jueves, diciembre 5

Tristes tópicos 1


            Es mucho más sencillo y cómodo manejar ideas prefabricadas que fabricarlas uno mismo. Ésa es la esencia del tópico. Por otro lado, proporciona una gran seguridad repetir lo que todo el mundo dice, aunque sea falso, pues te pones del lado de la mayoría y cien millones de moscas no pueden estar equivocadas, ¿verdad? Además, ¿para qué esforzarse en pensar si otros ya han pensado por ti? El tópico es el bastón en que se apoyan los cojos mentales.

            Los gallegos son desconfiados, los catalanes trabajadores, los madrileños chulos, los vascos reservados pero nobles, los judíos avariciosos, los negros tienen mucho sentido del ritmo, los orientales son taimados e inescrutables, los gitanos desastrados y ladrones... Se clasifica a la gente en base a tópicos; y no sólo se clasifica, sino que también se discrimina, se persigue y se mata. Los tópicos no son inocentes.

            Hace unos años, debatiendo aquí sobre la violación de los derechos de autor, un merodeador anónimo me espetó con gran convicción, blandiendo el tópico como un mazo, que los escritores, igual que todos los artistas, teníamos que escribir sólo por amor al arte, como debe ser. Según eso, los cerrajeros deberían trabajar por amor a la seguridad privada, los funcionarios por amor al orden, los médicos por amor a la salud o las prostitutas por amor al amor. Pero no; “arte” es una palabra muy especial, mágica. Un artista no es un trabajador, sino un...  ¿mago, sacerdote, espíritu puro, loco...? Reconozcámoslo, pocos ámbitos están tan llenos de tópicos como el mundo del arte, y en concreto el mundo de la literatura. Vamos a comentar alguno de ellos:

            Para ser escritor hace falta tener un don.

Es decir, la condición de artista como regalo divino. Uno nace escritor y, cuando llega el momento, se pone a escribir como los ángeles, así de sencillo. Y así de falso. Uno no nace escritor; se hace escritor, se aprende a serlo, y el proceso no es sencillo ni rápido ni jubiloso, sino trabajoso, lento y frustrante. ¿Quiere eso decir que no hay características genéticas que determinen el talento para la escritura? La inteligencia, por ejemplo; nada hay más deprimente que un escritor tonto. Pero convendréis conmigo en que mucho más peligrosos que un escritor tonto son un médico tonto o un abogado tonto. Digamos que la inteligencia es un don muy conveniente para cualquier actividad humana, sea arte o no.

            Ignoro si existen factores genéticos que condicionen una mayor o menor eficiencia del área lingüística del cerebro, pero estoy seguro de que eso no es relevante a la hora de escribir literatura. El cerebro no es una máquina rígida, sino un mecanismo plástico que se estructura y reestructura según estímulos externos durante el periodo de aprendizaje. Por ejemplo, si desde que eres muy, pero que muy pequeño, dedicas mucho tiempo a jugar al ajedrez, las neuronas de tu cerebro adaptarán sus sinapsis para el ajedrez. Por eso, para ser un gran maestro es imprescindible haber empezado a jugar desde niño.

            Todos los escritores que conozco, empezando por mí mismo, fueron grandes lectores desde la más tierna infancia, y todos comenzaron a escribir muy jóvenes; en mi caso, incluso antes de saber escribir. Es decir, todos los escritores reajustan, durante la niñez, sus sinapsis para potenciar el lenguaje y el pensamiento creativo. ¿Significa eso que si no empiezas de muy joven nunca podrás ser escritor? No, no lo creo; pero estoy seguro de que si no comienzas de niño, jamás podrás llegar al máximo de tu potencialidad.

            Además de eso, si lo que te va es la narrativa tendrás que aprender las técnicas literarias adecuadas, el manejo de las herramientas del oficio. No son muchas, ni especialmente complejas, pero, por mi experiencia, son difíciles de interiorizar. No basta con conocerlas; hay que asumir su esencia y automatizarlas. Para ello no hace falta ningún don, sino mucha práctica, mucha prueba y error.

            En cualquier caso, si escogemos a un grupo de escritores que hayan seguido escrupulosamente el proceso que acabo de describir, es evidente que los habrá mejores y peores, que unos serán más interesantes que otros. ¿No es eso un don? Pues no; es una consecuencia. Hay escritores más interesantes que otros igual que hay personas más interesantes que otras. Y todo depende de lo que esos escritores y esas personas hayan hecho con sus vidas.

