Un enclave tutelado por César Mallorquí, el Abominable Hombre de las Letras, en colaboración con la Sociedad de Amigos del Movimiento Perpetuo. Si no te interesa la literatura, el cine, el comic, los enigmas, el juego y, en general, las cosas inútiles, aparta tus sucias manos de este blog.
miércoles, agosto 1
Puerta al verano
Estamos en pleno verano, ¿lo habéis notado? Supongo que sí, por el calor y los días más largos. Pero, ¿habéis sentido el verano? Yo apenas, casi nada, muy poquito. ¿Sabéis?, me encanta vivir en una zona del planeta con variación de estaciones; me gustan la primavera, el verano, el otoño y el invierno, por igual aunque por diferentes motivos. Me gusta “sentir” cada estación. No es fácil de explicar eso de “sentir”... En parte se trata, creo, de tomar conciencia de lo que te rodea, de absorber cada detalle e integrarlo todo en un conjunto armónico. O algo así. Pero no es un acto intelectual, sino emocional; es algo que ocurre o no ocurre, no puedes provocarlo, aunque sí puedes generar las circunstancias que lo favorezcan. Básicamente: tiempo, mente clara y tranquilidad.
Creo que esto es más fácil de entender en el caso de la arquitectura. Le Corbusier definía los edificios como “máquinas de vivir”, y si vivir es sentir, entonces los edificios también son “maquina de sentir”. Una pequeña iglesia románica favorece la introspección, una catedral gótica te sobrecoge, la Alhambra despierta tu sensualidad. Los edificios, sobre todo los públicos, emiten sensaciones, así que cuando los visito no me interesa tanto “verlos” como “sentirlos”. Pero no siempre es posible. Por ejemplo, la primera vez que visité la catedral de San Pedro, en Jaca, (era por la tarde) el templo estaba lleno de turistas, guías, niños gritones y chusma en general. Se trata de un edificio románico, muy antiguo (de hecho, la de Jaca es una de las catedrales más antiguas de España), pero no había forma de “sentir” nada (salvo irritación) a causa del jaleo que me rodeaba. De modo que me fui y al día siguiente, a las nueve de la mañana, me planté en la iglesia y me tiré una hora allí, totalmente solo, sintiendo aquellas viejas piedras.
“Sentir” edificios, sí, pero también lugares, paisajes o estaciones del año. Sin ir más lejos, todos los años mi mujer, unos amigos y yo hacemos en otoño una breve escapada a algún lugar donde abunde la vegetación de hoja caduca, para disfrutar (sentir) el espectáculo de esa estación. Ahora bien, ¿sentisteis, por ejemplo, la pasada Navidad? Yo, desde luego, no; y en ningún sentido: ni el tópico buen rollito ni la pura irritación. No sentí nada; fue como si la Navidad, el solsticio, no hubiera existido. Y lo mismo me pasa (¿nos pasa?) con el verano. No siento nada.
¿Sabéis por qué? Porque hay demasiada chusma correteando y gritando a nuestro alrededor. Nuestras mentes no están en el verano, sino distraídas, abrumadas, con la crisis, con los recortes/amputaciones, con la profusión de malas noticias, con el miedo y la desesperanza. Y es cierto, para qué negarlo: hay muchos motivos para estar distraídos, para tener siempre la cabeza en otro lugar. Pero, ¿sabéis?, si después de quitárnoslo todo también nos quitan la capacidad de sentir la vida, entonces su triunfo será total, porque habrán conseguido reducirnos a lo que quieren que seamos: piezas de un engranaje, piezas desechables.
Y yo no soy un engranaje, me niego a dar siempre vueltecitas en el mismo sentido y con la misma cadencia, me niego a hacer tic-tac. ¿El mundo se hunde?; vale, pues que le den. Pero antes de que las apestosas fauces de una economía caníbal me devoren, yo quiero sentir el verano. Así que voy a eliminar distracciones, voy a centrarme en lo importante, el aquí y el ahora, y a olvidarme de todo lo demás. Por tanto, durante el mes de agosto, este blog permanecerá inactivo, dormido y silente. Volveremos a vernos a principios de septiembre.
Entre tanto, os deseo que paséis unas fantásticas vacaciones. O, al menos, que sepáis concedeos la gracia de unos instantes de felicidad. Parafraseando el título de una novela de Robert Heinlein: abrid la puerta que conduce al verano.
Ciao, merodeadores. Hasta septiembre.
