miércoles, enero 27

El juego de los herejes (y 2)

Como sabéis, no soy creyente. Mi fe en dios se esfumó cuando tenía trece o catorce años (cuando los tenía yo, no dios) y durante mucho tiempo fui absolutamente indiferente al fenómeno religioso. Había pasado página sobre ese tema y no le prestaba la menor atención. Pero, a los veintibastantes años, comencé a interesarme por la antropología y, un buen día, cayó en mis manos un libro de Marvin Harris,Vacas, cerdos, guerras y brujas, donde se trataban varios temas, entre ellos el cristianismo primitivo. Aquello fue una revelación, un flash; de repente, la educación religiosa que había recibido en mi infancia, se transformó en algo completamente distinto. El cristianismo, contemplado como una mitología que podía ser examinada histórica y antropológicamente, resultaba fascinante. Y no tenía nada que ver con lo que me habían inculcado.

No hay nada que me entusiasme más que los misterios, los secretos que se agazapan detrás de las apariencias cotidianas, de modo que me puse a leer compulsivamente sobre el cristianismo; en particular acerca de sus primeros siglos, antes de que Constantino lo declarara religión oficial del imperio. Fue apasionante; de hecho, no he dejado de leer acerca del tema. En estos tiempos de conspiranoia, afirmar que todo los que nos han contado acerca de la religión más extendida en el mundo es mentira, que existió y existe una conspiración para ocultar la verdad, suena a tópico manido y sensacionalista. Pero así es: nos han engañado y nos siguen engañando.

¿Queréis algunos ejemplos? No existe la menor prueba histórica de que Jesucristo haya sido un personaje real. De hecho, su biografía es sospechosamente similar a las biografías de otros dioses anteriores, como Horus o Mitra. No obstante, me apresuro a aclarar que la mayor parte de los investigadores (y, con humildad, yo también) creen que Jesús sí existió realmente. Ahora bien -y esto es otro ejemplo-, partiendo de la base de su existencia, Jesucristo jamás fue cristiano, al menos como entendemos ahora ese término. Jesús no sólo nunca pretendió ser dios, sino que esa idea le hubiera parecido absurda y herética. Vale, Jesús no era dios; entonces ¿qué era? La pregunta nos conduce de lleno al misterio, pues los evangelios proponen cuando menos cuatro aspectos distintos del mismo personaje, y varios de esos aspectos no encajan entre sí. Son muchos los enigmas que plantea el cristianismo primitivo, en efecto, y entre ellos destaca el del segundo personaje más misterioso de los evangelios (después de Jesús).

Hace ocho o nueve años decidí escribir una novela sobre el tema. A fin de cuentas, la labor de investigación ya estaba hecha... Redacté unas treinta páginas y me detuve. Algo no me acababa de convencer en la historia que había imaginado. Creo que era demasiado... efectista, sí. De modo que dejé el proyecto en el congelador y me dediqué a otros asuntos. Luego apareció El código Da Vinci y abandoné definitivamente el proyecto, porque la novela de Brown y mi futura novela coincidían en un par de aspectos: ambas estaban relacionadas con la iglesia primitiva y ambas tenían que ver con el enigma de Rennes-le-Château.

Pasó el tiempo y, a comienzos de 2008, empecé a buscar un argumento para la segunda novela de Carmen Hidalgo. Entonces recordé aquella novela frustrada. La trama que había imaginado no me valía para nada, pero ¿y la idea central? Al principio me pareció una insensatez; ¿qué tenía que ver Carmen Hidalgo, una humilde detective madrileña, con un misterio histórico de proporciones globales? Absolutamente nada. Entonces me di cuenta de que en eso precisamente estaba la gracia.

Las novelas de “misterio histórico” (todo un género ya en sí mismo) suelen narrar tremebundas historias donde intervienen sociedades secretas, poderes ocultos, grandes organizaciones, conspiraciones seculares y todas esas zarandajas. De hecho, el primer argumento que diseñé iba por esos cauces; es decir, era efectista y sensacionalista. Ahora bien, ¿y si trasladaba todo eso a un ámbito más cotidiano, al mundo un poco de andar por casa de Carmen Hidalgo? ¿Y si no hubiese ninguna conspiración, sino sólo personas, gente que sabe algo que no debería saber y otra gente que persigue ese algo por uno de los motivos más humanos que existen, la codicia? ¿Podría funcionar? Entonces me acordé de El halcón maltés, de Hammet, y me di cuenta de que sí, podría funcionar.

Por otro lado, la mayor parte de las novelas de “misterio histórico” relacionadas con el cristianismo suelen recurrir a elementos puramente fantasiosos: los hijos de Jesús y la Magdalena, los templarios, los albigenses, el grial, los illuminati... Y no es necesario; de hecho, ese recurso al sensacionalismo degrada un tema que en sí mismo es apasionante. Si se quieren encontrar buenos misterios e inquietantes conjuras no hace falta recurrir a teorías absurdas y baratas; basta con echarle un vistazo a la historia del cristianismo. El enigma básico de El juego de los herejes, lo que mueve la acción (el MacGuffin de Hitchcock), proviene únicamente de las fuentes canónicas cristianas. Todo aparece en los evangelios; lo único que hace falta es saber verlo. Es más, estoy convencido de que la tesis de la novela es, al menos parcialmente, cierta.

