lunes, abril 16

Centenario




Siempre he pensado que es mejor no conocer a los creadores que uno admira: eso evita decepciones. Porque, aunque parezca extraño, no tiene por qué existir la menor relación entre la calidad de una obra artística y la calidad personal del artista que la crea. Y lo digo tanto en un sentido como en otro; he conocido a artistas malos o mediocres que, sin embargo, eran personas interesantísimas, y he conocido a artistas muy brillantes, pero absolutamente impresentables como seres humanos. Aunque, la verdad, suele darse más lo último que lo primero. En realidad, no deberíamos extrañarnos, pues, en contra de lo que solemos creer, las personas no somos entidades compactas y homogéneas, sino la suma de un conjunto de atributos que, en ocasiones, parecen absolutamente desconectados entre sí. Es decir, se puede ser un capullo al 90% y sin embargo poseer un 10% de genialidad.

Esto viene a cuento porque este año se celebra el centenario del nacimiento de Georges Remi, Hergé, el creador de Tintín. Pero, antes de nada, una confesión: soy un fan incondicional de los comics de Hergé, un tintinófilo extremo, un friki que no se deja tupé por mera imposición alopécica y que no usa pantalones bombachos porque aún conserva un mínimo de dignidad (y porque no hay dios que encuentre hoy en día un pantalón bombacho). Tengo, por supuesto, la colección completa de los álbumes de Tintín, incluyendo las distintas versiones de cada uno de ellos, y adquiero –aún más, leo- todo libro que trate sobre Hergé y su obra. Además, en mi casa hay diversos adornos relacionados con el universo Tintín. Dos pósters enmarcados: la portada de la primera versión de La isla negra y la portada de Siete bolas de cristal. Una reproducción del famoso cohete de Objetivo: la Luna. Cuatro carísimas y preciosas figuras de resina (una de ellas –Tintín con traje de astronauta- fue mi último regalo de Reyes). Una colección de pins con los personajes y, en fin, varios objetos más que reposan orgullosos sobre los estantes de las librerías de mi despacho.

Todo comenzó cuando, a los ocho o nueve años de edad, ingresé en el colegio San Alberto Magno. Como no tardé en descubrir, entre el alumnado existía una mafia, o club selecto, de seguidores de Tintín. La cosa consistía en intercambiar álbumes del personaje, pero para poder intercambiar hacía falta poseer al menos un álbum no leído por los demás; si no lo tenías, no te prestaban los suyos ni aunque se lo suplicases de rodillas (malditos egoístas). Así que me picó la curiosidad y logré agenciarme uno de los títulos de la colección; en concreto, Las joyas de la Castafiore. De ese modo ingresé en el club y tuve acceso a la mayor parte de los álbumes. Lo que me convirtió en un adicto y me hizo descubrir que no me bastaba con leer una vez cada título, así que a partir de aquel momento conseguí que mis familiares me fueran regalando –por cumpleaños, santos, Reyes, etc.- los distintos álbumes hasta tener la colección completa. ¿Cuántas veces habré releído los comics de Tintín? No lo sé, docenas... Y lo seguí haciendo hasta bien entrada mi primera juventud, y aún ahora, de vez en cuando, y aunque me los sé de memoria, releo alguno de mis títulos favoritos. Como podéis ver, soy un fanático.

Así pues, no es el propósito de esta entrada hacer una crítica objetiva de los comics de Tintín; ¿cómo ser ecuánime con lo que uno ama? Lo más ponderado que puedo decir de Hergé es que era un extraordinario dibujante, un magnífico narrador, un excelente diseñador gráfico y que creó un mundo propio habitado por una estimulante y variada galería de personajes. Y eso no es muy ponderado que digamos, ¿verdad? Pero no, no es de Hergé de quien quiero hablar, sino de Georges Remi. No del dibujante, sino de la persona.

