Al final de la anterior entrada
comentaba que hay que apoyar El
Ministerio del Tiempo porque esa serie abre en España un camino que puede
ser muy fructífero. ¿Por qué?
Vale, vamos a hablar de “ficción”,
pero con esa palabra voy a englobar cine y literatura, dejando
aparte las restantes formas narrativas. Mi tesis es la siguiente: el tamaño y
alcance de la “gran ficción” de un país depende del tamaño y alcance de su
ficción de género. Un país, por tanto, con escasa ficción de género, será un
país con escasa gran ficción.
Centrémonos ahora en la literatura.
Podríamos dividirla siguiendo la pauta de las clases sociales: La aristocracia
sería la alta literatura (Tolstoi, Cervantes, García Márquez, etc.); la clase
media sería la buena literatura de género (Graham Greene, Ray Bradbury, P. G.
Wodehouse, etc.); la clase baja sería los best sellers más adocenados (Dan
Brown, E. L. James, Juan José Benítez, etc.); y el lumpen la literatura de
kiosco (Marcial Lafuente Estefanía, Lester
Dent, Luis García Lecha, etc.).
En la dinámica social, al menos en
teoría, la clase media es fundamental para que exista el flujo interclasista.
Por ejemplo, mi abuela paterna era cocinera de clase baja. Mi padre, escritor
de clase media alta. El abuelo paterno de mi mujer era agricultor. El padre de
mi mujer, catedrático universitario. Es decir, para ascender en la escala
social es indispensable que exista una clase media.
Pues con la literatura pasa lo mismo
(ya he hablado aquí de este asunto, pero lo repetiré). Imaginemos un joven
aficionado a leer a Dan Brown, Federico Moccia y engendros similares. ¿De
repente empezará a leer a Tolstoi, a Borges o a Philip Roth? Bueno, quizá; pero
es altamente improbable. Lo normal sería que pasase a Ken Follet (que es
mediocre, pero infinitamente mejor que Brown), luego a Jim Thompson, luego a
Stephen King, luego a Graham Greene, luego a Ballard... y así hasta llegar a
García Márquez y el resto del canon. En fin, los autores pueden ser otros, pero
entendéis la idea, ¿no? El proceso de avanzar en la calidad y complejidad de la
lectura es gradual, y para pasar de lo peor a lo mejor hace falta un puente. Y
ese puente es la literatura de género.
Pero, ¿por qué género? ¿Acaso no
existe una clase media literaria no genérica? Bueno, sí, más o menos... pero
¿qué demonios son los géneros literarios? Relatos agrupados en base a unos
patrones temáticos comunes. Vale, la cosa es más compleja; pero dejémoslo así.
Por otro lado, habría relatos que no
comparten patrones temáticos con ninguna otra obra, ¿no? Pues bien, ¿cabe
pensar que hoy en día, después de más de tres milenios de creación literaria,
alguien publique una novela que no encaje con ningún patrón preexistente?
Permitid que me ría. Cualquier novela que se escriba podría encajar con un
género, si ese género tuviera nombre. Por ejemplo, podría haber un género
“Posguerra Civil”, o “Vuelvo al Pueblo y Recupero mis Raíces”, o “Mira Qué Bien
Escribo Aunque No Cuente Nada”, o “Fíjate en lo Profunda que es Mi Vida
Interior”, o “Qué Chunga es la Familia”... En fin, hay muchísimas
posibilidades. Lo que pasa es que esos posibles géneros no tienen nombre,
porque carecen del tirón necesario para que existan colecciones especializadas
en ellos y sea necesario llamarlas de alguna forma.
Es decir, sólo se le pone nombre a
los géneros más populares. Lo cual no significa que los géneros sean
intrínsecamente buenos, por supuesto. Al menos el 90% de la producción de
cualquier género es basura. Pero queda un maravilloso 10% compuesto por buenas
novelas de género, que ante todo son buenas novelas a secas, sin adjetivos.
Pero buenas novelas que cuentan con el atractivo adicional de pertenecer a un
género con tirón para un nutrido grupo de lectores. Por ejemplo, Fulanito es
aficionado a la ciencia ficción y suele leer space operas. Pero un día lee las Crónicas Marcianas de Bradbury (porque
es ciencia ficción) y descubre que la literatura puede ser otra cosa mucho más
interesante. Gracias al género y sin proponérselo, Fulanito habrá evolucionado
como lector. Por eso la literatura de género es un puente muy eficaz para pasar
de la clase baja a la alta.
