sábado, marzo 2

Políticos




            El domingo 1 de octubre de 2017, fecha del célebre referéndum catalán (que por lo visto era de mentirijillas), Pepa y yo estábamos en Barcelona. En realidad, saliendo de Barcelona, pues habíamos pasado el fin de semana allí y regresábamos en coche a Madrid. Salimos temprano, así que no fuimos testigos de ningún incidente; pero pasamos por delante de cientos, miles de banderas esteladas. La ciudad estaba llena de ellas.

            Recuerdo que por el camino comenté con Pepa que lo que más me jodía del nacionalismo catalán era que, por el principio de acción/reacción, azuzaría al nacionalismo español. Madre mía, cómo me jode a veces tener razón. Cuando llegamos a casa nos encontramos con que nuestra calle estaba plagada de banderas españolas. El jueves, cuando salimos, sólo habría un par, pero al cabo de tres días se habían multiplicado como una plaga. Creo que nuestra terraza era la única en la que no ondeaba un trapo.

Detesto el nacionalismo; me parece un sentimiento cuasi-religioso, paleto, miope y destructivo (sólo hay que recordar las monstruosas consecuencias del nacionalismo en el siglo XX). Pues bien, ¿que no quieres caldo? Toma dos tazas. Al efervescente resurgimiento del cavernario nacionalismo catalán le ha seguido el no menos espumoso alzamiento del cavernario nacionalismo español.

            Ahora es el momento de citar a Samuel Johnson (y a  Kirk Douglas, y a Kubrick): “El patriotismo es el último refugio de los canallas”. Porque el patriotismo es un eficaz medio de control social, que los canallas catalanes (esa derecha burguesa que se hinchó a robar mientras estaba en el gobierno) y los canallas del resto de España (esa derecha de Barrio de Salamanca que se puso ciega a robar cuando gobernaba), utilizan para tapar sus trapos sucios. Y mientras tanto, el pueblo, esos catalanes que son “buena gente”, o los otros que son “españoles de bien”, entran al trapo como becerros y bailan al son que les tocan, sin pararse un segundo a pensar. Supongo que el pensamiento está sobrevalorado. Mejor embestir.

            Pues bien, como era de prever, gran parte de la sociedad española se ha volcado a la derecha, porque es la derecha quien siempre ha preservado las esencias del nacionalismo español. Lo que pasa es que las cosas no han ido como yo pensaba (sino mucho peor).

            De hecho, soy famoso por lo errado de mis previsiones políticas. No doy ni una. Por ejemplo, siempre había pensado que el hecho de que, tras el derrumbe de la UCD, sólo hubiera un partido que aglutinara a toda la derecha, desde el centro hasta el extremo diestro, era una anomalía democrática. Así que, cuando entró en escena Ciudadanos, creí que el asunto se iba a solucionar; el PP se quedaría en la derecha extrema y Ciudadanos en el centro derecha. Por fin una derecha civilizada, pensé tontamente…

            Porque me había olvidado de Vox. Ahí estaban los trogloditas, agazapados, sin que nadie les prestara atención. Y de pronto, zas, los tienes  delante de tus narices, mostrando orgullosos su patriótica estampa de señoritos a caballo. Qué miedo me dan, madre mía; qué miedo y qué asco. Y qué dejà vu tan siniestro.

            Pero lo que ha pasado después me ha dejado aún más turulato. Pensaba yo que los distintos partidos conservadores buscarían, cada uno, su propio nicho en el espacio de la derecha, pero qué va. Vox se ha quedado en lo que es: extrema derecha. Pero el PP, por razones que luego intentaré explicar, se ha corrido tanto a la diestra que resulta difícil diferenciarlo de los del diccionario. Y Ciudadanos, hala, también ha girado hacia el extremo. Y ahí tienes a los tres, peleando por el voto jurásico.

