lunes, diciembre 24

El tradicional y entrañable cuento navideño de Babel

 

Queridos merodeadores, como sabéis, este es un día muy especial en el blog. La Nochebuena, el día que cuelgo el cuento de Navidad en Babel. Supongo que es una tontería, pero es importante para mí, me hace feliz, me siento más unido a vosotros, aunque no os conozca en persona. Se ha convertido en un rito, igual que el árbol de Navidad o los villancicos. El 24 de diciembre por la mañana voy a mi despacho, me siento frente al ordenador y escribo un post como este.

Pero este año no va a ser así. De entrada, ahora, cuando escribo esto, no es el 24, sino el 23. Y no estoy en mi despacho, sino en la cama de un hospital. Y no escribo en el ordenador, sino en un IPad. Y no lo colgaré yo en el blog, sino que lo hará Pepa, mi mujer.

Qué le vamos a hacer.

Para los que no lo sepan, el pasado día 20, durante una cena de escritores en un restaurante, tropecé con un escalón que no había visto, me caí y me rompí la cabeza del fémur derecho. El día 22, me operaron. Estoy bien y en dos o tres días saldré del hospital. Pero también estoy un poco deprimido, espero que me perdonéis el bajón...
 
¡Pero, pero, pero!... eso lo escribí ayer. Y hoy, 24 de diciembre, ¡el traumatólogo me ha dado el alta!
¡Estoy en casa, en mi despacho! Ha sido el mejor regalo de Navidad de mi vida. No me pongo a dar saltos de alegría porque ya no me quedan más caderas que romperme. Iban a ser las peores Navidades de mi vida, pero al final ha resultado que van a ser las mejores. ¡¡Yuppy!!
 
Voy a decir una cursilada: amo La Fraternidad de Babel; este blog, que comenzó hace 13 años casi por casualidad, se ha convertido en parte de mi vida. Y otra moñez, ésta para los merodeadores más veteranos: os quiero. Cada vez que leo vuestros nombres en los comentarios se me alegra el corazón. Gracias por seguir merodeando por aquí.

Os deseo a todos que paséis unas fiestas fabulosas, llenas de alegría y un poquito de nostalgia. Recordad cuando erais niños, recordad la inocente felicidad de estas fechas. Volved a ser niños. Os merecéis lo mejor. Felices fiestas, amigos míos, feliz Navidad, feliz Solsticio, feliz año nuevo.

Este año, el cuento de Navidad se llama “El visitante de medianoche”. Y comienza así:
 
Horas antes de que un extraño irrumpiera en su hogar amparado en la oscuridad de la noche, Matías Folch había pasado la Nochebuena cenando solo en la quietud de su pisito de soltero. (...) 
 
Si queréis seguir leyendo, pinchad AQUÍ
 
 

 
   

 

miércoles, diciembre 12

El oficio de escribir y VI


 
            Supongamos que dominas todos los aspectos de la escritura que hemos contemplado en las cinco entradas anteriores. Narras vigorosamente, con una prosa primorosa, y escribes unos textos imaginativos llenos de personajes atractivos y tramas ingeniosamente desarrolladas. Y quieres ser escritor profesional. ¿Qué hacer?

            En primer lugar, una reflexión: Calcula cuánto dinero necesitas al año para vivir. Ten en cuenta que como escritor vas a recibir un 10 % del precio de cada ejemplar vendido, restándole previamente el IVA. Ahora calcula cuántos ejemplares tienes que vender anualmente para conseguir el dinero que necesitas.

            Hace poco, leí –no recuerdo dónde- unos datos que no están contrastados, pero que indican más o menos por dónde van los tiros. Según esa difusa fuente, antes de la crisis en España vivían de la escritura unos 2.000 escritores. Ahora, tras la crisis, quedan alrededor de 500. Si tenemos en cuenta que entre primera y segunda división habrá unos 1.500 futbolista que viven del deporte, tienes más posibilidades de ganarte la vida jugando al fútbol que escribiendo. Aunque puede que tu dribling no sea muy fino, o que falles en el juego aéreo, así que vas a insistir en eso de escribir. Vale.

