A
veces me encuentro con gente que es como yo. Miento: afortunadamente, nunca he
encontrado a nadie parecido a mí; lo que quiero decir es que de vez en cuando
tropiezo con personas que tienen intereses similares a los míos. Lo cual ya es
condenadamente raro. De hecho, creo que somos una especie de tribu urbana tan
minoritaria y dispersa que ni siquiera tenemos conciencia de nosotros mismos.
Ni nombre, aunque podríamos denominarnos los “no-ahora”, ya explicaré por qué.
Los no-ahora de mi generación tuvimos
en la niñez unas influencias claras: las historias de Guillermo Brown, de
Richmal Crompton, los comics de Tintín, los libros de Editorial Juventud y el
cine clásico norteamericano. Guillermo Brown (cuyo primer libro se publicó en
1922) nos enseñó el sentido del humor, pero también fue el primer contacto con
Inglaterra (algo importante, como veremos), y no con la Inglaterra de los 60,
sino con la del periodo de entreguerras. Tintín nos abrió las puertas al mundo
de la aventura y la fantasía y la pasión por el viaje a lugares exóticos. Los
libros de editorial Juventud incidían en lo mismo (a fin de cuentas, esa
editorial también publicaba los álbumes de Tintín): aventuras reales en sitios
remotos, como las de Thor Heyerdahl y la Kon Tiki o las de Michel Peissel en el
Himalaya. En cuanto al cine norteamericano, era lo que más veíamos por TV.
Westerns, policiacos de los 40, aventuras, el terror de la Universal, bélico,
comedia...
Hubo más influencias, por supuesto.
Autores como Julio Verne, H. G. Wells, Emilio Salgari, Stevenson, Jack London,
Arthur Conan Doyle, P. G. Wodehouse, James Oliver Curwood, Edgar Alan Poe, P.
C. Wren, H. Rider Haggard... Y comics como Flash Gordon, El Hombre Enmascarado,
Rip Kirby, Mandrake el Mago, Brick Bradford, Zarpa de Acero, Kelly Ojo Mágico,
El Príncipe Valiente, Asterix... Ese fue el caldo de cultivo del que surgimos
los no-ahora, y a partir de ahí desarrollamos nuestras peculiares
características.
Los no-ahora adultos nos
consideramos lectores eclécticos. Podemos leer a autores de prestigio
mezclándolos con novelas que harían vomitar a un académico. En realidad, lo que
nos va es la literatura de género, sobre todo el fantástico, la ciencia ficción
y la novela negra. Ahora bien, nuestros referentes culturales son, en su mayor
parte, anglosajones (¿por culpa de
Guillermo Brown?). De hecho, adoramos Inglaterra.
Sí, ya lo sé, Inglaterra tiene
muchas cosas criticables (comenzando por su familia real), pero nos gusta, qué
le vamos a hacer. De entrada, porque uno de los rasgos idiosincráticos de ese
país es el sentido del humor, y los no-ahora valoramos mucho el humor. Además,
la Inglaterra que nos gusta no es la del presente, sino la del pasado. La época
victoriana y la eduardiana (que se extiende hasta el reinado de Jorge V) y el
periodo de entreguerras. Adoramos los clubes de caballeros y las sociedades
geográficas, las aventuras coloniales (aunque detestamos el colonialismo), la
rancia aristocracia rural, Sherlock Holmes, Jack el Destripador (es un decir),
el rey Arturo, el Museo Británico o, si nos adelantamos un poco en el tiempo,
el Londres pop de Carnaby Street y los Beatles.
A los no-ahora nos interesa mucho la
historia, sobre todo ciertos periodos: la prehistoria, el imperio egipcio, el
romano, la Edad Media, el siglo XIX y la Segunda Guerra Mundial. En particular,
los dos últimos. El XIX y primer tercio del XX nos fascina, porque en ese siglo
se mezcla lo antiguo con lo moderno, el pensamiento mágico con la ciencia.
Además, el conocimiento del mundo es más amplio, pero todavía hay grandes zonas
del planeta sin explorar. Por aquel entonces se descubrió Macchu Picchu, las
fuentes del Nilo, la tumba de Tutankamon, se conquistaron los polos, se
encontró Troya... Y se inventaron la fotografía y el cine para documentarlo.