            Siempre he pensado que los líderes políticos actúan en base a sus propios intereses. No los de sus conciudadanos, ni los de su partido: los suyos personales como individuos. De todos los líderes que van a competir en las elecciones, quien más se la juega es Pablo Casado. A Vox para triunfar le basta con entrar en el Parlamento, cosa que ocurrirá seguro, de modo que Abascal tan tranquilo. Ciudadanos incrementará con seguridad sus escaños; aunque Rivera no llegue a gobernar, nadie de su partido le discutirá el liderazgo. El PSOE será, según todos los indicios, el partido más votado; gobierne o no, Pedro Sánchez no temerá que sieguen la hierba bajo sus pies.

En cuanto a Podemos, todo augura que se pegará un señor batacazo, pero como Iglesias ya ha eliminado toda la competencia interna y ha hecho del partido su cortijo, no tendrá problemas.

            Lo de Casado es distinto. De entrada, no está consolidado como líder del PP, y muchos en su partido están esperando y deseando que se la pegue. En segundo lugar, está en un partido herido por la corrupción y los escándalos. Por último, tiene una hemorragia de votos que se van a Ciudadanos y, sobre todo, hacia Vox (de hecho, Vox es un destilado del PP). Va a perder escaños por un tubo. La única oportunidad que tiene Casado de salvar la cabeza es que los tres partidos de la derecha consigan la mayoría mediante una alianza y que el PP quede por delante de Ciudadanos, de forma que pueda gobernar. Cualquier otra opción, kaput.

            Si intentáis poneros en su piel (ya sé que es difícil, pero encasquetarse un chaleco acolchado ayuda a conseguirlo), os daréis cuenta de que Casado está haciendo lo único que puede hacer. La mayor pérdida de votos del PP es hacia Vox, de modo que para intentar recuperar a esos votantes, Casado se ha escorado radicalmente hacia la derecha (que probablemente sea lo que le mole, pero da igual). Además, así le será más fácil negociar una posible alianza con esos machotes a caballo.

            Lo que ya no entiendo es el comportamiento de Ciudadanos. Su nicho natural es el centro-derecha; ¿qué gana Rivera yéndose a la caverna? Vale, por lo visto tenía una fuga de votos hacia Vox; pero cabe suponer que si se va demasiado a la derecha perderá votos en beneficio del PSOE. Por otro lado, Ciudadanos nació como reacción frente al nacionalismo catalán. Su principal seña de identidad es el nacionalismo español. Así que ahí tienes a Rivera, Casado y Abascal, compitiendo a ver quién la tiene más grande (la bandera, la bandera). Aunque creo que, en el fondo, se trata de algo más primario. Hubo un momento en que las encuestas daban como ganador a Ciudadanos; Rivera ya se veía en el trono. Y de pronto va Pedro Sánchez y organiza una moción de censura. Y lo que es peor: la gana. Y las aspiraciones de Rivera, su rápido ascenso al poder, se esfuman. No sé, creo que es como un niño al que le enseñan un juguete para, acto seguido, quitárselo. Tiene una pataleta.

            ¿Y qué pasa con la izquierda? Creo que Pablo Iglesias es un hombre talentoso que, cegado por la vanidad y la ambición, no ha parado de meter la pata hasta dejar su partido hecho una ruina. Podemos se pegará un batacazo en las generales, aunque probablemente menor de lo que auguran las encuestas (al menos, eso espero). Respecto a esto, puedo alardear de una de mis escasísimas predicciones políticas acertadas. Cuando Podemos estaba en la cresta de la ola, auguré que acabaría deshinchándose hasta ocupar el nicho natural de la izquierda extrema (que antes pertenecía a IU); es decir, en torno al 10 o al 15 %

            En cuanto al PSOE, creo que Pedro Sánchez es un mediocre. Pero también me parecen mediocres el resto de los políticos españoles. Además, Sánchez es un mediocre, sí, pero no un sociópata. Como sí lo es algún que otro líder del bloque de la derecha.

            Hace años, juré que no volvería a hablar de política en el blog, porque me indignaba demasiado. Pero lo acabo de incumplir, y lo volveré a hacer en las próximas semanas. Pasé mis primeros 22 años de vida en el seno de una dictadura fascista; no quiero volver a nada que me recuerde a aquello. Y últimamente, amigos míos, llega a mi delicada nariz un tufo facha de lo más alarmante.