Eso respecto a los lectores. Con los
autores pasa algo parecido, aunque no igual; pero sería largo de exponer y no
quiero enrollarme (más).
Pues bien, en España la literatura
de género autóctona no ha gozado de buena salud desde hace mucho tiempo (con
honrosas e incluso notables excepciones) y hasta hace muy poco. Básicamente se limitaba a las novelas
de quiosco y poco más. En cuanto al cine, tres cuartos de lo mismo. El género
rey era (es) la comedia, y los demás géneros, en general, solo existían en
producciones de serie B (o Z).
Podría decirse que el cine español
era, básicamente, o comedias (en general casposas) o “de autor” (signifique
esto lo que signifique). Lo malo es que el público le había vuelto la espalda,
hasta el punto de que el término “cine español” era despectivo. Pero las cosas
están cambiando. El año pasado, por primera vez, las dos películas más
taquilleras en España fueron españolas: Ocho
apellidos vascos (comedia) y El niño
(thriller). Además, entre las diez primeras también figuraba La isla mínima (otro thriller). ¿Y cuál
es la película española más taquillera de todos los tiempos? Los otros (terror).
De hecho, si nos fijamos en las
películas españolas más destacadas de los último tiempos, comprobaremos que la
mayoría son de género (salvo las de Almodovar, que es un género en sí mismo). Abre los ojos (ciencia ficción), Celda 211 (trhiller), Rec (terror), El orfanato (terror), Grupo 7
(thriller), Ágora (peplum), El laberinto del fauno (terror), Lo imposible (catástrofes), Buried (trhiller)... La consolidación de
nuestro cine se está generando en torno al género.
Para comprobar el poder de la
ficción de género, vamos a examinar un caso foráneo. ¿Qué sabíais hasta hace
muy poco de la actual literatura escandinava? Respuesta: nada o muy poquito.
Sin embargo, ahora las librerías están llenas de novelas de autores
escandinavos. En su inmensa mayor parte, thrillers. El boom de la novela negra
escandinava, que comenzó con Mankell y eclosionó con Larsson, multiplicándose
después en decenas de autores distintos (todo ello, por cierto, en países con
muy pocos habitantes; aunque, eso sí, altísimos porcentajes de lectura).
El éxito de la literatura de género
escandinava se trasladó a su cine –por las adaptaciones-, y luego a la TV. De
repente, Dinamarca –un país con poco más de cinco millones y medio de
habitantes- se ha convertido en uno de los principales productores de series de
TV de Europa, con éxitos como Forbrydelsen (adaptada en USA bajo el título The Killing), o Bron/Broen
(The Bridge en USA), ambas thrillers. Pero también tenemos ejemplos de
otros países nórdicos, como Wallander o Los crímenes de Fjällbacka,
ambas suecas y ambas thrillers. Y, por supuesto, otros géneros, como Borgen
(drama político) o 1864 (drama histórico).
En resumen: la buena
ficción de género eleva el nivel cultural de los lectores/espectadores,
consolida la industria (editorial y audiovisual), tiene proyección
internacional y aumenta la calidad global de la ficción de un país.
Por eso hay que
apoyar, como decía en la anterior entrada, a El Ministerio del Tiempo.
En primer lugar, porque demuestra que aquí también podemos hacer las cosas
bien. Y, en segundo lugar, porque marca el camino para conseguir que las series
españolas se sacudan la caspa de décadas y entren en esa edad de oro de las
ficciones televisivas, que hasta ahora parecía haber pasado de largo por
nuestro país.
Aunque claro, para eso
no basta tan solo con recurrir al género. Hace falta algo más. ¿Qué? Daré una
pista: el control sobre El Ministerio del Tiempo no lo
ejercen los productores ni los realizadores, sino sus guionistas, los hermanos
Olivares. Ésa es la gran enseñanza que nos ha brindado HBO: si quieres aumentar
la calidad del producto, dale el poder a los guionistas. Pero eso, amigos míos,
daría para otro post.