También fue una época de extraordinarios descubrimientos científicos e inventos
tecnológicos.
En cuanto a la Segunda Guerra
Mundial, no nos interesa el aspecto militar, eso es secundario, sino el hecho
de que en esa guerra puede que el bien no estuviese (sobre todo al final) del
todo claro, pero el mal, ay amigos, el mal estaba clarísimo, niquelado, con eso
nazis que sin duda han sido los más deleznables e inhumanos villanos. Por otro
lado, esa guerra es un una línea trazada en la historia, una frontera que marca
un antes y un después. Todo cambió radicalmente. Y todas las historias de aquel
entonces, todas las heroicidades y todas las canalladas, y los espías... A los
no-ahora nos encantan los espías, por eso tampoco le hacemos ascos a la Guerra
Fría.
También nos gusta la geografía.
Simplemente con escuchar ciertos nombres nos ponemos a soñar: Port Said, Lhasa,
Uxmal, Cabo Norte, Gobi, Tierra de Francisco José, Mar de Ross, Cajamarca,
Montañas de la Luna, Bucaramanga... Suena de maravilla “Bucaramanga”, ¿verdad?
Pues a veces la realidad lleva la contraria, porque yo he estado en Bucaramanga
(Colombia, departamento de Santander) y puedo garantizaros que es un pueblo feo
y deprimente. Aunque, eso sí, con un nombre precioso.
A los no-ahora nos chiflan los
conocimientos chorras, inútiles y sorprendentes. Nos encanta saber que el
misterioso Artefacto de Antiquitera
(87 a. C.) era en realidad un proto-ordenador astronómico, que el borrador de
la Declaración de Independencia de Estados Unidos fue escrito sobre papel de
cáñamo (marihuana) o que a veces los fotones poseen la curiosa propiedad de
estar en dos sitios a la vez (como mi cerebro, por cierto).
Respecto a la música, se trata de un
asunto muy generacional. Mi generación ha estado marcada por el pop y el rock,
pero creo que entre los no-ahora se dan con frecuencia un par de
peculiaridades: Suele gustarnos el rock sinfónico (quizá por su poder
ensoñador), y tenemos alguna excentricidad (en mi caso, la música celta).
A los no-ahora nos gustan las viejas
ruinas, las aventuras, los misterios, los lugares exóticos, las leyendas, los
sueños... En realidad, para qué negarlo, somos románticos en el sentido literal
de la palabra. Pero no es lo mismo ser romántico en el siglo XIX que serlo en
el XXI, así que somos románticos descreídos, románticos conscientes de nuestro
propio autoengaño, románticos desesperanzados. O quizá ni siquiera seamos
románticos; pero nos gustaría serlo.
Y de ahí viene el nombre de “no-ahora”,
porque no nos gusta el presente. Adoramos el pasado y nos fascina el futuro,
quizá porque el pasado puede remodelarse y reinterpretarse (o directamente inventarse),
y porque el futuro está por hacer; pero el presente es lo que puñeteramente es.
Y el presente, amigos míos, da asco. Siempre lo ha dado.
Saludos, César:
ResponderEliminarSuscribo al 99 por ciento tu entrada.
En mi niñez hubo también influencias determinantes: Los Cinco, Mortadelo y Filemón, El Guerrero del Antifaz, Roberto Alcázar y Pedrín, Las Joyas Literarias Juveniles de Bruguera que me acercaron a amigos como Verne, Salgari, Karl May, Walter Scott, London, los tebeos de Vértice, el cine que emitía TVE en su cadena y media -ese Tarzán de Weissmuller-, la Bola de Cristal, El Hombre y la Tierra, Mundo Submarino, el inigualable Sherlock, las leyendas artúricas...
Sí, también me interesa muchísimo la Historia y la Geografía. Muchos de esos nombres de sabor tan extranjero, pero delicioso, jamás se borrarán de mi mente.