No conocí personalmente a Georges Remi. Casi lo único que sabía acerca de su vida privada era que existía un borrón en su pasado: tras la Segunda Guerra Mundial, fue acusado de haber colaborado con los nazis durante la ocupación de Bélgica. No obstante, el motivo de esa acusación era que Remi había seguido publicando sus comics (Tintín, claro) en una revista controlada por los alemanes. Y, hombre, no está bien, pero no es lo mismo eso que gasear a treinta mil judíos. Así que le perdoné, igual que le perdoné a Borges haber prestado su apoyo moral a los militares golpistas. Un desliz lo tiene cualquiera... más o menos.

Pero hace unos años se publicó en España Hergé, de Pierre Assouline (Ediciones Destino Áncora y Delfín, 1997), una tan abultada como documentada biografía del dibujante belga. Y, tras leerla, Georges Remi se me cayó a los pies. No se trataba sólo de que hubiese colaborado con una revista filo-nazi; era un ultraconservador que, antes y durante la guerra, coqueteó abiertamente –aunque nunca llegó a militar- con el fascismo, un católico preconciliar (y no me refiero al Vaticano II, sino a Trento) y un hombre de moral anticuada y estricta, que, como todos los hombres de moral anticuada y estricta, acabó traicionándose a sí mismo. Pero no era sólo eso, no eran sólo sus ideas políticas y éticas. La imagen que brota de las páginas del libro de Assouline (y no se trata de una obra contraria a Hergé, ni mucho menos) es la de un hombre autoritario, intolerante, ególatra y egoísta, un hombre atormentado por sus contradicciones y, al mismo tiempo, inflexible en sus creencias. Es decir, exactamente la clase de persona con la que no me iría ni a tomar una caña al bar de la esquina. Así era el creador de mi querido Tintín.

Reconozco que al principio esto me desconcertó. ¿Cómo podía admirar tanto la obra creativa de (en mi opinión) semejante impresentable? Es cierto que, con el tiempo, las ideas de Remi fueron evolucionando, algo que queda patente en su obra, sobre todo en Tintín en el Tibet y en Las joyas de la Castafiore, pero estoy seguro de que siguió siendo hasta su muerte el mismo hombre autoritario, maniático, ególatra y egoísta de siempre. ¿Cómo conciliar esa imagen con mis adorados comics de Tintín? Bueno, el dilema no duró mucho, porque a Remi no llegué a conocerle y ya jamás le conoceré, pero su obra permanece. Y es la obra creativa lo que importa; el autor sólo es el medio (¿o el médium?) de que se valen las musas para manifestarse. En realidad, el creador, su naturaleza como ser humano, sus defectos y virtudes personales, importan un carajo.

No obstante, voy a confesar algo que en principio parece un contrasentido: Tintín, el personaje, nunca me ha gustado. Demasiado bueno, demasiado blando, demasiado asexuado. En el fondo, no es de extrañar que no me guste, pues Tintín no es más que la proyección ideal de su autor, un eterno boy scout ejemplo de rectitud y buenas costumbres. Un plasta, vamos. Y sólo le perdono porque alguien que tiene tan buenos e interesantes amigos y enemigos no puede ser del todo insulso. En efecto, no me interesa Tintín, pero adoro a todos los coprotagonistas y secundarios que le acompañan. Comenzando, claro está, por el capitán Haddock, el más querido personaje para cualquier tintinófilo de pro, ejemplo de dipsomanía y maestro del insulto surrealista. Pero también Silvestre Tornasol, Milú, Hernández y Fernández, Bianca Castafiore, Néstor, o el malvado Rastapopulos, o el pesadísimo Serafín Latón...

En el fondo, me pasa lo mismo con Tintín que con Hergé: no me gustan ellos, pero me encanta lo que hacen. Y ya que hablamos de gustos, os confesaré cuáles son mis historias favoritas de Tintín: El asunto Tornasol, Siete bolas de cristal y El templo del sol, El secreto del Unicornio y El tesoro de Rackham el Rojo, Tintín en el Tibet, Las joyas de la Castafiore, Stock de coque (precioso título, por cierto), El cetro de Ottokar, La oreja rota, Tintín en el país del oro negro y –aunque fue un álbum no muy bien recibido por la crítica- Vuelo 714 para Sidney. Éste es mi top ten de la tintinidad. Nunca me gustaron Tintín en el país de los soviets (pura demagogia fascista), ni Tintín en el Congo y Tintín en América (demasiado infantiles). Pero sobre todo, detesto Tintín y los Pícaros, que es una descorazonadora traición al espíritu de la serie.