            Cuando la utopía queda lejos, y la distopía se aproxima, lo que hay que hacer es apostar por el mal menor. No es emocionante, pero sí muy práctico.

10 comentarios:

Laura T. Marcel dijo...

Vamos, que no has dejado títere con cabeza.
Desde luego que los políticos españoles son una vergüenza pero luego el pueblo aborregado les vota y ahí se tiene lo que se merece.
En el juicio por el procès han demostrado TODOS los políticos españoles llamados a declarar lo ineptos que son, lo mentirosos, lo poco profesionales y la vergüenza que hacen pasar a cualquier persona con critrerio que los escuche. Afortunadamente yo me siento orgullosa, como catalana que soy, de tener unos políticos que han demostrado otro nivel. No hay manera de comparar la formación, la educación, las maneras d'expresar-se y el conocimiento de lo que han tenido entre manos y que pueden y saben defender pacíficamente y con argumentos. El que sea capaz de ser objetivo que lo valore y el que no que me eche la caballería encima, que alguno habrá.

Juan H. dijo...

Hola, César, has analizado el tema, como siempre, de manera impecable y muy lúcida, yo sólo quería decir que el auge de la extrema derecha creo que se basa en una derecha unida hacia el lado peor, cuyo peldaño para ascender, es una izquierda dividida y en las ambiciones personales de los politicos independientemente de la ideologia, como bien comentas, Y en una sociedad, de franquistas agazapados,y en parte de gente joven, que ya vota,cree que cualquier cambio es mejor, y se ha criado en una democracia(que no ha conocido nada malo de verdad, no ha conocido lo que había antes) para estudiar carreras universitarias u otros trabajos, para ir a ejercerlos fuera del país, supongo que creen que la derecha les dará la solución, me temo que no, y eso creo que tiene relación con la perdida del recuerdo de la historia reciente de este país,o aunque la conozcan, no hacen caso, no lo sé; tu lo viviste y a mí casi me toca, pero mis padres y abuelos( mi abuelo murió en la guerra y mi tio abuelo estuvo en Mauthausen con los primeros presos españoles hasta que lo liberaron los presos no los americanos como cuentan los libros), como en muchas familias, recuerdan lo que esos extremismos(en todos los sentidos), trajeron al país, la guerra, cosa poco probable hoy en día pero da la sensación de que se vuelve a un ambiente de los años treinta, de preguerra,violencia, frustración y totalitarismos( espero que no empiecen a quemar libros porque me piro del país ya). Gracias por tu comentario y esperando esas instrucciones para el fin del mundo. Un abrazo!
Juan H.

Reigmanel67 dijo...

César siempre es certero y ameno. Ya nos tiene acostumbrados a esa mezcla de cultura, sinceridad, irreverencia...
Pero creo que lo que no tiene desperdicio del artículo es el aporte de Laura T. Marcel.
Siempre pasa lo mismo. Siempre se repite. Recuerdo una entrada en la que César hablaba de los defectos de los españoles, la falta de civismo, etc. Faltó tiempo para que entrara un catalán a decir que el artículo le había sorprendido gratamente, que en Cataluña ya sabemos eso de los españoles, que los catalanes somos mejores y que nuestro PIB y las exportaciones eran de no-se-cuántos chorrocientos millones de euros.
Y ahora pasa lo mismo. Para Laura T. Marcel TODOS los políticos españoles (las mayúsculas son suyas) son una vergüenza: mentirosos, ineptos, poco profesionales. En el fondo encarnan y representan la forma de ser del pueblo español porque como ella misma dice el pueblo los vota y tiene lo que merece.
En cambio, los políticos catalanes nacionalistas tienen educación, formación y son pacíficos. Claro, encarnan las bondades del pueblo catalán auténtico, de la que ella forma parte afortunadamente (el adverbio es suyo) y por eso se siente orgullosa “como catalana que soy”.
En dos párrafos hace un resumen perfecto de lo que esconde el nacionalismo catalán: un sentido de superioridad ridículo, infantil.
Fijaros que no hace ni la más mínima crítica a las ocurrencias, la improvisación, la mentiras del proces ... ni la más mínima autocrítica pero el pueblo aborregado (el adjetivo es literal de ella) es el otro.
Los españoles son los incultos, aunque ella escriba en castellano (lengua no vehicular en la enseñanza, por tanto, extranjera) con errores de bulto. Es su forma “d’expresar-se”.
No sabéis lo que es vivir en Cataluña y aguantar estas gilipolleces cada día. Hay que callar y seguir pagando para que lo inviertan en el “relat” (propaganda). Como dijo una de las acusadas (tonta e inculta, como buena política española que es) que estos días se sienta en el banquillo porque los suyos la engañaron diciéndole que no pasaría nada si dirigía los plenos del parlament saltándose los reglamentos de forma autoritaria y despótica... como dijo esta señora los que no votamos a los partidos nacionalistas, no somos “poble de Catalunya”. Fijaros que hasta nuestro precioso idioma tiene una palabra para señalarnos: botiflers, que indica el nivel de virulencia contra el discrepante.
Pero, vamos, que los catalanes somos seres de luz y lo hacemos todo bien y la culpa siempre es de los otros.

