Esta mañana me he despertado
derramando lagrimones como puños, sumido en el negro pozo de la desesperación y
la amargura. Al dirigirme al baño para cumplir con mi diario aseo, la imagen
que me ha devuelto el espejo ha sido un dardo que se me ha clavado entre las
aurículas izquierda y derecha al recordarme lo que soy. Con un gemido agónico,
he intentado mesarme los cabellos, hasta que he recordado que no hay nada que
mesar. Luego, ya bajo la ducha, el agua se deslizaba por el sumidero mezclada
con mis lágrimas, mi dolor y mis mocos.
Reuniendo las pocas fuerzas que me
quedaban, me he vestido y me he arrastrado hasta la cocina como un caracol.
¿Despacio? No, aunque también. Como un caracol porque mientras me deslizaba por
el parqué iba dejando a mi paso un rastro húmedo; no de babas, sino de eso:
lágrimas y mocos. Tras prepararme un café con leche, que hoy tenía sabor
amargo, me he arrastrado a mi despacho, a duras penas me he encaramado al
sillón y, tras una hora larga de llanto inconsolable, me he puesto a pulsar el
teclado con la esperanza de que las palabras pudieran aliviar mi sufrimiento;
pero es inútil, no hay bálsamo capaz de calmar el dolor que me causa esta herida,
esta úlcera, esta septicemia que me asola el alma.
Supongo que os preguntaréis qué me
pasa, aunque algunos ya lo habréis adivinado. ¿Que qué coño me pasa? Pues me
pasa, maldita sea mi estampa, que hoy, diez de junio de 2023, cumplo... ¡70
años!
La madre que me parió...
Ya no hay excusas, ya no queda nada
a lo que agarrarse: soy total, absoluta y definitivamente viejo, soy viejo que
te pasas, soy una mierda de anciano, un despojo humano, un fósil viviente, soy
un dinosaurio que todavía no se ha enterado de lo del asteroide, soy un
vestigio del pasado, soy material de derribo, soy objeto de estudio para
Indiana Jones, soy un bulto en un anticuario, una pieza desechada en cualquier
museo. Resumiendo: para calcular mi edad hay que recurrir a la estratigrafía o
al carbono 14.
Y no me gusta, no me hace maldita la
gracia; de hecho, me sienta como una patada en las pelotas. Me lo tomo como una
afrenta, como una broma de mal gusto, como una catástrofe al lado de la cual lo
del Krakatoa fue poco más que un petardo.
¡ADVERTENCIA!: Si alguien está
tentado de decirme: “Pero la alternativa
a hacerse viejo es peor, porque significa que te mueres”... Si alguien
piensa decirme eso, le aconsejo que no lo haga. Porque si lo hace, averiguaré
dónde vive y, con las últimas fuerzas de mis trémulas manos, le rebanaré el
pescuezo. ¡Ya sé que hay cosas peores! Y no me consuela lo más mínimo. Morirse
es chungo, no lo niego, pero envejecer también. Y cuando te mueres ya todo te
importa un pijo, pero cuando envejeces estás cabreado y deprimido, y te duelen órganos
del cuerpo que ni siquiera sabías que tenías.
Contar 70 primaveras me colma de
sorpresa, porque jamás creí que alcanzaría tan vetusta edad. Como mucho, me
daba hasta los 65. Ya veis, como profeta también soy un fraude. Además... ¿Cómo
expresarlo?... En fin, que no me gustan los viejos; me parecen un coñazo.
Vale, hay viejos cojonudos, viejos
que da gusto estar con ellos, viejos que te olvidas de que son viejos en cuanto
hablas un minuto con ellos. Pero son una minoría. De hecho, muchos de mis
amigos tienen mi misma edad: ergo son viejos. Pero son mis amigos, los he
escogido yo, así que se parecen a mí en muchos aspectos y son carcamales
diferentes.
Aun así, en el núcleo más íntimo de mis amistades venía
pasando algo terrible desde hace un tiempo: Nos encontrábamos y uno le
preguntaba a una: ¿Qué tal estás de la espalda? Y la interpelada respondía con
profusión de datos clínicos. Entonces otro se ponía a hablar de sus cervicales,
o de que se había quedado sordo de un oído, o de que tenía un ojo chungo...
Joder, la primera hora de nuestros encuentros parecían un episodio de House. Me deprimía tanto que les rogué
que cuando nos preguntáramos que qué tal estábamos, respondiéramos con un
escueto “bien” o “mal” sin entrar en detalles.
