sábado, diciembre 24

El bonito y entrañable cuento navideño de Babel


           Lo siento, amigos míos, este año me he retrasado. El cuento de Navidad me ha quedado más largo de lo que yo pensaba y lo he terminado esta mañana a última hora. Pero justo a tiempo, ¿no? De ninguna manera iba a faltar a la única cita ineludible de La Fraternidad de Babel. Mi cuento anual, donde reúno todo mi espíritu navideño para, en ocasiones (como esta), pervertirlo hasta convertirlo en algo monstruoso. Aunque espero que divertido.

            Como sabéis, mis cuentos navideños son de dos clases: o de buen rollo, o gamberros. El año pasado publiqué uno tierno y bonito, así que este año tocaba gamberrada. El cuento se llama El ángel que se cayó a un agujero negro, y estoy seguro de que con él ofenderé a más de un colectivo. Qué le vamos a hacer; ese es el precio que hay que pagar por practicar el humor negro.

            Esta vez me voy a extender poco, que ya voy muy retrasado. Son las 16:30, acabo de comer (comida china) y estoy en mi despacho. Mis hijos ya no viven en casa. Pablo vino ayer de Barcelona y se quedará unos días. Óscar vendrá luego para cenar todos juntos. Aperitivos, lubina al horno y panqueques de postre. Ahora la casa está en silencio.

            Así que voy a aprovechar ese silencio para desearos feliz solsticio, feliz Navidad, felices fiestas. Os deseo lo mejor y os envío un abrazo.

            Y ahora os dejo con el cuento. Ojalá os guste.


EL ÁNGEL QUE SE CAYÓ A UN AGUJERO NEGRO 

            Había una vez un ángel llamado Kerubiel. Era un ángel del montón, perteneciente a lo más bajo de las jerarquías angélicas, justo por detrás de los Principados y de los Arcángeles. No obstante, pese a su humilde condición angelical, Kerubiel era, como todos los ángeles, impresionante.

            Alto, rubio, resplandeciente, con unas facciones tan nobles que era imposible no derramar una lágrima al contemplarlas, y dotado de unas majestuosas alas blancas. Además, sus apariciones terrenales estaban acompañadas de truenos y relámpagos, tan intensos que en ocasiones provocaban incendios.

            Sin embargo, Kerubiel no era exactamente como el resto de los ángeles. Hace ciento cincuenta mil años (152.315, para ser precisos), mientras recorría el universo, pasó demasiado cerca de Holmberg 15A, un monstruoso agujero negro de 40 mil millones de masas solares, cruzó el horizonte de sucesos y se precipitó a su interior... (Si quieres seguir leyendo, pincha AQUÍ)