Amigos míos, hay una sencilla demostración de lo tontos que somos los seres humanos. Coged un sombrero, el más feo y ridículo que encontréis, y ponedlo sobre la mesa en una reunión de amigos. Con gran rapidez, alguien se lo encasquetará en la cabeza y lo lucirá con un orgullo digno de mejor causa. Y cuanto más horrible y vergonzoso sea el sombrero, más gente querrá ponérselo.
ResponderEliminarSi míráis la foto que cierra la entrada, puede que os preguntéis qué demonios llevo en la cabeza. No recuerdo cómo se llama; la foto está tomada en México, en una tienda situada en algún lugar de Chiapas. Mi tocado es una especie de pañuelo que se ponen los hombres en la cabeza por algún motivo folclórico (y también, probablemente, para salir del armario). No lo compré, pero como buen idiota que soy, no solo me lo puse, sino que además me dejé fotografiar.
Espero que te lo pases muy bien en este mes de descanso y que con ello vuelvas a sentir la alegría del verano. Nos vemos en septiembre :)
ResponderEliminarQue lo pases bien.
ResponderEliminarPasa unas vacaciones tan buenas como te sea posible y que encuentres algún remanso de paz, que creo lo necesitas.
ResponderEliminarA veces hay que tomarse las cosas con buen humor.
jajajaja Dios, ¡ojalá fueras mi abuelo!
ResponderEliminar¡Pásatelo bien!
ResponderEliminarAbriremos la puerta o... saltaremos por la ventana , para caer de patas , como los gatos .
ResponderEliminarEl verano decidieron volverlo negocio a lo bestia , se acabó el sesteo filosófico y el sano huevoneo improductivo.
A disfrutarlo.
Hay que ver lo que te llegas a inventar para dejar de escribir en tu blog ;-))
ResponderEliminarmuy cierto eso que dices de "sentir", pero he de puntualizar que no siempre es culpa ajena. Dices que no sentimos porque hay demasiado ajetreo, follón, griterío ... a nuestro al rededor, y aunque sin duda eso es un importante valladar al acto de sentir, otras veces es porque nos volvemos insensibles a lo bueno que nos rodea. He visto caras de corcho ante los mismos estímulos que a mí me hacían babear y no había nada especialmente perturbador en varios kilómetros a la redonda.
Sí, sentir es nuestra mayor fuente de placer, y más vale que mantengamos sus caños limpios de porquerías que los atoren. Me pongo metafórico porque la primavera me vuelve así. ¿O estamos en verano? yo es que sin gafas ya no siento nada...
Que disfrutéis y sintáis de lo lindo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarlo del abuelo ha sido un golpe demoledor, supongo. Yo estaría hecho trizas, viejo jamergo.
ResponderEliminarle faltan la cursiva a jamergo, pero no la necesita entre nosotros.
ResponderEliminarSamael: en realidad,Sorbil queria decir "tio favorito".Lo de "abuelo"ha sido un lapsus ( o eso espero, por su bien) (grrr...!)
ResponderEliminarclaro, claro...
ResponderEliminarPor cierto, el comentario suprimido de las 10:01 ha sido mío, y es porque se duplicó de forma inopinada el que subí a las 10:00, y como dos me parecía excesivo, eliminé el último.
te lo digo porque a tu edad, estas pequeñas incongruencias pueden acabar en obsesiones con fatales consecuencias ;-)))
Qué coño abuelo. Yo querría que fueras mi padre (apenas conocí al mío y no era un buen hombre del todo).
ResponderEliminarTienes mucha razón. En lo de la Navidad (ya te dije que solo me logró tocar la fibra tu relato) y en lo de ahora. Yo estoy en Varsovia, haciendo un curso de polaco y sorprendiéndome de lo bien que lo estoy pasando y de lo tranquila que estoy. Principalmente, porque no suelo ser así, haya o no haya crisis. Sea por Polonia o sea por la edad, este mes estoy siendo muy feliz. Y ha sido leer un periódico español, para saber qué pasa en nuestra tierra y tal, y estar a punto de hundirme. Pero no. Me niego. Estoy de vacaciones, ché. A estar contenta. Disfruta mucho de las tuyas, César, y si aún no tienes planes de viaje, vente a Varsovia. Un beso!!
Bueno, en realidad como dice el gran Bob Dylan: "Nadie es libre, hasta los pajaros estan atados al cielo"...
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