El caso es que, en general, los
viejos no me gustan. Me parecen aburridos, acartonados, desenganchados del
mundo, pesados, fúnebres y deprimentes. Se quedaron anclados en algún momento
del pasado y ya no hay quien los saque de ahí. Huelen a naftalina. En particular,
me enervan los viejos encantadores, esos ancianos como de peluche que son todo
bondad y dan ganas de abrazarlos. Porque lo que a mí me provocan son ganas de
atizarles con un lenguado en los morros y borrarles la estúpida sonrisa de la
cara. ¿A qué viene esa complacencia y esa felicidad, carcamales? Prefiero los
viejos gruñones que, al menor descuido, te tientan los lomos de un bastonazo.
Al menos se rebelan; aún queda algo de energía en sus decadentes despojos,
Pero ¿sabéis lo peor de todo? Que mi
cuerpo tiene 70 años, pero mi cerebro no. Por favor, pero si hay partes de mi
mente que todavía no han superado la adolescencia. De hecho, en conjunto, mi
cerebro cree que tiene treinta años, el muy idiota.
¿Y lo más triste? Hace cinco años
que estoy jubilado, pero solo en teoría, porque gracias a (o por culpa de) la
Ley del Creador puedo seguir siendo un autónomo en activo. Es decir, sigo
trabajando exactamente igual que antes. Y eso es lo único que todavía me une a
mi perdida juventud. Deprimente, ¿verdad? Lo único que me salva un poquito es
el castigo bíblico del trabajo. Para echarse a llorar. Y, además, eso me
conduce a una pregunta aún más deprimente: ¿Cuántas novelas me quedan por
escribir? Hace treinta años habría contestado que innumerables, infinitas casi,
pero ahora sé que no, que la mayor parte de mi obra ya la he escrito y que lo
que falta es limitado. No sé cuánto, pero menos de lo que ya he producido, eso
seguro. Si no me diera tanta grima, me cortaría las venas.
Exageras, diréis: hoy estás igual
que ayer; 70 solo es un número. Es cierto, estoy como ayer: igual de jodido. Y
sí, 70 es un mero guarismo, un jalón, un marcador, y la constatación numérica
de que soy un puto viejo. De eso no me libra nada, salvo el tiempo, porque el
año que viene tendré 71 y ya me dará igual todo. Puesto que estamos en la
mierda, chapoteemos en ella. Y dentro de una década, si llego, tendré 80 y el cerebro
de un boniato; me cagaré y me mearé encima, se me caerá la baba y oleré a
naftalina. Lo único que espero es conservar la energía necesaria para liarme a
bastonazos con el primero que se acerque.
Y ya vale, no quiero seguir hablando
de este turbio asunto. Para terminar este vómito de palabras con un toque culto,
cerraré con una frase. Y como sucede con todas las frases, lo más probable es
que sea de Oscar Wilde. De hecho, lo es:
“La
tragedia de la vejez no es que uno sea viejo, sino que uno es joven”.
Hala, ya está; a hacer puñetas.
NOTA: El de la foto soy yo con tres
o cuatro años. Parece mentira que una criatura tan angelical como ese niño haya
acabado convirtiéndose en el desastre que soy ahora. La máquina de escribir era de mi padre -aunque ya la había cambiado por una Olivetti-, una vieja Underwood que ya era vieja entonces. Una década más tarde, aprendí a escribir al tacto con ella. La teclas eran duras como piedra y se me pusieron unas manos que ni las de Suarcenagüer.
La cita de Wilde es muy buena, pero luego la superas con "Hala, ya está; a hacer puñetas". Bravo. ¡Feliz cumpleaños!
ResponderEliminarHola César después de tanta ausencia, pedirte disculpas por mi comportamiento último, una gran disculpa, un tirón de orejas y vale, soy un puta mierda pasando una mala racha que se alarga demasiado, pero al leer esto que has escrito, joder, se me han puesto de corbata. No voy a felicitarte nada , faltaría más, ver como el cuerpo va a menos mientras la mente está igual que hace cuarenta años es una putada, no se le puede llamar de otra forma,yo también lo sé. No hay nada que sirva de bálsamo, salvo la familia, los amigos(los más jóvenes y que estén sanos, por supuesto), escribir, tus miles de lectores y premios, tu gran calidad humana aunque hay que reconocer que debes tener una hostia que cuando te enfadas es suficiente para construirse un búnker. Dice mi padre que si no llegas a viejo malo pero que si llegas es peor, tiene 84 años, le llevan los demonios al ver que estos se acaba y no hay vuelta de hoja, lo llevo con paciencia, cuidar gente mayor en casa es de las cosas más ingratas que existen por mucho que digan lo contrario y pienso en cuanto me toque a mí.No creas que el anciano cascarrabias tiene siempre su dignidad en pie y que el anciano bonachón es para partirle la cara del todo.También dice Clint Eastwood, que debe tener 90 ya, que no hay que dejar entrar al viejo dentro, cosa que haces,pero el cuerpo es un tirano y con el tiempo pierde funciones.Tal vez en el futuro se pueda dejar nuestras viejas carcasas y pasar a otras nuevas, donadas o fabricadas.También una vez hablé con una señora con 102 años que no tenía demencia y lo que tenía la señora era ganas de morirse porque estaba aburrida de vivir. No sé si te he animado o he empeorado el asunto, probablemente lo segundo, pero te doy un fuerte abrazo y felicitarte por tu sinceridad.