            El camino es largo e incierto, y hay pocos atajos. Aunque, claro, siempre puede ser que tu primera novela sea un éxito sin precedentes, que vendas cientos de miles de ejemplares en todo el mundo y te conviertas instantáneamente en un escritor de culto. También es posible que te toque la lotería; y comprar un billete es mucho más rápido y relajado que escribir una novela.

            Cuando volví a escribir a principios de los 90, me propuse tres metas consecutivas: 1 Aprender a narrar, 2 publicar profesionalmente y 3 vender (porque para vivir de la escritura tienes que vender muchos ejemplares, qué le vamos a hacer). Tardé unos siete años entre la primera meta y empezar a acariciar la tercera, y más de diez en poder considerarme plenamente un escritor profesional. De no ser por el apoyo de mi querida Pepa, habría sido imposible.

            Es un proceso lento. Al principio no te conoce ni dios, y vas publicando donde buenamente puedes (yo empecé en fanzines y revistas semi-profesionales de ciencia ficción y fantasía). Poco a poco te vas dando a conocer, vas ganando lectores. Pero tan despacio… Así que elegí uno de los escasos atajos que hay en este oficio.

            Los premios. Gracias a ellos se puede pasar de ser un autor desconocido a que tu nombre empiece a sonar entre los editores y los lectores. Además, algunos premios están muy bien dotados económicamente. Digamos que son una especie de acelerador de tu carrera. Durante los diez primeros años gané cinco premios de relato, tres de novela corta y cinco de novela juvenil. Sin duda, eso me lanzó como escritor. Por consiguiente, la pregunta lógica es:

            ¿Cómo ganar premios literarios? Ay, si yo lo supiese... He tenido suerte; he ganado más o menos el 60 % de todos los concursos a los que me he presentado. No está mal, pero queda un lamentable 40 % de fracasos, así que evidentemente no tengo la fórmula del éxito, quizá porque no existe. Está claro que la calidad del texto importa, igual que su originalidad, y también la comercialidad y la oportunidad. Pero hay otros muchos factores que se nos escapan de las manos, entre ellos el puro azar.

            Pero, alto, ¿los premios no están trucados? Algunos sí, algunos no. Si te presentas al Planeta ya te digo yo que no vas a ganar. Pero hay muchos otros premios “legales”; infórmate antes de presentarte. Y yo te recomiendo que te presentes, porque, aunque no ganes, tienes la seguridad de que tu novela va a ser leída por un lector profesional que redactará un informe sobre ella. Y puede que a la editorial le interese publicarla. Así contraté yo mi primera novela juvenil.

            El mito del malvado editor. Con frecuencia oigo echar pestes de los editores (y las editoriales) por parte de gente que jamás ha tratado con un editor (o una editorial). Por supuesto, hay malos editores, igual que hay malos escritores; pero la mayor parte son buenos profesionales que, no lo olvides, están de tu parte. Piensa que un editor tiene tanto interés como tú en que tu novela tenga éxito, porque si tú triunfas, él triunfa. Ahora bien, si tus libros no venden, acabará pasando de ti. Porque el mundo editorial es un negocio, no una ONG. Por eso se publican mierdas firmadas (que no escritas) por youtubers o famosos de TV: porque dan pasta. Pero eso a ti ni te va ni te viene; ni siquiera es culpa del editor, sino de la gente que consume esas porquerías. Cuando un editor trabaja en tu libro, no dudes que está comprometido con él. En lo que a mí respecta, he tenido y mantengo excelentes relaciones con todos mis editores (salvo con uno, que encima era amigo mío). He desarrollado una buena amistad con varios; ellos confían en mí y yo confío en ellos. Pobrecitos; bastante tienen con soportarme…

            Procesos de trabajo. Para escribir profesionalmente hay que escribir con constancia, diariamente. Yo sigo un horario de oficina: de 09:30 a 13:00 y de 18:00 a 21:00, de lunes a viernes, y los viernes sólo por la mañana. Semana inglesa. Pero soy un escritor lento (alrededor de 1.500 palabras al día); supongo que a otros más rápidos puede bastarles con media jornada.

