“Un hombre achispado, en una reunión de despedida, entonaría una melodía para animar su espíritu; un militar bebido ordenaría más galones de bebida y más banderas para acrecentar su gloria militar”.
Sabiduría china; cita y traducción de Lin Yutang para La importancia de vivir. Tomado de ¡...Más banderas!, de Evelyn Waugh, novela que recomiendo encarecidamente a todos los merodeadores de Babel.
“El patriotismo es el último refugio de los canallas”.
Samuel Jonhson
No comulgo con el nacionalismo; lo rechazo cordialmente, me deprime. Me parece una forma miope de ver la vida, un intransigente empeño en dividir al mundo en dos partes: nosotros y los demás; una voluntaria castración que impide sentir como propio todo aquello que esté allende de nuestras fronteras. ¿Por qué he de amar a mi región por encima de todas las cosas e infinitamente más que a cualquier otra región? ¿Porque he nacido allí? Es decir, que la lotería Darwin-Mendel decide, por puro azar, que yo nazca en determinado lugar y, a partir de ese momento debo centrar todo mi amor y limitar mi perspectiva a ese lugar, como si me pusieran anteojeras, como si careciera de criterio propio, como si la televisión no nos mostrara un mundo enorme y asombroso, como si no hubiera agencias de viaje.
Pero, ojo, cuando digo “nacionalismo” no me refiero sólo a los catalanes, los vascos o los gallegos, no, no, no. Me refiero también, y sobre todo, al nacionalismo español. ¿Amo a mi país? Pues..., no en especial. Hay cosas que me gustan de España y cosas de ella que odio profundamente. Me encantaría que mi país fuera tan socialmente avanzado como Holanda o los Países Nórdicos; me gustaría que tuviera una tradición cultural como la de Inglaterra o Francia; quisiera que España adquiriera unas cuantas dosis del pragmatismo norteamericano o de la disciplina alemana. Pero bueno, es lo que hay y es donde vivo; y sin lugar a dudas, existen países infinitamente peores (como por ejemplo, Cuba; seguro que alguien lo iba a decir, así que me adelanto).
El caso es que, cuando viajo por el extranjero y veo una bandera Española ondeando en algún lugar (generalmente un hotel), no se me encoge el corazón de orgullo ni me crece la picha a base de excitaciones patrias. Me la trae al pairo. Cuando estaba en la universidad y perdía el tiempo estudiando lingüística, en vez de periodismo, que es en lo que se suponía que me había matriculado, leí una frase muy interesante. Versa sobre la diferencia entre signo y símbolo: “Un signo siempre es menor que el objeto representado, y un símbolo siempre es mayor que lo que representa”. Ejemplo de signo: una señala de tráfico. Ejemplo de símbolo: una bandera.
En efecto, una bandera -la española, por ejemplo- simboliza más que al país y a sus habitantes. Simboliza su historia, su gloria, su herencia, su raza, sus creencias, su idiosincrasia, su futuro, sus tradiciones, su idioma, sus esperanzas, sus ideales, sus paradigmas, sus valores... Un momento, un momento, stop. La bandera simboliza tantas cosas que a la hora de la verdad no representa nada. Es un símbolo vacío, un globo hinchado, un logotipo envejecido, un hueco reclamo publicitario. Mejor paso de banderas.
Aunque a lo mejor algunos afean mi actitud. Hoy es nuestra Fiesta Nacional y el Día del Pilar; vaya papelón para alguien como yo, que no es aragonés, creyente ni patriota (¿no sería mejor quedarse todo el día en la cama?). Al menos soy hispano y hoy también es el´Día de la Hispanidad (sea eso lo que signifique). Bueno, all parecer, seré algo así como un traidor si mañana no salgo a las calles orgulloso de mi país como un pavo y ondeando entusiastamente una bandera de España (coño). ¿Y si me disfrazo? ¿Y si voy vestido de Capitán España (coño)? No sé, el uniforme ceñido delataría a mi tripa en todo su esplendor, aunque cabría ocultarla con el escudo (si es lo suficientemente grande). Por otro lado, dada la estrechez del uniforme, y con ayuda de un par de calcetines enrollados, podría marcar un paquete glorioso. Además, la fama; ya veo la serie de comics: “Las fantásticas aventuras del Capitán España (coño) y Marianin”... Pero, bien pensado, no; el rojo y el amarillo son muy chillones (una horterada en comparación con el rojo y azul de Superman). Definitivamente paso de símbolos patrios.
Así que, mientras algunos gritan exigiendo más banderas, yo esperaré tranquilamente a que llegue el dos de febrero, Día de la Marmota. Al menos esa es una fiesta clara y nada simbólica.
Por mi parte, la única bandera que estoy dispuesto a respetar y asumir es la que aparece ilustrando este post. Se trata de la Bandera de la Tierra diseñada por John Cadle, y representa el Sol, la Tierra y la Luna (gracias a Jorge por proporcionármela). Las banderas siguen mosqueándome, pero al menos ésta representa a nuestro planeta, la única patria que considero mía.
“El patriotismo es el último refugio de los canallas”.
Samuel Jonhson
No comulgo con el nacionalismo; lo rechazo cordialmente, me deprime. Me parece una forma miope de ver la vida, un intransigente empeño en dividir al mundo en dos partes: nosotros y los demás; una voluntaria castración que impide sentir como propio todo aquello que esté allende de nuestras fronteras. ¿Por qué he de amar a mi región por encima de todas las cosas e infinitamente más que a cualquier otra región? ¿Porque he nacido allí? Es decir, que la lotería Darwin-Mendel decide, por puro azar, que yo nazca en determinado lugar y, a partir de ese momento debo centrar todo mi amor y limitar mi perspectiva a ese lugar, como si me pusieran anteojeras, como si careciera de criterio propio, como si la televisión no nos mostrara un mundo enorme y asombroso, como si no hubiera agencias de viaje.
