Aquí estamos un año más, reunidos en
la logia de la siniestra sociedad secreta llamada La Fraternidad de Babel para
celebrar el Solsticio de Invierno. Pensaba oficiar una misa negra, sacrificando
a una cabra y ofrendando a una virgen; pero me da cosa matar animales, y todas
las vírgenes que he encontrado corrían más que yo. Así que nada de misas
negras.
Además, la tradición manda y siempre
celebramos la Navidad en Babel con un cuento. Aquí está el de este año; se
llama Nochebuena en Kaluvalula. Lo
cual, aparte de para solaz de los merodeadores, también puede servir como
ilustración de ciertos aspectos del proceso creativo. Veréis, estaba yo desde
finales de noviembre dándole vueltas a la mollera en busca de una historia
navideña y nada, no la encontraba. Como siempre.
El problema es que eso de “cuento
navideño” es muy amplio, hay miles de posibilidades, y el cerebro se pierde en
ese laberinto de alternativas. ¿Cómo solucionarlo? Pues limitando las opciones.
Tienes que decir: “quiero que mi relato vaya de esto, o de esto otro”; lo que
sea, pero cerrando un poco el campo de juego. De ese modo, el cerebro puede
manejar un número más limitado de posibilidades y, lo más importante, puede
comenzar a hacer asociaciones libres. Por ejemplo, en 2008 me propuse centrar
el relato en la estrella de Belén. La estrella me llevó a los cometas. Los
cometas me llevaron a los asteroides. De ahí pasé al asteroide más famoso de
todos: el que causó la extinción de los dinosaurios. Y ya sólo tuve que dar un
pasito más para inventar la historia de Ensayo
general.
Para el cuento de este año no limité
las posibilidades centrándome en un tema, ni en un aspecto de la Navidad, sino
en un personaje. Ese personaje era tan marcado, tan peculiar, que por sí solo
bastaba para acotar las líneas generales del cuento. De entrada, el personaje
es todo lo contrario al espíritu de la Navidad, así que el relato no va a ser
muy navideño que digamos, ni por el tono ni por la ambientación. Pero sí que
tiene algo de entrañable: escribir sobre él fue como reencontrarme con un viejo
amigo, algo muy propio de estas fechas.
Vale, ¿de quién cojones estoy
hablando? Pues del profesor Ulises Zarco, director de la Sociedad Geográfica
SIGMA y protagonista de La isla de Bowen.
Él es nuestro invitado de este año.
Son las 10:25. La mañana en Madrid
es soleada, pero fría (mi pequeña estación meteorológica Oregon marca sólo
cuatro grados en el exterior). Dentro de un par de horas saldré a hacer las
últimas compras para la cena. La verdad es que este momento, el momento en que
estoy en mi despacho para colgar el cuento de Navidad, es siempre igual, año
tras año. Se diría que el pasado 24 de
diciembre abrí un paréntesis y este 24 de diciembre lo estoy cerrando (y
abriendo otro, por supuesto). Pero entre medias han pasado muchas cosas,
¿verdad?, y no todas buenas. Da igual, olvidémonos del pasado y miremos, no al
futuro –que puede ser deprimente-, sino al hoy y al ahora. Y hoy comenzamos a
celebrar las fiestas que marcan el final de un ciclo y el comienzo de otro, las
fiestas dedicadas a la muerte del Sol y a su resurrección. O al nacimiento de
un judío en un remoto pueblo de Oriente Medio, pues esta festividad ha adoptado
muchas versiones a lo largo del tiempo.
Os deseo felices fiestas, amigos
míos; feliz Navidad, feliz Solsticio de Invierno, feliz Yule, feliz lo que sea
que celebréis. Y ahora os dejo con el profesor Zarco...
Nochebuena
en Kaluvalula
El
profesor Ulises Zarco, director de la sociedad geográfica SIGMA, reprimió por
enésima vez el acuciante deseo de propinarle un puñetazo al padre Blasco. A
decir verdad, Zarco experimentaba con frecuencia cierta inclinación a
maltratar, de obra o de palabra, a las personas que le molestaban; y, desde
luego, jamás había tropezado con nadie tan irritante como el sacerdote. Pero,
por desgracia, ahora no podía dar rienda suelta al justo impulso de cerrarle la
boca, mediante un contundente uppercut, a ese insufrible religioso.
—¡Fornicación!
–clamaba Blasco en su interminable soliloquio-. ¡Sus hombres fornican con las
nativas en las playas, fornican en las cabañas, fornican en los bosques,
fornican en el poblado, fornican en los palmerales!...
—Ya,
ya, lo capto –intervino Zarco aprovechando una pausa para respirar del
sacerdote-. Fornican por todas partes.
—¡Y
como conejos! ¡No respetan las leyes de Dios! ¡Atentan contra el sexto
mandamiento cometiendo una y otra vez el terrible pecado capital de la
lujuria...!
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Queridos merodeadores: aunque este es un cuento escrito ex profeso para vosotros sin la menor pretensión de ser publicado en otro lugar, mi maniática obsesión por el detalle me obligó a documentarme sobre el tema. Así que ahí van unas cuantas aclaraciones.
ResponderEliminarLas islas Trobiand, también llamadas Archipiélago Kiriwina, existen. Se encuentran al oeste de Papúa-Nueva Guinea, en el Mar de Salomón, y forman parte de la Melanesia. Sin embargo, Kaluvalula no pertenece a las Trobiand; esa isla me la he inventado yo. Pero el resto es lo más fiel posible a la realidad.