Por cierto, leí hace poco que los herederos de Hergé y Spielberg se habían puesto finalmente de acuerdo para llevar las aventuras de Tintín a la gran pantalla con personajes de carne y hueso. La verdad es que no sé qué pensar al respecto... Tintín y su mundo funcionan de maravilla en comic, pero no pueden ser trasladados tal cual al cine. A comienzos de los sesenta, se rodaron dos películas sobre el personaje en imagen real: Tintín y el misterio del Toisón de Oro (Francia/Bélgica, 1961) y Tintín y las naranjas azules (Francia/España, 1964). Ambos filmes son malísimos por muchas razones, pero una de las cosas que demuestran es que los personajes deben ser reformulados para su adaptación cinematográfica. ¿Qué hará el viejo Steven con Tintín? Ya veremos.

Por último, una pregunta que nos permitirá saber cuántos auténticos tintinófilos hay entre los merodeadores de Babel: ¿Hernández y Fernández son exactamente iguales?

13 comentarios:

Kaplan dijo...

Curioso. Ni entre tus preferidos ni entre tus denostados está el díptico de la luna. Ni "La estrella misteriosa", ahora que me fijo. Quizás los más cf de todos, marcianitos de Sidney aparte. Yo recuerdo haber tenido alborotadas discusiones con mis amigos por ser de Tintín mientras que ellos eran de Asterix.

Anónimo dijo...

No, my darling, creo que uno lleva el bigote "para fuera" y otro "para dentro". Voy a comprobar mi hipótesis ahora mismo en Internet...

Anónimo dijo...

Querido César, ¿tenía premio adivinar lo de Hernández y Fernández?...

El jueves comienza en Barcelona la Feria del Cómic. Y hay un montón de mesas redondas sobre Tintín con frikis tintinófilos por aquello del centenario de Hergé. Buscad en:( http://www.ficomic.com/0_0/25_INFO/default.cfm?IDIOMA=ESP&IDIOMA_ID=2&MENU=2&SMENU=2 )

En Girona también hay una exposición sobre Tintín. Es la colección particular de uno de esos tintinófilos (hay primeras ediciones, objetos curiosos, dedicatorias...) ( http://www.fundaciocaixadegirona.org/?mod=detail&id=403 )

Yo, ejem, soy más de Asterix, pero Tintín me persigue y lo aprecio como una auténtica obra de arte.

Digo me persigue porque sin comerlo ni beberlo trabajé una temporada en la tienda de Tintín (BCN) y estuve dibujando la serie de TV del 91 del Estudio Ellipse (la última serie que se hizo mediananmente decente).

Por eso lo aprecio: porque lo conozco hasta su mínimos detalles (hasta lo de los bigotes de Hernández y fernández), por su línea clara, porque Hergé era un genio del diseño, por sus detalles ultrarealistas, porque cada viñeta es un cuadro...

Y porque cuando era pequeñita me hizo soñar.

Mi personaje favorito es Haddock, by the way, porque tiene personalidad y es ¡muy guapetón!

Cuando era pequeña mi albúm preferido era El Templo del Sol. Ahora... Ya no lo sé. El trabajo y la experiencia han pervertido los gustos.

Una nota curiosa: Ahora leo los tebeos con mi nena de 3 años. Funcionan bastante bien con los niños pequeños. (Hay que hacer una ligera adaptación narrativa, ¡pero funcionan!

(Lo siento: hablamos de "tebeos" y me emociono y se me alargan las entradas en los blogs...) Ayyy

César dijo...