Pero, ojo, cuando digo “nacionalismo” no me refiero sólo a los catalanes, los vascos o los gallegos, no, no, no. Me refiero también, y sobre todo, al nacionalismo español. ¿Amo a mi país? Pues..., no en especial. Hay cosas que me gustan de España y cosas de ella que odio profundamente. Me encantaría que mi país fuera tan socialmente avanzado como Holanda o los Países Nórdicos; me gustaría que tuviera una tradición cultural como la de Inglaterra o Francia; quisiera que España adquiriera unas cuantas dosis del pragmatismo norteamericano o de la disciplina alemana. Pero bueno, es lo que hay y es donde vivo; y sin lugar a dudas, existen países infinitamente peores (como por ejemplo, Cuba; seguro que alguien lo iba a decir, así que me adelanto).
El caso es que, cuando viajo por el extranjero y veo una bandera Española ondeando en algún lugar (generalmente un hotel), no se me encoge el corazón de orgullo ni me crece la picha a base de excitaciones patrias. Me la trae al pairo. Cuando estaba en la universidad y perdía el tiempo estudiando lingüística, en vez de periodismo, que es en lo que se suponía que me había matriculado, leí una frase muy interesante. Versa sobre la diferencia entre signo y símbolo: “Un signo siempre es menor que el objeto representado, y un símbolo siempre es mayor que lo que representa”. Ejemplo de signo: una señala de tráfico. Ejemplo de símbolo: una bandera.
En efecto, una bandera -la española, por ejemplo- simboliza más que al país y a sus habitantes. Simboliza su historia, su gloria, su herencia, su raza, sus creencias, su idiosincrasia, su futuro, sus tradiciones, su idioma, sus esperanzas, sus ideales, sus paradigmas, sus valores... Un momento, un momento, stop. La bandera simboliza tantas cosas que a la hora de la verdad no representa nada. Es un símbolo vacío, un globo hinchado, un logotipo envejecido, un hueco reclamo publicitario. Mejor paso de banderas.
Aunque a lo mejor algunos afean mi actitud. Hoy es nuestra Fiesta Nacional y el Día del Pilar; vaya papelón para alguien como yo, que no es aragonés, creyente ni patriota (¿no sería mejor quedarse todo el día en la cama?). Al menos soy hispano y hoy también es el´Día de la Hispanidad (sea eso lo que signifique). Bueno, all parecer, seré algo así como un traidor si mañana no salgo a las calles orgulloso de mi país como un pavo y ondeando entusiastamente una bandera de España (coño). ¿Y si me disfrazo? ¿Y si voy vestido de Capitán España (coño)? No sé, el uniforme ceñido delataría a mi tripa en todo su esplendor, aunque cabría ocultarla con el escudo (si es lo suficientemente grande). Por otro lado, dada la estrechez del uniforme, y con ayuda de un par de calcetines enrollados, podría marcar un paquete glorioso. Además, la fama; ya veo la serie de comics: “Las fantásticas aventuras del Capitán España (coño) y Marianin”... Pero, bien pensado, no; el rojo y el amarillo son muy chillones (una horterada en comparación con el rojo y azul de Superman). Definitivamente paso de símbolos patrios.
Así que, mientras algunos gritan exigiendo más banderas, yo esperaré tranquilamente a que llegue el dos de febrero, Día de la Marmota. Al menos esa es una fiesta clara y nada simbólica.
Por mi parte, la única bandera que estoy dispuesto a respetar y asumir es la que aparece ilustrando este post. Se trata de la Bandera de la Tierra diseñada por John Cadle, y representa el Sol, la Tierra y la Luna (gracias a Jorge por proporcionármela). Las banderas siguen mosqueándome, pero al menos ésta representa a nuestro planeta, la única patria que considero mía.
32 comentarios:
Amén. Los payasos que buscan sentido a su vida enrollados en una bandera como un canelón me la sudan. Así de claro. Y, César, dada la naturaleza de ser humano, enarbolar la bandera de la Tierra acabaría trayendo problemas y disputas varias, de debajo de algún inhóspito terruño aparecería alguien reclamándola para sí con el pretexto absurdo de que es más terráqueo que el resto. Así que no tentemos a la suerte y mejor guardarla. Llegado el caso, uno puede exiliarse a otro país, vecino o no, pero a ver adónde nos acogen fuera de la Tierra.
Mi mujer se llama Pilar, de manera que podéis imaginaros lo único que me interesa del día de hoy.
Todo depende de lo que te inspire una bandera. En mi caso, me identifico con la española, al menos más que la americana, zimbabuita o saudí. ¿Por qué?. Porque los otros dos países no me dicen nada. Pero no me lleva a creerme ni superior, ni obligar a otros a que la besen, ni se me levanta el orgullo patrio y feroz al verla ondear. Eso sí, como cualquier símbolo me gustaría que se respetara, al igual que yo respeto todas las banderas y símbolos, aunque me traigan al pairo. El hecho de que se la queme, por ejemplo, me molesta, pero no en si por el trapo (me molesta que se quemara cualquier otra, si eso a alguien le fastidia). Si no porque ello lleva implícito un ataque y una violencia. Es como si destrozaran un coche delante mío. Y yo dijese, !Ah!, no me molesta porque el coche no es mío, y ni siquiera conozco al dueño. Pues la verdad, la agresividad y violencia me machaca.(esta aprte del post no va por tu éntrada sino por las patéticas diatribas nacionales y nacionalistas que se están entablando)
Supongo que los símbolos es una forma de resumir muchos conceptos en uno sólo. Lo malo es cuando algunos parecen que han visto a Dios con un trapito.
Creo que como hominidos somos simbólicos, esa es parte de nuestra inteligencia. En cualquier caso, tb me identifico con la de la tierra, esa es la gran patria común(sobre todo cuando vemos las imágenes del planeta desde la luna). Como decía ET: miii caaassa
Pues qué queréis que os diga, yo con la de la tierra no me identifico porque... ¡es fea! Y como norma que me impuse desde que decidí yo solito que tenía buen gusto, es que no me pondría nada feo, osea. Así que, nada.
Pero de acuerdo estoy con lo que ha dicho mazarbul acerca de la violencia y con lo que ha dicho Arcadio acerca de "Pilar", que Pilar se llama mi madre.
Y a mí me encanta viajar, conocer cosas nuevas, descubrir que, a lo mejor, son mejores y, precisamente por eso, hacerlas mías (sí, como un copycat sin honra), así que, no puedo dejar de decir que estoy de acuerdo contigo en lo que has dicho en la entrada.