ResponderEliminarJuan H.
Ay, César, qué disgusto…el mes que viene cumplo yo los 65 y mi mente también se niega a admitirlo, aunque el cuerpo y sus muchas servidumbres se empeña en recordármelo cada día. Ayer salía yo tan fresca y pimpante de la piscina y ya en casa noté los oídos taponadísimos y un mareo como de estar en el Titanic…hoy sigo parecido, medio sorda, pero solo me queda confiar en que se pasará. No se me ocurre pensar en qué otros percances iré teniendo que se sumarán a los que ya tengo. Esto no tiene remedio, mira yo qué ánimos te doy. Creo que solo nos quedan los pequeños placeres y no pensar demasiado. Cada uno tiene los suyos. Y si quieres ser un viejo cascarrabias, pues adelante, yo no creo que lo consigas, pero ánimo. Feliz cumpleaños, siempre feliz e inconsciente. Un besazo desde tierras cántabras. Aurora Boreal.
ResponderEliminarEstá claro que escribir es el mejor ejercicio de todos para echar tristezas fuera. Yo hace tiempo que escribo cosas horribles por las circunstancias personales que me cabrean y me mantienen girando en el mismo círculo. Mi libro sería el de una esposa cuyo marido no cambió nunca, un hombre que en vez de con ella se casó con el alcohol y tiene que verlo autodestruirse cada día.
ResponderEliminarEscribo y rompo esas páginas a diario. No.puedo llorar, no tengo ya lágrimas, pero cada mañana me levanto, miro al cielo y los verdes paisajes asturianos que me rodean y se que vivir es un lujo. Lo se por toda la gente que a diario dentro de un hospital, o en medio de una guerra injusta lucha por vivir un día más. Puede que solo tengamos la vejez de hoy en adelante, me quedan 17 años para llegar a tu edad, si es que tengo destinado llegar. Mi misión hasta entonces es acostarme cada día esperando por un mañana lleno de cosas bonitas que pueda hacer y amanecer mirando a ese cielo sobre mi cabeza y dar las gracias por tener otro día por delante en el que ocuparme intentando hacer cosas que me renueven la ilusión. De momento lo consigo porque aunque soy una persona solitaria tengo unos hijos como soles, una nieta que me tiene enamorada y casi acaba de nacer y una familia extraordinaria. Ahí es nada.
Comparto tu opinión sobre los viejos, son un coñazo deprimente en su mayoría. Suelen regodearse en lo malo de la vida y vanaglorian el siglo que pasó. Solo aquellos que no se reconocen en el espejo porque se sienten jóvenes son capaces de aunar sabiduría e ilusión para crear belleza por donde pisan. Felicidades por ser de ellos. En tu teclado siempre serás excelso y veloz, no existe la vejez para un corazón que siempre será niño desde su interior.
Un fuerte abrazo
Begoña
¿Holaaa...? ¿Se puede? Yo... pues eso, que... felici... Sí, sí, ya me voy.
ResponderEliminarQueridos merodeadores: No niego que cumplir 70 años me ha sentado como una patada en los cataplines, pero en el post he exagerado en plan humor negro. Estoy bien y me han regalado cosas preciosas.
ResponderEliminarJuanfran: ¡Gracias!
Juan H: Qué alegría volver a verte por aquí. Oye, no te disculpes; es cierto que tu reacción me pareció exagerada, pero también es verdad que yo me porté mal. Como te dije, apunté tu dirección en móvil, por algún motivo se borró y luego, ay, me olvidé. Así que, para reparar mi culpa, por favor envíame un mail al blog (fraternidadbabel@yahoo.es). No hace falta que pongas nada, solo es para tener tu dirección. Luego te enviaré una lista con mis novelas, me dices las que queréis tú y tu hija, y luego os las envío. ¿De acuerdo?