Muy bien explicado, César. Estoy totalmente de acuerdo en que la etiqueta de "género" no quiere decir casi nada. Los que menosprecian los llamados géneros con el argumento de que no tienen calidad literaria (según la definen ellos mismos, por supuesto), olvidan que también en la literatura "no genérica" hay poquísimas obras maestras.
ResponderEliminarY me consta que muchos de los lectores que empiezan leyendo literatura de escasos vuelos son capaces de pasarse, con el tiempo, a obras más exigentes. Nadie, que yo sepa, comienza su vida lectora por "Madame Bovary".
Muy bien explicado aunque me hubiera gustado saber qué razón crees que hay, en tu opinión, para que en España se haya ninguneado la ficción de género desde hace tanto tiempo.
ResponderEliminarPor ejemplo, mucha gente no sabe que "grandes" autores de nuestra literatura se han ocupado también de la literatura de género y sin embargo, siempre, en los planes de estudio se ha silenciado u ocultado esa parte. ¿Por qué?
Para mí siempre resultó flagrante que en los planes de lectura que yo tenía en el instituto, que es la edad en que se forma el gusto por la lectura o desaparece para siempre, me hicieran leer el coñazo de "Miau" de Benito Pérez Galdós en lugar de cualquiera de sus "Episodios nacionales" (novela histórica a la par que de aventuras); el tostón de "El árbol de la ciencia" de Baroja, en lugar de "Zalacaín el aventurero" (aventuras); "La tesis de Nancy" de Sender en lugar de "El bandido adolescente" (¡un western, por Dios!), etc. por no hablar de otros autores que son ninguneados directamente como Rafael Sánchez Ferlosio y su "El bosque animado" (fantasía).
No quiero ser mal pensado pero casi, casi parece que haya habido un interés claramente intencionado por parte de los poderes fácticos (de todo signo) por fomentar el desinterés por la lectura y crear analfabetos culturales.
Rickard
En primer lugar darte las gracias por recomendarme la serie. Efectivamente es una serie muy entretenida y cumple eficazmente con su objetivo: hacerte pasar un buen rato y sacarte una sonrisa de cuando en cuando. (El ambiente burocrático del ministerio es total).
ResponderEliminarAdemás, como bien dices, cumple con uno de los requisitos básicos de toda serie de ficción: desde el principio te dicen que te van a engañar. No es como como Cuéntame donde te cuentan una historia que, los que la vivimos, no la recordamos ni jartos de vino.
Elena Rius: Tienes toda la razón; pero la ficción de género va más allá de ser un simple puente.
ResponderEliminarSupongamos que la gran literatura es como la alta cocina, y la buena literatura de género el equivalente a la cocina casera. ¿Comerías todos los días en Arzak, en Can Roca o en Diverxo? ¿No te apetecería zamparte de vez en cuando una buena fabada o una buena escudella, o unos huevos fritos de corral con morcilla?
Borges era muy aficionado a las novelas policiacas, y Vargas Llosa disfrutó como un enano con la trilogía Millenium de Largson. Lo mejor es comer de todo.
Rickard: Planteas una cuestión tan interesante como larga de debatir. Creo, básicamente, que el problema reside en que, en España, la literatura se convirtió en un deber trabajoso, no en algo disfrutable. Si un libro era divertido, había que recelar de él. Y la culpa de esto la tuvo en gran medida la izquierda, que durante muchas décadas tuvo la cultura secuestrada (bueno, no realmente secuestrada; lo que pasa es que durante la dictadura sólo a la izquierda le importaba la cultura). Pero es un asunto largo de exponer. Intentaré escribir una entrada al respecto.
Números: Amigo mío, acabas de citar algo que me pone de los nervios: "Cuéntame". Esa serie me saca de quicio, no la soporto, me provoca ataques de caspa. Porque yo viví esa época como tú, y al igual que te sucede a ti, mis recuerdos no tienen nada que ver con lo que cuenta la serie. España no era así, la gente no era así, la vida no era así.
Aunque, no sé, a lo mejor nos estamos equivocando al catalogar la serie. Puede que "Cuéntame" sea una ucronía...
Amén, César. Yo también disfruté con la trilogía de Millenium y mi relax favorito es una novela policiaca. Incluso alguna romántica cae de vez en cuando... No solo de caviar literario puede vivir una, qué demonio.
