viernes, diciembre 21

Aguinaldo


Pensaba escribir esta entrada antes, a principios de semana, para separarla un poco del único rito anual de Babel, el cuento de Navidad. También había barajado algunos temas; por ejemplo, cuando busqué unos datos para el cuento, descubrí (o redescubrí, porque ya lo sabía) algo interesante: en la distintas tradiciones europeas existe la figura de un ser sobrenatural que en Navidad lleva regalos a los niños que se han portado bien. Los más populares son Papá Noel, los Reyes Magos y el Niño Jesús, pero hay otros, como La Befana, El Tomte, Ded Moroz, los Yule Lads o el Olentzero.

Lo que no todo el mundo sabe es que muchos de esos bondadosos regaladores tenían un compañero que era todo lo contrario: un ser maligno que castigaba a los niños que habían sido malos. Por ejemplo, junto a Santa Claus viajaba un demonio llamado Krampus, que secuestraba a los niños malos metiéndolos en una cesta. Y hay otros, como el Belsnickel, el Père Fouettard (“Padre Látigo”, ahí es nada), el Knecht Ruprecht o el Jólaköttur (un monstruoso gato gigantesco que se come a los niños islandeses malos). Incluso el Olentzero vasco (un carbonero grande, bruto y desarrapado) era al principio un tipo que odiaba a los niños, pero en el siglo XX se le transformó en todo lo contrario.

Y ésa es la cuestión. En el siglo XX se eliminaron de la tradición a todos los personajes que castigaban a los niños (convengamos que lo del carbón de los Reyes Magos es muy poca cosa al lado de un demonio, un gato monstruoso o un sádico azotador). ¿Supone eso un cambio de sensibilidad? Pues sí, claro; aunque también significa más cosas. Pero como ése no es el tema, lo dejaremos para otro momento.

También había considerado la posibilidad de hablar de los cuentos. Yo escribo muy pocos relatos breves, porque las novelas me ocupan todo el tiempo y porque en este país los cuentos apenas tienen salida, pero me encantan los cuentos; si pudiese, me dedicaría sobre todo al relato breve. En fin, el caso es que a los españoles no les gustan los cuentos, vaya usted a saber por qué. Me parece que de esto ya hemos hablado en Babel, así que no le daré más vueltas.

El caso es que hace no mucho se reeditó mi relato de ciencia ficción El rebaño en la antología Prospectivas (Salto de Página, 2012). Quizá sea mi cuento más conocido (desde luego es el que más se ha reeditado), y al parecer está considerado un pequeño clásico de la cf española. Por otro lado, hace aún menos apareció mi relato Cuento de verano en Bleak House Inn (Fábulas de Albión, 2012), la antología dedicada a Dickens que ha coordinado Care Santos. Pero de esto también hemos hablado. Por último, comencé hace poco a corregir el original de El círculo de Jericó (mi primer libro “profesional” y mi primera y única antología) para la reedición que va a hacer Alberto Santos.

A lo que vamos: de repente, me vi rodeado de cuentos míos por todas partes (hay que sumar el cuento de navidad de este año). Entonces se me ocurrió reunir los cuentos que he escrito desde que publiqué El círculo de Jericó. Y lo hice: una selección de quince relatos (catorce cuentos y una novela corta). Entonces, ¿por qué no hacer una antología con ellos? Podría escribir un prólogo y un breve comentario a cada cuento... Vale, y luego ¿qué? En España las antologías se pudren en los estantes de las librerías, nadie compra relato breve, así que se editan con cuentagotas, y más en estos tiempos. Mi buen amigo y gran escritor Rodolfo Martínez me ha sugerido la edición electrónica, y puede que acabe haciéndole caso. Pero no puedo evitar sentir que un libro electrónico no es un libro, sino el fantasma de un libro...

Pero tampoco voy a hablar de esto, qué demonios. Voy a hablar de la Navidad.

¿La sentís? Yo no.

Como ya he contado aquí más de una vez, de niño me encantaba la Navidad. Luego, desde la muerte de mi padre hasta el nacimiento de mis hijos, odié la Navidad. Pero mis hijos me hicieron recuperar el cariño hacia esa fiesta -que para mí es más el solsticio de invierno (hoy, por cierto) que el nacimiento de Cristo-. Mis hijos son ya mayores, pero mi mujer y yo seguimos decorando la casa con adornos navideños, y a mí me siguen gustando las fiestas del solsticio.