Los documentales fueron mi pasión en la infancia y primera juventud; todavía recuerdo el primero que me llamó la atención: fue uno británico -creo que de la BBC o de Thames TV sobre el descubrimiento de la tumba de Tutankhamón-, aunque no creo que fuese el primero que viera sí que es el que me abrió los ojos a otros mundos, a cosas maravillosas...
Te lamentas de que es difícil encontrar personas con intereses similares a los tuyos. Imagina cómo será en una localidad rural de menos de 3000 habitantes, sobre todo antes de la era digital... Soy como un pingüíno en el desierto.
Menos mal que encontré Babel. No hay mejor oasis para calmar esta sed.
Juan Constantin
No lo sabía, pero acabo de descubrirlo. Soy un " Noahora". Gracias por el Bautizo en Seco, D. Cesar y un abrazo ...
ResponderEliminarvictorderqui
Al final va a resultar que hay más no-ahoranos de los que parecía... Yo también me he reconocido en un alto porcentaje de los gustos que citas. Quizás no es tanto que seamos raros, como que andamos escondidos.
ResponderEliminar¡Larga vida a Guillermo y Tintín!
Elena
Pues yo también me identifico con esa denominación,aunque algunas aficiones tuyas no las comparto o lo hice en su día muy superficialmente.Lo que sí es cierto es que siempre me sentí una "clásica",es decir,una "noahora".Y es verdad,resulta difícil encontrar afines,porque parece que tienes que seguir la actualidad,el presente y ¿si no te interesa? Es lo que me pasa a mí. Por un lado alucino en colores cuando pienso en todo lo que ha supuesto,por ejemplo,internet.Por otro lado,añoro el silencio de una biblioteca antigua y el olor de hojas polvorientas,la paciencia de estar sentada bordando primorosamente un mantel que jamás se va a usar... Tu debilidad por la música celta sí la comparto...El otro día me acordé de repente de un grupo francés que me gustaba locamente,del que fui comprando discos,uno tras otro y aprendiendo las letras con un placer infinito: Malicorne ¿lo conoces? Busqué en YouTube y volví a escuchar algunas canciones de no-ahora. Volví a sentir aquel escalofrío...
ResponderEliminarA Tintín le pillé ya un poco mayor pero con pasión y casi me hice "tintinófila"...En fin,no quiero alargarme,pero que sepas que no estás solo....
Besos desde Santander de Aurora Boreal
¿Tengo que preocuparme si soy un no-ahora, pero vengo de una generación posterior a la tuya?
ResponderEliminarEn mi caso, mis influencias son 100% diferentes y aun así he acabado echando pestes del mundo actual, pero maravillándome de la historia antigua y de las posibilidades del futuro...
No es por ponerme en plan elitista, pero tengo la impresión que lo que mola de verdad es lo que nos gusta a los "no-ahora" y los demás están simplemente equivocados. Es la única explicación posible.
Los no-ahora, por continuar utilizando esa composición de palabras como referencia, jamás consentiremos que nos etiqueten o nos incluyan en ninguna tribu urbana. Sería enmarcarnos en un tiempo y un espacio concreto, y, como bien dices, nosotros aborrecemos el presente, pero nos encanta tanto el pasado como el futuro y nunca podremos decantarnos por uno u otro. Probablemente porque nos encanta escapar de la realidad (también denominada presente) fantaseando sobre otros mundos, ya sean pasados o venideros.
ResponderEliminarY es posible que todos compartamos alguna inquietud de las citadas en tu lista, pero lo que realmente nos une es la capacidad para soñar despiertos, para evadir la mente de este desconcertante ahora.
Soy unos cuantos años más joven que tú y a pesar de eso comparto gran parte de tus intereses. Si hablamos de influencias comparto muchas contigo, aunque en mi caso, y el de mucha gente de mi edad hay una que nos marca especialmente (yo tenía 14 años cuando la estrenaron): el Cosmos de Sagan, que en mi caso fue una revelación, el descubrimiento de un nuevo universo.