ResponderEliminar¡Ah, y coincido con lo de "Cuéntame!. Definitivamente, es una ucronía.
Espero con ansia esa entrada, César, pero, hasta entonces, ahí va mi particular opinión sobre el asunto:
ResponderEliminarDurante mucho tiempo creí que España era un país de “literatura realista” pero claro, es que eso es lo que nos daban a entender las diversas “historias de la literatura” de los libros de texto que estudiábamos en el colegio y en el instituto, con su sesgada selección de autores y títulos.
Y claro era fácil creerlo así porque eso se correspondía con una realidad: la desnudez de las estanterías de las librerías en lo que se refería a literatura de género y, más específicamente hablando, de la literatura fantástica (fantasía, ciencia ficción y terror). Y si se trataba de autores españoles entonces el panorama era el cero absoluto hasta hace relativamente poco tiempo. Todo ello contrastaba enormemente con la situación en los países anglosajones donde la literatura de género y la fantástica, gozaba (y goza) no sólo de amplio predicamento sino de prestigio y en las librerías extranjeras, la literatura de género ocupaba un lugar preeminente.
Siempre que en algún medio se hablaba de esta cuestión se aludía a que en España ese tipo de literatura "no vendía", achacándolo a nuestra Historia particular, o se le echaba la culpa a la duradera influencia que tuvo la Iglesia o, sobre todo, la Inquisición sobre la cultura patria (y parte de culpa tiene en efecto pero con eso no basta para explicarlo) o incluso se le echaba la culpa al Quijote y a la influencia que tuvo su ácida parodia de las fantasiosas novelas de caballerías (sin tener en cuenta que lo que criticaba y parodiaba Cervantes no era el género en sí, como nos han hecho creer en la escuela, puesto que él también cultivó la literatura de género” sino una determinada manera de escribir). En suma, que España era un país de tradición literaria realista y no había más.
(Continuará)
Rickard
(Continuación)
ResponderEliminarSin embargo no fue hasta mucho más tarde cuando empecé a descubrir que en realidad sí existía esa “otra” literatura pero que desde la escuela se nos había ocultado o minimizado. Ahí estaban como ya comenté Benito Pérez Galdós y su estupenda serie de los “Episodios nacionales”, magníficas novelas de aventuras; Pío Baroja con novelas como “Zalacaín el aventurero”, “Las inquietudes de Shanti Andía” o su serie de “Memorias de un hombre de acción”; Ramón J. Sender con “El bandido adolescente”, “Bizancio”, “La aventura equinoccial de Lope de Aguirre”; si hablamos del terror ahí estaba Becquer con sus “Leyendas” (¿y por qué nos hacían leer en cambios sus “Rimas”?); si hablamos de la literatura fantástica ahí están Rafael Sánchez Ferlosio con “El bosque animado” o Alvaro Cunqueiro con “Merlín y familia” (¿alguien ha oído hablar en la escuela de Álvaro Cunqueiro?); ¡por Dios! ¡si hasta Buero Vallejo tenía una obra de teatro que podía ser calificada como de ciencia-ficción!, “El tragaluz” (al menos, para ser justos, ésta sí me la tuve que leer pero ya ha vuelto a desaparecer de los planes de estudios).
Hay más ejemplos pero éstos sólo son unos cuantos. La única explicación que encuentro es que, si no se estudia ese tipo de literatura, es porque desde los distintos gobiernos (tanto de izquierdas como de derechas) nunca ha interesado que se estudie. En realidad y, a pesar de lo que digan, no interesa fomentar el gusto por la lectura porque la lectura ayuda a crear (por si sola no basta, hacen falta más cosas pero ayuda bastante) ciudadanos, inteligentes, cultos, críticos y librepensadores y eso es lo que menos conviene a los gobiernos. Interesa más tener a una gran masa de analfabetos funcionales, con poca cultura, porque esos son los sujetos más fácilmente manipulables y dados a creer en lo que se les cuente; y, por último, no interesa fomentar la fantasía ni la imaginación porque la imaginación nos lleva a viajar más allá de nuestra realidad, a pensar en cómo podrían ser las cosas en vez de cómo son y eso es muy, muy peligroso. La fantasía y la imaginación son peligrosas y por eso siempre han sido el principal temor de los poderes fácticos (por eso una de las prácticas favoritas de los nazis, entre muchas otras deleznables, era la quema de libros).