Todos los nombres que aparecen en el relato, aunque suenen a coña, son auténticos y proceden de las Trobiand. Con una única excepción: lo de “Kaluvalula” también me lo he inventado. Pero todo lo demás es real como la vida misma. Por ejemplo, el término “kaysaki” significa en kilivila “semejante a una larga canoa rápida”, y en realidad es una metáfora para referirse a las personas esbeltas. Así que “tribu Kaysaki” vendría a significar “tribu de la gente guapa”.
En cuanto al idioma, no sé si sabéis que Oceanía es la zona del mundo con más lenguas autóctonas (cerca de mil). En concreto, el idioma de las Trobiand es, como se dice en el relato, el kilivila, aunque se trata de una lengua fragmentada en decenas de dialectos distintos.
Son igualmente ciertas las costumbres sexuales que se reflejan en el texto. Los nativos de las Trobiand son, probablemente, el pueblo más follador del planeta. Allí hay absoluta libertad sexual y muchísima promiscuidad. Cualquiera puede fornicar con cualquiera, cuando le venga en gana (lo que se dice en el relato acerca de las cabañas bukumatula, esa especie de picaderos comunales, es rigurosamente auténtico). Por eso, a los nativos del archipiélago se les denomina “el pueblo del amor”.
Ahora bien, me he tomado una licencia. Es verdad que los trobiandeses hacen el amor de forma desinhibida y frecuente... pero sólo entre ellos. De hecho, los paliduchos occidentales les parecemos a las nativas más feos que el culo de un mandril. Así que, y me dirijo en concreto a los merodeadores masculinos, no corráis a comprar billetes de avión para las Trobiand, porque allí ligaréis aún menos que aquí.
Y eso es todo. Si queréis saber más sobre el tema, mi principal fuente de documentación ha sido el libro “La vida sexual de los salvajes del noroeste de la Melanesia”, de Bronislaw Malinowski.
Ja Ja Ja Ja.....Muy bueno
ResponderEliminarFeliz Navidad
¡Pero que tío más duro es Zarko! Solo le ha quedado decir que le faltaba un puntito de sal al finado cucaracho.
ResponderEliminarPor otra parte me alegra saber que los marineros se lo pasaron muy requetebien con unas jamonas isleñas, antes de que algunos encontraran su destino en otra isla menos acogedora.
Que buenos personajes, no dejes de revisitarlos alguna vez más César y gracias por el regalo.
Jesús, César, qué giro al final! Honestamente no me lo esperaba. Muy buen regalo y feliz Navidad.
ResponderEliminarFELIZ NAVIDAD Y GRACIAS POR EL REGALO!!!!!
ResponderEliminarMenudo tipo el tal Zarco, como pa tenerlo de jefe...
Por cierto, creo que hay un tal john taylor que deembarcó en una isla polinesia y acabaron fundando una religión....basada en el naufrago!!! lo cual es fascinante.
Mazarbul
Hola César, me ha encantado , que bueno, ojalá tuvieramos esas costumbres por estos lares, incluyendo casta política, aunque no daríamos a basto con el Almax... fue un placer volver a encontrar a Zarco y el cuento me trajo a la cabeza los de Stevenson y es que mi favorito era el diablo de la botella, aunque no tenga que ver, me ha traido esos gratos recuerdos de hace años. Un abrazo!!
ResponderEliminarUn relato muy divertido. Y maravillosamente escrito. Vamos, como siempre. Lo que no entiendo es por qué te empeñas en decir que el cuento es poco navideño. ¿Hay mayor tradición que darse un buen atracón por nochebuena?
ResponderEliminar¡Felices fiestas!
Como siempre, aunque con un poco de retraso, te agradezco muchísimo el detalle de regalarnos tu cuento de navidad.
ResponderEliminarPor cierto, podías pensar en hacer un librito con todos ellos. Me refiero a un libro virtual, claro, un epub que podrías dejar por aquí con la licencia de uso que te apetezca.
Si te gusta la idea creo que podría ayudarte en la parte técnica.
¡Feliz año 2015!
Gracias,César,ha sido un rato muy entretenido.Me encanta Zarco y la idea de comerse la carne y la sangre del "padrecito" me parec muy lógica...¡los absurdos somos nosotros! Feliz año nuevo y encantadísima de poder leerte.Un beso. Aurora Boreal.
ResponderEliminarJavier Díaz: Es verdad; año y medio más tarde, los tripulantes del Saint Michel visitarán una isla mucho menos amable. Pero que les quiten lo bailado, ¿no?
ResponderEliminarPor lo demás, les he cogido mucho cariño a los miembros de SIGMA, así que es muy probable que vuelvan a protagonizar algún relato mío.
Mazarbul: En cuanto a religiones raras, no te pierdas los "cultos de cargo" que surgieron en la Melanesia a mediados del siglo pasado. Si no los conoces, búscalos en Internet, porque son realmente curiosos.
A todos: Me alegro de que os haya gustado el cuento; sois muy amables por decírmelo.
Manuel: Algunos de los cuentos de Navidad de Babel (en concreto tres) aparecerán en mi próxima antología de relatos de fantasía y ciencia ficción, que se llamará "Trece monos" y la publicará Random House esta primavera. Gracias en cualquier caso por tu ofrecimiento de ayuda técnica; eres muy amable.
ResponderEliminarHa sido interesante revivir las aventuras del profesor Zarco, de quien tan buenos recuerdos albergo de la lectura de "La isla de Bowen". ¡Gracias!
ResponderEliminarMustapha Bousakla.
Genial relato, me reí mucho con algunas partes ej la virgen nativa ,detalles sabrosos, y el final sorpresivo, un blog parA AGRADECER ,
ResponderEliminarSaludos de una merodeadora anónima y babilónica
Magdalena