            Imaginemos que las personas somos librerías, con estantes y vitrinas. Esas librerías pueden variar, pueden ser de madera o de metal, clásicas o modernas, grandes o pequeñas, pero todas cumplen la misma función. Al nacer, estamos vacíos y conforme vivimos vamos introduciendo libros en los estantes. Estoy siendo metafórico, así que cuando digo “libros” me refiero a libros, sí, pero también a experiencias, intereses, inquietudes, aficiones, etc. Pues bien, hay gente que en sus estantes sólo tiene ejemplares del Hola o del Marca, y una figurita de Lladró en la vitrina. Otros tienen sus anaqueles abarrotados de libros de derecho (o de cualquier otro tema), son monocordes. Y los hay, finalmente, que llenan sus baldas con toda clase de libros sobre toda clase de temas.

            ¿Qué librería os parece más interesante? Pues la que más tipos de libros os pueda ofrecer, como es lógico. De hecho, así han de ser los estantes de los narradores: lo más variados posibles. Porque la base del pensamiento creativo consiste en encontrar relaciones inesperadas entre cosas aparentemente muy distanciadas entre sí. Por tanto, cuantas más cosas conozcas, más relaciones podrás hacer. Un escritor ha de ser un océano de sabiduría con un centímetro de profundidad. Y de nuevo eso no es un don, sino un estilo de vida y una actitud mental.

            Ahora bien, esa capacidad de establecer relaciones inesperadas, ese pensamiento creativo, ¿no es un don en sí mismo? Pues no, es una práctica, el ejercicio sistemático de una de las partes del cerebro, la corteza prefrontal. Es decir, el “pensamiento lateral”. Cuanto más lo practiques, mejor lo manejarás. Aunque, claro, el alcance de esos saltos creativos depende mucho de la inteligencia; pero ya hemos visto que de la inteligencia depende todo.

            Por último, ¿qué ocurre con la sensibilidad? ¿No es un don? Pues no; de nuevo creo que depende de los estímulos recibidos durante la infancia. Si en la niñez estuviste expuesto a estímulos estéticos y lo has seguido estando a lo largo de tu vida, desarrollarás sensibilidad artística. Igual que si has sido educado en el respeto a los animales y/o a las personas, desarrollarás otro tipo de sensibilidades. La sensibilidad es una capacidad que, salvo algunos tarados, nos viene innata de fábrica, pero sin programa básico; dependiendo de la educación, de nuestra voluntad, de las circunstancias y de la suerte, lo desarrollaremos o no.

            Pero, vamos a ver, existen niños superdotados, y también niños con talentos. Es decir, niños con una inteligencia normal que destacan en un aspecto concreto, como por ejemplo la música. ¿No es eso un don? Por supuesto, qué duda cabe; pero pongamos las cosas en su sitio. Hace poco leí un artículo, lamento no recordar de quién, en el que se decía que, en realidad, sólo existen dos clases de verdadero talento innato: para la música y para las matemáticas (temas muy próximos entre sí, por cierto). Es decir, lo que compuso Mozart siendo un niño es extraordinario con independencia de la edad del autor. Su talento musical estaba plenamente formado. Lo mismo ocurre con las aportaciones matemáticas que hizo Ramanujan siendo adolescente; son valiosas fuese cual fuese su edad. Sin embargo, en los talentos precoces para la pintura o la escritura no ocurre eso. Es decir, hay niños que pintan cuadros o escriben textos sorprendentemente buenos para su edad. Pero luego, con la práctica y el aprendizaje, mejoran sustancialmente. En estos casos, más que de un talento debería hablarse de una predisposición. Y sólo una ínfima parte de los grandes escritores fueron talentos precoces, así que eso no es determinante.

            Decir que los escritores tienen un don es, en el fondo, minimizarlos, olvidar todo el esfuerzo y la constancia que hacen falta para llegar a escribir literatura con un mínimo de profesionalidad. Para ser escritor, es necesario haber leído mucho y haber recibido durante el periodo de formación gran número de estímulos estéticos y culturales. Pero a partir de ahí lo que queda es un largo proceso de aprendizaje y mucho, mucho trabajo.

            A uno no le toca la lotería de ser escritor. Se lo gana.

9 comentarios:

María Antonia dijo...