Ya sé que me ha salido un post un poco conspiranoico pero cada vez, y según me hago más mayor, es lo que pienso y cada vez estoy más convencido de que no me alejo mucho de la verdad.
He dicho (y perdón por el rollo y la extensión).
Rickard
Lo más destacable sobre la aparición de esta serie es que TVE apueste por crear un producto que se sale de lo habitual, aunque ese atrevimiento sea, a mi entender, relativo. Es cierto que se trata de ciencia-ficción pero, al revisitar hechos puntuales de nuestra historia, aún guarda un cierto aroma a "Cuéntame..." o a "Isabel". Sería bueno que las tramas se apartaran de argumentos didácticos para ahondar en la evolución de los personajes y en el peculiar entorno donde habitan. Algo de esto se intuye en los últimos capítulos; y la verdad es que me alegro. De todas formas, demasiado ha tardado la televisión pública en innovar. Yo pensaba que sin anuncios (ya llevan unos cuantos años sin ellos) y sin tener que rendir cuentas a clientes, estarían menos atados para colocar una programación más arriesgada. Eso sí, al menos han dejado de utilizar la misma programación zafia que emplean las cadenas privadas para competir entre ellas.
ResponderEliminarEn fin, puede que este sea un pequeño paso para cambiar la parrilla televisiva, aunque para mí, hoy en día, es impensable poder ver en España una serie del nivel de "Borgen", por poner un ejemplo.
Rickard: Comparto tu diagnóstico, pero sólo es uno de los aspectos de la cuestión. Creo que en el fondo la cosa tiene más que ver con una idea equivocada acerca de la cultura.
ResponderEliminarMazcota: Pues yo creo que, teniendo en cuenta de dónde partimos, el atrevimiento es grande. Por otro lado, la parte "didáctica" está bien incrustada en la narración, así que no estorba. De hecho, me parece que hay mucha más aventura que didactismo.
Además, como señalas, los últimos capítulos de la serie se están centrando más en el ministerio y los personajes que en la anécdota histórica. No es una serie genial, por supuesto, pero sí muy refrescante. Ya veremos qué rumbo toma en la segunda temporada.
En cualquier caso, estoy de acuerdo contigo en que estamos muy lejos de poder producir una serie como "Borgen" (aunque "Crematorio" no estaba nada mal).
César, estoy también de acuerdo contigo y es que, ¿qué es la cultura? ¿Los comics son cultura? ¿los bestsellers y la literatura de género son cultura? ¿el cine de serie B o el cine palomitero son cultura? Pues la verdad es que, en muchos casos, sí lo son, porque la clave de la cuestión no está en el "qué" es cultura o "qué" no lo es sino en la calidad del objeto en sí mismo, al margen de su naturaleza.
ResponderEliminarComo dijo la famosa "ley de Sturgeon": "el 90% de todo es basura". Y ahí no se salva nada. El problema es que desde determinadas instancias 8educativas, intelectuales y políticas) se arrogaron el privilegio de poder decidir lo que era cultura y lo que no basándose tan sólo en la naturaleza del objeto más que en su calidad intrínseca. Desde ese punto de vista, un comic no podía nunca ser cultura, no por ser malo, sino sólo ya por el hecho de ser un comic; lo mismo que una novela de género o cualquier otra cosa.
Por otro lado, respecto a lo de la deriva que ha ido tomando "El Ministerio del Tiempo" en sus últimos episodios, más centrada en el Ministerio y los personajes que en la anécdota histórica, fíjate que no a todo el mundo le ha gustado ni está de acuerdo con ello. A mi mujer, sin ir más lejos (que es la que me sirve de contraste a mi frikismo innato y como paradigma de lo que yo considero que debe ser el público estándar) no le han gustado nada esos últimos episodios y hasta llegó a dormirse en el último.. Según ella, desde que la serie se centra menos en los viajes en el tiempo y en esas anécdotas históricas, le aburre mucho más (y eso que el historiador soy yo).
Rickard
Capítulo 3:
ResponderEliminar"Los Vázquez siempre pagan sus deudas"
Un cuarto de hora riéndome solo... hasta que veo a mi mujer e hijos mirándome con cara rara y tengo que parar la serie a explicarles el doble chiste.