¡¡Aprovecho esta ocasión para saludar a mi mamá que hoy es su santo!!
Veréis, es que yo no puedo evitar detectar en los nacionalismos cierta dosis de malsana codicia. Quiero decir que si Cataluña (donde, dicho sea de paso, nací) o el País Vasco o Galicia fueran páramos áridos de los que no se pudieran extraer riqueza alguna, los nacionalistas se reducirían a la mínima expresión, de manera que los motivos sentimentales a los que tanto apelan esos sujetos son, creo yo, un embuste, una falacia obscena. Todavía está por ver que un ciudadano de Etiopía, por poner un ejemplo, clame con obstinación similar a los que proceden de países ricos por independizarse. ¿Independizarse de qué?
Todavía recuerdo un reportaje de Caiga quien caiga en el que entrevistaban a unos gibraltareños que se expresaban en un español con deje andaluz que tiraba para atrás, casi montaraz, manifestando a voz en cuello que ellos no eran españoles sino ingleses. ¿Y por qué lo hacían? ¿Acaso porque habían estudiado en Oxford y practicaban desde la niñez la caza del zorro o frecuentaran con delectación la lectura de las obras de Shakespeare o les gustaba horrores participar en las carreras de piraguas en las turbias aguas del Támesis? Me da a mí que no, que tenía más que ver la circunstancia de la renta per cápita, etc, que otra cosa.
Y eso en lo que atañe a los llamados nacionalismos periféricos. Si nos paramos a reflexionar sobre el nacionalismo español encarnado por Acebes y compañía, casi mejor echarse a llorar. Es tan detestable quemar banderas como izar una en la plaza de Colón del tamaño del césped del Bernabeu. ¿Acaso se es tanto más patriota cuanto más grande la tienes? ¡Qué absurdo!
En fin, aquí viene la cita de rigor, esta vez de Millás: "Quienes más aman a la patria más desprecian a sus habitantes. Es como si la pasión por lo abstracto condujera al desprecio de lo concreto".
Pues eso.
Estupendo post. Estoy totalmente de acuerdo contigo, me atrevería a decir que hasta en lo que no has llegado a escribir. Y, por cierto, me ha encantado la frase sobre la diferencia entre signo y señal: buenísima. En fin, aplausos varios desde Chipunia.
Muy de actualidad este post.
Yo estoy bastante de acuerdo con mazarbul. Aunque no me dicen prácticamente nada las banderas, ni los símbolos religiosos, ni siquiera los equipos deportivos (ni siquiera me emociono si gana Nadal o Alonso, pues ganan ellos, yo no gano nada con ello), siento un gran respeto hacia estas banderas y símbolos pues sé que sí que significan algo para otras personas y yo no soy quién para ofender a nadie despreciando su bandera.
Tampoco me parece mal (ni bien) que la gente salga a la calle con orgullo enarbolando su ikurriña o su bandera española o su bandera del barça, siempre y cuando lo hagan sin aspavientos y respeten a los que no lo hacemos.
En definitiva, los símbolos no me dicen nada pero los respeto (salvo que tengan un significado perverso como el de la esvástica, claro está), lo que no respeto es la intolerancia y el desprecio a los que opinan de forma diferente, pues esto solo engendra violencia.
Copio entera la inmejorable entrada del blog de mi amigo Bernar Freiría (por cierto, no me confundáis con el tocayo Jorgito de una entrada anterior a ésta que ahora escribo):
<<"El orgullo y la tribu": Creo que el orgullo es una inflamación, insana aunque difícil de evitar, del ego. Se adquiere, cuando no es congénita, de muy diversas maneras. La única de ellas que me parece tolerable es la que se produce por lo logrado y me parece deleznable cuando la causa es lo dado. Por si lo anterior resulta críptico me explicaré. Me parece tonto pero disculpable enorgullecerse por ser un experto en teoría de cuerdas, por haber descubierto un oncogén o por haber escrito una obra maestra. Lo que me parece despreciable es estar orgulloso por ser alto o por tener los ojos del bello color de la miel, por ejemplo. Hoy nos llaman a hacer patente nuestro orgullo por algo tan circunstancial e inevitable para cada uno de casi todos los españoles como es haber nacido en España. Y además, Rajoy pretende que hagamos algo que lo denote. No me opongo a fijar fechas en el calendario a modo de post-it's amarillos que nos sirvan de recordatorio de algo que hemos de hacer todos los días. Ese aviso serviría muy bien para recordarnos que tenemos que construir entre todos un país que sea más habitable. Desde los estoicos, solo es posible ser lúcido sintiéndose ciudadano del mundo. Sin embargo, tenemos obligaciones específicas con los más próximos. Nuestros conciudadanos nos exigen una solidaridad más cercana, pero en ningún modo exclusiva. Si algún orgullo sería disculpable es el de estar contribuyendo de modo activo a las tareas que benefician a todos. ¿Enorgullecerse de un pasado que sólo como mítico puede inflamar el ego? Eso queda para los teólogos fundamentalistas como el Rajoy de las banderas o los asistentes al desfile militar. Pura tribu.>>
[de http://www.bernarfreiria.com/index2.htm ]
Cambiando de tema, y a propósito del Nobel: gracias a mi pasado de comprador compulsivo de libros (ahora me dan ataques con mucha menos frecuencia), tengo en casa un ejemplar en inglés de Shikasta, novela de CF de la recién premiada Doris Lessing, la primera de su serie de novelas de CF "Canopus in Argos". ¿Alguien las ha leído?
Pido perdón por entrar tres veces seguidas. He encontrado en la Wikipedia una bandera similar a la que ilustra esta entrada, pero mucho más hermosa, sobre todo para los que mamamos CF en la infancia, ya que presenta no sólo a la Tierra sino también el sol y la luna:
http://commons.wikimedia.org/wiki/Gallery_of_flags_representing_astronomical_objects#Earth
Es la de John Cadle. Como analfabeto informático que soy, no consigo guardar ni poner en mi blog la imagen en formato .svg
¿Alguien puede ayudarme?