ResponderEliminarEs curioso, fuera de internet me he encontrado con muy poca gente con gustos e inquietudes similares a los míos, algunos han sido incluso abiertamente hostiles a la idea, recuerdo una entrevista de trabajo hace un porrón de años en la que el serio entrevistador, ante el dato en mi curriculun de que una de mis aficiones era la lectura, me preguntó: ¿Qué le gusta leer?. A lo que le respondí, ciencia ficción, fantasía, novela histórica, aventuras...
Aquel hombre levantó una ceja y escribió algo en los papeles que tenía delante mientras decía. "Ah, vaya, literatura escapista". Con ese tono condescendiente que todos hemos oído alguna vez.
Yo no pude más que sentir lástima por aquel tipo, con su vida gris y su pequeño despacho de 2x2 m. Con su mente estrecha y sus prejuicios amplios. Porque en el fondo es como tu dices, Cesar, no nos gusta el presente en el que vivimos, pero eso no quiere decir que no tengamos los pies en el suelo.
A la generación de ahora le gusta E.L.James, el fútbol, Sálvame y el chismorreo, el Call of Duty, Miley Cyrus... Y también existe una clara propensión a la indiferencia de los verdaderos problemas de los demás.
ResponderEliminar¿Y cómo va a ser la generación futura? No lo sé, pero tampoco me extrañaría que nos encontráramos ante una humanidad involutiva, porque cada vez dependemos más de los avances tecnológicos y menos de nuestro cerebro y nuestras capacidades.
Aunque siempre existirán especies humanas en peligro de extinción, Césars Mallorquins que avanzarán a contracorriente pese a todo.
Un saludo, César.
Apúntame al grupo: no ahora, no aquí, no así.
ResponderEliminarAbrazos.
No-ahora, curioso título, me gusta así como el articulo y por cierto muy bueno el cuadro que lo acompaña. ¿de quien es?
ResponderEliminarSaludos
Lo siento la entrada anterior es mía, pero por cosas de los navegadores aparece el nombre del último que lo utilizó.
ResponderEliminarTanto control hacia los usuarios, No sé yo........
Saludos
Juan Constantin: Por supuesto, en tu caso es (o era) más difícil encontrar personas afines. Pero para eso Internet ha sido una bendición, ¿verdad?
ResponderEliminarVictorderqui: No había nombre, pero seguro que ya sabías que había algo raro en ti. Un abrazo.
Elena Rius: En tu caso, no es tan extraña la coincidencia, porque esta entrada me la has inspirado tú (o tu blog, que es lo mismo). Ya te lo explicaré
Saludos:
ResponderEliminar¿Internet una bendición? Pues... no negaré que tiene su aquel poder teclear un poco y comprar un Dalek a tamaño natural (es un ejemplo) y que me evita largos peregrinajes a ciudades lejanas, en busca de mis aficiones. Claro que en ese aspecto es una infinita mejora.
Pero en cuanto a encontrar a otras personas con las mismas o similares aficiones... lo cierto es que no soy muy dado a ello. No entro en chats, ni grupos de Facebook, ni nada parecido. Soy muy clásico en esto: prefiero conocer a las personas en persona (valga la redundante redundancia). Es posible que me esté perdiendo algo bueno, no lo negaré, pero no creo que a mi edad cambie ya de actitud... Sin embargo, desde que encontré Babel, y me animé a comentar tus entradas, reconozco que ha sido una válvula de escape tras bastante tiempo guardándome casi exclusivamente para mí ideas y opiniones. Se nota. En muchos de mis comentarios me enrollo más que una peonza.
Por cierto, respecto a nuestro gusto por la Segunda Guerra Mundial, acabo de volver del cine donde he visto Monument's Men de George Clooney. Trata de cómo un puñado de soldados -en sus vidas civiles estudiosos del arte, artistas, etc.- intenta recuperar las obras de arte que los nazis fueron recolectando por Europa, con poca o ninguna ayuda real de sus mandos.
Gracias.
Juan Constantin
Aurora Boreal: Claro que conozco Malicorne. Me gustan, aunque sólo tengo un disco de ellos: "L'extraordinaire tour de France d'Adelard Rousseau" (no encontré más). Y es curioso que me gusten, porque de la música celta la que menos me va es la bretona. Por lo demás, soy tan analógico como tú.