Kaplan: es cierto, ya me había dado cuenta de lo que señalas acerca de la cf y mis preferencias, pero creo que es una casualidad. El doble álbum de la Luna me gusta, sobre todo la primera parte, con ese genial cabreo que se agarra Tornasol con Haddock, igual que me gusta "La estrella misteriosa". Pero me gustan más los que he citado, quizá por motivos subconscientes relacionados con mi niñez. De todas formas, "El asunto Tornasol" también tiene elementos de cf (un arma ultrasónica).

En cuanto a esa polémica Asterix vs. Tintín, también yo la sufrí. A veces, se sumaba a la discordia Spirou. Pero todos sabemos que Tintín es el nº 1.

Anónima de las 9:59: ¡Premio para la dama! Los bigotes, en efecto, son diferentes del modo que dices. Pero has hecho trampa, porque trabajaste con el personaje...

Y tienes razón, Haddock es guapetón. Aunque no lo era al principio. Si te fijas, en "El cangrejo de las pinzas de oro" (su primera aparición) tiene un aspecto más tosco y caricaturesco. Pero, conforme avanzaba la colección, Hergé lo fue haciendo más atractivo. Supongo que el dibujante se quedó prendado del personaje y lo mimó. A fin de cuentas, Haddock es un robaplanos que le arrebató el protagonismo (y el amor de los lectores) a Tintín.

Por cierto, de pequeño también mi álbum favorito era "El templo del sol" (junto con su primera parte, "Siete bolas de cristal").

Respecto a lo que comentas de tu retoña, creo que ésa es una de las razones del éxito de Tintín: le gusta tanto a niños pequeños como a chicos mayores (tan mayores como yo, y más).

Akaki dijo...

jeje, me ha gustado mucho que hayas hecho este comentario, y saber algo sobre la vida real de Hergé. Yo también tengo toda la colección y me los he leído varias veces cuando era pequeño en las noches en el cama y me encantaban, me enganchaba. De los que más me gustaban era El asunto Tornasol y La Oreja rota.Yo creía que sólo los leía yo.Aunque, eso sí, ya hace años que no releo uno y la verdad es que me han entrado ganas de hacerlo.
Y sobre los bigotes, pues no lo sabía, me habrías pillado.
saludos!

Anónimo dijo...

yo he leido uno y no lo acabe de pillar :S lo repetiré. Pero me parecio bastante guay lo del club ojalá aquí pudieran hacerse club de esos. A los de mi clase no les gusta leer. Ellos se lo pierden. ¡Ay, los cómics, benditos ellos! A mí me encanta Axterix y Obelix, tengo uno que le dieron gratis^^

Anónimo dijo...

MLRE

Acabo de regresar de Paris con la portada de la isla Negra...
El primero que viene a la mente es el Cetro de OttoKar ; Yo convencí a mi abuelo para uqe me los fuera comprando , desafortunadamente, murió ante que Hergé.
Por cierto Cesar que te parecieron las series de Dibujos que se hicieron, a mis hijos les encantaron.

De acuerdo con lo que dices de Tintin / Hergé , en mi opinión en los "secundarios " intervenian los del equipo que rodeaba al maestro .

Anónimo dijo...

mmmm...
A bote pronto, Hernandez lleva siempre el bastón en la derecha y Fernandez en la izquierda. ¿O es al reves?

Kaplan dijo...

Por cierto, que no sólo de Tintín vive el seguidor de Hergé. Yo no paré hasta hacerme con todos los de Jo, Zette y Jocko, cuyos nombres he visto luego absurdamente españolizados. Ni recuerdo cómo era aquello.

César dijo...

MLRE: como bien señalas, Hergé tenía un montón de colaboradores, como por ejemplo Bob de Moor y Edgar Pierre Jacobs, que eran capaces de imitar con exactitud el estilo del maestro. Unos dibujaban los fondos, otros los vehículos, otros los uniformes... Pero Hergé lo controlaba todo, hasta el más mínimo detalle. Así pues, los secundarios, aunque estuvieran dibujados por otros (lo que es difícil de determinar, debido al sistema de múltiple calcado que empleaban), son obra de Hergé.