Angel dijo...

Hola César.

Yo también detesto el nacionalismo, y me apena que si bien parecía arrinconado en Europa después de las guerras mundiales, está volviendo con mucha fuerza.

Me he dado cuenta de que entre mis conocidos, los más aficionados a enarbolar banderas, del signo que sean, son los más cantamañanas. Decía Schopenhauer que el orgullo nacional es a lo que recurren los que no tienen ninguna otra razón para enorgullecerse de sí mismos. O en versión punk: "Un patriota, un idiota", como decía una canción de la Polla Records.

Jane Jubilada dijo...

Yo tengo conocidos de derechas y de extrema derecha que me quieren hacer creer -¡ahora!- las bondades del régimen franquista. A ellos les digo: "Yo estuve allí y por nada del mundo quiero volver". Me parece muy bien que te desfogues un poco (ganas dan) y estoy totalmente de acuerdo con tus opiniones. El nacionalismo de cualquier signo es un cáncer de la sociedad basado en ideas irracionales (¿Somos distintos al del pueblo de al lado porque dio la casualidad de que nací y viví aquí?), porque subraya lo que nos separa y no lo que nos une.
Gracias, César, por ser tan sincero y claro

César dijo...

Joaquín: Yo también estoy del lado de los escépticos y me ponen los pelos de punta los dogmáticos. Por desgracia, cada vez abundan más los segundos y menos los primeros.

Juan H: Es cierto que las nuevas generaciones no conocen la historia reciente. Hace poco, una chica de veintipocos años, universitaria, me preguntó si los nazis eran de extrema izquierda (¡¡¡). Hay otra cosa que debemos tener en cuenta: los jóvenes son idealistas, románticos. Pues bien, ¿qué partidos le ofrecen proyectos románticos (aunque sean falsos, nocivos o irrealizables) a los jóvenes?: La extrema derecha y la extrema izquierda. Y esta última está herida por la frustración que ha supuesto Podemos.

Reigmanel67: Gracias, amigo mío, por tus palabras. Estaba demorando contestar a los comentarios, precisamente por la pereza que me daba responder a Laura T. Marcel y arriesgarme a iniciar un aburrido debate. Porque razonar con los indepes es inútil: su pensamiento es religioso, basado en las emociones y los dogmas. O aceptas su fe o eres un miserable pagano. O aún peor: un botifler. O peor todavía: un español. Comparto todo lo que dices. Un abrazo.

Ángel: Has dado en el clavo. El nacionalismo le dice a los suyos: "Tú, por haber nacido aquí, eres un ser superior". Joder, qué fácil; eres superior sin ningún esfuerzo, sin haber demostrado nada. A los alemanes les encantó saber que eran arios y, por tanto, semidioses. Y ahora los nacionalistas catalanes lo mismo.