ResponderEliminarJosé Antonio: No importa a qué generación pertenezcas (lo único que variará son las influencias), porque todas las generaciones cuentan con no-ahoras. Y sí: los demás están equivocados (pero que no se enteren, no vaya a ser que nuestro exclusivo club se llene de gente).
Mazcota: Tienes toda la razón; los no-ahora jamás aceptaríamos formar parte de una tribu urbana. Somos soñadores, en efecto.
Numael: Como decía, los no-ahora somos románticos soñadores, pero autoconscientes. No nos creemos nuestras fantasías; nos limitamos a disfrutar de ellas. En cuanto a ese tipo que te entrevistó, no lo dudes: era un gilipollas.
Mustapha: Yo creo que en tu generación habrá de todo, como en la mía. También habrá no-ahoras. Tú eres muy joven todavía (los no-ahora requieren un tiempo de maduración), pero me temo que acabarás convirtiéndote en uno de ellos. Eres un soñador, amigo mío.
Luis Manuel Ruiz: ¿No-aquí y No-así? También me sumo a eso.
Francisco Javier X: ¿Eres Lucía CL? El cuadro es del pintor romántico alemán Caspar David Friedrich y se llama "El caminante sobre el mar de nubes".
Juan Constantin: Yo tampoco frecuento chats o grupos. Pero sí blogs, y creo que es a través de ellos como mejor se puede encontrar gente afín. Aunque prefiero el contacto personal, por supuesto.
También he visto Monument's Men, pero me decepcionó un poco. A mi modo de ver, le falta "sustancia", tensión dramática.
Cesar, está claro, has sufrido un proceso de CICLOGÉNESIS MELÁNCOLICA. Ya se te pasará... o no.
ResponderEliminarPlinio: No, no es melancolía, qué va. Es nostalgia; y espero que no se me pase.
ResponderEliminarYo también espero que no se te pase.
ResponderEliminarPor otro lado, podías comentar algo de Jesús de Aragón. Estoy terminando "La Sombra Blanca de Casarás" y, sencillamente, es mangnífica.
Plinio: No conozco lo suficiente a Jesús de Aragón como para poder comentarte algo interesante. Pero sí puedo decirte algo acerca de las ruinas del convento de Casarás.
ResponderEliminarEn primer lugar, que yo he estado en esas ruinas. Se encuentran en el puerto de la Fuenfría, entre Segovia y Madrid (aunque, para ser estrictos, en el lado de Segovia). Las ruinas están en pleno monte, no hay carretera, pero sí varios caminos forestales que pasan por ahí (y una calzada romana).
Aragón dice que esas ruinas son lo que queda de un convento templario. De hecho, esa es la leyenda que circula por la zona. Pero, lamento ser anti-romántico, sólo es una leyenda sin fundamento. El edificio fue construido entre 1565 y 1571 (un par de siglos después de que el Temple fuera disuelto), a instancias del rey Felipe II. Y no era un convento, sino un refugio de montaña (para el rey). Y más tarde una "casa de la nieve", donde se guardaba hielo en pozos para ser usado en verano.
El primer administrador del refugio fue un tal Francisco de Eraso, así que el edificio comenzó a llamarse Casa Eraso. Y luego pasó a Casa-Erás y de ahí Casarás.
Un bajonazo, lo sé; pero el lugar es muy bonito y las ruinas muy románticas. Por cierto, hay un cuadro de Giuseppe Leonardo que muestra cómo era la casa. Puedes encontrarlo en Internet.
Gracias Cesar, buscaré el cuadro que me dices, aunque seguiré pensando en quizás alguna noche pueda encontrarme al fantasma de Hugo de Marignac.
ResponderEliminarUn saludo,
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSaludos, César -qué raro se me hace tutear a alguien que no conozco-. Llevo mucho tiempo leyéndote (tanto tu blog, como tus libros. Recuerdo cómo cuando estaba en la ESO me asignaron La Fraternidad de Eihwaz en Lengua. ¡Ay, pero qué novela más delirante y divertida fue esa!) y queriendo escribir algún comentario, y este texto ha sido la excusa perfecta. Porque a pesar de que que soy mucho más joven que tú (no lo digo a malas, sencillamente es que tengo 27 años), me siento totalmente identificado con la descripción que da de ese variopinto club de caballeros que ha tenido a bien nombrar como los "No-ahora".