            Lo que me permite ganarme la vida escribiendo es la literatura juvenil. En ese sector editorial disfruto por fortuna de cierto prestigio, lo que me permite ir por libre. No acepto encargos, ni presento proyectos, ni hago sinopsis; escribo la novela que me sale de las narices y se la presento a una editorial, porque sé que me la van a publicar. Para proyectos más complejos –como la trilogía que acabo de concluir-, me limito a una charla previa con el editor, pero casi sin decirle de qué va el asunto. Eso es porque me siento ridículo cada vez que cuento un argumento. La trama en sí misma no tiene importancia; lo fundamental es el tratamiento, y eso sólo se percibe cuando el texto está escrito.

            Por último nos queda la promoción de la obra. En eso soy malísimo; no voy a ferias, ni a firmas de libros, ni hago presentaciones, y doy las menos charlas posibles. Me aburre todo eso. Pero me equivoco, hago mal. No sigáis mi torpe ejemplo y promocionad en lo posible vuestras obras.

            Contratos. Cuando una editorial quiere publicar tu novela, el contrato que te entrega no es un ultimátum, sino un objeto de debate. Como es lógico, la editorial te ofrecerá unas condiciones muy beneficiosas para ella, pero tú puedes discutirlas y quitar, cambiar o añadir cláusulas. Examina con mucha atención el contrato que te ofrecen y, si no tienes demasiada experiencia, consúltalo con algún amigo escritor o en algún grupo de FB. Recuerda: Todo lo que no esté contemplado por escrito en el contrato, no existe.

            Supongo que a estas alturas huelga decirlo, pero si te obligan a vender x número de ejemplares en la presentación del libro, es una estafa. Y la coedición también lo es.

            Conclusiones. Si habéis leído los seis capítulos de esta serie de posts supongo que comprenderéis por qué cuando me piden un consejo para dedicarse a la escritura siempre digo lo mismo: paciencia. Se tarda mucho en aprender a escribir decentemente, se tarda mucho en aprender a narrar con soltura, se tarda mucho en madurar como persona, se tarda mucho en hacerte un nombre y se tarda mucho en acumular la obra necesaria. Además, el camino está sembrado de fracasos, frustraciones e inseguridades. Para colmo, si no tienes suerte puede que lo hagas todo bien y aun así no llegar a ninguna parte. El camino no solo es largo, sino también cruel y con frecuencia injusto.

            No obstante, si lo consigues, si llegas a ganarte la vida con la escritura… En lo que a mí respecta, es el mejor trabajo que he tenido jamás; si no hubiera que escribir casi ni lo llamaría trabajo, pero nada es perfecto. Cada vez que lo pienso doy gracias a los dioses por haberme permitido llegar hasta donde estoy (que tampoco es una cima elevadísima, pero es mi colinita). He tenido mucha suerte, aunque también lo he sudado. Es de las poquísimas cosas de las que me enorgullezco.

            He escrito estas entradas para intentar orientar a los aspirantes a escritor que están comenzando a adentrarse en la selva editorial. He enumerado los temas fundamentales, pero apenas los he rozado. Si a alguien le interesa entrar más a fondo en las técnicas del oficio, entre septiembre y diciembre de 2007 escribí en este blog diez entradas llamadas “En la mente del escritor”, donde explico con detalle no cómo se debe escribir, sino cómo escribo yo.

            En fin, amigos, aquí se acaba la matraca que os he dado. Espero haber sido de alguna utilidad.
 
 

Babel 13


 
            Cielo santo, qué desastre. Hace tres días, el nueve de diciembre, Babel cumplió trece añitos de vida, y por primera vez desde que existe el blog lo olvidé. En fin, acababa de volver de México, estaba medio tonto y se me fue el santo al cielo. Me disculpo.

            Trece años…Cómo pasa el tiempo.

            Me gustaría daros las gracias a todos los que merodeáis por Babel desde el principio (si es que queda alguno), y a los que llegasteis más tarde, y también a los que abandonasteis el blog en algún momento de la singladura (¿Por qué os fuisteis, cabrones? ¿En qué os fallé? ¿Qué tienen los blogs que ahora seguís que no tenga yo?) (sollozos)

            Se aproximan las fiestas, ya huele a pino, a musgo y a corcho, una marea de espumillón y luces de colores inunda la ciudad. El año pasado colgué el cuento de Navidad días antes de Nochebuena, y ese cambio no os gustó; a mí tampoco, así que este año colgaré el cuento el mismo veinticuatro, como siempre. Se llama El visitante de medianoche.

            Eso es todo, amigos. Feliz cumpleaños con retraso.