Jane Jubilada: A mí me pasa lo mismo. Cuando oigo a los que proclaman las bondades del franquismo, se me revuelven las tripas. Pero también se me revuelven cuando veo la alegría con que se emplea el término "franquista" para calificar la sociedad española actual o alguno de sus aspectos. Ahí es cuando me cabreo y digo lo mismo que tú: "Viví 22 años bajo la dictadura de Franco, y esto no tiene nada que ver con aquello, porque aquello era horrible". A base de usarlo sin ton ni son, la palabra "franquismo" va perdiendo significado.

Joaquín Rodríguez dijo...

Como estropea la política la admiración

Numeros dijo...

No deja de ser curioso que en este país no esté mal visto pasearte con la senyera, la ikurriña o cualquier otra bandera siempre y cuando no sea la española. En ese momento te conviertes en un peligroso fascista.

Al comentario de Reigmanel6, que me ha parecido magnífico, añadiría que a mí me repugna la pretendida superioridad ética y moral de la que hace, en general, gala la izquierda. Se habla de VOX como una caterva de peligrosos facistas, y no dudo que lo sean, pero quien se ha estado dado piquitos con los terroristas de ETA o con asesinos convictos y confesos como el de Bultó (candidato por la CUP) o últimamente Pilar Baeza, condenada a 30 años, ha sido Podemos. ¿Que se diría si en las listas electorales de VOX, PP, o Cs fuese uno de los asesinos de la Matanza de Atocha o un condenado por violencia de género?

El mayor problema de las ideologías es que se basan en sentimientos y no en la razón por eso suelen derivar a posturas intransigentes y, por ende, peligrosas. Cuando uno habla con un independentistas, al final cuando se quedan sin argumentos lógicos te sueltan aquello de:

- "Es que tú no lo entiendes"

y como ya he dicho en alguna otra ocasión "con los sentimientos no se razona".

De Franco no voy a hablar, prefiero viajar atrás en el tiempo, hasta mediados del siglo XIV, y hablar de Pedro I, ese rey castellano conocido por "el Cruel" o "el Justiciero", o a la Inglaterra del siglo XVII y hablar de Oliver Cromwell, tirano regicida para unos o héroe por la lucha de la libertad y la democracia para otros.

Anónimo dijo...

Bueno, bueno...
Cómo se ponen los nacionalistas, aquellos y éstos, los de derechas y los de ultraderecha. Cómo se retratan.
Yo, en líneas generales, estoy completamente de acuerdo con tu planteamiento. Así es que no digo nada más porque no hay que alimentar debates estériles. Es como debatir sobre la existencia de Dios. O sobre patrias, himnos y banderas que tanto sufrimiento han originado a lo largo de la historia.
Ahora también.
Un saludo
Luis Rodriguez Olivares.

Jarl-9000 dijo...

Cuesta creer que el panorama pueda ir a peor, pero si algo han demostrado los últimos años es que siempre se puede torcer el asunto un poquito más.

Tu análisis me parece muy acertado. Sólo añadiré un par de detalles, para no extenderme demasiado:

Estoy convencido de que Vox también se desinflará. La mayoría de la gente que lo ha votado en Andalucía ha sido por descontento con el resto de partidos y lo mismo ocurrirá en las próximas elecciones. Es más, muchos de ellos son votantes de izquierda. Yo mismo, siendo un desencantado de Podemos, me planteé muy seriamente votar a Vox en las autonómicas. Por suerte, me tomé la molestia de revisar su plan de 100 puntos y se me quitaron las ganas, pero entiendo que la gente lo haga.

En mi opinión, tal y como están las cosas, creo sinceramente que el mal menor sería que PSOE y Cs alcanzaran la mayoría y acabaran gobernando en coalición. Sí, ya sé que Rivera ha vetado al PSOE, pero todos sabemos que eso no significa nada. Es más, creo que ya ha matizado que sólo vetará seguro a Pedro Sánchez (por cierto, igual que hizo la vez anterior con Rajoy y acabó aceptándolo).