martes, diciembre 24

El tradicional cuento navideño de Babel

 


            Aquí estoy otra vez. Aunque el blog se encuentre en hibernación, mi cita anual navideña no podía fallar. El cuento de Navidad. Como sabéis –y si no lo sabéis os lo digo-, mis cuentos navideños se dividen en dos categorías: Buenrrollistas y Gamberros. El de este año es gamberro, pero para disfrutar de su lectura, hay que saber un par de cosas:

            1. En primer lugar, tenéis que tener presente el cuento de Hans Christian Andersen La pequeña cerillera. Por si alguno no lo conoce, resumo su argumento:

 Mediados del siglo XIX. Estamos en la noche de San Silvestre (Nochevieja, vamos). Una niña de diez años recorre las calles de Odense (Dinamarca) con los pies descalzos. Hace mucho frío. Comienza a nevar. La pequeña es una cerillera ambulante, más pobre que las ratas. Lleva todo el día de un lado para otro, con los pies amoratados de frío, y nadie le ha comprado nada. Teme volver a su casa, porque si regresa sin dinero su padre le dará una paliza. Cae la noche. Hace aún más frío que antes. La niña se cobija en un callejón, pero sigue cascando un frío de la leche. La pequeña cerillera siente que se congela. Entonces decide calentarse encendiendo una cerilla, que da algo de calor, aunque poco, y apenas dura. Enciende otra, y otra, y otra más. Entre tanto, empieza a tener alucinaciones. Sigue encendiendo cerillas hasta que se le acaban. La niña alucina con que su abuelita la llama para ir al cielo. Al día siguiente, encuentran a la pequeña cerillera muerta por congelación, Findus total, igual que Jack Nicholson al final de El Resplandor. Fin del cuento.

            2. Uno de mis recuerdos más remotos es mi abuela Julia leyéndome ese cuento antes de dormir. Yo debía de tener, no sé, siete años o menos. Y sin duda era un niño muy sensible. Porque lo que recuerdo con nitidez es lo acongojado que me dejó esa historia, lo horriblemente mal que me sentí, y el atracón de llorar que me pegué. ¿Y mi abuela quería ayudarme a dormir contándome esa atrocidad? ¿En serio? Creo que el insomnio y las palpitaciones me duraron hasta la mayoría de edad. ¿Os traumó la muerte de la mamá de Bambi? Pues eso no es nada comparado con lo que me hizo la puñetera cerillera. A fin de cuentas, la mamá de Bambi tuvo una muerte rápida, de un disparo, y no la vimos morir. Además, qué coño, era una maldita cierva. Pero mi muerta es una pobre niña de cabellos dorados, y sufrió una larga agonía antes de palmarla. Ni color.

            Al principio, yo le echaba la culpa a mi abuela. Pero luego, siendo ya adulto, pensé que quizá mi yaya no conocía el cuento y me lo leyó sin saber el final. Entonces comprendí que el único culpable de mi trauma era Andersen. ¿De verdad creía apropiado para los niños pequeños narrarles el minucioso relato de la agonía por congelación de una pobre niña? Debía de ser un sádico, sin duda. ¡Jamás te perdonaré, Hans Christian!

            Pues bien, el cuento de este año se llama El retorno de la pequeña cerillera, y es mi particular venganza navideña contra Andersen. Como siempre, encontraréis el relato más abajo.

            Ahora son las 10:48 y estoy en mi despacho. El sol entra a raudales por la ventana. La casa está en silencio, porque Pepa ha salido para recoger unas compras. Dentro de un par de horas iremos a la estación de Atocha para buscar a nuestro hijo Pablo, que vive en Barcelona y viene a pasar las fiestas con nosotros.

            Queridos merodeadores: Os deseo una feliz Navidad y lo mejor para el 2025, que tiene una rima fácil. En septiembre activaré de nuevo La Fraternidad de Babel. Como dijo Suarcenaguer: “Volveré”.

            Y ahora el cuento. En los primeros párrafos, hasta que aparece el banquero, mezclo el texto de Andersen con mi propio texto. El resto es todo mío. Espero que os guste.

            El retorno de la pequeña cerillera

            By César Mallorquí (y un poquito de H. C. Andersen)

            Ocurrió en Odense, Dinamarca, a finales de diciembre de 1845. Comenzaba a nevar. ¡Qué frío hacía! Era la noche de San Silvestre, la última noche del año y mientras todas las familias se preparaban para sentarse a la mesa rodeados de ricos manjares, pasaba por la calle una pobre niña de apenas diez años, descalza y con la cabeza descubierta bajo aquel frío y en aquella oscuridad. Era la joven vendedora de cerillas. La pobre llevaba el día entero en la calle, sus huesecitos estaban ateridos de frío por culpa de la nieve y lo peor de todo es que no había conseguido ni una sola moneda...

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miércoles, agosto 7

AVISO

 Este blog permanecerá 

inactivo hasta 

septiembre de 2025

Disculpen las molestias.


Pero, por supuesto, el cuento

de Navidad no faltará a su cita anual.




Ghosting

 


            Hay una práctica llamada “Ghosting”, que consiste en desaparecer de la vida de alguien de la noche a la mañana, sin previo aviso y sin dar explicaciones.