En el siglo primero de nuestra era hubo un hombre cuya simple existencia ponía en entredicho algunos de los dogmas de la recién nacida secta cristiana. Ese hombre no podía ser abiertamente atacado, pues, pese a haber muerto, gozaba de gran prestigio entre los primeros cristianos. Así pues, durante un par de siglos su figura fue sometida a una paulatina deformación, hasta convertirla en prácticamente nada. ¿Por qué ese hombre, incluso el mero recuerdo de lo que realmente fue, era tan peligroso? Ése es el eje central de El juego de los herejes, el motor que tira de la acción de la novela.

Pero eso, supongo, sólo es un pretexto. Un MacGuffin, ya lo he dicho antes. Lo importante –si es que algo tiene importancia en mi novela-, son los personajes, la narrativa, el humor... en fin, lo puramente literario. Al respecto, sólo puedo decir algo: he intentado hacerlo lo mejor posible. Espero no haberme equivocado demasiado.

Y aquí se acaba el rollo autopromocional. Confío en que todos compréis la novela, que se la regaléis a familiares y amigos, y que la recomendéis a propios y extraños por todos los medios que estén a vuestro alcance, incluyendo pancartas, manifestaciones multitudinarias e inscripciones en los WC públicos. En el peor de los casos, no me tiréis tomates podridos.

Por último, si alguien no tiene nada que hacer y quiere matar el tiempo leyendo el comienzo de El juego de los herejes, no tiene más que pinchar AQUÍ.

22 comentarios:

Anónimo dijo...

Me has dejado intrigado, no se a qué personaje te refieres. Tpco veo cómo podría hilar con la actualidad sin meter "rollito" esoterico efectista. Pero pinta muy bien.
La disfrutaremos, eso seguro
Mazarbul

Numael dijo...

Ya lo tengo. Será el siguiente, me has puesto los dientes largos

eulez dijo...

Venga, vale, que sí, que compramos el libro XD

Anónimo dijo...

Yo he comprado la edcición completa para evitar que la gente la lea. Se empieza dudando de Jesús y el siguiente en caer soy yo.

samael dijo...

el anterior comentario no pretendía ser anónimo. Ignoro porqué ha salido aí. Era mío.

Big Brother dijo...

El libro está muy bien pero la dedicatoria es magnífica.
Gracias.

Claudia Botero dijo...

Bueno Cesar, vivo en Costa Rica y ya estoy picada (con antojo como de mujer embarazada). Cómo la consigo?

samael dijo...

Como fenómeno para ser estudiado por la antropología (la religión) es una fuente inacabable.
Precisamente, cuando pusieron en, no recuerdo qué canal satélite, la película de James Cameron que trataba del hallazgo en Talpiot de los famosos osarios que mencionas en tu libro, sintonicé durante la semana siguiente la COPE y no te haces una idea de todo lo que se decía por allí. Nunca he sacado tanto provecho de mi pequeña radio portátil.

(Esta muy bien, chicos, la novela de César. Os la recomiendo a todos los que no la hayan leido)

Anónimo dijo...

El personaje que dices... ¿puede ser Pablo de Tarso? Parecería que no, que el verdadero propagador del cristianismo como una nueva secta desgajada del judaísmo no debería ser el personaje peligroso del que hablas... en fin habrá que leer la novela.

Para Claudia Botero: la solución más inmediata a tu problema sería el libro electrónico; desgraciadamente, para las editoriales españolas, tal cosa no existe ni existirá, o existirá a su manera... así les va a ir en el futuro.

Marta dijo...

Bueno ya lo tengo!! Y parece que todos los astros se han puesto a tu favor, para que terminara el libro actual en el día de ayer y hoy pueda comenzar mi fin de semana con tu nuevo libro.

Aunque una vez más decepcionada al ir a comprar el libro, aunque la culpa es mía por ir a un sitio como fnac en lugar de a mi librería de siempre, es que odio esas mesas llenas de libros insípidos comprados con los ojos cerrados, y luego tengo que pasar veinte minutos buscando el libro de Cesar.
Si me dejaran colocar las mesas a mi, sería tan diferente lo que encontraríamos en primer lugar...

Anónimo dijo...

He de reconocer que no me ha gustado nada tu entrada. César, no entiendo porqué tienes que hacer autobombo de tu libro. Un escrito tan conocido como tú no debe hacer esas cosas ya que quien debe hablar es el público.

Un abrazo y siento ser el único disconforme con la entrada.

Fdo:Morón

Claudia Botero dijo...

