lunes, mayo 23

Crononautas, aliens y otras hierbas

 

            En la anterior entrada surgió, no sé muy bien cómo, una interesante charla sobre viajes en el tiempo y paradojas. Se trata de uno de los temas básicos de la ciencia ficción (cf)... aunque, ahora que lo pienso, yo nunca he escrito un relato de esa temática. Bueno, casi, porque mi novela El coleccionista de sellos trata, no de viajar en el tiempo, sino de mandar mensajes al pasado y modificar la historia.

            Para darnos cuenta de la importancia de este subgénero de los viajes temporales, basta con considerar que la primera novela de H. G. Wells, el padre de la cf, fue precisamente La máquina del tiempo (aunque la primera historia de máquinas del tiempo, El anacronópete, la escribió un autor español Enrique Gaspar en 1887, ocho años antes de que Wells publicara su novela).

            Hay, no obstante, otras temáticas de la cf tan básicas como los viajes temporales. Así, de memoria, se me ocurren los siguientes: Viajes espaciales. Universos paralelos. Apocalipsis. Poderes mentales. Mutantes. Inteligencia Artificial/Robótica. Alienígenas. Ucronías. Distopías. Transhumanismo. Inmortalidad. Superciencia. Divinidad. Futuro lejano.

            Creo que éstas son las temáticas principales; es decir, las que conforman el núcleo básico del género. Hay otras, claro, pero son, por decirlo así, temáticas compuestas, como el space opera o el cyberpunk. En cualquier caso, hay que hacer algunas aclaraciones. En primer lugar, ¿por qué incluyo la Divinidad como temática de cf? Pues porque, según y cómo lo mires, Dios puede ser un concepto de cf (la teología es una rama más de la literatura fantástica, Borges dixit). Y no solo eso; Dios es un concepto frecuentemente explorado por la cf, y basta con recordar 2001: Una odisea del espacio.

            Por otro lado, cabría preguntarse si las ucronías y las distopías son realmente ciencia ficción. Hay opiniones para todos los gustos, pero yo diría que por tradición, sí. También cabe plantearse si alguna de esas temáticas no es más fantasía que cf. Por ejemplo, los poderes mentales. Durante un tiempo se creía que eso de la percepción extrasensorial tenía una base científica, así que la cf la usaba con frecuencia (por ejemplo en La Fundaciones de Asimov o en Muero por dentro, de Silverberg). Pero ahora sabemos que eso de la telepatía, la telequinesis o la precognición no son facultades reales.  No existen, así que serían magia, no ciencia.

            Igual sucede con el viaje en el tiempo. Estoy convencido de que es imposible trasladarse al pasado y actuar sobre él. ¿Por qué? Pues porque en cuanto te planteas el viaje al pasado, descubres que las paradojas crecen como hongos. Y las paradojas encajan mal con la realidad. Son una señal de algo no marcha bien con la lógica que estás empleando; como cuando en una operación matemática empiezan a aparecerte infinitos. Además, dado que la única forma de generar una ucronía sería viajar en el tiempo y alterar la historia, y como viajar en el tiempo es imposible, entonces las ucronías no son posibles. No obstante, como el mecanismo de la cf es la plausibilidad, no la realidad, y también por tradición, aceptamos que las máquinas del tiempo, los poderes mentales y las ucronías son cf (aunque, sensu stricto, deberían ser fantasía). Por lo demás, el resto de las temáticas entran en el ámbito de lo posible (sí, incluida la divinidad; o, más bien, ciertas formas de divinidad).

            Como buen friki de la cf que he sido (y en parte sigo siendo) muchas veces me he preguntado qué acontecimiento de cf me gustaría vivir. O, dicho de otra forma, qué temática de cf me gustaría protagonizar. Bueno, supongo que todos elegiríamos la inmortalidad. Lo que pasa es que, para darte cuenta de que eres inmortal, ha de pasar bastante tiempo. Además, se trata de un don con facetas oscuras (como por ejemplo que se vaya muriendo toda la gente a la que quieres mientras tú sigues fresco como una lechuga).