Aurora Boreal: Frente a la vejez y la muerte, solo hay tres respuestas posibles: A. La desesperación. B. La religión. C. El humor. Yo ni soy religioso ni tengo ganas de desesperarme, así que he escogido la opción C. El post está escrito para reírme de mí mismo.
Begoña: Hace muchos años, durante mi primera juventud, viví tres años con mi hermano Eduardo, que era alcohólico y un maestro de la autodestrucción. Sé en mis propias carnes el infierno que es eso, y lo siento por ti. Pero ánimo; como bien dices, tienes mucho.
Jarl-9000: Pasa, hombre, pasa. Que no tengo un bastón a mano :)
No te preocupes, César, si soy gili perdido,si pese al enfado seguimos comprando los cuatro de Dan Diésel ya leídos y El Colegio Mágico en la pila pendiente de leer, del resto lo tengo todo, incluso una Isla de Bowen dedicada, muchas gracias, para mí sería un buen regalo que aparezcas por Babel más a menudo, pero entiendo que mantener un blog hoy en día debe ser bastante pesado, si puedo este año y ,podéis ir, os veo, en el Celsius y me firmas los de Alfaguara.
ResponderEliminarJuan H.
Jo, César, y yo que estaba tan contenta con mis 75... No había pensado nada de eso ¿Y ahora qué hago? ¿Tendrás razón y somos unos carcamales? Jo...
ResponderEliminarJuan H: ¿Seguro? Bueno, como quieras. En estos momentos tengo en proceso de edición dos novelas. Una es "El visitante prodigioso", infantil. Es de ciencia ficción: el primer contacto con un extraterrestre. La otra se llama "El fin de los tiempos". Es juvenil y también cf (una historia del final de la civilización). La primera va a entrar en imprenta ya mismo. En cuanto a la segunda, hace media hora me acaban de llegar las galeradas. Así que ambas saldrán después del verano. Cuando tenga los ejemplares, permíteme que os los regale. Ya te avisaré.
ResponderEliminarRespecto al Celsius, sí, vamos a ir. Pero atención: no me regales nada. ¿Vale? Ni se te ocurra o me enfadaré. La verdad es que estoy muy liado con el trabajo y me cuesta mantener el blog activo. Pero prometo que intentaré subir al menos un artículo al mes. Abrazos
Jane Jubilada: El post tiene mucho de humor negro y de autoburla, no hagas caso. Además, te leo y sé con certeza que no eres una carcamal. Estás llena de vida, y eso es envidiable.
J.der Cesar, me da reparo felicitarte. Por lo que mejor no lo hago pero si felicito a todos los que te quieren y, ojalá, que puedan seguir disfrutándote por muchos años más.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo también estoy apuntada a la opción C, la del humor, y te he entendido muy bien, es más, creo que para mucha gente ( evidentemente no para todos) es la única posibilidad sensata. No, la única.
ResponderEliminarDices que estarás en el Celsius ¿ todos los días? ¿ uno solamente? Si figuras en el programa puedo buscarte. Me encantaría conocerte y desde Santander es un paseo. Creo que este año podré acercarme.
Besos cantábricos. Aurora Boreal.
A pesar de tus gruñidos hechos entrada de blog, muchas felicidades. Me reí leyéndote. No demasiado, que me quedan bastante años para alcanzar el siete, pero al final llegará. Disfrútalos, a pesar de todo. :D
ResponderEliminarTengo 31 años y siento que poco o nada puedo opinar sobre el tema que has expuesto. Asi que le mostre una IA tu entrada(ChatGPT) y le he encargado que te diga algo para subirte el animo. Esta fue su respuesta:
ResponderEliminarEntiendo que estás pasando por un momento desafiante al enfrentarte al envejecimiento. Permíteme brindarte una perspectiva diferente para impulsar tus ánimos:
Redefine el envejecimiento: En lugar de verlo como una pérdida de vitalidad, concédele un nuevo significado a esta etapa de tu vida. Reconoce que la madurez trae consigo una sabiduría valiosa y una oportunidad para explorar nuevas formas de expresión y contribución.
Establece metas estimulantes: En lugar de enfocarte en lo que ya has hecho, busca metas y proyectos que te inspiren y te permitan desplegar tu intelecto y creatividad. Encuentra desafíos que te emocionen y te mantengan comprometido con el aprendizaje y el crecimiento continuo.