            Pues bien, me temo que llevo ocho meses haciéndole ghosting a la Fraternidad de Babel y a vosotros, aquellos que habéis seguido el blog desde hace tiempo. Si es que queda alguno, claro. Bueno, no puedo remediar lo que he hecho, pero sí puedo dar explicaciones tardías.

            Veréis, hubo un tiempo en que yo era un escritor feliz. Escribía una novela, lo que me viniese en gana, se lo ofrecía a una editorial, la editorial adquiría los derechos y a otra cosa. Lo hacía a mi ritmo, sin prisas y con pausas para, por ejemplo, escribir en el blog. Esa época fue mi Arcadia personal. Y lo fue porque, al no contraer compromisos, disponía libremente de mi tiempo. Cero presiones.

            Pero la vida te conduce por rumbos que no habías previsto. De pronto, un buen día, hace un par de años, se puso en contacto conmigo Laia Zamarrón, la directora editorial de las colecciones infantiles de Alfaguara, para proponerme iniciar una serie de novelas para los lectores más jóvenes, niños de seis o siete años. Me quedé de piedra y objeté que nunca había escrito para lectores tan pequeños, que la mayor parte de mi obra era juvenil y sólo recientemente había escrito infantil. Pero jamás para enanitos tan pequeños. Añadí que no creía que mi sensibilidad fuera la adecuada para eso. Pero Laia acabó convenciéndome y yo me lo tomé como un reto. Así nació Colegio de Poderes Secretos.

            Casi simultáneamente, contactó conmigo Ymelda Navajo, la directora editorial de La Esfera de los Libros. Quería que escribiese para su sello una novela histórica de entre 300 y 400 páginas. Le dije que tenía que pensármelo, y me lo pensé. Pero mal. Es decir, pensé en escribir una novela sobre las ratlines, las vías de huida de los criminales de guerra nazis después de la Segunda Guerra Mundial, ambientada en Argentina y España en los años 1952 y 1969. Es un tema que conoces, me dije; y además en el 69 tenías 16 añitos. No habrá muchos problemas con la documentación. Y le dije a Ymelda que sí.

            Pasado un tiempo, cuando imaginé el argumento, me puse a escribir la novela y... ¿No habría problemas con la documentación?... ¡Ja! Una cosa es conocer un tema de forma general y otra muy distinta entrar en detalles. Y una cosa es haber vivido en una época, y otra muy distinta recordar cada incidente que sucedió y cómo era todo con exactitud. En resumen, la documentación fue (está siendo) un infierno y me ha llevado mucho más tiempo del que pensaba. Y no por falta de fuentes, sino por exceso de ellas.

            Resumiendo: al solaparse ambos proyectos, y colarse algunos extras por el camino, no he parado de escribir. Bueno, sí he parado; pero cuando paraba lo último que me apetecía era seguir escribiendo, aunque fuera a mi aire. Y eso ha ocurrido sin ninguna advertencia. He dejado abandonado el blog, siete meses sin decir ni mu. Eso es ghosting.

            Pero voy a ponerle remedio ahora. Entremedias se me ha cruzado otro compromiso, pero creo que para septiembre del año que viene volveré a estar libre de ataduras. Hasta entonces, La Fraternidad de Babel seguirá inactiva. Pero a partir de ese momento, si los nuevos y los viejos dioses lo permiten, volveré a la actividad bloguera. Al menos, una entrada mensual.

            Palabrita del niño Jesús.

            Por supuesto, este parón del blog contará con la excepción del cuento de Navidad, que seguirá fiel a su cita mientras mis trémulas manos puedan pulsar el teclado.

            En fin, ese es mi propósito; pero todo queda en manos del azar.

            Y ahora, como estamos en verano, os voy a regalar mi receta para el mejor gazpacho del mundo.

 

            Ingredientes:

            - 3 kilos de tomates maduros.

            - 2 pepinos pequeños (o uno grande)

            - 1 pimiento verde (o medio grande)

            - 1 cebolleta grande.

            - 3 dientes de ajo

            - Media barra de pan.

            - Medio vaso de aceite de oliva virgen.

            - Vinagre al gusto (yo pongo muy poco)

            - 1 cucharadita colmada de comino en polvo.

            - Sal y pimienta al gusto.

            - 1litro de agua.

 

            El proceso de cocinado es muy sencillo, porque no se cocina. Se parte todo en trocitos, se mezcla y se tritura en la batidora. Pero, atención, si tu batidora es normalilla deberás pelar antes los tomates. En Internet hay tutoriales que explican cómo hacerlo con comodidad. Yo tengo un robot de cocina Thermomix, que es superpotente, y pulveriza la piel, así que no tengo que pelarlos. Si el gazpacho queda demasiado espeso, añádele agua.

            ATENCIÓN: La calidad de un gazpacho depende de la calidad de los tomates. Con tomates malos es imposible hacer un buen gazpacho. Han de ser muy maduros y aromáticos.

            Otra cosa: Esa receta es para hacer mucho gazpacho. Si quieres hacer menos, por ejemplo la mitad, reducid a la mitad la cantidad de cada ingrediente.

            Y eso es todo, merodeadores. Feliz verano y felices vacaciones.

            Hasta septiembre del 25.

            Ciao.