Mi amigo Kaplan me la acaba de enviar en formato jpeg, así que en unos minutos izaré esta bandera en mi blog...
Arcadio: pues me temo que no te falta razón, amigo mío. Teniendo en cuenta cómo se llama nuestro planeta, puede que los habitantes del continente se consideraran más terrestres que los isleños. O más terrestres que los costeños, y así las cosas se mantendrían iguales. Los del centro de la península serían terrestres a tope, mientras que costeños como los vascos, catalanes y gallegos serían separatistas anti-terrestres y medio-acuáticos.
Mazarbul & Jorgito: quienes queman banderas son absolutos creyentes en los símbolos. Para ellos, la bandera es un símbolo y quemarla otro. Yo no tengo el menor interés en quemar bandera alguna, precisamente por lo poco que significan para mí las banderas.
Por otro lado, claro que somos animales simbólicos y, como bien señalas, nuestra inteligencia está basada en el simbolismo. Pero eso no quiere decir que los símbolos sean inocentes. La cruz, la media luna, la esvástica, la hoz y el martillo... ¿cuántas vidas se han perdido en nombre de esos símbolos? El problema es que los símbolos, por su vaguedad y su múltiple significado, se emplean con gran frecuencia para manipular a la gente. Hay que ser muy crítico frente a ellos, porque son muy, muy, muy peligrosos. Una bandera, por ejemplo; si la agitas airosamente puede ser algo bonito, pero no debemos olvidar que al otro extremo del trapo hay un palo con el que se le puede romper la cabeza a la gente.
Ferlocke: te comprendo; la otra bandera era horrible. Pero ésta que me ha pasado Jorge es bonita, ¿no te parece? Por cierto, felicidades atrasadas a todas las Pilares que os sean próximas y queridas.
Arcadio bis: me encanta la frase de Millás; es estremecedoramente cierta.
Miroslav: ¿Chipunia tiene bandera?
Jorge: Excelente artículo el de tu amigo Freiría. Con respecto a las novelas cienciaficcionescas de Doris Lessing... nunca me he atrevido a leerlas, no sé exactamente por qué. Tampoco puedo ayudarte con tu problema informático; soy aún más analfabeto que tú. Gracias por la bandera; es rara, pero bonita.
Me va a salir cursi del cojón pero esa bandera no tiene nada de elegante. Si la luna fuese en color plata, la tierra en azul cielo, y el sol en color oro y además hubiera estrellas en el cielo no tengo nada en contra. Pero algo tan simple... En fin... La tierra es muy grande.
Y César, no creo que tenga anda malo querer el lugar donde naces. Diría que no es por haber nacido ahí pero en parte sí. La mayoría de las veces es lo que más se conoce. Madrid es preciosa, y Barcelona, y Murcia, y Cuenca (realmente preciosa), y Santiago [son los sitios donde he estado, sí], pero la ciudad que mejor conozco es Valencia y la encuentro bella, hermosa y magnífica por ello. Sé a dónde tengo que ir si quiero estar tranquila y relajada cuando voy a Valencia. En Madrid no, ni en Barcelona ni en Murcia ni en Cuencia ni en Santiago. Sólo en Valencia. Cuando viva en otra ciudad, probablemente ame tanto otra tierra como amo la mía. Mientras tanto, yo me considero valenciana y romana. O para acabar rápido, europea, ya que me gustaría visitar todo el continente.
Y creo que cuesta trazar la línea entre nacionalismo y cariño hacia tu hogar. Ahora, si dices que amas el lugar donde vives eres un nacionalista, y un facha. Y está muy de moda lo de considerarse apátrida, cosa que yo respeto totalmente, sólo por estar en contra del nacionalismo. Pero yo personalmente creo que eso es darle mucho bombo. Darle importancia. Renunciar al nacionalismo mostrándose apátrida es como tenerle miedo al nacionalismo, como creer que puede realmente hacer cosas malas, cuando en realidad los tres o cuatro que sean tan extremistas no van a poder nunca con el resto del mundo.Bueno... O tal vez sí. Pero en cualquier caso es demostrar miedo, aunque sé de sobra que nadie se considera apátrida con esa intención.
En fin. La bandera española me parece espantosa, el amarillo y el rojo juntos son colores demasiado cálidos y fuertes, casi abrasa verla. Además, que el dibujo es la mar de simple, menos la bandera japonesa no hay ninguna más fácil de dibujar. Me gusta mucho la de Estonia, que estando también dividida en franjas, tiene unos colores bonitos. Azul, blanco y negro. Un beso,
Cristina
Ayer discutí la cuestión (cómo no) con unos amigos. Claro que no tiene nada de malo que nos guste lo que mejor conocemos, lo que tenemos más próximo, pero eso no significa que consideremos "lo nuestro" mejor en su conjunto, como paquete, que "lo otro" o "lo ajeno". A mí hay muchas cosas que me gustan de España, o de Madrid, y otras que detesto (por ejemplo, la crisPPación), y lo mismo me ocurre con otros lugares en los que he vivido (principalmente Bruselas, Finlandia y Taiwán). Lo que me revienta es la actitud de los que dicen: "esto, como es español, es cojonudo, porque los españoles somos lo mejor del mundo y nos lo pasamos mejor que nadie" (frase típica de muchos erasmus o de la tuna española de Bruselas). Ayer decía un amigo que hay que respetar y amar lo propio, y yo le respondía que sí, pero no menos hay que respetar y amar otros lugares en que nos encontremos. Yo muestro tanto civismo en Bruselas o en Pingtung como en Madrid, y disfruto tanto con una sauna finlandesa (acompañada de cerveza, salchichas etc*) como con una buena tortilla de patatas con pisto o pimientos fritos en un bareto o chiringuito.
[* ojalá también con valquirias...]
Cèsar: Si el traje de Superman es rojo y azul, ¡el traje rojo y amarillo es del Capitàn Marvel! ;)
Otra: si "nuestro planeta" se representa con el color azul porque es el planeta del agua ¿por què se llama Tierra? =O
Totalmente de acuerdo, pero a mi me gusta mi tierra más que ninguna otra, aunque mi amor no es ni por las virtudes de sus paisanos, que algunas tienen ni por la belleza de sus paisajes, que de bien pintorescos hay, la quiero porqué es mi casa y es mi gente, no es mejor ni peor que cualquier otra pero si por un casual desapareciera no sabría a donde ir cuando quiero ir a casa.