Los ritos y las fiestas solares sirven, entre otras cosas, para cohesionar a la comunidad; y no solo a la actual, sino a las del pasado y a las que vendrán en el futuro. Es una continuidad, algo así como una columna en el tiempo que contribuye a sostener una estructura invisible. Cuando celebras el eterno ciclo del Sol, revistan los ritos la forma que revistan, te estás vinculando a algo muy antiguo y muy grande. Eso me gusta y me tranquiliza... He intentado mil veces explicarle esto a mis amigos más antinavideños, y jamás he conseguido que me entiendan. A lo mejor porque es una paja mental, vaya usted a saber.

La cuestión es que cuando llegan estas fechas intento encontrar un día, un momento, en el que poder sentir lo que yo busco en la Navidad. No razonar, ni reflexionar: sentir. El año pasado no lo conseguí, y creo que este tampoco lo conseguiré. Me parece que ni siquiera voy a intentarlo. No tengo derecho, no sería justo. ¿Navidad? ¿Qué Navidad? Esta crisis eterna y desalentadora se la ha llevado por delante. ¿Qué magia del solsticio voy a encontrar si lo único que se percibe en el ambiente es tristeza, cabreo y desaliento?

Hay algo que me parte especialmente el corazón: las familias que no podrán comprarle regalos a sus hijos pequeños. Y no lo siento por los niños que se van a quedar sin regalos sin saber por qué... bueno, sí que lo siento, pero los niños son muy fuertes. En realidad, lo que me rompe por dentro es pensar en esos padres y madres que se sentirán impotentes, y culpables por no poder darles a sus hijos todo lo que querrían. Se sentirán fracasados, se odiarán a sí mismos y para ellos la Navidad será una puta mierda. Qué injusto, joder; qué tremendamente injusto... Nos lo están robado todo, hasta la magia.

Soy un desastre; no he escrito sobre lo que me había planteado escribir, lo he hecho tarde y además me da mal rollo. La única excusa que puedo aducir es que tengo un catarro inmenso, el padre de todos los catarros, y que últimamente estoy durmiendo fatal. Pero, por otro lado, aunque esta entrada parezca una lamentable divagación, en realidad está relacionada con el argumento del cuento de Navidad de este año. Sólo me falta hablar de superhéroes...

Como todos los años, colgaré el cuento en Babel el día 24. Se llama Supernavidad y su tesis es que, si le añades magia, la Navidad mejora. ¿Qué clase de “magia” y en qué sentido “mejora”? Para encontrar respuesta a tan apasionantes preguntas deberéis aguardar a la Nochebuena.

Hasta entonces, amigos míos, un fraternal abrazo. Y unos cuantos recuerdos de las Navidades pasadas.














8 comentarios:

  1. Anónimo2:13 p. m.

    FELIZ NAVIDAD A TODOS!!!

    MABEL

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  2. Hola César, Te acabo de leer de nuevo y reconozco que te había echado de menos, y eso que "nos conocemos" desde hace poco. Como tengo alma de "friki", cuando observo a alguien con quien me siento de acuerdo en todos sus discursos, siento también un extraña satisfacción al estar en desacuerdo....quizá porque así sienta que puedo seguir creciendo, esta vez , discrepando. Eso me acaba de ocurrir contigo en esta última entrada. Me explico. No divagaré sobre la "disidencia" navideña que embarga a casi cualquier persona reflexiva. Antes yo era un auténtico militante activo de dicha disidencia, pero descubrí la parte "snobista" de esa actitud, y empecé a guardármela para mi. Pero no es sobre ese punto sobre el que discrepo. Discrepo sobre la tristeza que te provoca pensar que muchos padres no podrán regalar nada a sus hijos en esta Navidad de la Crisis. Me pregunto : ¿ de verdad te preocupa ?. Es decir, como no pueden secundar la tradición mercantilista de obsequiar algo por Navidad....¿ es un drama ?. La Navidad pasa, amigo César, pero el año se queda. Tienen un año para pensar que no les pueden obsequiar un futuro a corto plazo. Tienen un año para enseñarles que pueden vivir sin playstation pero no sin el amor de sus padres. Tienen una vida para enseñarles que porque en Navidad se regalen cosas la gente para beneficio de El Corte Inglés y similares, no quiere decir que no les quieran por no tener esos recursos para gastar. Creo que precisamente la Navidad volverá a tener sentido cuando se viva sin gastar nada, cuando haya mas abrazos y menos regalos, o regalos que no cuesten dinero. Cuando haya un tiempo, navideño o no, que si se celebra es porque priman las emociones, y sean ellas las protagonistas, y no objetos con etiquetas y precios. Y no es que yo no espere regalos....los espero durante todo el año! pero espero aquellos que nadie para regalármelos, los haya tenido que cambiar por dinero. (A veces incluso, yo también he pensado que alguien valía más que yo... me costó tiempo descubrir que tan solo tenía más dinero ).

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  3. Anónimo4:17 a. m.

