Esta entrada, queridos merodeadores de
Babel, es para disculparme. Cuando inicié el blog me propuse escribir un post a
la semana, más o menos. En fin, quizá más menos que más, pero por ahí le ha
andado. Sin embargo, últimamente he quebrado mi norma y he escrito mucho menos.
De hecho, sólo he subido 26 entradas en el último año. 😖 ¡Quina
vergonya, mare de Déu, quina vergonya!...
Las razones de esta baja productividad
podrían etiquetarse con una Cruz Roja. Primero tuve unos problemas de salud que me sumieron en un marasmo de
hospitales y médicos. Luego, a primeros de julio, una ducha psicópata me atacó
por sorpresa y me fracturó la cadera. Hace exactamente un año, yo estaba
postrado en la cama de un hospital navarro, varado como una tortuga panza
arriba. Desde entonces, a base de citas médicas, análisis clínicos,
radiografías y sesiones de rehabilitación, mi vida y mi trabajo se han desestabilizado.
Tenía dos novelas comprometidas para publicar este año, pero ha habido que
retrasarlas para el siguiente. Tenía otra novela a medias, y ahí sigue, a
medias.
En cuanto al blog, no solo es que haya
escrito pocas entradas, sino que además estoy seguro de que he dejado muchos
comentarios sin responder. Mis disculpas a todos los desairados. No me lo
tengáis en cuenta, por favor, que mi existencia ha sido muy chunga en los
últimos tiempos.
Pero bueno, ya estoy mucho mejor. Se
acabaron las citas médica (casi) y la rehabilitación. Camino con una muletita y
ya sólo doy pena, en vez de pena y asco como antes. Anteayer, por fin, terminé
de escribir la segunda parte de “La estrategia del parásito”. ¡¡Bien, bravo
hurra!! Espero que, a partir de ahora, se normalice la frecuencia de mis
entradas.
Hablando de otra cosa: como sabéis,
hace unos meses, obligado por mi querida Pepa y guiado por mi querido hijo
Pablo, me abrí un perfil en Facebook. Apenas tengo actividad; comento las
entradas de algunos amigos, pero no publico nada. Porque sigue pareciéndome una
pérdida de tiempo. Así que, para mantener un poquito de actividad, he estado
colgando los post . Desde entonces, los visitantes del blog se han multiplicado
por tres e, incluso, por treinta. La verdad, no sé si me gusta.
Siempre he visto Babel –lo he dicho
muchas veces- como una especie de café donde un grupo de amigos nos reunimos
para charlar, un lugar tranquilo donde pasar un rato agradable. Quizá por eso
me he atrevido, en alguna ocasión, a desnudarme ante vosotros y hablaros de aspectos
muy íntimos de mi vida. A fin de cuentas, estábamos entre amigos, ¿no?
Y, de repente, el café empieza a
llenarse de visitantes (que no merodeadores, al menos aún), y el local ya no
parece tan íntimo y sí más alborotado... Aunque, bueno, eso todavía no ha
ocurrido; los visitantes se han mostrado de lo más educados. Bienvenidos sean.
Sin embargo, voy a seguir cierta
política al respecto: Seguiré colgando entradas en Facebook, pero no todas.
Ésta, por ejemplo, no. Y tampoco colgaré el cuento de Navidad, porque eso es un
regalo para los merodeadores, no para todo el mundo. Le pilláis el truco,
¿verdad? Los post más personales se quedarán en la Fraternidad. ¿Somos o no
somos una hermética sociedad secreta? Pues eso.
Con este post se abre el paréntesis
veraniego. Este año asistiremos –Pepa, Pablo y yo- al Festival Celsius de
Avilés (algo que una maldita ducha me impidió hacer el año pasado), y luego
Pepa y yo haremos un par de viajes que ya os relataré a mi regreso. Uno de los
destinos, por cierto, ha sido escenario de Juego de Tronos.
Queridos amigos, feliz verano, felices
vacaciones, y hasta muy pronto.
¡Floreat Babel!