“Roda el mon i torna al born”
El día 12 de octubre celebro que no hay que trabajar.
En cambio desde hace años ¡celebro el día de la marmota! Canto el himno (la-la, la-la-la, la la la laaa...), veo la peli de "Atrapado en el Tiempo" , y busco en Internet si el invierno seguirá o no (http://www.groundhog.org/).
Y cada 2 de febrero me digo que hay que aprovechar cada instante, porque un buen día, sin darte cuenta, ¡te quedas sin instantes!
Puedo perder mi tiempo con estas tonterías, pero nunca con otras que dependan de dónde nací, dónde vivo o de qué color tienen los calzoncillos mis vecinos.
Permitidme un comentario general. Dice una frase (que yo suscribo): "El hogar de un hombre es su infancia". La infancia, ay, cómo la mitificamos, ¿verdad? Es nuestra Arcadia particular, nuestro jardín del Edén sin serpiente ni tío con barbas mandón. Amamos profundamente los recuerdos de nuestra niñez, nos hace felices evocar esa época y todo lo que a ella está asociado.
Por ejemplo: el lugar que ha servido de marco a nuestra infancia. En mi caso, Madrid. Pero no todo Madrid, claro, que es una ciudad muy grande; en concreto, el barrio de Chamberí (donde estaba mi hogar y mis colegios) y los barrios de Chamartín y Moncloa. Esos son los principales escenarios de mi niñez. Y varios lugares más de la provincia que solía visitar con mis padres (Navacerrada, Chinchón, aledaños de Segovia...). Pues bien, cuando paso por esos sitios experimento un profundo sentimiento de añoranza, de amor sí, pero de amor no a un lugar, sino a los recuerdos y experiencias que asocio con ese lugar. Es la memoria de mi niñez lo que me hace vibrar, no la calidad del entorno, porque eso me sucedería en cualquier lugar donde me hubiese criado, aunque fuese Albacete (con perdón para los albaceteños).
¿Eso es querer a tu tierra? Quizá, pero a mí me suena más a ensoñación romántica. Al final, el patriotismo se reduce a una asociación irracional entre el entorno y la añoranza de tiempos pasados. Todo lo cual es muy lógico, muy humano y muy comprensible. Pero también, si se lleva demasiado lejos y sin aplicar un mínimo sentido crítico, catastrófico.
Porque, vamos a ver: de entrada el idealizado Madrid de mi niñez ya casi no existe. Afortunadamente, diría yo, porque el hecho de evocar con tanto cariño esa época, sus lugares y sus gentes, no me impide reconocer que Madrid era una ciudad gris y paleta; más amable que hoy, sin duda, pero rancia, mediocre y, como el resto de España, sometida a un régimen dictatorial y castrante. ¿Ésa es mi patria? No, gracias. Y tampoco creáis que me gusta especialmente el Madrid actual. Me parece caótico, histérico, sucio y malhumorado.
Por otro lado, soy perfectamente capaz de sentirme bien en cualquier lugar que me guste. Por ejemplo, me gusta Galicia (aunque no tenga ningún lazo que me ate a ella). Me siento bien allí, lo percibo como un hogar. Tanto es así que mi mujer y yo nos estamos planteando comprar una casa en Galicia para pasar allí la mitad del año. Y no me sentiré forastero, os lo juro. Pero también podría vivir en Amsterdam, o en San Francisco, o en algún pueblo de Bretaña, o en la Toscana... Cualquier lugar donde me sienta bien es mío.
En fin, amamos a nuestra pequeña patria porque nos enlaza con la niñez. Es una mera cuestión de nostalgia; y está muy bien, no lo critico, porque yo mismo lo experimento, pero no saquemos las cosas de quicio, porque no hay nada más. O sí lo hay: palabrería hueca y manipuladora.
Merak: de entrada, te confesaré que yo soy un poquito apátrida, porque nací en Barcelona, pero me crié en Madrid. Quizá esto me de una perspectiva más amplia, no sé... Ahora bien, me parece un poco injusto que consideres el internacionalismo (mejor esa expresión que lo de "apátrida") una simple moda o una reacción frente al nacionalismo. Creo que, después de casi 200 años, el internacionalismo está lo suficientemente asentado como para atribuirle entidad propia. Yo no soy internacionalista porque me caigan gordos los vascos o los catalanes (coño, si soy catalán), o porque me toquen las napias los españolistas de camisa azul y corbata rosa. Lo soy porque considero que es la única actitud racional y ética en un mundo cada vez más pequeño e interconectado. Puede que me equivoque, pero si es así, se equivocará mi cerebro, no mis tripas.
Por último, la bandera de la Tierra. Pues, la verdad, es rara, pero me gusta precisamente en su simplicidad, sin estrallas ni adornos. Voto por ella.
Ah, la mejor bandera del mundo es la japonesa. Porque es un puntazo (perdón por el mal chiste).
Rotebor: Es verdad, el Capitan Marvel va de rojo y amarillo. "El gran queso de bola" lo llamaban. Pero yo pensaba más bien en una versión rojoamarilla del uniforme del Capitán América. En cuanto a nuestro planeta: si tuviéramos que llamarlo según el elemento que más abunda en él, su nombre debería ser Planeta Gilipollez.
Anónima de las 9:59: claro, el Día de la Marmota. Ya lo decía yo.
Amigo César:
Quizá ahora entiendas un poquito más mi tesis sobre la discutible defensa de los colores en el deporte. Sí, ya sé que no es lo mismo. Desde luego. Nada tienen que ver los complejos asuntos de la política, a veces tan fraudulentos y tan fanáticos, con el disfrute sano y positivo de un deporte, ya sea viéndolo o practicándolo. Está claro que es distinto, pero... ¡demonios!, en el fondo están los símbolos y los colorines. Imperturbables y dominadores. Potentes y efectivos.
