miércoles, noviembre 16

La ciencia ficción y yo (IV)


En los 60 cometí el gran error de convertirme en coleccionista de libros de cf (queridos niños, nunca coleccionéis libros: ocupan espacio, pesan, acumulan polvo y, como es una colección, la mayor parte no los leeréis jamás). Todos los sábados, por la mañana, iba a la Cuesta de Moyano (una calle de Madrid, junto al Retiro, donde hay una feria permanente del libro usado) en busca de viejos títulos. La caseta número 3, la de Antonio, estaba especializada en cf, y allí descubrí algo que no me había planteado nunca: aparte de mi hermano y de mí, había en España otros pirados de la cf. Ése fue mi primer contacto, aunque indirecto, con el incipiente fandom español. Una aclaración para los neófitos: la cf quizá sea el género que cuenta con aficionados más activos. Se comunican entre sí, se reúnen, crean asociaciones, editan publicaciones de aficionados... no son muchos, pero sí muy participativos. Pues bien, a ese grupo de superaficionados a la cf se lo denomina fandom, que es la contracción de fanatic kingdom, reino de los fans.


¿Era yo un friki? Bueno, lo cierto es que por aquel entonces, y en España, no resultaba fácil serlo (ni siquiera existía el término); sobre todo en lo que a merchandising se refiere, por la sencilla razón de que no había. Pero, reconozcámoslo, un poco friki sí que era; digamos que protofriki. Un pirado de la cf y el fantástico en (casi) todas sus modalidades.


1968 fue un año especial. Hacía tiempo que se venía hablando de la próxima superproducción de Stanley Kubrick, 2001: Una odisea del espacio. El guionista del film era el famoso escritor de cf, Arthur C. Clarke (de quien yo había leído muchos cuentos y novelas), y todo lo que se decía de la película prometía maravillas (una anécdota: se comentaba como algo extraordinario que Kubrick, que vivía en Londres, y Clarke, que vivía en Sri Lanka, se comunicaban mediante ordenadores conectados por teléfono). Mi hermano José Carlos viajó a Londres ese año y vio la película (allí se había estrenado en mayo del 68). Volvió encantando y me trajo un lujoso programa de mano del film, que todavía conservo. Joder, qué envidia me daba el cabrón (mi hermano, no el programa). Finalmente, 2001: Una odisea del espacio se estrenó en España en octubre del 68, en el cine Albéniz de Madrid, con su maravillosa pantalla de Cinerama tan adecuada para los 70 gloriosos mm. del film.


Yo estaba castigado por sacar malas notas, pero un domingo mi padre me invitó a ver la película con él, en la sesión matinal. ¿Cómo describir la experiencia? Yo adoraba la cf en una época en la que los efectos especiales más avanzados eran los dibujitos naif que diseñó la Walt Disney Co. para Planeta Prohibido (1956), una película cuyo más deslumbrante efecto especial era la minifalda de Anne Francis. Y de pronto, ante mis ojos, veía naves surcando el espacio, tan reales como la vida misma, ingravidez, estaciones espaciales en construcción, la superficie de la Luna, inteligencia artificial, extraterrestres... Fue un sueño, una epifanía, un orgasmo de 160 minutos de duración. Volví a ver la película en el Albéniz otras seis veces.


Diez meses antes, en enero del 68, había tenido lugar un acontecimiento de especial relevancia para la cf hispana: la aparición del número 1 de la revista especializada en el género Nueva Dimensión. Esta publicación, creada por tres aficionados catalanes, Sebastián Martínez, Domingo Santos y Luis Vigil, fue un milagro en aquella España mugrienta y mediocre. Ya se había intentado con anterioridad lanzar revistas de cf (por ejemplo, Anticipación), pero ninguna había durado mucho. Nueva Dimensión (ND por abreviar) se extendió a lo largo de 148 números y se mantuvo quince años en el centro de la cf española.


ND publicaba relatos, tanto de cf clásica como de la nueva cf que comenzaba a escribirse por aquel entonces. Pero lo más importante eran sus famosas páginas verdes, una sección de opinión, información y ensayo que iba a ser lugar de cita ineludible para todos los aficionados hispanohablantes. Entre otras muchas cosas, ND unió (creó en realidad) el fandom español y propició las primeras hispacones, reuniones de aficionados de las que hablaré más adelante. Además, en sus páginas dieron los primeros pasos algunos de los principales autores españoles del género (y también del cómic, por cierto).


En algún momento de finales de los 60 descubrí a Ray Bradbury. Supongo que había leído antes algún que otro relato suyo, pero lo que me impactó fueron sus famosas Crónicas Marcianas. Bradbury era un francotirador que iba por libre y su forma de encarar el género, siempre profundamente humanística y alejada de la tecnología, era completamente distinta a la de cualquier otro autor. A partir de ese momento, devoré todo lo que encontraba de Bradbury; de hecho, como ya estaba haciendo mis primeros pinitos como escritor, comencé a copiarle descaradamente. Es más, uno de mis propios relatos de los que estoy más satisfecho, El rebaño, está inspirado en un cuento de Bradbury, Volverán las mansas lluvias. Bradbury me enseñó el secreto placer de la melancolía.


