viernes, octubre 28

Del Coyote a la ciencia ficción pionera: medio siglo sin José Mallorquí

 


El próximo 7 de noviembre se cumplen 50 años de la muerte de mi padre. Medio siglo, es increíble... Si me paro a pensar en ese martes, siete de noviembre de 1972, lo recuerdo como si hubiera sido ayer, con todo detalle. Pero, claro, cómo olvidarlo. Aunque me gustaría poder hacerlo.

            Yo tenía diecinueve años y en ese instante mi vida se volvió del revés. Durante muchos, muchos años, arrastré un profundo sentimiento de culpa por el suicidio de papá. Es inevitable, supongo. Curiosamente, hace años logré quitarme de encima la culpabilidad gracias a este blog. Quería dedicar una entrada al aniversario de su muerte y me puse a escribir sin tener nada concreto en la cabeza. Era una carta para él y... fue como escritura automática; las ideas me llegaban sin buscarlas, sin pensarlas siquiera, era casi como si escribiera al dictado de una parte de mí que hasta entonces había callado.

            Ese post, esa carta, obró el milagro de abrirme la mente y me permitió contemplar aquella tragedia desde todas las perspectivas. Hasta entonces, había asumido el suicidio de mi padre exclusivamente desde su punto de vista. Pero de pronto lo vi desde el mío, y comprendí que mi padre, al pegarse un tiro, me había hecho una cabronada. Por eso, concluyó su nota de suicidio con un “Perdón”.

            Claro que le perdoné. Y también me perdoné a mí mismo.

            El caso es que he asistido a las dos muertes de José Mallorquí. Una rápida, en el 72. Y otra lenta, desde entonces hasta ahora. Muerte por depresión y arma de fuego la primera. Muerte por olvido la segunda. Cuando murió, era uno de los escritores más conocidos de España; ahora, cada vez menos gente lo recuerda.

            Suele ocurrir. Si os digo: Frank G. Slaughter, Larry Collins, James Michener, Somerset Maugham, Viki Baum, Harold Robbins, León Uris, Sven Hassel, Sinclair Lewis... ¿Cuántos de estos nombres os suenan? Si eres muy joven, probablemente ninguno. Pero todos ellos fueron escritores de gran éxito más o menos hacia mediados del siglo pasado. Y todos ellos, tras su muerte, han sido olvidados. Pues lo mismo ha sucedido con mi padre; casi nadie nacido después de 1980 sabe quién fue y qué hizo.

            Aunque, por otra parte, su caso es distinto. En primer lugar, por ser español y haber gozado, a mediados del siglo pasado, de un gran éxito internacional. En segundo lugar, por su contribución al género que más fama le dio al ser uno de los forjadores del llamado Western Latino. En tercer lugar, por su calidad literaria, muy superior a la del resto de escritores españoles de novela popular. En cuarto lugar -algo que muchos no saben-, por su contribución a los géneros fantásticos en nuestro país, gracias sobre todo a dos iniciativas suyas: la revista Narraciones Terrroríficas y la colección Futuro.

            En fin, aunque mi padre sea un escritor en proceso de olvido, todavía queda gente que lo recuerda con todo el respeto y el cariño que merece. Hace seis años, La Casa del Lector de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, le dedicó una estupenda exposición. Y ahora, el Festival 42 de Géneros Fantásticos, que tendrá lugar en Barcelona entre el 2 y el 6 de noviembre, le va a dedicar un acto con motivo del 50 aniversario de su muerte.

            Se trata de una mesa redonda llamada “Del Coyote a la ciencia ficción pionera: medio siglo sin José Mallorquí”. En la mesa estaremos Armand Balsebre, catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad Autónoma de Barcelona, la escritora Ledicia Costas y este vuestro seguro servidor. Y el moderador de la mesa será nada más y nada menos que Pablo Mallorquí, nieto de José Mallorquí.

            El acto tendrá lugar el sábado 5 de noviembre a las 11:00, en la Biblioteca Ignasi Iglésias. Can Fabra. Auditori Fabra.

            De modo que, si estáis en Barcelona ese sábado y no tenéis nada mejor que hacer, me encantaría veros ahí.



jueves, octubre 6

Tamara & Putin, la pareja del momento.

 


            Tamara: El asunto es más o menos así: Había una vez una pija muy pija llamada Tamara que, aunque tenía 40 tacos, hablaba y se comportaba como una adolescente. Digo que era pija porque decía cosas de pija, las decía con acento de pija y, qué demonios, ella se calificaba a sí misma de pija. Pues bien, esa pija se enamoró de otro pijo nueve años menor que ella y ambos se prometieron. Pero antes de la boda sobrevino el desastre: aparecieron unos videos en los que se veía al pijo morreándose con otras muchachas. No es de extrañar, porque el joven pijo tenía un aspecto de golferas que echaba patrás. La boda se canceló y la pareja de pijos se separó. Fin de la historia. Una gilipollez, ¿verdad? Bueno, pues esa gilipollez ha hecho que, durante más de una semana, toda España esté pendiente de la pija.