"Me gusta dejarme llevar por los colores de mi equipo", venías a decir. Muy bien. Pero esto es lo que algunos están diciendo en otro ámbito.
En fin. Quiero dejar claro que estoy prácticamente de acuerdo en casi todo lo que se ha dicho sobre las banderas y los símbolos. De hecho, mi única patria es la mar, como decía el pirata de Espronceda. Bueno, en realidad también tengo otras patrias: la literatura, la Historia, mis hijas.
Otra cosa es que me guste defender la cultura y las tradiciones de los distintos territorios de la península; un legado hermoso que no debe perderse, que no debe manipularse, y que debemos conocer para enriquecer nuestra persona y mantener los bellos recuerdos del pasado.
Otro aspecto para el debate es el adueñamiento casi abosoluto que el PP ha llevado a cabo con los símbolos llamados nacionales. No me parece nada correcto. Me molesta. Da la sensación que son como sus propios estandartes, lo cual es totalmente falso, además de que crean sensaciones contradictorias en la gente.
Yo acepto tanto los símbolos españoles como los aragoneses y zaragozanos. Me parecen bien todos ellos. Hasta creo que son bonitos. Pero no por ello soy afín al PP ni mis ideas comulgan con la política de derechas.
Por cierto, y volviendo al baloncesto, qué lastima lo del Europeo; esa posible canasta de Gasol en el último segundo...
Las chicas también llegaron a la final europea, aunque han pasado desapercibidas (otra injusticia más entre tantas muchas). Amaya Valdemoro, Laia Palau, Ana Montaña, Elisa Aguilar, Lucila Pascua, Isabel Sánchez y otras pocas, son autenticas maravillas de hacer baloncesto. Lástima que, además de estar en un mundo de banderas, estemos también en un mundo machista.
Jesús Duce
Aprovecho este tema para recomendar la lectura de un libro interesantísimo y que, aunque habla del remoto pasado, nos puede servir para averiguar muchas de las razones de por qué el mundo actual y sus desigualdades han llegado a ser como son: “Armas, gérmenes y acero”, de Jared Diamond.
Entre otras cosas en él se explica como (simplificándolo un poco) la adquisición de la capacidad de producir alimentos condujo a sociedades cada vez más numerosas y más densas, lo cual condujo a su vez a una intensificación en la producción de alimentos y esta a potenciar el sedentarismo y a generar unos excedentes con el cual alimentar a una población cada vez más numerosa y así sucesivamente en un proceso que se catalizaba a sí mismo. A medida que se producía este aumento de población y de densidad, aumentaba también la complejidad social de estos grupos humanos, simplemente por una cuestión de supervivencia: al aumentar la población y la densidad se multiplicaban los conflictos (léase asesinatos principalmente) de forma exponencial, haciendo así necesaria una autoridad cada vez más fuerte y centralizada para poder regular y controlar esos conflictos, a la vez que esa autoridad servía para organizar la redistribución de los excedentes y organizar el trabajo.
Pero ¿por qué se produjo ese proceso? Pues simplemente porque esas sociedades poseían una ventaja competitiva frente a sociedades menos pobladas y menos complejas, haciendo más fácil que estas fueran conquistadas, dominadas o absorbidas por aquellas, permitiendo de esta manera que una masa de población esclava liberase a otra parte de la población de los trabajos más ingratos para así convertirse en elites privilegiadas. Pero para que eso fuera posible no bastaba con la existencia de una sociedad compleja, con un poder centralizado que facilitara la toma de decisiones. Era necesario, además, encontrar una razón para que la gente de esas sociedades accediera a dar su vida en aras de esa sociedad obviando lo que hasta entonces había sido nuestro instinto más natural, el de supervivencia.
Es así como surgieron tanto las ideologías al servicio del poder centralizado (de las que el nacionalismo y el patriotismo no son sino una manifestación) como las religiones organizadas (con edificios de culto, sacerdotes, etc.). Mientras que las hordas y tribus de cazadores recolectores poseían un rico mundo de creencias sobrenaturales, la religión organizada no surgió hasta la aparición de las jefaturas y los estados.
Es decir, el patriotismo no es más que un atavismo de tiempos pasados, un sentimiento arcaico y caduco cuya única función era potenciar el sentimiento de pertenencia a una jefatura o un estado centralizado (que eran sedentarios, de ahí la identificación de ese estado o jefatura con un territorio) de forma que los individuos de ese grupo pudieran sentirse motivados para dar su vida por la conquista y dominación de otros grupos humanos más pequeños y débiles situados en territorios adyacentes que eran necesarios para ampliar el territorio cultivable de forma que pudiera alimentar a la creciente población y surtir al territorio agresor de más mano de obra para mantener a sus artesanos especializados y a sus elites privilegiadas.
Hoy en día, en estos tiempos de globalización de la economía (donde un pedo en la bolsa de NY provoca un huracán en los países más pequeños), de la información compartida y la difusión de las ideas y el arte, del auge de los medios de transporte y la movilidad de las personas, de las sociedades multiculturales, etc. los sentimientos patrióticos y nacionalistas no tienen razón de ser. Mi única patria son mi familia, el ser humano en general y el desfavorecido en particular, el planeta Tierra, los libros que me han hecho ser como soy…
Mi patria no la forma una “idea de España”, eso es una entelequia además de una estupidez. Mi patria la forman El Quijote, Garcilaso, Quevedo, sí, pero también García Márquez y Borges, y Tolkien y Orwell; y también Disney, Lucas y Spielberg, y Kurosawa; y Barrio Sésamo (que no era sino Sésame Street) con Epi y Blas y los demás; o Heidi y Mazinger Z, que hicieron posible que estuviera hablando durante horas con una persona japonesa aunque no nos conociéramos de antes y de forma mucho más familiar que con algunas otras que han tenido el azar de nacer en la misma tierra que yo.
ser patriota significa estar orgulloso de la circunstancia más casual de todas las que rodean al hombre. Aceptado este hecho, he de decir que el único momento en que encuentro justificado cierto tipo de patriotismo es cuando estás fuera de tu pais, pero a eso prefiero llamarlo nostalgia o morriña. No entiendo esa emoción si estoy en mi casa o pasando un día en el Escorial y jamás saldría a una calle de Pernambuco inflamado de ardor patriotico porque echo de emnos los apacibles valles de Mantua Carpetana. Pero, claro que los he echado de menos en alguno de mis periplos. ¿se aceleraría mi corazón si en esos momentos de morriña/nostalgia viera una bandera española en lo alto de un mástil? Pues fíjate, a lo mejor sí, pues como todos sabemos el ser humano tiene una mente simbólica y además entrenada a reaccionar de determinada manera ante determindos estímulos. Pero insisto en que se trata de una emoción muy clara llamada nostalgia o morriña y es la única concesión que puedo hacer al sentimiento patriótico. Es como echar de menos a la abuela, ¿por qué no?
