿por qué el lector
sigue leyendo? Si contestamos debidamente a esta pregunta, gran parte de la
técnica narrativa se desvelará ente nuestros ojos como una epifanía. Es nuestra
psicología, como lectores -y en todos los aspectos de nuestra vida-, lo que
define los principios del arte de contar historias.
¿Qué
nos interesa y qué nos aburre? ¿Cómo percibimos la realidad? ¿Qué nos emociona?
¿Qué nos atemoriza? ¿Qué nos atrae y qué nos repele de las personas? ¿Qué
podemos creernos y qué no? ¿Qué nos hace reír?... Son las respuestas a estas y
a otras muchas preguntas lo que define las líneas básicas de la narrativa.
De modo que creo que sí, que existen
unos principios universales en el arte y la técnica de escribir novela
occidental moderna. Félix y yo llegamos a similares conclusiones, porque son
las conclusiones a las que hay que llegar.
¿Suena aventurado y presuntuoso?
Puede que sí, pero algo puedo asegurar: Los consejos de Félix J. Palma y de
este vuestro humilde servidor, funcionan.
Yo también he leído infinidad de manuales sobre escritura, creo que casi todos los que citas (excepto el de Félix Palma y el tuyo, no ha habido tiempo aún). El de "Cómo No escribir una novela" me parece, igual que a ti, utilísimo y divertido, ¿se puede pedir más? Y también soy muy defensora del manual de Stephen King. Es evidente que ciertas estrategias para escribir una novela -de esas en que pasa algo- son comunes a todos y que, más o menos conscientemente, todo escritor acaba por emplearlas. Claro que no basta con saber los pasos a dar para que el resultado sea redondo, pero ciertamente ayuda. ¡Te deseo mucho éxito con tu manual!
ResponderEliminarElena Rius: Los manuales de escritura tratan sobre la técnica narrativa, pero eso, como bien señalas, no basta. La escritura es muchísimo más que técnica y estrategia. Lo que pasa es que ese "más" no se puede enseñar, porque forma parte de la esencia del escritor. De todas formas, creo que un escritor en proceso de formación, como cualquier aprendiz de cualquier clase de labor, debe aprender a manejar las herramientas de su oficio, y para eso un buen manual puede ser útil.
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarProbablemente lo conozcas, pero me gustaría recomendar un "manual": La Página Escrita. Es de Jordi Sierra i Fabra. Yo lo tengo y he de decir que me ha parecido muy interesante y útil. Tengo pendiente comprarme el tuyo, tal vez en un par de semanas...
Un saludo,
Layla.
¡Claro que funcionan! Yo no sé de tácticas ni técnicas. Solo soy una lectora a la que le encantan que le cuenten una buena historia. Pero acabo de leer tu novela "El último trabajo del señor Luna" y me enganchó desde la primera página y no paré hasta terminarlo al día siguiente. Hagas lo que hagas, sigue haciéndolo.
ResponderEliminarLayla: Yo creía que "La página escrita" era la revista electrónica de Jordi. No sabía que también fuese un manual de escritura.
ResponderEliminarJane Jubilada: "El último trabajo del señor Luna" es la segunda novela juvenil que escribí, y la primera que publiqué. Cómo pasa el tiempo... Me alegro de que te haya gustado. Un beso.
Cuál fue tu primera novela, César
ResponderEliminar?
Cómo es que no la has publicado?
La de Luna mola, pero me gustaría que fuese más larga.
Anónimo de las 9:48: Mi primera novela se llamaba "La vara de hierro". Y sí la publiqué, pero hace mucho tiempo y no se ha reeditado. Me alegro de que te mole Luna :)
ResponderEliminarLa vara es la de Gedeón? Recuerdo que fue el título el que me mantuvo lejos de ella durante mucho tiempo. Si la reeditas y se lo cambias por 'El Gitano Cósmico' o algo así, me dedico de nuevo a ella y hasta me la como con cuchillo y tenedor.
ResponderEliminarAnónimo de las 7:04: Sí, la de Gedeón. En realidad, forma parte de un antiguo proyecto que nunca completé, así que no se va a reeditar.
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