Pero resultaba que todos los libros de Bradbury estaban publicados por Ediciones Minotauro, una colección dedicada al fantástico en general y a la cf en particular, creada por Francisco Porrúa, el editor que publicó Cien años de soledad. El primer libro de la colección, editado en el 55, fue precisamente Crónicas marcianas, con prólogo de Borges. Minotauro publicaba poco, pero selecto; Porrúa escogía personalmente lo mejor de la cf mundial y acabó forjando la más brillante colección de cf en español y, probablemente, una de las mejores del mundo. Allí descubrí las novelas de Sturgeon (Mas que humano y Los cristales soñadores), a Cordwainer Smith, a Ballard y, muy en particular, a Alfred Bester, cuya pirotecnia narrativa me asombró y todavía me asombra. (Nota: lo que digo sobre Minotauro es válido hasta que Porrúa le vendió la editorial a Planeta; a partir de ese momento, las cosas fueron lamentablemente distintas).


Para entonces, yo ya tenía formado un criterio propio sobre el género. Me gustaba más la cf cercana al ser humano que la tecnológica (hard); me gustaba la cf que, quizá adentrándose en el futuro, hablaba de nuestro presente; me gustaba la cf que exploraba ideas originales y extrañas acerca de nosotros mismos. (...) Releo lo que acabo de escribir y compruebo que da la sensación de que sólo me gustaba la cf profunda, comprometida y sesuda, lo cual no es cierto. También me gustaba, y mucho, la cf que sólo es entretenimiento e imaginación. Pero bien narrada e inteligente. En realidad, lo que me gustaba era la cf más literaria.


Por esa época, creo que fue en 1970, descubrí a Jorge Luis Borges y el impacto fue brutal (pensaréis que me impactaban muchas cosas, y es cierto; supongo que era un jovencito impresionable). Leí Ficciones y El aleph y me quedé anonadado. ¡Más allá de la cf había maravillas deslumbrantes! Pero maravillas intelectuales, filosóficas, estéticas. Leí de seguido todo lo de Borges, y luego lo releí (y sigo releyéndolo), y más tarde comencé a leer libros sobre Borges, que son un género en sí mismos. Salté a Kafka, García Márquez y Cortázar, seguí con Wough, Golding y Hemingway, y también Stevenson, y Conan Doyle, y Buzzati, y Wilde, y Kipling... Mis gustos literarios se fueron ampliando progresivamente, aunque durante la siguiente década seguí siendo un gran aficionado a la cf.


Pero es que los 70 fueron, en cuanto a publicaciones del género, una edad de oro en España. Veréis, como dije en una entrada anterior, la cf alcanzó la madurez en los 50/60. A finales de los 60 y durante parte de los 70 surgió un movimiento de renovación del género, la new thing, que generaría grandes autores y grandes obras. Hablaré de eso en la siguiente entrada. El caso es que en los 70 se publicaba, además de la cf del momento, mucho material de las dos décadas anteriores. Todo un festín.


En mi opinión, esos treinta años, entre 1950 y 1980, fueron el periodo de máximo esplendor del género. Nadie podía imaginarse que pronto llegaría su rápido declive, y a mí ni se me pasaba entonces por la cabeza que acabaría escribiendo y publicando cf, y al mismo tiempo dejando de leerla. Y es que, como decía la mamá de Forrest Gump, la vida es una caja de bombones.

4 comentarios:

Elena Rius dijo...

Me está encantando este viaje a tu educación sentimental, que es también un viaje a mis pasado: yo también vi por primera vez 2001 con mi padre en una sesión matinal. No entendí casi nada, pero me dejó impactada. ¡Ordenadores! ¡Naves espaciales! Creo que gracias a la cf le perdí el miedo a la teconología. Aunque siempre preferí la cf de corte más humanista. Es una verdadera lástima lo de Minotauro: ese catálogo tan maravilloso, en manos de Planeta que -como todos nos temíamos- lo deja morir.

Moderntime dijo...

y entre los 50 y los 80 encontramos tambien "La guerra de las Galaxias", la serie "La fuga de Logan", "Galactica", "V", "Star Treck"...y los comics de Moebius, , Juan Gimenez, Richard Corben, los guiones de Jodorowsky...

muchos de estos artistas siguen trabajando ...

Tambien como dato curioso ya que mencionas a Kubrick está el haber podido ver hace unos años la pelicula dirigida por Spielberg: "Inteligencia artificial", que es una peli que siempre quiso hacer Kubrick, y supongo que Spielberg a modo de homenaje decidió hacerla...

la de "Minority Report" tambien está muy bien...

"Akira" de Otomo tambien me parece una gran obra de ciencia ficcion...

Yo pienso que hoy la ciencia ficcion ya no causa el mismo impacto que antaño por que ya vivimos rodeados de tecnologia, hoy se crea un aparato tecnologico innovador y mañana ya hay otro que "lo supera"...

aunque siempre que haya alguien capaz de "visionar" el futuro y sepa plasmarlo en literatura, pintura, cine, comic...la ciencia ficcion seguirá interesando.

Anónimo dijo...

interesante reflexión personal sobre la Cf, que supongo debe tener elementos comunes a cualquier aficionado de tu época, especialmente en unos momentos donde lo de Cf sonaba a CF, ya que ni de un punto de vista tecnológico, ni mental, en aquella España se podía encontrar ese material. El trabajo de ND fue realmente el de gestar un fandom activo y dar a conocer la CF forastera, y mover a los que tenían inquietudes literarias para que comenzaran a escribir cf.
Desde un punto de vista literario, entiendo que si no friki, rarito si que debía ser que un tipo leyera algo que no fuera realista, que era lo que imperaba.
mazarbul

Big Brother dijo...

¿"Crónicas marcianas" (I love you so much, Ray!) no se publicó por primera vez en España como cuentos sueltos en "Más allá"?