César, como se entere Mariano te quedas sin postre.
Lamento disentir con César y la gran mayoría de comentarios (o quizá no lo lamente, que aquí estamos para charlar y contrastar ideas, ¿no?), pero creo que el nacionalismo no es, de por sí, algo malo y pernicioso, como tampoco lo creo de la religión ni de la política.
Yo soy nacionalista (vasco, para más señas), y no creo estar cometiendo ningún tipo de pecado. Yo primero soy de mi familia, a la que quiero. Después de mi pueblo, por el simple hecho de que conozco a mucha gente en él, muchos son mis amigos, y le tengo un cariño especial. Después soy de mi provincia, del País Vasco, de España, etc. Creo que esta estima por lo cercano es algo bastante natural, y explica que te guste más el equipo de tu provincia en la liga, tu selección o el piloto de Fórmula 1 que es de tu país.
Soy nacionalista por cariño a una tierra en la que vivo y en la que he crecido. Pero no en cuanto a pedazo de terrotorio, sino a una cultura que he mamado desde pequeño. Y por cultura me refiero a un idioma, el euskera, que hablo y que deseo que no se pierda; a unos deportes, como la pelota vasca, que he practicado, y que, seguramente por ello, los pefiero al cricket (aunque me gusta más el fútbol); a una música con la que he bailado y aún escucho. Por eso soy nacionalista, porque en pate considero mío toda ese acervo cultural que comparto con muchos de mis conciudadanos.
Ahora bien, detesto toda manifestación exacerbada de estos sentimientos (así como de los religiosos y políticos). Me gusta mi tierra, pero no la considero mejor que otras (me encantan Madrid y Barcelona, o Londres, o Nueva York). No entiendo que mi cariño por mi tierra deba significar menosprecio por la de otros. No voy a ir a ningún lado ondenado la ikurriña (aunque me hace ilusión si me encuentro con otro vasco en el extranjero). No voy a proclamar ningún derecho humano ni divino de mi pueblo sobre el vecino, ni a expedir carnets que me diferencien de los demás. Todo esto me parecen extremismos sin sentido y aberraciones ideológicas. Son infantilismos semejantes a cuando un niño le grita a otro que su padre es el más fuerte.
Soy nacionalista, pero disfruto de lo bueno que tienen otros pueblos tanto como disfruto de lo bueno que tiene el mío.
Por otro lado, no e gusta el día de la hispanidad no sólo por el enaltecimiento que se hace de la bandera española (tampoco voy al Aberri Eguna -día de la patria vasca-), sino también por hacerlo con un desfile militar y con afirmaciones de que ellos son los que nos defienden. Me sentiría mucho más conforme con un desfile de panaderos y médicos, que al menos unos me alimentan y otros me curan.
Eso sí, respeto que no os sintáis nacionalistas, pues ante todo creo que debe prevalecer el respeto a todas las opiniones.
Ged, estoy convencido de que si todos los nacionalistas fueran como tú no habría ningún problema con los nacionalismos.
Ged, coincido con Samael, la idea de nacionalismo que tu señalas creo que está a años luz de lo que en la mayoría de comentarios se ha puesto en evidencia.
Dices: "Después soy de mi provincia, del País Vasco, de España, etc."
Te aseguro que los nacionalistas que yo conozco jamás hubieran añadido a su lista España. Jamás. Es más, y esto quizá te resulte inverosímil, si pudieran eliminar el idioma español de su acervo cultural lo harían si pensarlo dos veces, de la misma manera que si los nacionalistas españoles que todos conocemos pudieran eliminar de un plumazo el catalán, el vasco, etc, lo harían, para zanjar el problema, en lugar de disfrutar de la posibilidad y riqueza cultural que aporta conocer varias lenguas.
Conozco a muchos nacionalistas como los que comentas, arcadio. Algunos de ellos son amigos míos. Pero también otros muchos que piensan parecido a lo que he expresado. Y es puesto a propósito lo de España, porque es verdad que muchos nacionalistas la niegan, pero yo no puedo olvidar que me ha dado mi otro idioma, el castellano, que me ha permitido leer grandes obras, y compartir magníficos momentos con amigos que tengo por la península (aunque yo, ante todo, soy de mi familia, que me quiere y me soporta, después vasco, y después español, seguramente por el elemento de la cercanía de la que he ablado antes, y así lo siento).
Lo malo de ideologizar los sentimientos es que parece que la forma de afirmarse en los propios es negando los ajenos, la forma de valorar lo vasco es infravalorando lo español, lo cual creo que empobrece al que así lo hace.
Gracias por vuestras palabras.
Ged: Como apunta Samael, si todos los nacionalistas fueran como tú..., bueno, me gustaría tener uno en casa. Tu comentario es un ejemplo de comedimiento, equilibrio y sensatez, y aunque no comparta ciertos puntos, me parece absolutamente respetable. Por tanto, no voy a discutir tu posición personal, pues, como digo, la considero impecable. Lo que sí me gustaría es comentar esa actitud tuya desde un punto de vista más general.
Verás, el nacionalismo, como la religión, son ideologías gaseosas. Es decir: se comportan como un gas y tienden a ocupar todo el espacio disponible. Por otro lado, el nacionalismo lleva implícitos determinados conceptos, como patria, nación, estado, pueblo, frontera o, como en el caso vasco, raza. Esas ideas están ahí; puede que tú no las utilices, pero forman parte de la panoplia nacionalista y no te quepa duda de que otros las emplearán. Porque el nacionalismo es expansivo y, por tanto, tiende ocuparlo todo, de modo que el sentimiento nacionalista se desplegará en todas sus posibilidades, desde el civilizado nacionalismo que tú expresas hasta el horror del tiro en la nuca. Y ambas posturas no serán fenónmenos diferentes, sino distintas expresiones del mismo fenómeno, igual que una monja que cura enfermos en Senegal y un inquisidor son diferentes aspectos de la misma realidad religiosa.