    Yo formo parte de las familias que no tendran Navidad. Aun estamos pendientes de si terminaremos desahuciados. Si eso sucede, mi padre ya con 55 años se ira con mi madre, de 49, a Suiza a trabajar de lo que halla. Yo me quedare aqui con una pequeña beca estudiando medicina. Mi hermano mayor se ira a donde pueda.

    Y si no encuentran trabajo alli...? Son cosas en las que es mejor no pensar hasta que suceda.

    Pese a ello, no perdamos la magia. Mañana puede ser peor.

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  4. Arturo: Mientras escribía la entrada sabía que alguien me diría lo que me has dicho tú; tanto es así, que estuve a punto de ponerlo yo mismo en la entrada. ¿Por qué lo sabía? Bueno, pues entre otras cosas porque tienes razón en casi todo lo que dices. Casi.

    Por supuesto que el amor entre padres e hijos es lo más importante. Pero un regalo bien entendido es una muestra de amor. Por otro lado, la tradición de regalar cosas por Navidad/Solsticio no la ha inventado el Corte Inglés, ni la sociedad mercantilista. Es una costumbre antiquísima. Y regalar me parece una costumbre bonita.

    Lo que pasa es que hay que entender cómo es eso de regalar. No se trata del valor económico del regalo, ni mucho menos, sino de todo lo que hay detrás del regalo. Para regalarle algo a una persona hay que conocerla, reflexionar sobre lo que podría gustarle y luego buscarlo. No tiene por qué ser algo caro, pero sí tiene que ser lo adecuado. No cualquier regalo, sino justo el regalo que esa persona va a apreciar. Hacer un buen regalo no es fácil, porque requiere reflexión y esfuerzo.

    En definitiva, regalar es un arte y una maravillosa costumbre.

    Y los niños tienen su día de los regalos, la Navidad. Decirle a un niño que sus padres le quieren mucho, pero que Papá Noel o los Reyes Magos pasan de dejarle ni un mísero regalo es... triste. No dramático, por supuesto; pero sí muy triste.

    Anónimo de las 4:17: Lo que cuentas es terrible, lo siento muchísimo. Me parece injustísimo que personas como tus padres, gente honrada que no ha hecho más que trabajar, se queden sin nada, y que nada ni nadie les ayude... En fin, espero que tengan toda la suerte del mundo, igual que tú y tu hermano. No sé, desearte feliz Nasvidad sonaría sarcástico... Espero que mi cuento te consuele un poquito, aunque sea de mentira.

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  5. Moderntime1:02 a. m.

    Hola...

    Ver esas postales de "el aguinaldo" recuerda a una buena epoca de nuestro pais en que a la puerta tocaba un barrendero y no hacía falta mirar por la mirilla , hoy en dia no se puede un fiar ni de su sombra...pero bueno eso sería un tema extenso y tampoco creo que sea cuestion de que suelte aquí un mamotreto...

    Estoy de acuerdo en tu opinion Cesar sobre el relato breve, algo que tambien podriamos trasladar al comic, antaño los dibujantes de comic podian-mos trabajar en revistas en donde se podian hacer historietas de dos, tres, seis paginas...hoy en cambio parece que todo va encaminado a la edicion en plan "Novela grafica", es cierto que hay novelas graficas muy interesantes y con muchas paginas, y todas las paginas son necesarias , pero tambien las hay con muchas paginas, editadas en tapa dura que cuentan algo que se podria contar perfectamente en veinte paginas...

    No creo que los artistas hayan de crear en relacion al mercado o a las modas, entiendo que hay que comer y pagar letras, pero tambien creo que el artista ha de crear al margen de lo que las modas dicen que ha de ser "la creacion" , por que si no fuese así nunca habriamos leido "La metamorfosis" de Kafka o otras muchas novelas, poemas, relatos...

    coincido tambien en lo que dices que nunca será lo mismo leer un libro en papel que en una fria pantalla de ordenador o eso otro que no se como se llama en ingles de libro electronico, como no es lo mismo leer un comic de Tintin con aquella edicion de lomo de tela y el olor de las paginas que ver una plancha de Tintin en una pantalla...

    Buen año nuevo...

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  6. Si. También creo que tienes razón. O como tú dices, en casi todo ( lo devuelvo con simpatía, eh ). Es verdad que detrás del regalo subyace la buena intención de querer regalar, y ya con eso debería ser suficiente para valorar el gesto. Porque al fin y al cabo, todas las grandes gestas y los grandes gestos nacieron germinalmente de una buena intención.

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  7. Gracias por escribir "La estrategia del parásito", la elegí por casualidad de entre las estanterias de un Carrefour (sitio en el que nunca habria comprado un libro), con un final digno de un Oscar.

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