            Viajar en el tiempo molaría un huevo. Entre otras cosas, porque podrías forrarte apostando. Pero dejando aparte eso, sería fabuloso visitar el Stonehenge de hace cuatro mil años, o el Imperio Romano en su apogeo, o el Egipto de los faraones... También sería cojonudo poseer poderes mentales, adivinar el futuro, leer la mente o ponerte cabrón en plan Carrie. Lástima que ni el viaje en el tiempo ni los poderes mentales existan.

            Viajar por el espacio también estaría bien. Visitar otros planetas, otras estrellas... Aunque me temo que esa clase de viajes consistiría, básicamente, en quedarse encerrado en la nave sin poder salir. Desplazarse a universos paralelos, sin embargo, no me parece del todo atractivo. La realidad alternativa puede ser de cualquier manera (de hecho, será de todas las maneras posibles), y pudiera ser que te tocara un universo paralelo de lo más coñazo. ¿Os imagináis caer en una realidad poblada por clones de Rajoy? Tampoco tengo especial interés en ver a un mutante, ni en conocer la humanidad de dentro de, pongamos, 20.000 años. ¿Cómo sería? Pues incomprensible. Y, por supuesto, ni la menor gana de enfrentarme a cualquier forma de divinidad.

            Así pues, si tuviera que elegir una temática de cf para vivirla, creo que escogería a los alienígenas. ¿Os habéis parado a pensar en nuestra soledad como especie? No conocemos a ningún ser semejante a nosotros, no compartimos con nadie aquello que nos singulariza: la inteligencia. La raza humana es un monólogo sin diálogo posible. Por eso, creo que descubrir la existencia del “otro”, del alienígena, supondría un inmenso cambio cultural y personal. Dejaríamos de estar solos.

            Aunque, claro, los aliens pueden venir en plan hjijoputa, a lo Independence Day. O, más probablemente, serían totalmente incomprensibles. Pero da igual (me refiero al segundo caso, no al primero); el mero hecho de saber que existen ya sería maravilloso. Además, teniendo en cuenta que los alienígenas, si han llegado hasta aquí, han de poseer una tecnología fabulosa, igual nos invitan a viajar por el tiempo y el espacio, y a trasladarnos a universos paralelos, y puede que nos proporcionen poderes mentales, o que nos hagan inmortales... ya puestos, podrían convertirnos en Linterna Verde. Como veis, esta elección sería un “todo en uno”.

            Ahora bien, si me olvido de los cómics e intento contemplar el asunto de forma adulta (si es que hay alguna forma adulta de contemplar este asunto), ¿de qué temáticas de cf estamos más cerca ahora, en nuestra actual sociedad? Pues yo diría que de la inteligencia artificial y la robótica. Pero también de la distopía y del apocalipsis. ¿O soy demasiado pesimista?

viernes, mayo 13

Espías y Vikingos



Ante todo, mis disculpas queridos merodeadores, porque últimamente he desatendido mucho el blog. Pero es que estoy muy, pero que muy liado, y por todas partes. Entre otras cosas, no paro de dar charlas, tanto en Madrid como fuera de Madrid. Ay, señor, señor... Si lo que yo sé hacer es escribir, ¿qué interés tiene oírme hablar? Satisfacer la curiosidad, supongo. “¿Cómo será el capullo que ha escrito ese libro?”. Pues calvo y viejo. Pero, eso sí, grande y con unos preciosos ojos azules.

            El caso es que, entre unas cosas y otras, no he tenido tiempo de escribir; ni novela, ni relato, ni artículos, ni posts, ni nada. Lo que me provoca a partes iguales culpabilidad y frustración. Ahora debería continuar mi anterior post sobre la fe, pero no me apetece un pijo, así que vamos a hablar de algo más ligero. De series de TV, por ejemplo. A fin de cuentas, acaba de estrenarse la sexta temporada de Juego de Tronos, lo que hoy en día constituye un auténtico acontecimiento mundial (un acontecimiento que sólo algunos estrenos cinematográficos, muy pocos, pueden igualar. Cómo ha cambiado la tele, ¿eh?).