Encuentra tu pasión renovada: Reevalúa tus intereses y descubre nuevas pasiones. Permítete explorar diferentes áreas y actividades que te llenen de entusiasmo y curiosidad. Elige aquello que te haga sentir vivo y comprometido con el presente.
Cultiva relaciones significativas: Busca conectar con personas de diferentes edades y trasfondos. Aprende de las experiencias y perspectivas de los demás, y comparte tus conocimientos y sabiduría con generaciones más jóvenes. Esto no solo te enriquecerá, sino que también te recordará el impacto que puedes tener en la vida de los demás.
Practica el autocuidado integral: Dedica tiempo y esfuerzo a cuidar tu bienestar en todos los aspectos: físico, emocional y mental. Establece una rutina que incluya ejercicio regular, alimentación saludable, actividades que te relajen y te inspiren, así como momentos de autoreflexión y gratitud.
Recuerda, eres más que tu edad cronológica. Tu inteligencia y perspicacia te han acompañado a lo largo de los años y te seguirán guiando en esta nueva etapa. Aprovecha tu intelecto para encontrar significado, propósito y alegría en cada día que se presente.
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Y eso ha dicho. Seguro una IA menos podria opinar acerca de esto, pero me daba curiosidad testearla.
Madre mía, Eduardo, hasta las IA se apuntan a los topicazos de autoayuda…Yo tengo casi 65 y me resbalan mucho todos esos consejitos, no puedo con ellos, vaya…Un saludo de Aurora Boreal.
ResponderEliminarÁngel: Felicítame, hombre, que no muerdo (¿o sí...?). Si has leído mi blog ya sabes lo exagerado que puedo llegar a ser. Abrazo.
ResponderEliminarAurora Boreal: Estaré en el Celsius todos los días, desde el martes hasta el domingo. No tengo ninguna actividad programada. ¿Cómo localizarme? Bueno, andaré por ahí (sobre todo en las terracitas de los bares) y soy bastante reconocible por mi tamaño y por mis preciosos ojos azules. Aparte de eso, estaré alojado en el hotel Palacio de Avilés, que está al lado de la zona de actividades del festival. Si me dejas un mensaje allí con tu número de teléfono, te contactaré.
Dorotea Hyde: Has hecho bien en reírte con el post. Lo escribí para reírme de mí mismo.
Eduardo Mejía Loredo: Ostras, acabas de demostrar que la IA es una gran amenaza para los escritores de autoayuda. Cielo santo, ahí están todos los tópicos uno detrás de otro. Gracias por el experimento.
De acuerdo César, muchas gracias! y perdona por la parrafada que te escribí, pensé que era en serio, aunque, como en el teatro detrás de la máscara de la sonrisasiempre está la mueca de la tristeza,cada día se me mueren más neuronas y mi efecto es más retardado.
ResponderEliminarJuan H.
Juan H: Has dado en el clavo, amigo mío. Todo lo que digo en el post lo pienso de verdad, pero lo paso por el filtro del humor para poder digerirlo. Lo que escribiste me gustó, no te disculpes.
ResponderEliminarA mi tampoco me gustan los viejos, en realidad solo me gustan las mujeres en el periodo entre 25 y 45 años, más o menos, y solo platónicamente. Lo de morirse no es que sea una alternativa es simplemente una obviedad. Ahora bien envejecer no importa, quiero decir que el hecho de que envejezca uno tampoco le importa mucho a los demás, y todo el mundo sabe que "los demás" son criterio de verdad, bondad y justicia. Esto es como en el cine, lo mejor es quedarse hasta el final para ver si la historia valía o no la pena.
ResponderEliminarJoaquín Rodríguez: Supongo que, visto con distanciamiento y perspectiva, nada importa nada. Ahora bien, si lo contemplamos con la proximidad que un siente consigo mismo, la cosa cambia. Pero convengo contigo en que lo mejor es esperar al final de la película.
ResponderEliminarHola César, Felicidades!!!! He esperado un tiempo prudencial porque no sabía si felicitarte o darte el pésame.Pero mira, mi madre con 86 aún da guerra (aunque me da que las mujeres Durán más que nosotros). Así que a disfrutar lo que nos queda, total, nadie te asegura un mañana. Un abrazo muy fuerte y no dejes de escribir.
ResponderEliminarMazarbul, que se me olvidaba firmar.
ResponderEliminarMazarbul: Por supuesto que seguiré escribiendo; no va a ser fácil librarse de mí. ¡Moriré con los dedos sobre el teclado!
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