Totalmente de acuerdo, César. Doy clases en la Escuela de Escritura del Ateneo barcelonés y uno de los primeros mitos que tengo que despejar de la mente de mis alumnos es el de que "esto no se puede aprender". Pues claro que se aprende, les digo. Pero exige mucho esfuerzo: leer, leer, leer, escribir, escribir, escribir... Me gusta también que menciones algo que la mayoría no entiende: que una vez conoces las técnicas y las herramientas, hay que interiorizarlas, hacerlas tuyas, y eso también lleva su tiempo.
Si no te importa, me gustaría utilizar algunos de los fragmentos de tu entrada para mis alumnos, obviamente mencionando el autor y la procedencia.
(Por cierto, no todos aprenden al mismo ritmo, y por supuesto la mayoría no llegarán a ser grandes escritores. Pero algunos sí logran ver sus obras publicadas.)
Saludos,

María Antonia

Jarl-9000 dijo...

Sabias palabras. Personalmente, me veo muy identificado con eso del océano de sabiduría con un centímetro de profundidad. Y también con lo del largo proceso de aprendizaje.

Desde hace mucho, muchísimo, acaricio el sueño de escribir. Sin embargo, aún no me considero ni aspirante a aprendiz de escritor. Y se debe a que no tengo práctica. Antes, porque no tenía nada que contar. Ahora, porque no tengo tiempo para contarlo. Me tengo que conformar con contármelo a mí mismo, a grandes rasgos. Con hacer bosquejos mentales. Los pocos intentos que hago de plasmar algo en papel se me hacen fatigosos y tengo que abandonar a las pocas páginas en cuanto me topo con el primer obstáculo, pero a veces descubro ilusionado que el resultado mejora de forma imprevista si logra salvarse el escollo. Si tan solo tuviera más tiempo ahora, o hubiera tenido más cosas que contar antes...

Begoña Argallo dijo...

Hace tiempo quise asistir a clases de escritura para aprender a escribir bien, pero cuestan una pasta y no sabes qué te puedes encontrar. Después descubrí algunos blogs de escritores, entre ellos Babel, y me di cuenta de que lo quieran o no, son una constante clase de escritura; y de la buena.
Antes me obsesionaba escribir y publicar, ahora disfruto leyendo buenos textos, porque ahora sé lo complicado que es crearlos.
Se puede tener algún talento natural, pero todo en la escritura es trabajo, algo que se desconoce por tantos tópicos vertidos por ahí. Y por eso es bueno seguirlos desmontando.
"Uno no nace escritor; se hace escritor, se aprende a serlo, y el proceso no es sencillo ni rápido ni jubiloso, sino trabajoso, lento y frustrante".
(Estoy en una etapa de frustración, ahora menos después de leer tu entrada;)
Y cómo la agradezco



Mazcota dijo...

Creo que todos llevamos un artista dentro, solo que hay que encontrar el campo donde cada uno se pueda expresar mejor. ¿Un zapatero puede ser un artista en su materia? Yo pienso que sí, siempre y cuando domine su oficio y tenga una mínima sensibilidad (que todos tenemos) para imaginar. Solo tras años de trabajo podrá crear algo tan bello y especial como para ser considerado arte. Así que no veo por qué escribir, o cualquier otra actividad, ha de ser diferente.

Me parece que ese tópico de divinidad es una estratagema empleada por vuestro gremio para atraer a mozas. Sino no me explico como puede ligar Stephen King. En su caso suele dar más miedo mirar la foto del autor que las ilustraciones de la portada.

Pedro dijo...

César, me cogí de la biblio del cole
"Las lagrimas de Shiva".
Está genial,engancha y demás. Pegunto:¿Como se te ocurrió la idea?
Y, aún mas importante:¿Como la desarrollaste?

La Vieja Piragua dijo...

Has dado en el clavo (como casi siempre). Estoy de acuerdo con lo que dices. Hay otro tópico en torno a los escritores y es que deben ser personas muy cultas, grandes eruditos y capaces de hablar sobre cualquier asunto. Claro que los hay con estas características, pero no son en absoluto necesarias para ser un buen escritor o incluso un maestro.

Por otra parte, creo que lo que dices se ajusta muy bien a la narrativa, pero no tanto a la poesía, que en mi opinión está muy asociada a una sensibilidad especial, no sé si innata o no, pero no tanto al esfuerzo de entrenamiento que comentas. No me da la sensación de que se pueda ser un buen poeta, por mucho que uno se empeñe, si no tiene ese algo poético metido en el cerebro.

Anónimo dijo...

Estoy tan de acuerdo contigo que nada tengo que decir sino agradecerte que hayas destripado el tópico una vez más.
Pero como La Vieja Piragua suscita la cuestión de la poesía, me gustaría conocer tu opinión de la que tanto aprendo, en esta y en otras ocasiones.

¿Se necesita una sensibilidad especial para escribir poesía?. Adelanto que yo creo que no. Por lo menos no más que para escribir una novela.