Hola Cesar,
No sabes la alegría que me ha dado leer tu nota en mi blog.
Me gustaría poder enviarte algo de mi trabajo y te escribí un correo pero no se si te ha llegado.
Te dejo el mio por si acaso es mas fácil:
cabo_uk@yahoo.com

César dijo...

Anónimo Morán: ¿De verdad crees que me he dado autobombo? Entonces es que no has visto auténtico autobombo. Mira, creo que me he limitado a explicar la génesis de la novela y lo que pretendía conseguir con ella; en ningún momento la he calificado ni me he echado flores. En cualquier caso, ¿tan raro te parece que en la bitácora de un escritor dicho escritor comente su última novela?

Manolo: te daré una pista: es el primer personaje que aparece en tres de los cuatro evangelios.

Natalia dijo...

¡Ya tengo el Juego de Caín y voy a empezar a leerlo ahora mismo! Enhorabuena por la publicación de la segunda parte ^^

Victor Moral dijo...

Compré la novela el viernes por la tarde y la comencé y la terminé el sábado.

Es difícil calificarla porque no soy un experto en ello y siempre me faltan palabras, pero hacía tiempo que no me daba tanta pena que se terminase un libro. Creo que lo más curioso de todo es que me daba igual qué ocurriese al final, quien "ganase" o no, porque era Carmen y su forma de encarar las dificultades, su familia y su entorno lo me tenía atrapado.

Así pues ya llevamos dos novelas con ella, ¿ no ?. Pues como parece que ya le hemos cogido el truco ¿ qué tal si completamos la saga con unos cuantos libros más ? Y mucho mejor si se publican antes de fin de siglo, que cuando se llega a los cuarenta como yo se empieza a perder la paciencia con ciertas cosas.

:-)

César dijo...

Víctor Moral: Muchas gracias, amigo mío. Me alegro de que te haya gustado la novela. Y, sobre todo, me alegreo de que te haya gustado de la forma que dices, porque lo que he intentado desde el principio es que las novelas de Carmen Hidalgo enganchen por los personajes más que por las tramas.

En cuanto a posibles continuaciones... mira, ahora soy como una recién parida a la que le preguntan si piensa tener más hijos.

Victor Moral dijo...

Estoy seguro de que no es el momento adecuado para hablar de escribir nuevos libros, recién estrenado éste, pero he pensado que si lo menciono por escrito le servirá de aliciente en un futuro, por si tiene dudas de dejar la profesión y dedicarse al cultivo del tomate, por ejemplo.

:-)

rubencastillogallego dijo...

Pues aparte de que "El juego de los herejes" me ha parecido una novela espléndida (y aprovecho para felicitarle por ella), le comento que saco dentro de unos días la reseña de la obra en un periódico de Murcia. Le mandaré la misma en PDF, para que la tenga en sus manos. (Por cierto, soy profesor de literatura en el IES "Vega del Táder", de Molina de Segura, donde estuvo hace poco. No pude asistir a su charla porque estaba examinando a un grupo de alumnos, ay)

César dijo...

Rubén: me alegro mucho de que te haya gustado la novela. Y gracias anticipadas por enviarme la reseña.

María del Mar Gázquez dijo...

César:

Felicidades por tu saga de Carmen Hidalgo. He leído los dos libros y con los dos he disfrutado muchísimo. Si me lo permites, quería hacerte dos preguntas. La primera, ¿para cuándo la tercera entrega de Carmen? La segunda (corrígeme si me equivoco que no las leí ayer y me puede fallar la memoria) ¿por qué Carmen Hidalgo lee novelas de John Connolly? Con esta pregunta lo que quiero decir es si a ti te gusta Connolly y por eso lo pones en manos del personaje, o si hay algún otro motivo (divertido, curioso, serio...) por el que has elegiudo a ese autor. Ya sé que es una tontería, pero me gustaría saberlo.

Un abrazo

César dijo...

Rebeca de Winter: Me alegro muchísimo de que hayas disfrutado con las dos novelas de Carmen Hidalgo. Gracias por decírmelo. En cuanto a tus preguntas, me temo que no habrá tercera novela, porque las otras dos no han funcionado demasiado bien en cuanto a ventas. Qué le vamos a hacer. Y, en efecto, puse a mi personaje leyendo a John Connelly porque es uno de mis escritores de novela negra favoritos. Te lo recomiendo. Por cierto, me encanta tu nick :)

María del Mar Gázquez dijo...

César:

Qué disgusto me he llevado. No sé en qué piensan las editoriales o las agencias literarias, o no sé qué piensan los propios lectores: y luego en las librerías, cuando veo los más vendidos..., no me lo explico. No estoy diciendo que un libro que venda mucho sea malo, por supuesto que no, pero algunos que se venden como churros son auténticos bodrios. En fin, digo lo mismo que tú, qué le vamos a hacer. Gracias por contestarme, por aclararme lo de Connolly y por el piropo sobre mi nick. No obstante, si no puedo seguir leyendo a Carmen Hidalgo, lo que sí es seguro es que seguiré leyendo a César Mallorquí. Un abrazo.