sábado, mayo 18

Otra vez elecciones, manda c*j*n*s



            Estoy contento de que hayan perdido las elecciones los que las han perdido, pero no me siento especialmente feliz por quienes las han ganado. Es decir, me alegro de que gobierne una opción progresista, pero desconfío de las personas que la encabezan. Sin duda, Pedro Sánchez ha protagonizado una proeza política: pasar del destierro, traicionado por los suyos, al trono. Eso daría para el argumento de una película de Hollywood. La moción de censura que derribó al rajoyato, los decretos sociales durante su escaso año de gobierno, el propósito de trasladar el cadáver de Franco… Me quito el sombrero, sin duda Sánchez es un maestro de la táctica, un prodigio de tenacidad. Pero todavía no he escuchado de sus labios una idea nueva ni una estrategia para mejorar el país y el paisanaje.

            Lo bueno ha sido que ahora conocemos la verdadera fuerza de Vox, que no ha sido tanta como nos temíamos. Aunque estremece comprobar que en España hay 2.676.950 personas que aún viven en el cuaternario, no me digáis que no. El peligro de Vox, ahora, es su capacidad de influencia siendo un partido bisagra que, cómo en Andalucía, resulte determinante para la gobernación de la derecha. Pero no creo que crezca mucho más; probablemente ha alcanzado su techo electoral. Pero, ojo, siendo como es; porque si cambia…

            Vox es un partido nostálgico del franquismo, un partido anclado en el pasado, un partido de cazadores y toreros, de señoritos a caballo y tonadilleras. Huele a rancio, no ofrece nada capaz de entusiasmar a nadie que no esté previamente dispuesto a entusiasmarse con esa clase de fantasías autoritarias añejas. Para que un partido de extrema derecha pueda crecer electoralmente, necesita que le voten personas que no son de ultraderecha. Para ello, ha de disfrazarse, prescindir de los rasgos fascistas clásicos y aparentar modernidad.

            El ejemplo más cercano es el Frente Nacional francés. Mientras estuvo liderado por Jean-Marie Le Pen fue un partido de ultraderecha de toda la vida, no escondía lo que era y tenía un limitado techo electoral. Pero luego llegó la hija, Marine Le Pen, y se puso a lavarle la cara al partido eliminando de su imagen los estilemas de la vieja ultraderecha. ¿Y qué pasó? Pues que Marine rompió el techo y compitió con Emmanuel Macron en la segunda vuelta de las presidenciales. El año pasado, Marine Le Pen siguió limpiando la imagen de su partido cambiándole el nombre, que ahora es Agrupación Nacional. Todo lo cual no significa que ya no sea la extrema derecha. Lo es, pero intenta no parecerlo.

            Así pues, mientras Vox siga pareciendo lo que es no habrá demasiados problemas. Pero el día en que veamos que sus actuales líderes de pandereta son sustituidos por otros más presentables, al menos en apariencia, y que el partido empieza a transformarse en otra cosa, ese día tendremos que preocuparnos de verdad.

            Podría hablar ahora de Casado, de Rivera y de Iglesias, pero no me apetece. Este grotesco guiñol en que se ha convertido la política española da mucha pereza.

            Pero se avecinan otras elecciones, amigos míos, y como vivo en Madrid voy a referirme exclusivamente a Madrid. El PP presenta como candidata a presidir la Comunidad a Isabel Díaz Ayuso. No la conocía ni dios, pero últimamente se ha hecho famosa por las gilipolleces que suelta. En su momento dijo que estaba «al lado de Vox, no enfrente», pero no son sus filiaciones políticas lo que me alarma, sino sus manifiestas carencias intelectuales. Esa mujer no está preparada ni para dirigir un puesto de castañas, así que una comunidad ni te cuento. Que el PP se atreva a proponer a semejante iletrada me parece un insulto a los ciudadanos. Creo que Díaz Ayuso junto con Suarez hijo son dos de los políticos más bobos que he visto.

            Imagino, o quiero imaginar, que no hay mucha gente dispuesta a votar a un partido que ha robado en la comunidad a manos llenas, y menos a una señora tan absolutamente inepta. Pero quién sabe, los votantes siempre me desconciertan. El caso es que existe la posibilidad de que esa inútil llegue a gobernar (mirad lo que pasó en Andalucía). Por tanto, vota. No contra el fascismo (aunque también), sino contra la estupidez.

            Y no te olvides de las elecciones europeas, porque es en Europa donde se va a definir nuestro futuro.

            Resumiendo: vota, coño; sobre todo si vives en Madrid.