¿La poesía no es ficción como lo es una novela? ¿En una novela no hay poesía? Y, en definitiva, eso de narrativa, prosa, poesía, novela, ensayo,etc. ¿no es una clasificación escolar para entendernos pero que los géneros literarios se pueden presentar mezclados y estar presentes en una misma obra?
Tu eres novelista y trabajas con las palabras y su significado y con ellas cuentas historias, y tus personajes tienen opiniones y las expresan sobre múltiples asuntos, científicos, políticos, sociales, como si fueran un ensayo, y dialogan, hablan entre ellos teatralmente, en un escenario real o imaginario que puedes describir perfectamente de "forma poética" por llamarlo de alguna manera. Y en la "narración" introduces tus propias experiencias, incluso experiencias íntimas, líricas, amorosa, épicas, etc. por seguir con las clasificaciones poéticas.
Grandes narradores, novelistas, prosistas, han escrito extraordinarios poemas, en verso, rimado o libre. ¿Qué pasa en su cerebro en uno y otro caso?

No se si consideras oportuno dar tu opinión. Y a La Vieja Piragua le doy las gracias por suscitar un asunto que me interesa.

César dijo...

María Antonia: En efecto, quizá lo más laborioso en la formación de un escritor sea interiorizar las herramientas del oficio. Requiere un montón de práctica.

Por supuesto, puedes utilizar mi entrada, entera o por partes, para tus clases.

Jarl-9000: Si reflexionas a lo largo del tiempo sobre el arte de narrar, aunque no escribas, aprendes. Es algo así como las katas de las artes marciales...

Begoña: En realidad, al menos por mi experiencia, la frustración es una constante en la vida de un escritor, aunque tengas éxito. Si eres honesto contigo mismo, te darás cuenta de que nunca consigues expresar exactamente lo que quieres expresar, que siempre estás por debajo de tus propias expectativas. Y, en el fondo, eso está bien, porque te ayuda a mejorar.

Mazcota: Tienes razón; toda actividad humana (o casi toda, no exageremos) puede llegar a convertirse en un arte. Y siempre es fruto de la práctica.

En cuanto a las motivaciones eróticas de la literatura... de nuevo tienes razón: en el fondo, se escribe para follar. Por desgracia, no siempre funciona ;)

Pedro: Pues verás, yo acababa de escribir una novela, "La mansión Dax", que era (y es) bastante deprimente, una novela sin rastro de humor que no acaba bien. Al terminarla, sentía la necesidad de escribir algo más alegre, así que me fui al polo opuesto: una novela que fuese puro optimismo. Y para eso, regresé a mi feliz infancia y usé muchos elementos autobiográficos. Así nació "Las Lágrimas de Shiva". ¿Cómo la desarrollé? Llevaría mucho tiempo explicarlo, me temo. Pero bueno, lo hice del mismo modo que desarrollo todas mis novelas, algo que expliqué en la serie de entradas del blog llamadas "En la mente del escritor". Puedes buscarlas si quieres.

La Vieja Piragua & Anónimo de las 7:27: De antemano, confieso que yo sólo debo de haber escrito tres o cuatro poesías en mi vida, todas antes de cumplir los 20 años y todas espantosas. En cualquier caso, no, no creo que los poetas tengan un don, ni que posean mayor sensibilidad, aunque sí una sensibilidad distinta.

Un escritor puede orientarse en dos sentidos. O bien centrarse en las posibilidades expresivas y emotivas de la prosa, o decantarse por la narrativa. Ambas posturas pueden combinarse, pero implican planteamientos mentales muy distintos.

El poeta se centra en las palabras, usándolas para trasmitir sentimientos. El novelista se centra en el relato; las palabras importan menos que los párrafos, si entendéis lo que quiero decir.

La poesía es más directa, menos cerebral; más táctica y menos estratégica que la novela. Y más breve, por supuesto. También requiere menos técnica. Por eso, es más frecuente encontrar grandes poetas muy jóvenes, como lo fue Baudelaire, que novelistas muy jóvenes. Además, la poesía es una canto a las emociones, y la juventud es el caldo de cultivo hormonal de la emotividad.

Ahora bien, creo que la poesía se puede manifestar de muchas maneras, y también mediante la prosa. Antes dije que prácticamente nunca he escrito poesía, pero sí he escrito más de un relato que considero poesía en prosa. A fin de cuentas, poesía es intentar expresar con palabras lo que no se puede expresar con palabras.

Musta dijo...

Saludos, César:
Lo que más me ha llamado la atención es la diferenciación que haces entre «talento» y «predisposición», y que el talento solo se manifiesta en la música y las matemáticas.
Interesante...