            Vale, Juego de Tronos es una serie inteligente, y espectacular, y está hecha de cojones, y los diálogos son brillantes, y las situaciones imaginativas, y los actores están muy bien... pero, lo confieso, tengo la sensación de que esa serie no hace más que girar sobre sí misma, generando un efecto centrífugo que escupe cadáveres y no parece conducir a ninguna parte. Entendedme, Juego de Tronos me divierte, pero empiezo a preguntarme por qué. Da igual; sobre JdT ya escribe mucha gente y yo quiero hablar de un par de series menos conocidas.

            La primera es The Americans, creada por Joe Weisberg para Amblin y Fox, y protagonizada por Mathew Rhys y Keri Russell. Va de una típica familia norteamericana –papá, mámá, una hija y un hijo- que reside en los años 80 a las afueras de Washington, donde tienen una agencia de viajes. Una familia enteramente normal salvo por un pequeño detalle: papá y mamá –Philip y Elizabeth- son, en realidad, agentes encubiertos del KGB. Espías soviéticos.

            Lo interesante de la serie es que está narrada desde el punto de vista de los espías. Hay otras dos subtramas, una centrada en el entorno ruso y otra en el del FBI, pero los protagonistas absolutos son Philip y Elizabeth, y con ellos empatiza el espectador. Es decir, con los malos. ¿O no son los malos? Desde luego, no son unos angelitos: manipulan, roban, chantajean, seducen, mienten y, si hace falta, asesinan. Pero, ¿son malos o simplemente cumplen con su deber? Si en vez de espías rusos en Estados Unidos fuesen espías estadounidenses en Rusia, ¿serían los malos? En ese punto de ambigüedad moral se mueve la serie, y ahí reside gran parte de su interés. En fin, sigue habiendo cierto maniqueísmo, los soviéticos son malos, pero no mucho peores que los miembros del FBI.

            La segunda serie es Vikingos, creada por Michael Hirst para el canal Historia. ¿Qué tiene de bueno esa serie? Pues su mismo título lo dice: trata sobre vikingos. ¿Os parece poco? Porque, vamos a ver, no sé si sucede lo mismo con las chicas, pero ¿a qué tío no le gustan los vikingos? Son uno de los grandes arquetipos de la infancia, son sinónimo de épica y aventura, son leyenda en estado puro. ¿Quién no ha soñado de niño con navegar a bordo de un drakkar? ¿Cómo no estremecerse de placer al oír una frase tan contundente como “¡Dios nos libre de la furia de los normandos!”?

            Hasta ahora, el mejor producto audiovisual sobre los Hombres del Norte era el film Los Vikingos (1958), de Richard Fleisher, con un maravillosamente cabreado Kirk Douglas, un feroz Ernest Borgnine, una preciosa Janet Leigh y un blandorrillo Tony Curtis. Una película excelente, por cierto.

            Vikingos, la serie, está más o menos basada en un personaje medio histórico, medio legendario, el líder normando Ragnar Lodbrok, que en el siglo IX se dedicó alegremente a saquear Inglaterra y Francia. No se trata de un documental, sino de una serie de ficción, pero está extraordinariamente documentada, tanto en los aspectos históricos como en los antropológicos.

            Tampoco es una serie amable. El prota es -como eran todos los guerreros en aquella época- extremadamente cruel, y para comprobarlo basta con ver el capítulo donde somete a uno de sus rivales a una tortura llamada “Águila de Sangre” (pone los pelos de punta). Además, el actor que lo interpreta, Travis Fimmel, consigue parecer en todo momento un psicópata. No se trata, ni mucho menos, de una de esas ficciones históricas en las que a los personajes se les adjudican personalidades modernas. No, ahí todo el mundo es consecuente con su época, y todos parecen a punto de matar a alguien (cosa que hacen con frecuencia).

            Pero, sobre todo, Vikingos es, probablemente, la mejor serie de aventuras que se ha emitido por TV en mucho tiempo. Si no te gusta, me temo que tu niño interior está pachuchillo.