Arturo: pues no sé si estás en lo cierto con eso de los bastones... Tendré que comprobarlo. En cualquier caso, los bigotes son la "distinción oficial".

Anónimo dijo...

Perdon si toco otro tema, la dicotomía "autor borde/obra excelsa" (o al revés). A ver ¿alguien cree que un buen fontanero tiene que ser tambien una buena persona? ¿porque con un artista debería ser distinto? Ya se aquello de que tienen una especial sensibilidad, etc, etc. Pero esto, aparte de ser un invento del s. XIX (no consta que a Velazquez o Shakespeare les quitara el sueño tener o no sensibilidad) se ha demostrado meridianamente falso.

Además tenemos el prejuicio ideológico, Remi no puede sacarse de encima sus simpatías profascistas, pero muchos otros artistas tuvieron simpatías estalinistas mucho más irredentas sin que sus biografías tengan que cargar con ellas por toda la eternidad. Ya se, los artistas suelen ser de izquierdas, lo cual por cierto es otro invento del s. XIX, cuando la intelectualidad empezó a apoyar causas romanticas y progresistas (o supuestamente tales). Recordemos que la mayor aspiración de Velazquez fue que le nombraran noble, y la de Miguel Angel atesorar dinero, sin que tal cosa restara un apice a su genio.

Asi pues, a mi no me extraña en absoluto descubrir que un autor cuyas obras venero es alguien a quien no me gustaría en absoluto conocer o cuyas ideas me producen urticaria. Lo preocupante es a mi entender lo contrario, la cantidad de gente que te suelta, con pasmosa seriedad, que cree en x idea "porque tambien la apoya todo un premio nobel de literatura".

César dijo...

Una que pasaba por ahí: tienes razón, pero no es lo mismo un escritor (o un dibujante/guionista de comics) que un fontanero, o un pintor, porque el escritor nos ofrece directamente sus ideas, el producto de su cerebro convertido en lenguaje. Eso es lo que a mí me parece paradójico. No obstante, estoy de acuerdo en que no importa cómo sea el autor; lo único importante es la obra.

Por otro lado, también te doy la razón en lo que comentas sobre el pasado estalinista de muchos escritores. Me parece totalmente injusto que a Borges se le negara el Nobel por haber apoyado, de algún modo, la dictadura argentina, pero que se lo dieran a García Márquez pese a su inveterado apoyo a la dictadura cubana.

Anónimo dijo...

Hola Cesar,
De acuerdo contigo, aunque discrepo algo con lo de los pintores. Un pintor tambien transmite, aunque en otro tipo de lenguaje. Por otro lado, en general desconfío del escritor que me quiera transmitir demasiado sus ideas. Por ejemplo para saber la ideologia de Herge tienes que leerte una biografía. No transpira en Tintin, o no de manera muy descarada. Y eso me parece de perlas.

Cambiando de tema, toda la escuela de comics franco-belga es deliciosa. Aparte de Hergé, hay dos artistas que me fascinan. Uno es ese maestro del guión de comic llamado Goscinny. Todas las series en las cuales participó (con distintos dibujantes) son geniales, y todas perdieron pegada cuando lo dejó. Entre ellas: Asterix, Lucky Luke y el olvidado pero genial Iznogud. Sin olvidar Le petit Nicolas, una delicia de la literatura infantil. Otro es Franquin, al que deberían hacer un monumento solo por ser el padre del marsupilami. Pero es que Gaston Lagaffe (que yo conocí en versión catalana como Sergi Grapes, ignoro como se llamó en español) y las ideas negras son cómics que no deberían faltar en cualquier biblioteca especializada. Volviendo al tema de la dicotomía autor/obra, ¿sabías que el creador del alegre marsupilami era un depresivo integral?

Por ultimo, decir que hace unos años empecé a introducirme en el apasionante mundo del manga (comic japonés) y des de entonces intento ser un poco proselitista. Me repatea la mala fama que arrastra este comic, cuando el nivel medio es muy alto y cuenta con muchas obras maestras indiscutibles. Animo a los reticentes a probarlo, quedarán agradablemente sorprendidos.