ResponderEliminarYo lo achaco a ser el típico hijo único lector y con pocos amigos. Creo que esa clase de niños tienden -tendemos- a socializar con nuestros padres y el círculo social de nuestros padres, y por eso cultivamos intereses impropios de nuestras edades. Recuerdo que junto a los típicos recuerdos de mi generación (como ser testigos del desembarco de la animación japonesa en España o crecer junto al boom de las telecomunicaciones e Internet) también recuerdo disfrutar de Tintín, Astérix, las películas de Sherlock Holmes protagonizadas por Basil Rathbone, los hermanos Marx y, sobre todo, la literatura decimonónica. El siglo XIX sigue siendo mi siglo favorito, en todos los sentidos. Es el siglo de las Guerras Napoleónicas (momento en el que aprovecho a gritar un ¡Viva el Emperador!, porque soy bonapartista y francófilo, aunque la Inglaterra victoriana tenga su innegable atractivo), de la Revolución Industrial, de Henry Stanley y el doctor Livingstone (Supongo), de las revoluciones burguesas y el ¡No tenéis nada que perder, salvo las cadenas!, de los fabianos, luditas, utilitaristas, malthusianos, liberales, anarquistas, anarcosindicalistas y mil utópicos más, de la Proclamación de la Emancipación y el Sic semper tirannis, del Salvaje Oeste (qué más se puede decir)... Y claro, el siglo de Doyle, Stevenson, los dos James (Henry y M.R.), Zola, Balzac, Hugo, Shelley, Maturin, Verne, Dumas, Wells... Ay, Wells. Aun recuerdo con cariño el momento en el que lo descubrí (y me enamoré sin remisión ni cura de la ciencia ficción): cuando mi madre, ¡a insistencia suya!, me compró una edición juvenil de La Guerra de los Mundos, que procedí a devorar con fruición. Una vez. Y otra. Y otra. Hubo otros "libros favoritos", al igual que hubo otros "autores favoritos", pero Wells sigue evocando esa magia.
Y ya luego crecí... y mis gustos variaron y se ampliaron (principalmente por cosa de la universidad, mudarse a otra ciudad, conocer gente nueva, algunos con intereses idénticos o similares), y ya no solo era eso. Pero como se suele decir, "quien tuvo, retuvo". Y como a tantos "noahora", la visión de un salacot, un caballero con esmoquin y enmascarado, o una mano surgiendo de un lago en calma sosteniendo una espada provoca una reacción similar. La vuelta de la emoción y la nostalgia.
Me despido, con regalo incluido: Ya que se ha mencionado el rock sinfónico, aquí una rareza. Prog húngaro. ¡Lo que hay que ver!
https://www.youtube.com/watch?v=CGt-rTDkMcM
Saludos.
Antonio Jarreta: Pero hombre, no te disculpes por decir que eres mucho más joven que yo. Lo eres; de hecho, tienes la edad de mi hijo mayor.
ResponderEliminarCompruebo encantado que el Club de Caballeros (y Damas) No-Ahora no corre el riesgo de quedarse sin miembros. Hay recambio generacional.
Da gusto leerte, amigo mío; eres un no-ahora de manual. Comparto todo lo que dices hasta la última coma, todos los nombres-tótem que citas y todas las emociones que te despiertan.
Respecto a la explicación que apuntas, pues puede ser. Yo no soy hijo único, pero sí un hijo muy tardío. Me llevo casi 14 años con mi hermano mayor y 10 con el siguiente, de modo que, como tú, me crié entre adultos. Supongo que ese es un buen camino para convertirse en un no-ahora, pero no el único.
Gracias por el regalo. Ese grupo de rock progresivo húngaro, Omega, suena bien, pero rarito. Como mezclar a Jethro Tull con folclore magiar. Muy curioso en cualquier caso, gracias.
Y un fraternal abrazo iniciático acompañado por el saludo secreto de los no-ahora (que de puro secreto ni siquiera sé cómo es).