            Me resulta asombrosa la fascinación del público por semejantes personajes. ¿Qué ha hecho en su vida Tamara? Nada que valga la pena, salvo aparecer en algunos programas de TV donde se mostraba como la pija que es. Y ser hija de famosos, que eso ayuda. ¿Por qué le interesa a la gente? Quiero pensar que por el morbo de comprobar que “los ricos también lloran”, pero me da que no. Esto se parece más a un patio de vecinos donde sobrevuelan los chismes. Antes, los cuernos se los ponían a la hija de la Paqui, y hoy se los ponen a una marquesa mediática. Aunque también puede ser por la fascinación que siempre han producido los freaks, los monstruos de feria. Desde hace tiempo, los medios han venido ofreciendo el lamentable espectáculo de personajes grotescos. Como lo fueron el padre Apeles, Rappel, Jesús Gil, Pocholo o Belén Esteban. Porque Tamara es el pijerío llevado al extremo, la grotesca caricatura de una pija.

            Aunque, en realidad, me temo que lo que gran parte del público siente hacia Tamara es una fascinación aspiracional. Les gustaría ser como ella. Y eso ya es más peliagudo. Porque Tamara es superconservadora y supercatólica. Sin ir más lejos, esto es lo que opinó hace poco sobre la diversidad sexual: “Estamos viviendo un momento muy complicado para la humanidad, hay tantos tipos distintos de sexualidades, hay tantos sitios distintos donde puedes ejercer el mal”. Luego, añadió que lo peor de todo es que esa diversidad sexual “se ve con normalidad”. ¿Es que echa de menos recurrir a la lapidación?

            Tamara es un pija, es superficial y es tóxica. Pero ¿tonta? Teniendo en cuenta el rédito que le saca a su tóxico y superficial pijerío, creo que no; o al menos no del todo. Los tontos somos nosotros. Y si no, aquí me tenéis a mí, perdiendo el tiempo en hablar de alguien sin interés.

            Putin: Que Putin es hijo de sí mismo (un hijo de Putin) lo sabemos todos. Bueno, todos no, como veremos. Así que no voy a perder el tiempo diciendo que es un psicópata formado en la escuela de la KGB, un iluminado imperialista y un asesino aficionado al polonio. No, de eso no voy a hablar.

            De lo que quiero hablar es de los viejos comunistas españoles. La verdad es que hay que tener mucha fe para seguir siendo comunista hoy. Porque seguir creyendo en el “paraíso socialista” después de los desmanes de Stalin, después del muro de Berlín, después de la invasión de Checoslovaquia y Afganistán, y sobre todo después de que la Unión Soviética se desmoronara por la ineficacia social y económica de su sistema... seguir siendo comunista contra toda esa evidencia requiere una fe a prueba de bombas.

            Cuando comenzó la invasión rusa de Ucrania, proliferaron en las RRSS los comentarios en contra, sin apenas oposición. Pero algunas respuestas se iban por peteneras: En vez de comentar la agresión rusa, enumeraban la lista de las atrocidades cometidas por occidente, y en particular por USA. Que son muchas, no lo niego. Pero un mal no anula a otro mal.

            En un pequeño debate en Facebook, un amigo nostálgico del comunismo hizo eso: citar todas las barbaridades cometidas por Estados Unidos. Como si eso le restara gravedad a lo que hacía Putin. Le respondí que vale, que sí, que todo eso era cierto. Pero que ahora el malo es Rusia. Mi amigo respondió algo que no entendí, porque se fue por los cerros de Úbeda. Como sin argumentos no hay debate, dejé de intervenir. Pero más tarde leí los comentarios que mi amigo intercambiaba con otro nostálgico del comunismo. “Desde que tengo memoria”, venía a decir, “todos los males del mundo han venido de occidente”. Y Rusia, claro, es tan santa como el Vaticano.

            Me pregunto si esos viejos nostálgicos se han enterado de que Rusia ya no es comunista, sino una oligarquía de tintes mafiosos y maneras fascistas. Supongo que sí, pero sus cerebros están sometidos a un reflejo pavloviano. Oyen “Rusia” y agitan jubilosos el rabo. Oyen “Occidente” y enseñan los colmillos.

            Evidentemente, carece de sentido comparar a Tamara con Putin. No se parecen en nada, no tienen nada en común, salvo estar de actualidad. Aunque, espera,  ahora que lo pienso, sí que comparten algo: su odio a los homosexuales. No, si al final van a hacer buena pareja...