En cierto modo, Ged, te veo como alguien que juega con un cachorro de tigre. Ten cuidado, digo yo: es una fiera. Y tú respondes: Pero si es un encanto; mira como juega... Y yo replico: Ahora sí; pero crecerá. En fin, teniendo en cuenta tu civilizado carácter, es muy posible que consigas mantener a ese tigre en un estado de perpetua cachorrez (perdón por el palabro). Pero a otros les crecerán los tigres y, tarde o temprano, se comerán a alguien. De hecho, es lo que está pasando en tu patria chica.
Rickard: yo tembién recomiendo con todo entusiasmo "Armas, gérmenes y acero". Es un libro que cambia la forma de ver la cosas. Un aspecto interesante que comentas es lo del nacionalismo cultural. Si me paro a pensarlo, creo que al menos tres cuartas partes de mis cimientos culturales provienen del ámbito anglosajón, y el resto de todas partes... Es increíble, cuando ya casi tenemos una cultura planetaria, renacen las culturillas...
Jesús: amigo mío, no puedes comparar el ámbito sociopolítico con un juego. Mira, imagínate que voy a ver un partido de baloncesto entre Francia y Alemania, o dos equipos de la NBA, o cualquier enfrentamiento que en principio ni me vaya ni me venga. Bueno, pues a los cinco minutos habré tomado partido por un equipo. Porque así me divierto más. Y lo mismo me sucede con la selección española: me divierto más si la apoyo emocionalmente. Supongo que no me gusta tanto el baloncesto como a ti y necesito estímulos extra.
Cèsar: Ese nombre que das para nuestro planeta significarìa una opiniòn exageradamente pesimista sobre la humanidad, y no concuerda con los conocimientos antropològicos, històricos ni geològicos.
Respuesta de mi amigo Bernar a la pregunta que le hice sobre los estoicos: "Aunque los cristianos suelen presumir de haber sido los primeros que han hablado de la igualdad de todos los hombres, tres siglos antes los estoicos ya se proclamaron cosmopolitas (κοσμοπολίτης, y éste de κόσμος, "mundo", y πόλις, "ciudad" ) es decir, ciudadanos del mundo, frente al etnocentrismo entonces común en Grecia. Desde entonces, es deber de lucidez adherirse a la propuesta estoica."
César, estoy en gran parte de acuerdo con lo que dices sobre el nacionalismo. No voy a negar que, como la religión, puede impulsar a muchos a no respetar al prójimo. Pero yo no creo que, de por sí, ni la religión ni el nacionalismo sean malos. Mucha gente tiende a aferrarse a una ideología para encontrar una identidad personal. Para muchos, cuanto más férrea sea esa ideología, menos desamparados se encuentran ante la complejidad del mundo. Hay muchas ideologías que pueden llevar a personas a cometer actos crueles (como la búsqueda del progreso, que ha llevado a terribles experimentos; el comunismo, que acabó con miles de personas; el capitalismo, que mantiene y amplia la terrible sima entre los ricos y los pobres; etc.), aunque admito que la religión y el nacionalismo son más "gaseosas", como dices, que las demás, pues inciden en los aspectos más profundos del ser humano (la trascendencia del ser humano y el sentido de pertenencia).
El tema es complejo, imposible de tratar aquí. Podría hablar de patria, de nación, de fronteras y hasta de raza, pero no lo hago porque son términos llenos de aristas y de una carga ideológica que hace imposible referirme a ellos sin que se sobreentiendan cosas que ni pienso ni quiero decir.
Sólo querría terminar diciendo que las ideologías no son malas (a no ser que promuevan el asesinato y cosas parecidas, naturalmente), pero que sirven al ser humano sólo hasta un punto, tras el cual cada uno debe discernir y aplicarlas con un respeto absoluto por los demás, pues hay cosas mucho más importantes (como el amor, la tolerancia, la amistad, etc.) y que están por encima de ellas. Una vez pasado ese punto, la idelogía se vuelve alienante, manipuladora y cruel. Yo lo veo constantemente en mi querido pueblo, y supongo que los demás también lo veréis en los vuestros en forma de skins, racistas, etc.
Gracias, César, por este lugar donde habar tranquilamente de estas cuestiones.
Ged: mira, me desarmas. Eres tan razonable, tan dialogante, que pensaba discutirte un par de puntos que comentas, pero no lo voy a hacer. Da gusto hablar con personas como tú; tus comentarios han sido un soplo de aire fresco en un tema que por lo normal suscita erupciones volcánicas. Gracias por ellos y espero que sigas frecuentando Babel :)
Vivo en Argentina. Me encanta la bandera de mi país porque me parece una de las más bonita del mundo. Ésa bandera me representa, especialmente el Sol Inca. Pero esta bandera no representa nada. Como la infinidad de las banderas propuestas para la Tierra no representan nada, ninguna lucha, ninguna esperanza. Jamás aceptaré a una bandera que no represente por lo menos varios de los ideales más altos del ser humano. Y bien feliz estoy de aquellas vidas que adquirieron sentido muriendo por símbolos nacionales e ideológicos, aún aquellos que murieron por causas cutya nobleza ha sido puesta en duda. En cuanto a su falta de respeto por Cuba, ¡Viva Cuba, Viva Fidel!
Marat: aclararé que cuando he mencionado a Cuba no me refería a los cubanos, sino al sistema político que allí impera. Es una dictadura, ¿sabe?, donde el régimen se pasa por la entrepierna muchos de esos altos ideales humanos que, según usted dice, su bandera perfecta debería representar. ¿Viva Cuba? Sí, por supuesto. ¿Viva Fidel Castro?... Mire, jamás me ensuciaré la boca vitoreando a un maldito dictador. Ya tuve bastante con Franco.
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